Categoría: "CONTEMOS CUENTOS 8"

El gran golpe. De Naza

Los calamares son "preces". —El Bolo no daba más de sí. Entrecerró los ojos y entreabrió la boca, ese rictus lo tenía desde hacía quince años y así se quedó.
No digas tonterías, los calamares son cetáceos que viven en el mar de Abisinia.

Le respondió el Lalo que sufría dislexia por culpa de aquella tontería suya de aprenderse el contenido de una enciclopedia Álvarez en una noche.

Yo estoy convencido de que cuando demos el gran golpe, tú sabrás elegir la isla donde retirarnos a vivir como auténticos reyes. —Le decía el Bolo mientras apuraba la última calada de su porro.
Ya te digo, le tengo echado el ojo a una isla en la que estaremos como en el paraíso.

El Lalo se sentía halagado por los piropos que su compañero le propinaba todos los días.

¿Y cuando daremos ese palo que nos haga millonarios? —El Bolo no cerraba la boca pero cuando formuló la pregunta su mirada era maléfica.
Mañana, —dijo el Lalo mientras doblaba el periódico y lo ponía sobre la mesa — pero no se lo digas a nadie.
—No tronco, yo controlo. La primera vez que te vi me dije, “este tipo es legal”. Desde entonces no me separo de ti.
Sí, soy un tipo endiabladamente listo. Mañana te lo demostraré. Será un golpe limpio, sólo al alcance de una mente privilegiada como la mía.
¿Y cómo lo haremos?

Preguntaba a ráfagas, parecía una metralleta. El tonto estaba entusiasmado.

Mira el periódico. —El Lalo habló con la soberbia de un autentico malvado. Empleando una misma entonación el Bolo comenzó a decir.
“Vendedor de la ONCE del barrio de Capuchinos da su tercer premio gordo en un año. Los afortunados recibirán seiscientos mil euros cada uno.”… ¿Y? —EL Bolo no entendía.
Está clarísimo, lo secuestraremos y le forzaremos a que nos diga el número que va a salir. Si ha dado tres premios podrá dar un cuarto. —Dijo el jefe con autosuficiencia.
Ya, —respondió el otro, no muy convencido. —Tengo una pregunta, Lalo. ¿Cómo se llama esa isla paradisíaca donde nos iremos con los millones?
Isla Cristina. —Le susurró el capo.
¡Ah!

El Bolo por primera vez en mucho tiempo pudo cerrar la boca de la impresión.

Naza 04/06/06

Mediometro (2ª Parte Un cambio de hábitos). De Locomotoro

Después de aquello, decidí un cambio de aires. El marrón no me sentaba bien, así que me dirigí al pueblo de mi ex, que en paz descanse.
Pocos me conocían allí, aunque yo conocía a todos. Me presenté a Papi, que era como llamábamos al padrino. Se alegró mucho de verme, aunque estaba muy anciano y dudo que con esas endiabladas cataratas me reconociera, eso de llamarme mamá me pareció sospechoso.
Así que me puse a trabajar de nuevo. Me compré un traje nuevo y me crucé con Mediometro.
Mediometro no es que fuera enano, no... era el enterrador del pueblo. Dos metros por delante, culo estrecho y cara de gorila anormal. El caso es que Mediometro era vago para todo... incluso para enterrar. En cuanto había hecho medio metro... tiraba el fiambre. Las noches de lluvia intensa eran todo un espectáculo de Halloween y a la mañana siguiente, como si se tratara de un maleficio Mediometro tenía que volver a cavar. Todos queríamos mucho a Mediometro, había confianza con él y por aquello que el chico tuviera una agenda ordenada... antes de hacer un trabajo, los muchachos pedían hora.
Tenía sentido del humor. A veces, acompañaba al doctor con el metro en la mano en sus visitas al hospital. "Bromas de enterrador" decía.
El caso es que Papi, tenía a Mediometro entre catarata y catarata... y ya en su lecho de muerte, dijo a lo que pensaba era su madre:

Antes Mediometro que yo... pero sin preces—. El Papi sabía cómo halagar.

Un sábado le dije a Mediometro con aire de desdén.

Medio.... hazme un huequecito para mañana a eso de las tres.
¿Y la carne?— preguntó.
—La carne la llevaré yo— contesté.

A la mañana siguiente, Mediometro cavó, yo llevé al calamar, otro.... pringao, alguien tenía que tapar el agujero y a mi no me pagan para eso. Pero Mediometro no se lo imaginaba y el pobre se meó encima.
De vuelta al pueblo, con la satisfacción del trabajo bien hecho, me crucé con Ráfagas, el dueño del puticlub, que dicen los garrulos.

¿Te has enterado? Papi se ha levantado— me dijo.

Aún llevaba el metro de Mediometro en la mano... ¿a quién no le gusta tener un recuerdo de los colegas?

Venga... llévame a tu casa— Le dije a Rafa —Hoy brindaremos por los colegas.

