Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 12"

Atrapado. De Pez Burbuja

Soy lo que la gente suele calificar como un tipo extraño por antonomasia. El miedo a relacionarme me convierte en un ser huraño y hostil. Las mujeres me encuentran atractivo; pin-ups insinuantes, se acercan con cualquier excusa. Pero su alegría inicial da paso a la decepción por mi rechazo.

Los días son cortos, las noches largas y solitarias. Paseo por las calles sin rumbo. Acabo en algún garito inmundo, anestesiado a golpes de bourbon o calmando mis ansias en una cabina, imaginando como sería tener una mujer entre mis brazos.

Otra noche más pago el precio y entro en un diminuto recinto. Introduzco una moneda, y ante mis ojos se dibuja una exuberante pelirroja de espaldas que hace que mi cuerpo reaccione instantáneamente, mis piratas parecen a punto de reventar. La melena acaricia su espalda desnuda, mientras un diminuto tanga muestra unas nalgas perfectamente cinceladas. Una fusta en su mano recorre lasciva su contorno. Me deshace la piel esa forma de moverse. Tan absorto estoy, que mi mano apenas se mueve sobre mi hinchado miembro. Es algo más que un instinto ancestral. La veo darse la vuelta a cámara lenta, mientras mi vista recorre sus piernas, el minúsculo triángulo que apenas tapa su sexo, sus enormes pechos coronados por dos sonrosados pezones, sus labios turgentes…

Aquella ninfa continua moviéndose provocadora, la fusta ha sido reemplazada por su mano. Recorre su cuerpo de tal forma, que me siento dueño de aquellos dedos. Los introduce en su boca para acariciar con ellos sus pezones enhiestos, dibujando una línea después que divide su cuerpo en dos mitades perfectas. Entonces se desprende de aquel tanga dejándome contemplar sus rizos rojizos, coronados por algunas gotas de rocío que me hacen estremecer. Mi mano se mueve ahora más deprisa sobre mi sexo, intentando calmar mi urgencia. Ella se acaricia al unísono, moviendo sus dedos frenéticamente. Ambos sucumbimos en un último espasmo mientras nuestros gritos se confunden en uno. Entonces mira directamente hacia mí. Aquellos ojos verdes me desconciertan. Me hablan en un idioma que conozco, el mismo que leo todas las mañanas en el espejo. Se apaga la luz de la cabina. Me limpio mientras rememoro la experiencia más cercana que he tenido nunca con una mujer.
Camino cabizbajo hacia la salida. Mi mano se dirige hacia mi pecho, justo al lado del corazón.

-Oye, se te olvida la cartera.

Unos ojos verdes me sonríen.

Pez Burbuja 31/07/06

Al mismo ritmo. Hechizada

Era la despedida de soltera de su mejor amiga, prometiendo una noche de desenfreno y diversión por antonomasia. La sala estaba abarrotada. Luces, música y humo creaban un ambiente psicodélico para liberar los instintos más ancestrales. Sobre el escenario cinco chicos bailaban sensualmente combinando con algunas poses de físico-culturismo, haciéndolos muy deseables.

Las horas pasaban entre copas y espectáculo. Las mujeres eran invitadas a bailar, y entre risas, lujuria y aplausos el ambiente se caldeaba.

En un momento el más guapo quedó solo y pidió que subiera otra chica. Ella sintió que la agarraban y sin darse cuenta ya estaba en el escenario. Él comenzó a bailar a su alrededor sensualmente con una espléndida sonrisa que lo hacía más atractivo. Las luces se concentraron en ellos. Ella comenzó a moverse al ritmo de la música moviendo sus caderas voluptuosamente, cerrando lo ojos y olvidándose del mundo. Él se puso detrás de Ella, primero manteniendo cierta distancia que poco a poco iba acortando, hasta que sus cuerpos empezaron a rozarse irremediablemente. Ella echó su cabeza hacia atrás sucumbiendo al deseo. Él comenzó a acariciarla dejando las manos en sus caderas para marcar el ritmo. La imagen que daban era espectacular, digna de un posters de pin-up. Él aprovechó para besarle el cuello mientras le decía lo bien que lo estaba haciendo, y empezó a lamer su oreja haciendo que su piel se erizara. El cuerpo de Él se le acoplaba haciéndola sentir como crecía su virilidad, enloqueciéndola de placer. Él comenzó a subir su mano recorriéndole el torso, cual pirata en busca de su tesoro, la posó en su seno y comenzó a acariciárselo por encima de la blusa. Ella le tomó la mano con suavidad, apartándola y girando sensualmente para ponerse a su lado justo con el último compás de la canción, como si hubiese sido un acto ensayado, explotando el público en aplausos y vítores. Ella no quiso verle para que no percibiera su excitación, bajando a su mesa desinhibida y alegre. A Él no le quedó otra que unirse a los aplausos y retirarse rápidamente para ocultar sus atributos al máximo esplendor.

Cuando salió apenas les dio tiempo de cruzar las miradas, pues Ella se retiraba con sus amigas. Fue una mirada de deseo, de promesa, de mutuo hechizo. Ella le dejó sus datos con un mesonero. Él se sintió en la gloria presintiendo lo que vendría.

Hechizada 28/07/06

La magia de la noche. De Pez Burbuja

Las últimas luces del atardecer hace tiempo que dieron paso a las sombras. Estás a punto de llegar; más que saberlo, es el instinto el que me hace presentirte mucho antes de que mis ojos puedan contemplar tu silueta. Apareces en medio de la bruma nocturna, y una vez más mi alegría inicial va dando paso a otro sentimiento más ardiente, y yo, tímida por antonomasia durante el día, me convierto en una provocativa pin-up, envuelta en seda y cuero.

Te acercas despacio, tan sólo tu mirada deja entrever la urgencia de tus ganas recorriéndome cada palmo de piel, que reacciona erizándose a su paso. Pero hoy no quiero que seas tú quien tome la iniciativa. Te tumbo en la cama sin miramientos, y me abalanzo sobre ti como una fiera hambrienta.

