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Los elementales. Capítulo treinta y cuatro: Traicionados. De Monelle

Era la tercera vez que Joan se acercaba a mi despacho.

-Al final nos llamarán la atención.
-No seas ñiquiñaque. Aquí tienes las fotocopias del texto ya descifrado.
-Mira Joan, ahora no podemos comentarlo. Ten cuidado, debemos impedir que esta historia llegue a otras manos. Al salir hablamos.

Mientras tanto, en casa, dedicaron la mañana para despejar el sótano. Según me contó Anna cuando la llamé, habían encontrado varias cosas útiles: un viejo tonel de roble que parecía que habían construido dentro por lo grande que era; las peculiares mesas de las antiguas matanza; e incluso la caldera de la primitiva calefacción podía servir.
Al terminar la jornada, Joan no quiso acompañarme. Se disculpó diciendo que aún le quedaba bastante por descifrar y que lo haría en su casa. Por lo que quedamos en vernos por la mañana en el despacho.
El día lo terminamos los tres realizando una lista de aquellas cosas que, a juicio del viejo, eran prioritarias, la buena disposición de los presentes entre ellas.
De regreso al trabajo, me sorprendió no recibir ninguna morbosa visita de Joan. Cuando salí a preguntar por él me dijeron que había llamado diciendo que se sentía indispuesto. En varias ocasiones le llamé sin obtener respuesta.
Por segundo día consecutivo, aquel tendencioso no acudió al trabajo, ya era para preocuparse ¿qué estaría tramando? Julien y Anna habían hecho acopio de lo que faltaba y si todo iba bien el fin semana podríamos realizar el primero de los conjuros.
Estábamos tan nerviosos que cuando sonó el teléfono pasada la media noche casi me caigo de la cama. Era Joan que reclamaba nuestra presencia.
Visiblemente asustado nos abrió la puerta.

-¿Qué sucede? ¿Qué te pasa?
-¿Y Anna?
-Está con los niños.

El estruendo de una puerta nos sorprendió. De un salto Joan se colocó de cuclillas en un rincón de la entrada y un ligero temblor se dejó sentir bajo nuestros pies.

-¿Qué es esto? ¿Qué has estado haciendo?

No era capaz de hablar. El viejo adelantó sus pasos, Joan intentó detenerle. Abrimos la puerta y una niebla espesa impedía ver. Esparcidos por la estancia algunos pabilos aún humeantes y en el centro de la habitación el suelo elevado por una grieta cerrada. Algo grande había ocurrido y Joan nos debía una explicación.

Monelle/CRSignes 17/01/07

De nuevo. De Aquarella

¿Qué es la esperanza? Nada, salvo el colorete en el rostro de la existencia.

Deprimente, sí, pero que razón tenía Lord Byron... y eso que a él no le tocó vivir en la sociedad del desencanto. Me gustaría ver como se apañaría en el papel de Dulcinea del siglo XXI, intentando sobrevivir en esta época en la que ya no quedan Quijotes.

La conversación de Adriana consigo misma, mejor dicho con la imagen del espejo, se desarrolla en el cuarto de baño. Se maquilla para la fiesta de nochevieja que celebra su empresa, una cita ineludible a la que no puede faltar a pesar de las pocas ganas. Más de veinte años trabajando juntos, compartiendo el día a día con la misma gente, pero en realidad sólo son desconocidos de los que no espera gran cosa, desde luego nada fuera del ámbito laboral.

Hoy ha cambiado el habitual traje de chaqueta y pantalón por un vestido largo con escote de vértigo del tipo “quiero pasar desapercibida” lo que ha provocado que su entrada resulte espectacular

¿Habéis visto a la directora comercial? Viene totalmente despechugada — Ante tal comentario todas las miradas se centran en Adriana, las masculinas para admirarla, las de sus compañeras buscando algún defecto para poder criticar.

Ejerce a la perfección la labor de relaciones públicas que exige su cargo y observa los gestos de las personas reunidas allí. Veinte años escuchando los deseos de buena suerte y prosperidad exactamente a la misma hora. Sonríen, alzan las copas y brindan con entusiasmo por el recién llegado, como si fuese a traer bajo el brazo la panacea para resolver todos los problemas. Alguien le besa al grito de ¡Feliz Año! Pero el nacimiento de este nuevo año no le provoca alegría, al contrario, la decepción anidó hace algún tiempo en su alma. La idea de que pasen otros doces meses sin luchar por sus sueños consigue estremecerla.