Locomotoro 02/06/06

Ese pequeño diablillo. De Marola

Ese endiablado crió de tan solo tres años nos llevaba de cabeza, sus ráfagas de rabia, mala leche y su maléfico pensamiento nos hacia ir a todos de boli detrás de esa especie de calamar que se escurría, resbalaba y alcanzaba con sus pequeños tentáculos todo aquello que le ponía por delante. Todos los día Fredo su abuelo pedía toda clase de preces a su Dios particular para que realizara un milagro y sustrajera ese aire de desdén de esa personilla, aunque en el fondo su abuelo se reía a solas a carcajadas cuando se paraba un momento a pensar todas las barbaridades que había hecho su nieto, en el fondo lo halagaba, lo admiraba por la extraordinaria imaginación que desarrollaba con tan solo tres años, por la alegría que daba en aquella casa que desde hacía dos años y medio había quedado transformada en un lugar silencioso y triste a causa de la muerte de la madre de Chiqui que era ese diablillo que corría por todos los pasillos de aquella mansión. La única realidad era que gracias a esas travesuras a esas acciones endiabladas cada día la luz del día y del sol brillaba con más fuerza cada amanecer.

Marola 02/06/06

Cambio de hábitos. De Locomotoro

Veinte años de oficio y diez en la trena son más que suficientes para que cualquiera cambie de hábitos, sobre todo cuando el fiscal hace un trato para que “largues” y te quiten esos cincuenta que pretendían colgarte de la condena.
Así que cayó todo Dios. Luego vinieron las medallas para la policía... y con las medallas vino lo de la protección de testigos, no sé, esa expresión siempre me sonó a “coquillera”.
Después de cargarme a todo dios, habían decidido reconciliarme con él, por eso era que estaba en un convento de franciscanos. Cambio de hábitos que dicen
Mientras mi hierro, una Veretta del 9, se oxidaba en los cajones de pruebas, una ráfaga de hierros nuevos se movían por todo el condado para darme “matarile”.
Una tarde de agosto, a eso de las 6 de la tarde recibí una visita inesperada. El individuo en cuestión, era como un endiablado calamar de metro ochenta, y traje escotado que no me quitaba ojo desde el momento que entró.
Después de fingir que oraba... que hacía preces, o como coño se diga... me pidió que lo confesara. Así que me metí en el confesionario y comenzó a declarar... perdón a confesar.

Padre, confieso que he matado, —comenzó a recitar...— que mato —y comenzó a sacar el hierro, — y que volveré a matar.

Me apuntó a la cabeza discretamente con aquel chisme maléfico, pero no me inmuté. Salí del confesionario porque sabía que no me dispararía cara a cara, lo empujé con discreción y ya en el suelo, busqué algo con lo que acabar con el asunto. Mi mano chocó con el rosario, curiosos los senderos de Dios... a veces te da la vida, otras te la quita. A lo que iba, le metí el rosario hasta la garganta, al tiempo que gritaba pidiendo una ambulancia.
Las viejas salieron a todo correr de la iglesia y yo terminé la faena. Al cabo de un rato, apareció la policía científica. Uno de los agentes vio unas babas en mi rosario, y dirigiéndose a mí me preguntó.

¿Son suyas esas babas?
Hice lo que pude. —Respondí sin dejarme halagar— Al final le di la absolución y antes de morir besó la cruz.

Entonces apostillé con aire de desdén.

Se ve que el pobre, babeaba de la emoción de reencontrarse con el señor.

Locomotoro 02/06/06

Chasquidos. De Locomotoro

Un chasquido fue lo último que pudo oír. Hay muchos tipos de chasquidos, pero en un barrio en el que el hombre más adinerado no pasa de ser un capataz, es prácticamente imposible escuchar el chasquido de unos zapatos de claque, o el suave chasquido del bourbon al caer contra los hielos de una copa.
Por un módico precio, cualquiera puede escuchar el chasquido del percutor de un Smith & Wesson, o de los dedos de algún capo o policía malpagado dando una orden asesina.
El caso es que, refugiado de la lluvia, Raimond descansaba en lo que él llamaba la sala de visitas. Se asomó con desdén a la ventana, para contemplar las ráfagas de gotas de agua estallando contra las aceras, emitiendo mil tipos de chasquidos diferentes.
Abrió la ventana y asomó la cabeza dejando que las gotas reventaran en su cabeza calva. Así quedó largo rato, hasta quedar empapado como un calamar. Después volvió al sofá y sacó de debajo de un cojín un arma endiablada y una nota de ella.
Ella a la que tanto había amado y que ahora pretendía abandonarlo, dejarlo tirado, sustituirlo por un ingeniero que había conocido no se sabe como o por qué especie de maleficio.
Se lo quiso dar con jabón, pensaba que si lo podía halagar, engatusar de alguna manera, hacerle comprender... él la dejaría marchar.
Pero Raimond tenía demasiadas cosas que comprender y demasiado poco tiempo para hacerlo así que dejó a un lado las comprensiones para centrarse en las acciones.
Allí se encontraban los dos ahora, ella tirada sobre un charco de sangre, y él mirando al cielo rebuscando en su cabeza unas últimas preces que recitar antes de marcharse.
Dejó de oírse el chasquido de la lluvia contra las calles, de los dedos de los policías malpagados, incluso del ron barato contra la taza de aluminio. Se hizo el silencio, cerró los ojos al apoyar el hierro en su sien, y entonces sonrió a su perra vida.
Un último chasquido, quizás el más claro de todos, lo volvió a unir con su amada.