El roce de tu ropa provoca escalofríos en mi cuerpo, mientras mi boca va siguiendo el camino que abren mis manos al desnudarte. Te siento fluir entre mis dedos como agua, y tu sabor a mar aviva el ansia que me crece en las entrañas. Tu ropa se deshace, te siento estremecer bajo mi lengua que dibuja sobre ti el círculo ancestral de la vida. Y es ahora, cuando estás al borde de sucumbir a la pasión mientras gimes bajo mis labios, cuando me convierto en un pirata a punto de realizar un abordaje. Abrazo tu cintura con mis muslos, danzando al frenético ritmo del deseo. Te siento dentro de mí, y entonces, en el vértice mismo de las ganas, mi cuerpo se arquea para hacernos uno, y entre espasmos el vencedor es vencido. Me dejo caer sobre ti rendida mientras mis labios musitan un te amo. Y nos dormimos.

Las primeras luces del alba apenas han ahuyentado las sombras. Acabas de irte, y otro día me separa de ti hasta que pueda volver a soñarte.

Pez Burbuja 28/07/06

Cirilo un carpintero de armas tomar. De Belfas

Soy caliente por antonomasia, mi entrepierna sufre con frecuencia espasmos, fruto de mi furor uterino. El mío, un útero fogoso, encuentra con facilidad la forma de incitar a mi cerebro a consumar fantasías célebres.
Una reforma en mi cocina y el encargo de una mesa resistente, pues la anterior se rompió en un escarceo con mi marido, hizo que conociese a Cirilo. Un hombre atlético, que me recordó al pin–up que me avasalló en la última despedida de soltera de una amiga.
El tercer día llegó vestido con un pantalón pirata y una camisa desabrochada, que permitía ver su torso bronceado. Una forma sensual de despertar mi libido y ese instinto ancestral que llevo dentro.
Fue esa combinación de madera recién cortada, la fragancia de la cola, el adobo del solomillo y el aroma del sudor de su piel, lo que me hizo sucumbir. Mientras Cirilo trabajaba con la mesa, yo trajinaba en el horno. Ese día opté por un vestido blanco, casi transparente, que insinuaba un minúsculo tanga negro. Yo, miraba de soslayo... él, de una forma atrevida... mi sexo humedecido desprendía un aroma que, mezclado con el resto de fragancias impregnaba el aire de la cocina con la esperanza que Cirilo captase su excitación.
Agachada, miraba a través del cristal del horno buscando la forma de provocarle. Su mirada entró furtiva entre mis nalgas y tras su mirada, vinieron sus manos. Mi cuerpo a su tacto se estremeció, me hizo levantar y antes de poder decir nada, me beso en la boca. Yo, correspondí gustosa, me tumbé sobre la mesa dejando mi culo sobre el borde, mis manos buscaron ávidas su miembro grueso y duro; tras encontrar el ángulo correcto aparté ligeramente el tanga y lo introduje en mi sexo jugoso y excitado. Él, mientras, amasaba con habilidad mis pechos, y mis pezones firmes invitaban a su boca hambrienta. Mi cuerpo se arqueaba, gemidos de placer intentaban atravesar las paredes para anunciar mi furor. Bastaron unos cuantos movimientos acompasados para llegar al éxtasis juntos.
Me quedé aturdida sobre la mesa, cuando recuperé el sentido, vi a Cirilo alejarse con su caja de herramientas, se giró y una alegre sonrisa perversa fue el obsequio por esos cuarenta segundos de placer. Ya tenía mi mesa lista para próximos avatares.

Belfas 27/07/06

Y. M. C. A.. De Suprunaman

Érase una vez un pene superlativo, elegante, y solterón. No había noche que no saliera a triunfar por la ciudad, con su cabello negro y rizadito echado para atrás, en busca de las más bellas pin-ups, chochetes con ganas de marcha.
Se dice, que por error, este pirata del sexo llegó a un extraño lugar, donde era imposible no sucumbir bajo el ritmo de “Y M C A”, sus pies se movían sin cesar al igual que sus brazos, “Y M C A, Y M C A”, cubata tras cubata iba aumentando su alegría.
¡Viva los chochetes! —Gritó.
Se hizo el silencio por unos segundos, carcajadas y de nuevo música, al mirar a su alrededor, su gozo se vino al suelo. Un pene y otro, y otro, se abrazaban y se besaban “Y M C A”. Se tocaban y se frotaban “Y M C A, Y M C A”. Estaba en un garito gay. Hipnotizado por aquella música infernal, sin saber cómo, acabó en los brazos de un pene sarasa conocido por antonomasia como “La Chochona de Puerto Rico”.
¿Si lo vieran sus ancestros? Estaba en la cama con una loca que no paraba de cantar “Y M C A, Y M C A”.

Suprunaman 27/07/06

¿Por qué discutir? De Edurne

Esta noche hemos discutido, tantos planes para estar juntos unas horas y por una tontería, nos hemos enfadado. Aquí estoy, sentada en un banco de la plaza, sucumbiendo al embrujo del cuarto menguante y recordando la mirada de reojo que ha dedicado a esa pin-up de la disco y que ha motivado nuestra discusión. Se ha esfumado la alegría de nuestro encuentro. Nos hemos separado en la puerta… él hacia el callejón… yo hacia la plaza, las piernas cruzadas, mirando el firmamento estrellado y pensando en él.
¿Por qué se ha enfadado? Sólo ha sido una mirada y ahora me encuentro en este callejón, apoyado en un portal, pensando en ella. El humo del cigarrillo me recuerda sus movimientos, esos que yo intentaba poseer mientras bailábamos en la pista. El ritmo de sus caderas me emborrachaba de deseo y mis manos pretendían apoderarse de ellas como un pirata de un tesoro. Todo en vano, se escurría entre mis dedos al ritmo de ancestrales danzas y sinuosos espasmos que provocaban la erupción efusiva de mi miembro; luego ese error, esa mirada y… en lo mejor de mi afectada libido, se ha perdido el embrujo…

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He sido una exagerada, todavía siento sus manos retozando mis caderas, embriagándome con su mirada de deseo, había conseguido despertar en él ese Don Juan por antonomasia y lo he estropeado. Su abrazo cálido me transportaba al infinito y su péndulo nervioso se clavaba en mi pelvis mientras nos contoneábamos excitados. La lujuria iba en aumento, mis dedos penetraban en su pelo y mis labios surcaban caminos ya conocidos en su piel. Esa fragancia, que emanaban sus poros junto con el sudor de su cuerpo, conseguía que perdiera el mundo de vista y que me abandonara a sus contoneos, humedeciéndose mi sexo de placer.