No, ya no más... se acabó lo de vivir por costumbre, de este año no pasa — se dice a sí misma mientras acepta la invitación de un compañero para bailar.

¿Qué tal Adriana, preparando la lista de buenos propósitos para este año?

¿Y quién ha dicho que tengan que ser buenos? ¡Ay! Si yo te contara lo que estoy pensando... —Ambos se echan a reír mientras sus pies se deslizan por el suelo de mármol.

Aquarella 12/01/07

Los elementales. Capítulo treinta y tres: Triángulo de confianza. De Monelle

Joan se despidió al llegar prometiendo regresar al día siguiente después del trabajo.

Allí nos veremos Ricard, cualquier novedad me avisas.
Cuenta con ello.

Sobre el mármol de la mesa Anna había colocado algunos platos. Nos dispusimos a cenar.

Tengo mayor confianza con ustedes que con Joan. En fin, amigos, debí ser más sincero, temo haberles decepcionado. Nunca hice referencia a mis sentimientos. No les culpo si dudaron. Parece ser que la vida de la gente como yo ha llegado distorsionada, envuelta en una confusa neblina en la que la sociedad ha querido despechugarnos como manipuladores, cuando simplemente éramos curiosos del entorno, inconformes con la autoridad eclesiástica que obligaba a aceptar las cosas por que sí, adelantados a nuestra época. Ya les hablé de que intenté no llamar la atención y que sólo al final, cuando el destino quiso regalarme los conjuros, me envolví en la ambición más deleznable. Mis deseos de prosperidad eran egoístas. Eso es lo que ahora me está pasando factura. Tengo un hondo pesar que estremece mi conciencia. Desde el primer contacto con los silfos me mantuve soberbio pese al miedo irracional por lo incontrolable. Sí, buscaba y ambicionaba la fama, las riquezas, perpetuarme pero sin sufrir ninguna merma. ¿Acaso piensan que entre las nacientes nubes caprichosas, o atrapado en los reinos subterráneos junto a diminutos seres, encerrado en aquella burbuja inmersa en la acuosa y oscura profundidad, o envuelto entre el calor extremo de los llameantes paisajes infernales, no tuve miedo? Me sentía solo, pero así lo deseaba. Me creía especial y capaz de conseguir el supremo poder. Al aceptarme alimentaron mi ego. Ahora creo que esa era su intención. Conocen demasiado bien al hombre, nuestros defectos y debilidades, entre sus manos son su mejor arma. Si me hubiera dado cuenta, tal vez, sabiéndome poseedor de la llave que tanto anhelaban, hubiera dirigido el proceso. Espero que ahora entre todos podamos hacerlo.
Julien sabemos de su inquietud hacia los elementales, que es la nuestra también. Pero y usted... ¿qué espera nuevamente conseguir de ellos?
Pensé que lo sabían.
Disculpe pero usted nunca nos lo dijo.
No es lo que quiero de ellos es lo que deseo recuperar: mi vida.

Aunque nos pareció lógica su respuesta, una pregunta comenzó a flotar en el aire ¿se puede renunciar a la inmortalidad cuando se conoce el destino que nos aguarda?

Monelle/CRSignes 11/01/07

Los Elementales. Capítulo Treinta Y Uno: La Decisión. De Monelle

Joan no perdía detalle, Anna se estremecía ante las imágenes que acudían a su mente y yo, expectante, sentía la trascendencia del momento. Al fin conoceríamos la verdad de tanto misterioso conjuro y las intenciones reales de tan fantástica narración.
Julien, de pronto, enmudeció.

¿Le pasa algo? –Anna se acercó a él.
Discúlpenme pero no voy a narrarles este último conjuro.
¿Qué? –El rostro de Joan endureció como el mármol –Me debe eso y más, ¡carcamal¡¡Hable!

En la mirada de Anna la decepción se hacía evidente. Así me hubiera sentido yo de no ser por el recelo sobre Julien que se despertó ante aquella reacción tan incomprensible. La historia de Joan adquiría otra perspectiva. Quedaba en evidencia.