Locomotoro 01/06/06

Saliendo del infierno. De Marola

Una gran ráfaga de aire rozó aquella noche mi piel, había salido de aquella habitación temblando, con los nervios de punta por ver aquel maléfico cuerpo tirado entre las sabanas, sin rostro, sin expresión, sin alma.
Aquella endiablada noche me había transformado después de dieciséis años en una asesina, una persona odiosa, peligrosa, pero en mi interior halagaba con todo mi alma la valentía de haber cometido aquella acción terrible sin desdén que llevaba viviendo dentro de mi durante tanto tiempo. Durante tantas noches, sufriendo, padeciendo, haciendo todo aquello que no deseaba, pero obligada por aquel pedazo de animal, que solo sabía vivir para él. Yo cada día sola en mi oscura habitación rezaba mis preces y pedía y rogaba que el Señor se lo llevara, pero no me escucho, no sintió mi misericordia, fue egoísta e inhumano y dejo que mi mente se volviera terriblemente impura y destructora, y durante dos semanas prepare lo que suplica, era ese hilo que pende tan sumamente frágil que en cualquier momento se suelta, era el fin de mi vida, pero antes me llevaría por delante a ese ser que era todavía peor que yo.
Cuando Salí de aquella habitación me fui al restaurante de la esquina, el dueño amigo desde hace quince años, me vio entrar con el rostro desencajado, algo se notaba pero no me dijo nada, simplemente me sirvió un bocadillo de calamares, que era lo que más me gustaba, y una cerveza. Lo dejó encima de la mesa y se sentó a mi lado, solo me dijo:

¿Lo has hecho, verdad?...
¿Qué es lo que he hecho?, no te entiendo…
Bueno, no quiero que te siente mal el bocadillo, cómetelo y hablamos después. – dijo Jaime, prácticamente sin mirarme
Vale, cuando acabe con esto, llama a la policía, no me preguntes, simplemente haz lo que te he dicho.

Aquella noche trato de librarse de aquella pesadilla que durante tantos años le había hecho una cicatriz tan grande que ya no se le notaba, aquella noche se libro de su peor enemigo, aunque perdiera la libertad, su libertad…

Marola 01/06/06

Tinta para morir. De Aquarella

¿Libertad? ¡Menuda falacia! Un lujo que los que vivimos en esta parte de la ciudad no nos podemos permitir. Mi barrio está marcado por un maleficio que divide a sus habitantes en dos bandos - los matones y los fiambres - aunque lo habitual es que pases del primero al segundo tras una ráfaga de disparos. El destino se encarga de ponerte en uno o en otro, decide por ti sin que puedas decir nada.

Voy a presentarme: Me llamo Enzo, pero sé que cuando no estoy delante todos me llaman “El calamar” desde que a una puta barata que pretendía halagarme se le ocurrió dirigirse a mí como “mi dulce calamarcito”... unos cuantos puñetazos acabaron con las risas que inundaban el local y algunos dientes por el suelo, pero no he podido quitarme el mote.

Las malas lenguas hablarán de mi carácter endiablado, de las muertes que llevo a mis espaldas — muchas — de mi desdén por la vida ajena. No tenéis derecho a juzgarme, es... era mi trabajo. Es fácil opinar desde fuera. ¡Aquí os quería ver yo! Os estaréis preguntado por qué os cuento todo esto… ya no puedo moverme, pero la última frase que he oído, que oiré en mi vida, lo ha dejado claro

¡Mira! Al calamar se le escapa su tinta roja — y las carcajadas se han ido perdiendo en la distancia.

Encima los cabrones me dejan frente a un enorme anuncio de congelados. Me estoy desangrando... el bando de los fiambres me espera y no tardaré en llegar. No recuerdo las preces necesarias para que Dios me saque de ésta, aunque si no me ha hecho ni puto caso en cuarenta años no creo que me lo hiciera ahora. No, no recuerdo como se reza, pero me asusta morir solo, me arrepiento de todo lo que he hecho. Eso sí, como me entere de que alguien se atreve a llamarme calamar vuelvo y me lo cargo ¿Está claro? Un respeto a los muertos.