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De repente, los dos reaccionan; ella se levanta decidida a ir en su busca…. él apaga el cigarrillo con un movimiento de tacón y se dispone a desandar el camino para reencontrarla. No saben lo que van a decirse. No piensan ya en lo que ha pasado. En su interior sólo despunta el amor y el deseo que se profesan. Siguen andando decididos, en la misma dirección pero en sentidos opuestos, giran la esquina y….. frente a frente, un silencio, una mirada y un abrazo… ¡Qué placer más deseado proporciona la reconciliación!

Edurne 27/07/06

Santas Marías. De Crayola

Encierro total. Una celda asignada con lo esencial. Un viejo y desvencijado camastro, una mesilla, una vela y una ventana. Su nueva vida comenzaba. María Lucía, resignada, se desnudaba en soledad. Lo último que escuchó de su padre, fue que era una pervertida, mientras su madre se escondía debajo del velo que cubría su rostro. En el convento expurgaría su corrompida alma. Las órdenes superiores fueron determinantes: claustro obligatorio por seis meses; comería en su celda; se asearía allí; rezar todo el día; sanar su cuerpo con flagelación. Esa misma noche, María se revolcaba en sus ansias. Sudaba, se estremecía. Se arrodilló frente a su catre para rezar. La tenue luz de luna ancestral bañaba su translúcida cara. En medio de la plegaria, la puerta de su cárcel se abrió. Era María la criada. Una púbera cubierta con su hábito de inocencia y hastío. Un balde con agua y estropajo servirían para el lavado. En silencio, la criada María pasaba el trapo mojado por debajo del vestido de María Lucía. Recorría sus blancos muslos y rozaba con cuidado su vientre que temblaba. Las dos se miraban calladas. Las dos se necesitaban. María Lucía se despojó de su vestidura quedando completamente desnuda. Convido de su piel a María la criada. María la criada la acariciaba. Deslizaba sus manos por la entrepierna de María Lucía, curioseando, manoseando el pubis rasurado, inundando sus dedos de humedad. María Lucía sentía la alegría del pirata que respira la libertad del mar. Su propia libertad. La calentura de sus cuerpos se desfogó. Sus manos enloquecidas se recorrían enteras. Sus pezones ensalivados endurecían al contacto de sus lenguas alborotadas. De pronto, fueron antonomasia de amazonas guerreras. Las Marías se amaban. Por el día, María Lucía rezaba. Por las noches, sucumbía a sus arrebatos morbosos con María la criada. Seis meses después, María Lucía se alejaba para siempre del monasterio. La primera noche sola, María la criada se masturbaba en aquel camastro, consumida por las ganas del blanco cuerpo de María Lucía. Se conformaba con sus propias manos, soñando en aquellas noches de pin up plasmadas en los rincones de su memoria. Marías amantes, Marías amadas.

Crayola 26/07/06

400 palabras. De Locomotoro


Es primavera, esa época del año en la que la vida se abre paso a través de la tierra del jardín, al ritmo del sol que revive cada año e ilumina su cara, haciendo nacer un rostro de mujer
Es primavera, y al verla desde mi balcón, recuerdo que mi espacio queda limitado a cuatrocientas palabras.
¿Cómo contar con palabras lo que veo a mí alrededor? Sus piernas parecen nacer del césped del jardín, mientras sus pezones apuntan livianos al eje del universo y una ráfaga de brisa corta el medio ondeando la bandera de su pelo, haciendo traviesos remolinos con el bello de su cuello. Desabrocha un botón de su blusa y siento que necesito estirar las piernas, aunque no deseo moverme de allí. También temo cerrar los ojos por un instante, ya que mi mente es menos sutil que lo que presencio.
En la alegría de su gesto, explota al abandono el deseo. Y yo, como un pirata vencido por olas de pasión trato de atrapar cada detalle, para contar con palabras que quiero ser esa brisa, ese viento que recorre cada curva de su cuerpo.
Cuatrocientas palabras para contar que deseo ser ese sudor que emana de su cuerpo, que define cada rasgo, cada gesto, cada pétalo de jazmín que trepa del averno hacia el cielo.
Alza su mirada y me descubre, y me mata con su sonrisa mientras desliza sus dedos por sus senos y airea su blusa para aliviar la calidez de su piel. Y yo, como un tonto deseo sucumbir a sus encantos, derramar mi cera ancestral al calor de su fuego.
Pasa una nube que no apaga su llama, continúa mirándome mientras la lluvia amiga, revienta en su pelo y se desliza por su ser. De pronto, con una inocente carcajada, se tira en la hierba y se funde con la tierra dejando que ésta la abrace, la atrape y la una a ella. No es consciente de lo que está pasando con su cuerpo, se limita a disfrutar del momento, mientras Vargas, en algún rincón del tiempo, redondea otra pin-up.
Cuatrocientas palabras; La vida por antonomasia que comienza por sus ojos traviesos, se desliza por su cuello, pellizcando la oscuridad de sus senos, aforrando sus muslos con fuerza, para morir en lo más profundo, más íntimo de su placer.