Julien, aclárenos este cambio de intenciones.
Déjame Ricard, no puedes seguir siendo condescendiente. ¿Aún necesitas más pruebas de su engaño? Cuando termine de despechugar a este impostor... –Julien retrocedió.
No tema. Comprenda que esto no es a lo que se comprometió. ¿Qué pretende?
Quiero que lo vean con sus propios ojos.

Días atrás, hubiera estado encantado, pero ahora no comprendía nada. La perspectiva de realizar aquel conjuro sin conocer su magnitud se presentaba llena de incógnitas. No sabíamos nada del mismo. Bueno sí, conocíamos que le concedieron el privilegio de poder elegir su futuro y la prosperidad de todos nosotros, eso nos había dicho, pero ¿qué había de cierto? ¿Qué era lo que los elementales habían conseguido con ello? Podían ser los responsables de todos los males padecidos por la sociedad desde ese mismo instante. Las desgracias naturales, a saber: terremotos, incendios, tormentas, temperaturas extremas... comenzaron a adquirir importancia en mis cavilaciones. Si algo en común habían tenido todos los encuentros, era el resentimiento que hacia el hombre había nacido en cada uno de sus razas. Todas nos veían como los responsables del aislamiento y su consiguiente pérdida de poder. ¿Habría sido Julien un pelele entre sus manos? ¿Quién aseguraba la nobleza de sus intenciones, relegados como estaban al mundo de las sombras? Juntos parecían ser invencibles. Pese a todo, la ilusión, la magia, ese sentimiento puro que crece cuando estamos aún carentes de maledicencia en la infancia, cuando la ingenuidad nos hace sabios faltos de maldad, precisamente cuando creemos en ellos, me hacía recular.

Creo en usted. —Afirmé.

Monelle/CRSignes 070107

Un Amor De Doble Dirección. De Belfas

Hacia ya tres meses que Firulín había partido de su jaula. Si bien durante su periplo por un mundo desconocido disfrutó de diferentes aventuras, un aire nostálgico anidó entre sus amarillas plumas con la llegada de la primavera, añorando la sociedad de su amiga Mariví.
Una tarde, después de que un gavilán estuviese a punto de dar buena cuenta de él, cargó su mochila bohemia y emprendió el rumbo hacia sus orígenes.
Tardó tres largas jornadas hasta llegar a la proximidad de su antiguo hogar. Cuanto más se acercaba, más se aceleraba su corazón y una sensación extraña de resentimiento le hacía estremecer.
La duda le asaltaba pensando que Mariví ya le habría remplazado por otro canario, y que este gozaba de los mimos y halagos de su amada. Ese pensamiento le puso pálido como el mármol y comenzó a reinar la decepción en los aledaños de su ánimo.
Decidió que era mejor verla por la mañana, esa noche durmió en el viejo roble que se encontraba frente a la casa de Mariví.
Posado en el árbol rebobinaba todos los momentos vividos en aquel cobijo junto a Mariví, los susurros matinales, sus caricias con el dedo índice mientras se desperezaba, la delicadeza y el derroche de cariño provocaban que entonase su canto con ímpetu y agrado.
Mariví se asomó a la ventana saludando al nuevo día, su ligero camisón de seda ondeaba al aire y su despechugado cuerpo se endurecía con la brisa del alba, en sus ojos denotaban un aire de profunda tristeza. Ella ojeaba el cielo buscando con su mirada a su amado canario.
Firulín elevó su vuelo por encima del viejo roble y se lanzó en picado buscando el hombro de Mariví donde se posó, una enorme sonrisa brotó del rostro de su antigua compañera y alzando su mano sobre la cabeza de Firulín, acarició con ternura sus plumas dando muestra de su alegría. Él tomó aire, insufló su pecho y comenzó un trino cálido y prolongado que descubrió las delicias de su amiga. Un halo de prosperidad inundó los corazones de ambos.
El hechizo que vino con la Navidad de poder entenderse todavía perduraba y así pasaron horas y horas charlando animadamente. De la tertulia surgió el nacimiento de un trato mutuo, la jaula de Firulín permanecería siempre abierta para poder campar a sus anchas, y él cantaría todas las mañanas para saludar el nuevo día junto a Mariví.