Aquarella 31/05/06

Media hora. De Locomotoro

Miró el reloj por encima de sus gafas con cierto desdén. Eran las tres y tres minutos de la tarde. Eso le daría media hora aproximadamente para terminar lo que aún no había comenzado, mejor dicho lo que estaba haciendo en esos momentos.
Tiró a la basura los restos del café y continuó tecleando, así... casi sin pensarlo, mientras oteaba de cuando en cuando el reloj de su ordenador rezando mil preces para que se detuviera el tiempo.
Al otro lado de la cristalera, Amparo, con sus ojillos de calamar, saboreaba su café mientras se preguntaba qué estaría haciendo Andreíto tecleando a toda prisa.
Pero el joven dibujante era ajeno a todo ello, tenía un compromiso, algo que había comenzado y debía terminar.
Las tres y nueve minutos. A veces el tiempo pasa inexorablemente como si presagiara un maleficio, no importa lo que hagas... el tiempo no juega, no recoge cartas, solo pasa.
El ruido de un flamante coche anunció la llegada del jefe, entonces Amparo, con esas curvas endiabladas se acercó al joven diseñador y le tocó en el hombro. “Parece que es el coche de Isma”.
Pero Andreíto no se inmutó, continuó tecleando con su ritmo frenético sin dejarse engatusar ni halagar por la exuberante contable.
Unos pasos se dejaron oír por las escaleras. Amparo se retiró a su mesa con expresión asustada en la mirada al contemplar los ojos vidriosos de Andreíto que comenzaba a levantarse.
Tomó un puñado de lapiceros en una mano mientras se dirigía en dirección a los pasos de la escalera y los arrojó con rabia contenida.
Una ráfaga de lápices de madera estalló en el pecho del jefe de marketing, pero Andreíto pasó de largo sin inmutarse, dirigiéndose hacia la puerta.
Sacó un pitillo con toda la indiferencia del mundo, miró el reloj y habló para sus adentros. Joder, que mal que no se puede fumar dentro... Las tres y veinte; aún tengo tiempo de echar un cigarro.

Locomotoro 31/05/06

¡Qué puedo perder! De Monelle

Llevaba un mes sin descansar. El trabajo se acumulaba, y pese a ser asuntos de poca monta, la dejadez en mi labor podía significar una larga temporada sin un mal bourbon que echar a la boca.
Aparqué el coche y entré en casa.
Vi salir por detrás del sofá una columna de humo con cierto aroma mentolado, que se mezclaba en el aire con delicados toques de perfume francés.
Aquella ocasión merecía un trato especial. Saqué mi Wells Fargo, y de un salto me situé frente al sofá apuntando a la cabeza del intruso, dispuesto a disparar si me daba motivo.

- ¡Disculpe caballero! No pretendía alarmarlo.

Las notas de aquella voz, me desarmaron casi tanto como la belleza que se ofrecía recostada ocupando toda mi atención. Sus sensuales formas invitaban a algo más que a un interrogatorio, y dieron con el traste de todas mis cuitas, bajando mi guardia.

- Mi nombre es Josephine Silva.

Sé que debía haber reaccionado inmediatamente ante aquel apellido tan temible, pero me limité a coger su mano y besarla.

- Tengo entendido que le contrató mi esposo. Cree que le engaño. Pero... - entre pucheros fingidos continuó-... no sé porqué no confía en mi. Le temo pues, el un bruto, es capaz de cualquier cosa...

En ese momento se levantó mostrándome en todo su esplendor las excelencias de un cuerpo voluminoso pero esbelto. El vestido color gris calamar, se adaptaba a sus formas de manera precisa, como un guante. Mi gesto de admiración, mi boca semiabierta, fueron el mejor de los halagos.

- Ruego atienda mis preces, estoy convencida de que a usted, Jácomo le escuchará. Dígame cuánto y estaré gustosa en dárselo.

Ahí estaba yo, con cara de pánfilo y sin saber que decir, frente a la mujer más hermosa que jamás se me había ofrecido. Aquél endiablado cuerpo estaba a mi merced. Era imposible sustraerse ante el maleficio que me tentaba.
Apunto estaba de alcanzar con mis manos sus turgentes pechos, cuando la puerta se abrió de golpe, el sobresalto fue mutuo, dejando entrar una ráfaga...

... de aire que casi me causa un infarto.

Camino de mi cuarto sonó la puerta. Pero no la abrimos. Aquella mirada mezcla de lujurioso desdén y dulzura, me dio fuerzas. Mientras las arrastraba hasta el cuarto pensé: “¡Qué puedo perder!”.