Locomotoro 26/07/09

Olor a ti. De Crayola

Es tu abrazo tan tibio. Me invitas a seguir. A continuar con esa lluvia de besos. A besar tu lengua desnuda. Tu espalda desnuda. Hueles a miel, a bosque. Sabes a río de noche. Eres perfecto. Amante. Cómplice. Eres el pirata que me embarca en su buque siniestro. Me montas con la ferocidad de las tempestades. Me abarcas con la plenitud de los mares. Me fundes en tu pecho de hombre. Mis pechos al aire se erizan con la humedad de tus labios. Me mojas de tus ganas. Me inundas con tus ansias. Es tan fácil sucumbir al placer. Enredarse en tu entrepierna, y aferrarse a tus caderas. El ancestral deseo de tenernos se convierte en alegre carnaval. Máscaras al viento. Música en la piel. Bebes mis alientos. Te sumerges en el agua de mi vientre urgido que te grita. Estremeces mis adentros con la explosión de tu sexo. De tu virilidad antonomasia de un cuento. Posamos con la desnudez del alma, con la libertad del amor. Tu cuerpo convida a más. Mi cuerpo ardiente te pide más. Tu sonrisa coqueta y mi pelo suelto se confabulan y se retratan como pin-ups antiguos. Las manos tocan, palpan, recorren los rincones secretos. Hurgan de nuevo en los antojos. Mi piel es tuya. Tiene tú olor. Me gustas así, tan ausente, y tan presente cuando nos hacemos el amor.

Crayola 26/07/06

El legado. De Monelle

Obligada a realizar el inventario de las pertenencias de mi abuelo fallecido hacía un mes, me propuse no sucumbir al sueño y terminar de ojear aquel legado. Saqué del armario un cofre y lo abrí. Lo primero que hallé fue la edición pirata de un calendario de pin-up del año 1950 en muy buen estado de conservación; sus ilustraciones me cautivaron. Al momento tropecé con una cámara Leica, y un grupo de encartonadas fotografías fuertemente atadas, separadas en pequeños montones, cada uno de ellos encabezado por una nota manuscrita. La primera decía: “Isabel, mayo 1944”. Aquellas instantáneas tenían como protagonista a una joven veinte añera rubia, que totalmente desnuda se dedicaba a masturbar a un hombre situado en primer plano.
Mi abuelo… ¿un libertino? Me sentí incómoda, pero al mismo tiempo alegre por haberlo descubierto. Hasta ese día, lo tenía como una persona religiosa, amante de su familia, de un ancestral y puritano proceder. Continué escudriñando, pues algo se había adherido a mi curiosidad: el morbo. Abrí el segundo bloque: “Teresa, septiembre 1945”. Teresa, tenía un hermoso cuerpo, sus formas redondeadas invitaban a la caricia sólo con verla. Tumbada en una cama, con un par de jóvenes, mientras uno la penetraba, el otro se entretenía jugueteando con sus senos. Tras de Teresa encontré a “Marta, enero 1946”, gozando de una larga sodomización; a “Sonia, mayo 1947” disfrutando del sexo oral y su justa correspondencia; a “Rosa, agosto 1948” en enloquecida cabalgada; y así hasta llegar a la última que, curiosamente, no tenía nombre. Todas ellas igual de jóvenes, todas entregadas a la pasión bajo la atenta mirada de una cámara fotográfica. ¿Sería aquella Leica que yo había encontrado? ¿Cómo había podido ocultar el abuelo aquello?
Por desgracia, no quedaba nadie al que pedir cuentas. Interrogar a mis padres resultaba embarazoso.
Antes de guardarlas, me entretuve un poco más con el último montón “Octubre 1950”. Cada foto allí agrupada, resumía en una instantánea los juegos eróticos de las anteriores; era extraño, pero parecía como si explícitamente se ocultara el rostro de aquella tan solícita joven, y el de su partenaire. La última toma desveló el misterio. Mis abuelos habían protagonizado aquella última sesión fotográfica.

Monelle/CRSignes 250706

Un día cualquiera. De Chajaira

Julia, tiene uno de esos días comunes para cualquier mujer trabajadora, un día agotador, es el prototipo de mujer múltiple por antonomasia .No podía pensar en otra cosa mas que lanzar los zapatos, así hizo nada más cerrar la puerta de su casa tras de sí.
Al alzar la vista, la alegría momentánea de sus pies libres, se fue al traste, estaba todo el salón patas arriba. Ropas, restos de comida de la noche anterior habían sido dejadas a diestra y siniestra por su esposo e hijos.
Mejor darse una ducha de agua hirviendo. Entró en el baño y fue dejando su falda de gasa, su blusa haciendo juego, luego sus braguitas y sujetador muy discretos de encaje color visón, todo ello iba cayendo como hojas de otoño sobre el suelo.
Acarició la desnudez de sus muslos, se dijo que no era ninguna pin-up, sus ancestros no le habían dejado en herencia un cuerpo arrebatador, pero aún podía hacer voltear alguna cabeza.
Penetró en la ducha que ya humeaba, primero la cabeza y luego el resto del cuerpo, la delicia de los chorros de agua cayendo sobre toda su esbeltez, la inundaron, se dejaba sucumbir por el calor relajante, dejando navegar sus manos por toda su anatomía cual pirata buscando tesoros, el de ella iba poco a poco concentrándose en el placer del gel resbaladizo al contacto. No quedaba lugar donde masajear suavemente, sin salir en ningún momento del agua: la redondez de sus hombros, el recorrido blando de sus senos. Jugó con su abdomen hasta llegar a su pubis de vellos abundantes y tersos; invitación a levantar una de sus piernas y apoyarla en la tina, ahora tenía el espacio para adentrar sus jabonosos dedos en la oquedad de su punto de placer, esperando ser acariciado y así lo hizo depositándolo entre sus dedos, índice y corazón, arrullándolo circularmente. Abrió los ojos por un momento para buscar algo más, necesitaba sentirse llena, no tenía nada más a mano que el cabezal de la ducha, tenía la forma perfecta para sentirse penetrada y abarcada. Cerró el agua por un momento y lo introdujo despacio mientras seguía danzando con los dedos, era perfecto, estaba a punto de irse en el mayor de los placeres y abrió el agua fría para finalizar en éxtasis… en ese momento escuchó:
Mi vida, ¿dónde estás? ¿Ya está la cena? Me muero de hambre.