Belfas 06/01/07

Sacrificio Humano. De Suprunaman

Se alistó en el séptimo de caballería creyendo que algún día vería en el nuevo mundo una sociedad próspera, hermanada con los nativos de la zona, laborando por el bien común.
Jonh formaba parte del tercer regimiento del ejército americano, estaban en alerta máxima. Se dirigían al Fuerte de San Jorge, los indios Shoshones habían atacado con insistencia este punto y debilitado a los soldados portugueses.
Al llegar al fuerte, Jonh se estremeció al ver una alfombra de cadáveres portugueses. Sus compañeros se despechugaban enterrando a sus compatriotas que yacían fríos como mármol.
Con el nacimiento del nuevo día el Fuerte de San Jorge fue presa de otro ataque indio, las flechas de fuego llegaron al polvorín y una nube de humo cubrió el cielo. Empezaron a saltar la baliza. Una vez dentro del fuerte, los indios pintados como si fueran demonios, empezaron a cortar las cabelleras de los vencidos. Aquellos salvajes disfrutaban con su acto y la decepción llenó el alma de Jonh al ver que los Shoshones eran unos meros salvajes que debían ser exterminados.
Al caer la noche, Jonh despertó atado a un gran tótem en forma de águila. Los indios bailaban alrededor de una gran fogata y cantaban, el sacrificio al gran dios águila les proporcionaría la victoria del invasor.

Suprunaman 05/01/07

Firulín. De Edurne

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Por fin se desentumeció la Navidad, tantos días adormecida, aleteó sus campanillas doradas y estremeció con su cálido aliento las moradas de aquellos que la esperaban, para inundarles de amor y prosperidad.

Mariví le dedicaría más tiempo a Firulín, su adorado canario. Él la complacía cada mañana con su dulce canto y su feliz despertar le alegraba el resto de la jornada. Deseaba verle entreabrir su piquito y liberar esa maravillosa melodía que llenaba de placidez su corazón.
Cada mañana, una vez desperezada, colgaba a Firulín en ese recodo de la pared donde siempre calentaba el sol. Ella quería lo mejor para él, le observaba con cariño y una sonrisa se dibujaba en sus labios cuando Firulín retomaba su cantar, parecían cómplices en una conversación de miradas. Sus manos de blanco mármol se acercaban a los barrotes y alargaba un dedo hacia el interior para darle los buenos días.
Más que jaula era un palacio, el mejor pienso y el agua limpia y cristalina como los claros ojos de Mariví, se acercaba a él y así se hablaba con amor :

¡Ay, mi lindo Firulín, que bien estás! No puedes quejarte de tu suerte ni puedes decir que no te adore. A cada nacimiento del día, aún en ayunas, ya estoy pendiente de ti; te mimo y te quiero tanto que desearía poder comprender lo que tu cabecita y tu corazoncito sienten.

El mágico jadeo de la Navidad le concedió su deseo y, de pronto, se asombró al oír que su despechugado canario le replicaba :
Mi querida Mariví, esta sociedad que te une a mí es puro egoísmo. El cuidarme y mimarme no tiene otro propósito que oírme cantar día a día y alegrar tu soledad. Si tanto me amas, dame pruebas, déjame revolotear sobre parques y campiñas, permíteme emprender el vuelo libre hacia donde se me antoje, no me encierres como a un esclavo de tu amor, que me sienta amado en la distancia con mis alas abiertas al cielo. Dame la libertad y sabré de tu querer.

La decepción anidó de pronto en el corazón de Mariví, se sintió cruel y egoísta, su corazón se inundó de comprensión y, mirando fijamente a Firulín descubrió dos perlitas brillantes que asomaban en sus ojillos. Respiró hondo y, abriendo la reja de su jaula, le susurró:
Vete … deseo que comprendas lo mucho que te quiero.

Edurne 02/01/07

Mañana del 2007 sentadas en la acera de una parada de taxi. De Chajaira

Otto Dix (Gera, Alemania, 2 de diciembre de 1891 – Singen (Hohentwiel), id, 25 de julio de 1969)