Monelle/CRSignes 31/05/06

En busca de mi destino. De Suprunaman

Se mueve como una endiablada sombra en la penumbra, sube a su chopper y aprieta el botón, aquella casa salta por los aires. Me llamo Dennis Hopper y busco mi destino, roooommm, roommm, (suena la música de los Rolling Stones) A to be waaaaayyy.
Circulando por la carretera a velocidad anormalmente reducida pisa una serpiente con desdén, y aquel bicho empieza a retorcerse como si fuera los tentáculos de un calamar, se para unos segundos y mira el espectáculo. Sigue su camino tragando todos los insectos que salen a su encuentro, un sabor amargo le resbala por la garganta. Tras la curva unas luces fosforescentes le indican que ha llegado a un motel.
En recepción una preciosa muchacha hace pompas con el chicle, su perfume proyecta cierto maleficio que lo embriaga, al poco tiempo están en su habitación, ella lo halaga con su cuerpo juvenil.
Al despertar ella ya se ha marchado, se sienta desnudo en la cama y revisa su bolsa, allí está todo el dinero, un revolver culmina la montaña de billetes.
Se oyen a lo lejos el sonido de las sirenas, es la hora de marchar, baja por las escaleras del motel, recepción está vacía, se va sin pagar. De nuevo sube a su moto y vestido de negro desaparece tras una nube de humo (vuelven a sonar Rolling Stones).
Siente las sirenas detrás de él fuertes y ensordecedoras, ruega con preces que no lo busquen a él.
Deténgase en la cuneta —dicen por el altavoz, pero Dennis continua su marcha acelerando, los agentes se acercan aún más y Dennis saca una ametralladora que lleva escondida y dispara una ráfaga de balas que impactan en los agentes que se estrellan contra un árbol, se escucha un petardeo y el vehiculo policial prende en llamas. Se detiene para ver el espectáculo.
Rooooommmm, roooommmm, me llamo Dennis Hopper y voy en busca de mi destino. A to be waaaaaayyy.

Suprunaman 29/05/06

El Casino de Suprunaman. De Mon

El Endiablado Calamar, así llamaban a José Luís “El Hampón” entre su grupo de amigos de la infancia.
De pequeño, El Hampón, coleccionaba películas de súper 8 que guardaba celosamente entre bolas de naftalina y latas de galletas Marías. En sus mágicos celuloides se escondían sus sueños, sus aventuras, quizá los deseos que en la adolescencia quiso hacer realidad. Seguramente alguien habría oído sus preces, pronto se convertiría en un asesino vil y despiadado.
Las calles de Chicago estaban infestadas de mafiosos que controlaban el arte del trapicheo, no eran más que unos gobernantes desautorizados que recaudaban dinero para imponer su ley y engordar sus casinos y a sus queridas con joyas. José Luís tenía montado un negocio de papeletas o boletos (como los de la ONCE), comenzó ganando 1000 dólares al día y llenando de ilusión a los pobres desgraciados que creían en la suerte de una rápida fortuna solo a cambio de unos pocos dólares. Esta actividad estaba prohibida, claro, había una mafia superior que sin desdén no quería dejar escapar ni un centavo del minus pudiente.
No tardaron en llegar nuevas bandas para controlar el negocio, ya valía todo y lo mejor era prohibir para ganar, a más prohibiciones más negocio (¡mira, como ahora!) Así que la ley se imponía con ráfagas de plomo, cuajos de sangre resbalando sobre los carteles de los casinos y cientos de titulares en forma de esquela. Los robos, las palizas, los secuestros y las viudas alegres eran canción de actualidad, nadie se fiaba de nadie.

- “Juanjo, engrasa la pipa que hoy habrá festival”, vamos a reventar el garito de los Pierre Luigi.

El segundo de “Calamar” u hombre de confianza se sintió halagado por ese voto de confianza, así son las familias. Esta vez no murió nadie, apareció el gobernador como enviado por un maleficio y se llevo la totalidad del botín.
Cuenta la leyenda que el Endiablado Calamar se cambió de sexo y hoy es la madre superiora del Convento de las Hermanas Teresitas Descalzas de Sinsinatti y reparte estampitas a Euro la unidad. Así son las cosas del dinero.

Nota: En Sinsinatti hay Euros, son cosas de la mafia, oigan.