Chajaira 26/07/06

La ventana al mar. De Mon

Una vez más se dirigía hacia el muelle, su padre le había regalado un pantalón de corte pirata en su quince aniversario. Hacia años que ella sentía sensaciones extrañas en su cuerpo, aquellas largas noches de verano convidaban a mantener las ventanas de par en par al igual que sus finas piernas que intuían largos orgasmos con la inocencia de pensar que estaba sola, de pensar que nadie la observaba. En cambio al otro lado de la calle se encontraba el joven espabilado por antonomasia, con su herido pene, victima de cientos de masturbaciones la observaba, la veía sudar, contemplaba sus espasmos que procuraba sincronizar con sus eyaculaciones. Eran noches sin tregua, sin final, solo aplacadas por el cansancio y la satisfacción.
Él no cesaba de imaginar cómo sería un primer encuentro con aquella niña que vio crecer, tan tierna, tan bien proporcionada. Pensó en abordarla mientras se dirigía como todas las noches para ayudar a su padre que faenaba hasta muy tarde.
Debía ser hoy, todos habían estado bebiendo en su cumpleaños menos yo, quien con 15 años más, preferí perderme en una partida de cartas. Todo estaba decidido, ella lo deseaba, yo la deseaba. Al margen de la ventaja que me confería haber observado sus deseos, sus sueños, no podía dejar de pensar que para ella yo era un chico mayor del barrio, incluso alguien en quien nunca se había fijado. Debía emplear una estrategia ancestral para hacerla sucumbir de deseo.
Así fue, nuestros rostros se encontraron en la noche, ella asustada ante mi insistencia no pudo contener el fuego que dulcemente manaba entre sus braguitas, pronto comenzó a devorar con hambre insaciable mi pene endurecido a punto de estallar. Ella se dejó hacer y pronto estalló en un grito de placer cuando la penetré contra las redes que los pescadores amontonaban para su reparación, no podía creer que aquella joven se estuviera deshaciendo de placer, con esa piel tan suave, con esas ansias tan bestiales. Cuando ella quedó arqueada hacia atrás con los ojos entornados eyaculé con tanta fuerza que su larga cabellera quedo impregnada de mi esencia, jugo que ella guardaría como oro en paño el día de su primera alegría, el día de su quince aniversario.
Nunca más pude ver la ventana abierta.

Mon 24/07/06

Sesión de fotos. De Hechizada

—Hola, Pachi, ¡qué temprano has llegado!
—Ya me conoces, me gusta chequear que todo esté a punto, probar luces, preparar las cámaras, etc.
—¡Que si te conozco! Eres un maldito perfeccionista por antonomasia, ayer me fui tarde y te dejé en lo mismo. Por lo que respecta al maquillaje y el vestuario, no te preocupes.
—Me parece bien, Santi. ¿Y la modelo?
—Debe llegar en 20 minutos. ¡Cuántas cámaras! Sí te estas tomando esto en serio. ¿Las usarás todas?
—Claro, es mi gran oportunidad, no todos los días se reciben ofertas tan buenas y bien pagadas como esta para hacer un calendario.
—Joder, yo había entendido que era un par de posters tipo pin-up.
—Y entendiste bien, si les gustan me contratarán para hacer el calendario. Por eso me esmero.
—¿Y de dónde sacaste tantas cámaras?
—Son mías, más que trabajo la fotografía es una afición ancestral en mi familia.
—¿Cómo así? Me doy cuenta de que te conozco poco.
—Mi bisabuelo paterno trabajó con George Eastman.
—¿Y ese quién es?
—El fundador de Eastman Kodak Company.
—¡Joder!
—Mi bisabuelo era un joven químico que lo ayudaba con las soluciones de nitrocelulosa que producían los rollos de película transparente. Fue el comienzo de la fotografía para aficionados y de la cinematografía.
—¡Joder! Cuánto orgullo y alegría para tu familia.
—Pues sí, sólo que con el tiempo eso se ha perdido y ahora sólo estoy yo en este mundillo. Oye, volviendo a lo nuestro, no vi ningún vestuario, ¿y dices que lo tienes listo?
—Te enseño: para las fotos como pirata pensé en un garfio, pero viendo posters viejos lo que más se valora es la mezcla de sensualidad, ternura, delicadeza. Así que basta con el tapaojo.
—Jajajaja ¡qué ingenioso!
—Dependerá de tu creatividad en las poses para que no se eche de menos ropa ni nada.
—¿Y para el posters como Eva?
—Bueno, traje la manzana, infaltable. Y como no conseguí hojas de parra traje de laurel.
—Jajajaja ¡Qué rata eres!
—Eso sí, tendrás que aguantarte y no sucumbir a la tentación de comértela, a la manzana digo, mira que te pueden sacar del Edén.
—Vale, ya entendí, no te preocupes. Pero tarda, eh.
—Dicen que lo bueno se hace esperar…