¡Qué decepción, tía! tremendo asco de año este. No tiene nada de original, los mismos plastas echándote el cava entre las tetas, el culo más sobado que el mármol de los lavabos del Corte-Inglés, la bebida sabe Dios qué era y ahora el “resacón” del siglo, que esa es otra, ya han pasado siete años y ni me enterado.
No sé de qué te quejas, ya sabes lo que hay y aún así te despechugas hasta el ombligo con la intención de hacer estremecer a la ebriedad masculina y hablando de ebriedad, tu ingesta de pastillas y alcohol son como para decorar de úlceras cualquier estómago y cerebro que se precie y encima pretendes ir de princesita… como que no.
¡Bah! ¡Qué tu nacimiento no fue ayer, angelito! no me des la charla. Esta sociedad es lo que es, un asco y con ella yo, y tú, y el simpático que no me supo satisfacer. Pero lo más que fastidia es el vocerío en pro de la prosperidad ¿alguien me puede explicar qué es eso?
Tú misma. Anda, ahí llega el taxi, ponte los zapatos, que el martes cuando salgas del curro te vienes a mi casa, alquilamos “Shrek” y ya verás como te sientes una reina.

Chajaira 01/01/07

Los Elementales. Capítulo veintiocho: Las cartas boca arriba (Primera parte)

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Joan, aunque tarde, quería redimir su culpa, pero... ¿con qué intenciones? No obstante y puesto que la historia, tal y cómo se la habían contado, difería de la que nos narró Julien, debíamos aclarar los malentendidos.
Julien se sentía ilusionado, apenas intenté hablar, con trajín se lanzó a preguntar.

¿Joan? ¿Leyó el Grimorio?
Por supuesto que sí una y otra vez –dijo con sarcasmo –pero no pude. Supo cifrar muy bien su manuscrito. Es muy listo, no sé cómo ha conseguido engañar a estas buenas gentes pero le desenmascararé.
Usted se confunde. Aquella desaparición fue accidental. Hice todo lo que estuvo en mi mano para respaldar su pérdida, pensé que regresaría. Él se quedó...

Joan se levantó alterado.

¿Dónde?
¡Quieto! –Lo senté de un empujón. –Déjale hablar, le debes el mismo respeto.
Compréndeme Ricard mi deuda de siglos, mi legado, mis esperanzas...
Mire mis manos Joan, nunca mataron a nadie, se lo juro. Yo estimaba mucho a Edgard fue mi discípulo preferido.
No lo sabía –exclamó Joan.
Su desaparición fue voluntaria, no deseo engañarle.
Y usted, ¿por qué está aquí? —Joan estaba alterado. No le quitaba los ojos de encima no podía fiarme de él —. Durante años he intentado mentalizarme sobre estos hechos extraordinarios. Me convencí de que nunca se desentrañarían de mi y, ahora que todo ha ocurrido, no sé qué pensar. Usted ha regresado después de siglos. ¿Qué tipo de pacto satánico ha obrado el prodigio? Cada vez tengo más claro que era necesario proceder con usted así, ahora también deberíamos hacer lo mismo.
¿Obrar así? ¿A qué te refieres? –Ahora era yo el irritado, no me gustaban su tono —¿Qué estás insinuando?
No insinúo, afirmo. Hago referencia a que la denuncia fue justificada. La inquisición actuó apropiadamente, por desgracia llegaron tarde. No recibió su merecido y por eso estoy aquí.
¿Sabes lo que estás diciendo Joan? –Julien no perdía detalle de la conversación –¿Estás afirmando que tus antepasados fueron los responsables de la matanza en Beziers?
¿Pero qué dices? Sólo él tuvo la culpa de aquello.
Te equivocas, él no estaba cuando ocurrió, en cambio todos aquellos inocentes no esperaban una agresión tan cruel.

Joan se tiró las manos a la cabeza. Lejos de aclarar su mente se encontraba más confuso. Mucho más perdido.