Mon 29/05/06

La película. De Naza

— Hola, perdona el retraso.
— No te preocupes
¿Hace viento ahora?
Uf a ráfagas, es un día raro.
¿Y el niño?
— Se ha quedado con tu madre.
— Estás guapa hoy.
— Gracias es un halago, más viniendo de ti, no te prodigas en piropos últimamente.
¿Quieres pedirte algo?
— Si, ¿tú que tomas?
— Una sin alcohol
— Pídeme una coca cola y ¿nos pedimos un bocata de calamares?
— No, prefiero un pincho de tortilla.
—Ajá. ¿Y qué peli vamos a ver?
— Hay dos que merecen la pena; una española, de Amenábar y una americana, de Tarantino.
— La de Tarantino no me apetece, creo que es un director maléfico.
— Vaya era la que me gustaba, pero me da igual, veremos la otra.
— No verás, a mí me da igual vemos la que tu quieras.
¿No es muy grande ese bocadillo? Luego también querrás palomitas y me las tendré que comer yo.
— Bueno así compartimos algo, que hace tiempo que no compartimos ni la cama.
— No empieces por favor, sabes que estas oposiciones son importantes para mí.
— Yo no empiezo mi amor, sólo te digo lo que nos pasa, que no compartimos nada.
— Tú no dices nada, pero tus miradas lo dicen todo por ti.
¿Mis miradas? ¿Qué le pasa a mis miradas?
— Que me miras con desdén, eso es todo.
— A mi no me hables con palabras extrañas que no me entero. Dime clarito que es lo que quieres decir.
— Déjalo, no quiero discutir.
— No, tú nunca quieres discutir, siempre lanzas la piedra y luego como si no hubiera pasado nada. Eres endiabladamente perverso.
— Ya. Lo que tú quieras.
— Ahora te sumergirás en tu interior y ya no hablarás en toda la noche.
— Te equivocas, hoy si me apetece hablar.
— Vaya una novedad en ti.
— Para qué te pides el pincho si no lo has probado.
— Ahora me lo comeré, déjame en paz, deja de fiscalizarme.
¿Qué yo te fiscalizo? Ja, lo que me quedaba por oír.
— Deja las preces para la iglesia, bonita.
—Te he dicho mil veces que no me llames bonita en ese tono y que las palabras rebuscadas te las guarde para ti.
— La peli está a punto de empezar ¿Nos vamos?
¿De veras que te apetece ir al cine? Creo que me voy a ir a casa, no tengo ganas de ir contigo a ningún sitio.
¿No te comes el bocata? Entonces para qué lo pides.
¡Vete a la mierda!

Naza 28/05/06

Desilusionado. De Aquarella

Mi primer día en aquella librería fue todo un acontecimiento que aún no he podido olvidar. Cuando llegué al pequeño local, situado en el centro del pueblo, me halagó el entusiasta recibimiento de mis nuevos compañeros. ¡Menuda bienvenida! Todo eran saludos, sonrisas, elogios... estaba sorprendido, entusiasmado, las inevitables ráfagas de orgullo me hacían sentir realmente importante. Pasaron algunos meses, la verdad es que ya no recuerdo cuantos, y aquella amabilidad inicial se convirtió en auténtico desdén por su parte. No puedo explicar qué había cambiado, pero su actitud era diferente, supongo que una vez pasada la euforia de la novedad me había convertido simplemente en uno más, y eso resultaba imperdonable.

Cada mañana sin excepción, antes de que se abriera la tienda, rezaba en silencio las preces que esperaba acabaran con aquel maleficio que me atormentaba, pero nada cambiaba. Cada tarde, al cerrar el establecimiento, tenía que volver a soportar el endiablado carácter de mis compañeros que pagaban su mal humor conmigo. Lo que en principio parecía cordial amistad degeneró en una especie de competitividad malsana... escuchar como murmuraban a mis espaldas cuando se me acercaba algún cliente era algo que me sacaba de quicio.

Aquella mañana fue la peor de todas, aún escucho sus carcajadas... la llegada de una mujer que buscaba un regalo nos puso a todos en guardia. Pasaba por las estanterías echando un vistazo cuando se fijó en mí, me tomó en sus manos e inmediatamente exclamó

- ¡Pero a quién se le ocurre escribir un cuento infantil sobre las aventuras de un calamar congelado, qué disparate! – y se echó a reír mientras le decía al dueño - Por Dios Demetrio, deberías ser más selectivo con los títulos que traes.

Desde entonces soy el hazmerreír del resto de los libros, tengo que aguantar estoicamente sus burlas diarias. Si algún día consigo estar frente a frente con la autora – una tal “Aquarella” – ya le iba yo a explicar un par de cosas.

Aquarella 25/05/06

Reflejos de un alma enamorada. De Belfas

No pienses con desdén que en abril se quedara tu sangre sin latido, no esperes en primavera un atardecer pálido y sombrío. Las hojas de lo árboles saludarán a tu paso, cuando una ráfaga de la brisa del deseo las agite. Las horas viajarán para adelantar nuestro encuentro, y el verano tornará vestido de amarillo aquellos campos inmaculados, pisados en la verde primavera por tus sandalias blancas.

He plantado en mi avenida, rosas y lirios, por si paseas por mis aledaños y te sientas extasiada por mi olor. Si me pierdo entre tus sendas, no importa, me descubres, me halagas, me tomas de la mano y me retornas sigilosa, sonriente, plácida y mansa.
Quiero que dibujes con tus dedos peregrinos en mi lienzo de piel, y me pintes de rojo endiablado, de azul, de verde, de blanco, amarillo… De vivos colores.

Traza una risa de niño jugando en al arena, plasma en el cristal de mi alhambra con el tórrido aliento de tus labios, un corazón que palpita y suspira por ti. Proyecta una abierta sonrisa y dime que sólo soy tuyo, que quieres hacer un boceto en mi cuerpo desnudo, siendo el pincel tu húmeda boca.

Sabes mejor que nadie como asaltar mi alcázar, guerreas sin tregua y batalla tras batalla consigues que mi ser capitule a tus artes. Un maleficio que me embauca y persigue por doquier.
Me encanta llamar a la insurrección y bloquear con alguna artimaña tus certeros ataques, pero mi corazón no sabe rivalizar contra ti, no dispongo de armas con las que combatir frente a tu ejército de miradas, sonrisas, besos, caricias, frases, matices que calan y derrumban con estruendo las murallas de mi acrópolis.