Hechizada 22/07/06

Un chico pin-up. De Belfas

Soy un chico pin–up, mi cuerpo es la herramienta de trabajo. Bueno, mi cuerpo y una pieza de mi anatomía bien desarrollada, que además de proporcionarme las habichuelas me da multitud de alegrías y placeres. He descubierto en este mundillo que las mujeres en grupo, con unas copitas y buen ambiente se atreven con todo.
Curro en un local de striptease todas las noches y de vez en cuando me contratan para despedidas de solteras en casas particulares, me encanta ese juego, es maravilloso ser el centro de atención y ver como sucumben ante mis encantos.
Hace unas noches mi jefa, una mujer madura y sin escrúpulos, a quien tengo que complacer cuando me ordena, hizo que me exhibiese para dos guapas mujeres que buscaban macho para una ajetreada noche. Aun recuerdo como sus miradas iban dibujando y grabando mi silueta en su retina, cuando yo comencé a contonearme al compás de la música y me desprendí de la ropa que cubría mi cuerpo. Al despojarme el pantalón pirata de un golpe y arrojarlo sobre la pista, sus ojos se me clavaron como dagas sobre mi pequeño tanga que escasamente cubría mi miembro, unos movimientos circulares de cadera fueron suficientes para dejarlas petrificadas unos instantes y conseguir que me contratasen.
Llegué al piso, allí la fiesta llevaba ya un par de horas, un amiente cargado inundaba las habitaciones, el alcohol y algún que otro estimulante extra corrían por las venas de las jóvenes chicas. Mi entrada, triunfal por antonomasia y en un pis plas me vi rodeado por varias de ellas, expectantes y traviesas. Me indicaron el lugar del espectáculo, una vieja mesa improvisaba como escenario, poco espacio pero suficiente.
Sabía lo que querían y era único en esa lid. La música creó un ambiente ancestral, fui desprendiéndome de mi ropa entre vítores, aplausos y algún que otro toque sutil de las más próximas, jadeando y suplicando me desprendiese del tanga cuando este era la única prenda en mi cuerpo. La noche terminó como siempre dentro de la cama de una de las asistentes haciendo horas extras.

Belfas 21/07/06

¡La que vamos a armar! De Edurne

Por fin nos hemos decidido, ha costado pero nos dio una alegría enorme el ver que nos poníamos de acuerdo. Finalmente buscaremos uno de esos chicos pin-up para amenizar la despedida de soltera de Clara, habrá que asegurarse de que sea un bombón… queremos armar la gorda, a ver si hay suerte y lo encontramos.
Llegamos a un local que nos han recomendado. El aspecto exterior no es muy agradable, parece un barucho ancestral, lúgubre y tristón, sin las luces de colorines intermitentes que yo me imaginaba.
Al entrar todo es diferente, una lluvia de láser nos ataca las pupilas. A la derecha, sentada en la barra con las piernas cruzadas, fumando un cigarrillo de boquilla dorada y observando el striptease de la pista central, vemos a una pelirroja madura, debe ser a la que llaman “La Dueña” por antonomasia. Nos acercamos y le exponemos nuestras intenciones. Da la impresión de que no nos escucha, sólo mantiene la mirada fija en mis pechos por lo que, con un gesto distraído, me subo el escote. Parece que reacciona y nos da un par de nombres de chicos disponibles.
Cuando nos dice el precio y que debemos abonarlo por adelantado, nosotras le exigimos una garantía, queremos comprobar el producto con anterioridad. La Dueña frunce el ceño unos segundos y nos toma a las dos por la cintura con una seguridad apabullante para conducirnos hasta una sala contigua, de carácter más privado, donde se contonea un soberbio macho de piel tostada, vestido de pirata, retorciéndose sinuosamente alrededor de una silla. La argolla plateada de su oreja brilla al unísono con el ancho cinturón metálico que sujeta unos bombachos de satén rojo. Los lunares negros de la camisa y del pañuelo de la cabeza empiezan a balancearse en mi mente y me descubro absorta siguiendo sus movimientos rítmicos.
Sus dedos desatan el nudo de la camisa, lentamente, retozando su ombligo, mientras sus glúteos van marcando el ritmo de la música, hasta descubrir un torso lubrificado y musculoso. Su cuerpo va desplazándose por la pista con gestos seductores que nos hacen sucumbir ante sus encantos. De golpe, y al compás de la música, se arranca los bombachos y permanece, unos segundos, inmóvil para que observemos su minúsculo tanga negro que recubre, por así decirlo, su bien marcado miembro.
Cerramos el trato y… a esperar la repetición el día de la despedida.

Edurne 017/07/06

Obertura. De Locomotoro


Siempre se había preciado de no tener miedo a nada, que eso del miedo escénico era para los principiantes. Pero él ya no lo era, llevaba cincuenta años recorriendo la vieja Europa. A esas alturas, uno podía permitirse el lujo de tutear al continente y continuar teniendo miedo. Había hecho revivir a Wagner, Litz, Mozart... en los mejores lugares que uno pueda imaginar. Dentro de poco, quién sabe cuando, quizás mañana, los conocería en persona. Era demasiado viejo para esto, y los clásicos ya no le llenaban. Así que había decidido hacer algo distinto... más improvisado.
Había conocido hace tiempo, de la mano de Grapelli, un violinista que se despidió de la orquesta, a un guitarrista, un tal Dyango Reinhart.
Ahora, en el camerino, sobaba aquellas partituras que le habían copiado, las estudiaba como un pirata estudia la isla de un tesoro.
Se asomó tras la cortina y apreció que estaba lleno, la gente se acomodaba en las butacas con el programa en la mano. Nada complicado; Claro de Luna de Beethoven, una vez más, Beethoven.
Abrió la caja de su ancestral batuta y lentamente salió a escena. Toda la orquesta se puso de pié y le dedicó una mirada de admiración, algunos incluso agacharon la cabeza en señal de reverencia.
Se hizo el silencio; miró al público y se quedó un rato dudando qué hacer. Miró después a sus músicos, esos músicos de siempre. Pero entre ellos, se encontraban, Grapelli y Reinhart, que le dedicaban una sonrisa cómplice y señalaban que ellos llevaban la misma partitura.
Por una vez, decidió no hacer lo de siempre. Hizo el gesto de golpear con la batuta en el atril, pero en lugar de eso, señaló a Renhart para que comenzara.
Ante el estupor del público y músicos que repasaban entre murmullos programa y partituras, Renhart comenzó la pieza. Al poco se le unió el violín de Grapelli con toda su alegría. De pronto, como venido de la nada, comenzó a acompañarles un contrabajo. El maestro por antonomasia había sustituido la batuta por el instrumento, que hacía sonar a golpes de pizzicato. El murmullo del público sucumbió en un fuerte aplauso ante los tres instrumentistas que parecían un grupito de pin-ups. El maestro golpeó las cuerdas del contrabajo con más fuerza que nunca, y de esta manera, escupió todo su miedo.