Monelle/CRSignes 28/12/06

El Despellejador de naranjas. De Mon

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Los lejanos ululares de las fábricas anunciaban la retirada de decenas de trabajadores a sus casas, ellas, adornadas con sus delantales de encaje preparaban la cena a golpe de boniato y chirimoya. La vida era muy dura, el barrio era oscuro, siniestro, con un negro adoquinado que hacía temblar las sombras de la noche. La esperanza de sus gentes quedaba en sueños de futuro, el trajín del día a día solo permitía añadir agua al puchero.
Alguien gritaba…, el eco, al doblar las esquinas, arrastraba los ladridos de un perro hambriento, ambos se mezclaban en comunión, pidiendo quien coño sabe qué.
Al trasluz de una ventana, dominando los claros y tenues amarillos se podían perfilar las siluetas de las abuelas, meciendo los ovillos de lana, con la ilusión de una maternidad lejana en el tiempo.
No podía permanecer más tiempo parado, se acabó respaldar a las gatas en celo, ellos con los pelos erizados y el maullar caliente de su fuego interior, permanecían al acecho, esperando que yo marchase para saltar sobre sus lomos e hincar sus dientes en el pescuezo.
Bajé de la acera, tremendo salto en el tiempo, en caída libre desde el bordillo que acariciaba a voces mis talones inquietos, un solo paso me separaba del puesto de venta ambulante de palomitas de maíz azucaradas, un solo paso me separaba del despellejador de naranjas. Solo me dejó un papel manuscrito por ambas caras, en el la receta mágica que daba la felicidad a quien lo leyese. Una fría ráfaga se llevó el papel multiplicándolo por mil y pegándolo como un post it en cada ventana del barrio.
El despellejador me cogió de la mano y salimos volando, para ver desde lo alto como se iluminaba el barrio, desaparecían las sombras y callaban las sirenas…
…Es mi cuento de Navidad.

Mon 28/12/2006

La Liebre Descontenta. De Edurne

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Por caminos y matojos, ágil correteaba la liebre, burlando a los cazadores y evitando a los sabuesos más diestros, siempre respaldada por los espinosos matorrales que le encubrían la huida. Dormía con los ojos abiertos, las patitas delanteras siempre a punto y el oído siempre alerta. Para ella se reservaban los hinojos, las briznas de hierba más frescas y tiernas, y las hojas de lechuga esquivando a los caninos vigilantes.
Como que en este mundo todo se acaba irremisiblemente, no es de extrañar que una tarde, en su trajinar, se sintiera descontenta. Fijaos cómo sucedió que de pronto este sentimiento se apoderó de su corazón:
Se acercó a un estanque de aguas claras y tranquilas. Conocía su sombra pero no su imagen, porqué jamás se había visto e ignoraba, pues, su aspecto. Ahora con sorpresa y enojo, en la superficie del agua se reconoció.

A la primera ojeada, ella misma se asustó:
—Vaya orejas que tengo… parecen dos antenas más largas que las que luce el asno rebuznador. Y esta cola, Dios mío, una enorme palomita de maíz abierta y aplastada en el trasero, ni es cola ni espolón, maldito el nombre que tiene pues no es más que un zurcido en mi cuerpo. Eso es el mundo al revés, ¿por qué motivo tan largas son las orejas mientras que la cola, que debería ser más prolongada y altiva se reduce a una miseria?

Su madre, que la estaba oyendo, le devolvió la ilusión diciendo:
Hija mía, hablas por hablar, nosotras somos perfectas por las funciones que desempeñamos, desconoces las razones por las que la madre naturaleza nos ha dotado así. ¿Qué provecho sacarías tú de una cola así descrita si ella no te hace favor alguno ni la necesitas para nada?

Y la esperanza volvió a su morada cuando su madre atajó:
Si se encogieran tus orejas tal como tú deseas, incluso el sabueso más anciano sería capaz de sorprenderte, no oirías su llegada y saltaría sobre ti al primer intento.
Así, pues, mi niña, acaricia con gratitud tus hermosos apéndices y sonríe feliz al observar tu minúscula cola en ese vaivén intenso que demuestra tu alegría, acepta tus limitaciones ya que a veces, nosotros mismos, pedimos a gritos nuestra desdicha.
La liebre observó de nuevo su reflejo y, con un aire orgulloso, alzó sus tiesas orejas, meneó su colita y emprendió de nuevo su airoso trajín.

Edurne 28/12/06

¡Dame Una Oportunidad! De Naza

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El hombre ocupaba el único banco que quedaba de pie en aquel pequeño parque. El sol mostraba su falsedad en un día radiante, incapaz de reducir a la nada la escarcha llegada la noche anterior. Respaldado en el banco y con los ojos cerrados recordaba que el día de hoy no se diferenciaría en nada a los otros muchos días transcurridos desde hacía tiempo.

Ese tiempo había ido limando su vida, al igual que el poderoso mar arañaba en cada envite un trozo de acantilado, primero Andrés y fue el más significativo; sencillamente porque fue el primero. Luego le siguieron otros, el grupo fue menguando, eran como disparos intimidatorios alrededor de su vida. Un día le tocó a Laura que se fue sin llegar a decirle cuánto la había querido en sus cuarenta años de vida en común. Manías del Altísimo; el mayor de todos y el único que queda en pie, como el banco que le acoge cada mañana en soledad y que visita aún en el convencimiento de que ninguno de los suyos aparecerá.