Haces que me sienta como un calamar anudado sin agua, que aguarda en un cesto una mano que sepa arrancarlo y llevarlo de nuevo a su mar.
Hoy pido en mil preces que nunca abandones la estancia de mi corazón. Sabes, he aprendido a soñar despierto, es mi nueva forma de vida, un pasatiempo que practico con jubilo y entusiasmo y en el que tú eres mi empeño, mantenerte despierta, serena, querida, feliz, divertida, viva...

Belfas 25/05/06

La penitencia. De Monelle

Aquello no podía ser obra del altísimo. ¿Qué maleficio jugaba conmigo?
No se cómo pero logré llegar hasta la salida del refugio, ver la luz del día y sentir el calor del sol en mi piel para confirmar que seguía vivo.
Con angustia recordé que al partir dos días atrás todo el mundo me halagó por la determinación con la que, una vez al año, era capaz de aislarme cuál ermitaño, para redimir mis pecados.
Siempre creí firmemente en la purgación de las almas y el perdón de los pecados. ¡Dios no castiga a aquellos que se arrepienten! ¡No!
Nunca me privé de nada. En poco menos de tres meses había puesto en práctica todas mis perversiones. ¡Endiablado carácter!
Hasta la cueva llegué con el convencimiento de lograr con preces lo que no pude hacer por propia voluntad. ¡Cuánta hipocresía!
Desprovisto de todas mis ropas, de rodillas sobre el suelo pedregoso, comencé a rezar mientras caminaba aguantando el suplicio. Pasados unos minutos, me cuestioné si existiría alguna otra forma menos cruel con la que demostrar mi arrepentimiento. Me detuve en seco, intentando aliviar las heridas, ya abiertas de mis rodillas, con mi propia saliva.
Una ráfaga, de aire fresco, me traspasó. Quedé absorto en mis pensamientos. De nuevo el aire. Empecé a sospechar que algo extraño estaba ocurriendo.
Desde el fondo de la cueva, una sombra se acercaba hasta a mi. Sentí curiosidad. Mi fascinación aumentó cuando aquella informe masa de oscuro contenido, paso de la imprecisa silueta de un calamar a la esbelta figura de una joven que, rápidamente, acercaba sus gráciles manos hasta mi rostro. Que lo acariciaba. Jugueteó con mi cuerpo, que se dejaba llevar presa de una lujuria incontrolada y excitante. El deseo se convirtió en el único lenguaje posible. Durante un tiempo impreciso fui un títere entre sus manos.
De pronto, un destello de luz se coló desde el exterior de la cueva desvelándome la horripilante forma que me cubría, su verdadera naturaleza.
¡Dios! De un empujón me separé de ella. Me miró con desdén. Una mirada que no podré borrar jamás.
“¡Y la sombra de la bestia lo cubría todo antes de desaparecer!” Fueron esas palabras las únicas que fui capaz de farfullar a mi regreso.
Meses han pasado y no he podido borrar aquella escena. El miedo impide que salga del encierro que me he impuesto y tan sólo me preocupa una cosa.
¿Volverá?

Monelle/CRSignes 23/05/06

Vuelo 103. De Mon

Vuelo 103 de la Pan American con destino a Nueva Cork.

Hoja de ruta: P103A con salida en el aeropuerto internacional de Frankfurt y escala en Heathrow, Londres.

Sobrevolaba Alemania con la sensación de haber pasado antes por allí, nunca antes había volado pero fui un gran escalador y conocía bien las cordilleras de mi país. Pronto adivinaría la gran isla, la Bretagne y podría aliviar mis temores sin necesidad de notificar mis preces al comandante.
Sofía parecía haberse dado cuenta de mi nerviosismo, yo mientras ojeaba el Daily News recorría con el rabillo del ojo su esbelta y coquetona figura que halagaba la condición femenina. Pronto requerí su presencia y aprovechando su acercamiento pude inhalar el suave, fresco y dulce aroma de almizcle juvenil que parecía esparcir como pétalos de rosas. Ella depositó minutos después un tranquilizante en el vasito de plástico dispuesto a tal efecto y volvió a la cabina de mantenimiento.
Los motores del Boeing 747 volvían a rugir por la pista inglesa empujando con ráfagas de viento endiablado aquella mole de aluminio que desafiaba todas las leyes físicas conocidas, ahora íbamos a cruzar el atlántico y eso era para mí toda una aventura.
Repasaba mentalmente la historia, las metas que nuestros antecesores se marcaron y los temores que les perseguían, victimas quizá de la ignorancia o el desconocimiento. Aquellos valientes que desaparecían mar adentro, más allá de Finisterrae intentando esquivar calamares gigantes que solo aparecían en sus sueños. Como hoy, como yo mismo, sin desdén.
¿Mi existencia dependería de las 16 personas que componían la tripulación o estaría en manos de alguno de los 242 pasajeros que me acompañaban?, o ¿tal vez todos seríamos presas de algún maleficio lanzado por cualquiera de los millones de habitantes que ahora estaban bajo nuestros pies?
El vuelo 103 nunca llegó a su destino, varias toneladas de materiales aleados se encontraron esparcidos sobre el campo de una granja en Tundergarth, Escocia en el mismo bosque de Robin Hood, Sherwood. El comandante solo pudo virar 140º en busca de tierra firme después de la explosión.
No hubo supervivientes.