Locomotoro 21/07/06

Lola de Cartagena. De Mon

Llega la Lola con afán de éxito, acaba de aparecer despejando el vaho del salón ante la atónita mirada de los novatos que experimentan por primera vez.
Ellos la imaginaban como la chica Pin-Up de sus sueños, esa fantasía que les atrapaba entre sábanas y acababa manchando su ombligo. Hoy era día de permiso, justo veinticuatro horas antes de embarcar con destino un tanto incierto, los muchachos habían bebido más de la cuenta tal vez para olvidar. De pronto suena la música con esa melodía que acelera la sangre mientras ellos, ante el filtro de su propio humo, comienzan a adivinar la figura que comienza a hacerse cada vez más nítida, es ella, es la Lola, están a punto de sucumbir.
Jamás habían sentido tan cerca la piel de una mujer, al menos una mujer como Lola, morena, alta, espectacular…una Diosa ancestral.
Los jóvenes marineros estaban absortos al borde de un ataque de erotismo, entre la alegría y el deseo, entre la emoción y la excitación. No eran antiguos piratas, sabían comportarse, la educación recibida en la academia de algo tenía que servir.
Ya es tarde y abandonan el salón con sus antebrazos entrelazados formando una hilera con un mismo destino, quizá nunca vuelvan allí, quizá haya sido un sueño, el sueño por antonomasia de todo infante vestido de punto en blanco. Lola se convertirá en aquel mito que nunca pudieron tocar y que solo por una noche les hizo viajar más lejos que en cualquier misión.
Siempre quedará un reflejo en sus lágrimas emocionadas cuando de viejos se junten para recordar.

Mon 20/07/06

El ladrón. De Monelle

Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado.
Guy de Maupassant (1850-1893)

Tenía diez años de edad cuando comencé. Sucedió en clase. Antes de salir del colegio vi a Violeta y sentí un impulso inexplicable. Ni tan siquiera pensé en las consecuencias. Me aproximé decidido hasta ella y, al llegar a su altura, la besé. Los dos salimos corriendo.
Durante el verano fui perfeccionando la técnica. Mis amigos me admiraban. Logré robarle besos a todas las niñas del barrio.
Y así llegué a la adolescencia. Sabía lo que quería y cómo, sólo tenía que fijar mi objetivo. Era ver una hembra y sucumbir a la tentación.
Veía pasar a mis amigos con sus novias recelando de mi presencia y con motivo. Pronto acabaron odiándome.
Por antonomasia terminé con el sobrenombre de “el pirata”, y al igual que estos ancestrales caraduras desperté tantas pasiones como odios.
No había cumplido aún los diecisiete años de edad, cuando me di cuenta de que ya no sentía la alegría del principio. Era el tío que más mujeres había besado del instituto, pero me dolía pues ninguna quería tener tratos conmigo.
Fue entonces cuando comencé a buscar alternativas. Si ellas no deseaban relacionarse con alguien como yo, no me merecían. De hecho, desde un tiempo a esta parte, mi popularidad ha aumentado de nuevo.
Ahora es fácil verme con una amplia sonrisa. Ya nadie me odia, y todo desde que he cambiado de estrategia.
Si hubierais visto la cara de aquel camionero, cuando me pilló pegando el morro en la portechuela de su camión decorado con una preciosa pin-up. Y ¿la de mi tío, el de la sastrería? Esa si que quedó como un poema, por no comentar la historia que llegó hasta mis padres, pero es que no pude resistir lanzar sobre mis brazos el maniquí del escaparate de su negocio.

Como veis sigo robando. Besos grandes o pequeños; fríos y cálidos. Los he robado rápidos o pausadamente; por el día y de noche; mientras jugaban a la comba o esperaban en la cola del pan; en la parada del bus y en la playa; a solas o en compañía. No tengo ningún reparo al hacerlo.
Aunque los que más me gusta robar, son los de mi madre que de vez en cuando me visita en el centro, y me ofrece su mejilla para que se los robe con ternura.

Monelle/CRSignes 200706

Inspiración. De Locomotoro

Algunos piensan que desapareció con la helada del 53. Que se desvaneció una noche helada en la que ni tu ni yo habíamos aun nacido. Que se la llevó la desgracia de muchos junto con su esperanza. Los más viejos aseguran que fue antes, cuando comenzó la guerra, aquella guerra que como cualquier otra guerra nos enseñó los dientes de nuestra propia vergüenza.
Sin embargo, algunos afirman que ha acariciado sus dedos en un momento de despiste, o que se les ha aparecido en un sueño. Todos sabemos que aquella mujer ancestra mordió las manos de los hombres que dejaron todo para teñirse en sangre, que gritó con furia en sus sueños, pero que estaban tan ocupados en sus miserias que no fueron capaces de percibirla.
También sabemos que necesitamos darle una forma, y una manera de hacerlo es bañándonos en su alegría. A veces, aun húmedos de esa alegría, nos seca como una madre con su manto y nos besa la cara hasta que acabamos por sucumbir a sus encantos.
Otras veces, parece surgir de entre la niebla como un pirata para abordarnos con sus sentidos y robarnos la cordura, la razón, el entendimiento.
Es la pin-up de las modelos, la amante perfecta, la magia por antonomasia. Vaguea por callejones oscuros, se desliza entre el sudor de los dedos de los borrachos al roce de la botella. Vive en los sueños de grandeza de los más cobardes y muere con los gestos de cobardía de los valientes. Y no siempre que aparece, sabemos reconocerla, aunque sepamos que existe.
Si eres capaz de escuchar tus latidos, de oír la furia del mar, de saborear los perfumes del viento, dejar que una ola atraviese tu cuerpo y sentirte parte de las estrellas, es porque está junto a ti.
Entonces, quizás te haga un guiño travieso, quizás hagas una locura, un asalto a la decencia, a los principios, a los rubores y nazca el arte; fruto inequívoco del amor entre la musa y tu.