¿Qué hubiera cambiado de mi vida? Se decía el hombre que mantenía los ojos cerrados porque le ayudaba a ver la película de su existencia. En aquel cine ficticio sin acomodador ni palomitas de maíz, el hombre hacía balance de todas las oportunidades desaprovechadas imposibles de recuperar.

Dame una nueva vida, dame otra vez quince años y aprovecharé el tiempo —se decía, —trajinaré a la pereza, venceré a la desidia. Esa vida sí que la sabría aprovechar.

Él nunca lo supo, pero tanto rogó al Altísimo que éste accedió a sus deseos, un día al igual que pasó con todos los suyos, incluida su Laura, el hombre desapareció. Nadie habló con él, nadie le dijo que tendría una nueva oportunidad, nadie le ofreció la esperanza de una nueva vida, la ilusión de vivirla tal y como había deseado tantas veces en aquel banco, solamente el Altísimo accedió a su deseo; simplemente se la dio.

Pasó el tiempo, mucho tiempo, tanto tiempo que hasta el hombre del deseo se le olvidó que había vivido dos vidas. Sentado aquella tarde en el último banco que quedaba de pie en aquel parque añoraba a los suyos, en especial a su Laura que, junto a sus amigos de la infancia se fueron muriendo uno a uno hasta dejarlo completamente solo.

Dame una oportunidad —se decía.

Naza 26/12/06

Los elementales. Capítulo veintisiete: Joan se sincera. De Monelle

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—Ávido de respuestas, me convertí en inaguantable. No soportaba que nadie guardara secretos y a su vez no tenía la intención de ocultar ninguno. Este comportamiento me trajinó muchos disgustos y la desconfianza de todos. Quedé huérfano y fui entregado a mis abuelos. La casona familiar, lo suficientemente grande como para respaldar mis ansias por fisgonear, se convirtió en cárcel. La disciplina de mi abuelo, militar retirado, fue crucial. Por otro lado, su calidez en las horas de asueto fue envidiable. La primera tarde que me pilló registrando la casa me tomó de la mano y en lugar de un castigo me contó una historia. Y así una y otra vez. Narraciones que hoy toman cuerpo y sentido. Solía mirarme fijamente a los ojos cuando intuía mis intenciones para decirme “Joan, ¿no sabes que la curiosidad mató al gato?”. Afirmaba la certeza de los relatos y me pedía la máxima discreción. Pero yo no podía mantenerme callado y esas narraciones fantásticas mermaron mi credibilidad. Acabaron viéndome como un fantasioso embustero. De nada servía que dijera que mi abuelo aseguraba que todo era real. “Un militar nunca miente” añadían mientras se alejaban mofándose de mi. Sin darme cuenta me convertí en reservado. Logré vencer la indiscreción.
Pese aquello, nunca perdí el interés por escuchar las historias que hablaban de un tiempo remoto en el que magos, inquisidores, fórmulas mágicas y libros secretos se conjuraron en un destino de muerte y desaparición. Al contrario, me ilusioné hasta tal punto que llegué a investigar los lugares y los hechos que mi abuelo nombraba corroborando su existencia y nuestros orígenes. Esperanzado, orienté mis estudios en esa dirección, por eso conozco su lengua.
Y así fue como supe sobre la existencia de un antepasado mío cuya desaparición en el medioevo desencadenó la fabulosa trama que me fue trasmitida.
Al fallecer mi abuelo, me entregaron un sobre con este libro y un mensaje que contenía la siguiente advertencia.
“No pierdas de vista este manuscrito puede que un día alguien venga a reclamarlo. Ese día descubrirás al culpable de la desaparición de un inocente. Ese día tendrás ante ti a un poderoso mago culpable de crímenes contra la humanidad y sabedor de secretos capaces de cambiar la faz de la tierra. Ese día serás el responsable de salvar el mundo.”