Este cuento esta basado en un hecho real y pretende ser un homenaje a las victimas que nunca supieron que ocurrió en ese vuelo.

Mon 23/05/2006

Muerte en la Iglesia Negra. De Suprunaman

Año 1689 Brasov, Rumania

Aquel endiablado cazador, me arrastró hasta el Templo Parroquial Protestante Luterano y aprovechándose de mi fragilidad al sol, no dudó en atarme fuertemente, me escupió a la cara con desdén y me dijo:
Ei, calamar, ¿no te apetece chupar sangre ahora? —se encendió un puro grande y mal oliente, mi cuerpo aun estaba ardiendo, yo le miraba con mi vista nublada, pues aquel vasto lugar estaba impregnado de preces, de crucifijos e incluso de maleficios.
Había rociado el suelo con una sustancia inflamable, ya en la puerta lanzó su puro y la iglesia empezó a arder conmigo dentro.

El 1670 fue un buen año, vivía en Transilvania, en una casona envuelta de espesos bosques teñidos de verde y pardo, sobre las colinas se dibujaban formas misteriosas a la luz de la luna. Cada noche me acercaba al pueblo donde las jóvenes me halagaban ofreciéndome su grácil belleza, y yo les correspondía con un viaje de muerte que las llevaba al éxtasis.
Fue entonces que todo el mundo empezó a hablar de maldiciones, de brujas, de vampiros, se organizaron grupos de caza, Transilvania ya no era segura.
Decidí entonces visitar mi querida Rumania, y fui a Bucarest, Targoviste, al llegar a Curtea de Arges me encontraba bien y lucía mi aspecto más noble y me encapriché de una joven, la hubiera hecho inmortal, pero alguien me había seguido los pasos desde Transilvania, Christopher Belmont, bisnieto de aquel que mató al Conde, yo no pude más que huir dejando morir a aquella que hubiera sido mi compañera.
Christopher dio conmigo de nuevo aquí, en Brasov, el 7 de agosto de 1689, cuando el día es más largo, no hay duda que me quería, yo había sido para él un auténtico quebradero de cabeza, difícil de atrapar. Encontró mi escondite cerca del cementerio y como una ráfaga de viento, sin dar tiempo a que el sol se escondiera de nuevo me arrastró hasta este infierno de santos y fuego, ahora sólo me queda morir.

Suprunaman 22/05/06

Tú, yo y… De Chajaira

— Llevo todos los sábados desde que nos casamos preparándote estos condenados calamares, año tras año ¿te has dado cuenta? Durante veintisiete años que estamos conviviendo y Tú nada, me sigues tratando con el mismo desdén…Pero no digas nada, no, ¿para qué? Tú tienes tus malditos bichos rellenos, tu sopeteo de pan en la salsa, regocijándote como un cerdo, parece que no tienes más ilusión en esta jodida vida que tu plato favorito cada sábado…Aunque lo que realmente me pone endiablada es el que no tengas ni un pequeño halago para mí… pero mírame al menos, por tus muertos, cuando te hablo. Ya no sé que pensar, pareciera que alguna de esas brujas de tu trabajo te hubiera hecho un maleficio y no se encuentren preces ni conjuros que te saquen de tu atontamiento… Traga, traga… así te asfixies condenado… eso límpiate los bigotes, ¡anda! Toma una servilleta… ¡Por Dios y el Santísimo Cristo! Dame las gracias por lo menos… Siempre lo mismo, una ráfaga constante de palabras para llamar tu atención y nada…Pues… ¿sabes lo qué te digo? ¡Qué te den!, que no más, que ahí te quedas, tú y esos moluscos que aborrezco…Me largo.

¡Nooo! Por Dios, por tu madre, por nuestros hijos, por tu vida, lo que quieras… pero por favor no dejes de mandar los calamarcitos en un taper.

Chajaira 22/05/06

Palabras para el "Contemos cuentos 8"

Dieciséis semana jugando y crecíamos a pasos agigantados. Las palabras para este octava ocasión fueron:

CALAMAR

DESDÉN

ENDIABLADO

HALAGAR

MALEFICIO

PRECES

RÁFAGA

Y como no podía ser de otra forma, nos reservamos para la segunda semana, la posibilidad de crear relatos del genero negro. Tiros, sangre, muerte, etc... Invadieron el foro.