Locomotoro 18/07/06

Una lagrima por bettie. De Suprunaman

Sus ancestros habían sido piratas, aventureros y bebedores natos, contagiaban su alegría a cualquier puerto al que desembarcaban.
Bettie no había perdido aquel legado, allá donde ella iba todo era diversión, glamour y juegos de seducción. Bettie era conocida por antonomasia como la “pin-up” por su actitud siempre provocativa y sensual.
El 5 de agosto de 1962, los periódicos dieron la noticia, Bettie había sucumbido tras una sobredosis de barbitúricos, todo apuntaba a un suicidio, aunque la verdad podría haber sido otra.
Sinclair —dijo —soy el encargado de la investigación.
Pase —dijo un pequeño agente, con actitud nerviosa.
¿Qué han encontrado Otis? —Dijo Sinclair
Sólo un bote de barbitúricos vacío. Lo tenía en la mano. Bettie se suicidó.
Sinclair se acercó a la cama donde todavía yacía el cuerpo desnudo de Bettie, y observó como una lágrima le resbalaba por la mejilla.
Sabes Otis, —dijo Sinclair —frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
¿Qué quieres decir?
Sinclair abandonó aquel apartamento y se dirigió a la comisaría, debía cotejar toda la información. Una chica como la “pin-up”, tan atractiva y glamorosa tenía amigos influyentes a los que seguramente no interesaba airear los trapos sucios. La muerte de Bettie podía salpicar a demasiada gente, habría que estar atentos.
Frankie había sido novio de Bettie, vivía con sus padres en una mansión, su padre era el propietario de uno de los bancos más importantes de Nueva York. Frankie no podía ser más que el hijo mimado de una familia que no era capaz de controlar sus vicios, adicto a la bebida y al juego, un hipócrita, que después de echar una lágrima por Bettie dijo:
Sinclair, es mejor que abandones el caso, es mejor así.—Sinclair quedó boquiabierto al oír aquella frase. —¿No quieres contarme nada?
Frankie empezó a sudar.
Lo siento Sinclair, no me encuentro muy bien. La muerte de Bettie es muy dolorosa para mí.
Ya nos veremos Frankie, ya nos veremos. No abandones la ciudad.
Sinclair no podía olvidar aquella imagen, el rostro de Bettie y la lágrima rodándole por la mejilla. Indudablemente alguien conocido la había asesinado.
Sinclair había llegado a las escaleras de su apartamento, cuando un fuerte golpe en la cabeza lo dejó sin sentido.
Al abrir los ojos se encontró sentado en una silla, maniatado. Sin lugar a dudas se estaba acercando al asesino.

Suprunaman 18/07/06

Sucumbir a un amor. De Marola


Me dio una alegría tremenda aquella mañana del 22 de marzo de 1982, estaba esperando con una gran ansiedad que apareciera por la puerta de aquel restaurante. Hacía un año que trabajábamos juntos y desde el primer día me había enamorado como una boba, cada mañana intentaba llegar un poco antes al trabajo simplemente para oír el ruido de su moto aparcar enfrente de la puerta de cristal.
No quería sucumbir a sus encantos, que la verdad no eran muchos, pero había algo en su forma de ser, de andar, de hablar, que emanaba por antonomasia, era algo sensual, especial, y a la vez bestial. Cada vez que lo veía entrar con su casco colgado del brazo con sus tejanos apretados, su camina de cuadros azules y sus botas camperas acabadas en punta, me ruborizaba de tal forma que me tenía que esconder detrás de una columna que separaba el bar del salón del restaurante.
Había noches en las que, tras acabar de trabajar, nos íbamos a un bar cercano a tomarnos la primera y última copa para relajarnos, allí me pedía un cubata y apoyada en el borde de la barra, me ponía a soñar, soñaba solo con verlo, con estar cerca de él, soñaba que era su pin-up, colgada en la pared de su habitación y él como un pirata que surca los grandes mares me rescataba del papel y me cogía por mi estrecha cintura apoyándome con toda suavidad encima de una alfombra de un precioso salón, en el cual nos poníamos a bailar durante toda la noche, hasta que el sol nos obligaba a abandonar aquel lugar, un lugar donde mis ancestros habían vivido su historia de amor. Cada uno vivió una diferente, pero muy intensa, que dejó una huella que jamás podrá olvidarse, porque esa huella es como una cicatriz que está dibujada y no se va de ti nunca.
Todo aquello que sentí con tanta fuerza fue la primera gran historia de amor, que no duró lo pretendido pero me dejó lo más importante de mi vida, que es una persona….la persona más querida e importante de mi vida…mi hijo.

Marola 17/07/06

Palabras para el "contemos cuentos 12"

Nuestro grupo iba creciendo y se modificaba a cada paso que dábamos. Es por eso que la variedad de palabras ayudaban a que la gente, aunque fuera por curiosidad (preguntándose eso de si iban a ser capaces de escribir un relato con ellas), se acercaran, probaran y en su mayorías se quedaran. Así habíamos llegado al juego número 12 y la familia seguía creciendo.
Las palabras que nos ayudarían en la creación o, como en algunos casos, nos complicarían la existencia fueron:

ALEGRÍA

ANCESTRAL

ANTONOMASIA

PIN-UP

PIRATA

SUCUMBIR

Estrenamos también la posibilidad que tienen de encuesta los post de la Gran Calabaza, para encuestar sobre qué tema quería la gente mayoritariamente para escribir durante la segunda semana, sin dejar de ofertar la posibilidad de no seguirlo (escribir libre). Las opciones fueron:

Amor
Deporte
Aventura
Erótico
Intriga/misterio

Y con 6 votos ganó ERÓTICO.