Monelle/CRSignes 22/12/06

Una cita de cine. De Belfas

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Fue en un partido de rugby de la universidad cuando recalé por primera vez en Luís. En un lance del partido uno de sus adversarios se aferró con tal fuerza a su camiseta, que ésta se abrió dejando su pecho al descubierto, mis ojos se prendaron de aquel torso semi-desnudo, y una aguda punzada invadió mi estómago. Mi interior se revolucionó y una nueva ilusión brotó cálida como un ardiente geiser en mi pecho.
Desde ese momento le busqué por todas partes intentando que se fijase en mí, tuve que sacar las mejores prendas de mi armario para llamar su atención. Irremediablemente en menos de una semana conseguí el objetivo.
Una tarde mientras trajinaba con unas amigas los apuntes de la clase en el césped que rodea el recinto universitario, se presentó frente a mí, pidiéndome acompañarle al cine el próximo sábado. Un si tartamudeado fue mi respuesta y, una sonrisa con aires pícaros escapó por la comisura de su boca, posiblemente por el brillo de mis ojos que delataban la alegría de esa cita.
Llegó el sábado, con él la esperanza de una tarde de ensueño, cinco minutos antes de lo pactado ya merodeaba por los aledaños de mi casa como un león enjaulado, aunque estaba lista, preferí hacerle esperar cinco minutos.
Por primera vez salía de mi casa respaldada por un hombre que no fuese mi padre.
Entramos al cine, compró dos refrescos y un enorme cucurucho de palomitas de maíz para compartir. Buscó un lugar recóndito donde pudiésemos pasar desapercibidos. Las luces de la sala se apagaron de golpe y, con la misma fuerza que desapareció la luz surgió mi nerviosismo, dando paso a una penumbra que invadió aquel espacio y parte de mi alma. Su mano se deslizó por detrás de mi cabeza, sentí el calor de sus dedos en mi hombro, me quedé inmóvil sin reacción y permanecimos así unos segundos. De pronto, me giré y encontré sus ojos clavados en los míos, se aproximó y posó sus labios en mi boca ansiosa mientras cientos de sensaciones bullían por mi cuerpo acelerado. Simultáneamente, la otra mano de Luís se posaba en mi rodilla y comenzaba un impetuoso ascenso.
Mis manos azoradas corrieron ávidas y sujetaron con frenesí aquella mano que intentaba explorar mi cuerpo.
Luís cejó en su empeño y entrelazó sus dedos con los míos permaneciendo así hasta el final de la película.

Belfas 21/12/06

La Experiencia Del 2007. De Suprunaman

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Ya habían sonado las doce campanadas. Los granos de uva habían desaparecido de las copas. Los confetis hicieron su aparición y los matasuegras ensordecían el lugar.
Era tarde, ya todos habían abandonado el comedor y desfilaban hasta la discoteca animosamente.

Doce copas de gin y varias horas después. Los maromos se habían adueñado de la pista. No estaba dispuesto a desperdiciar el primer día del año; “lo que haces en las primeras horas del año será lo que tendrás el resto del año”. Todavía no había perdido la esperanza de trajinar con alguna chica guapa en aquella discoteca, aunque no abundaban.
Al fin, a lo lejos, vio un resplandor, su corazón rebosaba de ilusión al ver que una chica sonriente le guiñaba el ojo.
Corrió cuanto pudo y se plantó delante de ella y la abrazó, la besó, le tocó la rodilla y decidieron hacer el amor en el baño.
Se quitaron las camisas, la falda, el pantalón, los calzoncillos, la peineta…
¡Ei! ¿No te vas a quitar las bragas?
Ummm, sí, te va a gustar —dijo mientras se las quitaba.
De aquellas hermosas bragas rojas con puntilla, salió una polla como una olla y sin saber como lo sodomizó. Se intercambiaron los números de teléfono. Quedaron unas cuantas veces después del fin de año, al cine, a ver pelis y comer palomitas de maíz.
Seis meses después, Mari y Cosme están a punto de casarse.

Suprunaman 21/12/06

La Primera Cita. De Edurne

Montaje2010. Fuente imagen Internet

Ester atravesó el patio, yo la miraba desde la otra punta, estaba esperando su salida para abordarla. Su faldita corta y su pelo al aire embriagaban mis sueños y mojaban mis sábanas desde principios de curso. Ella estaba en primero y yo en segundo de arquitectura. Sus 17 años eran capaces de inspirar el mejor de los proyectos de un estudiante como yo.
Se dirigió hacia el banco y yo le eché valor con la esperanza de que aceptara mi invitación. Me dirigió una lánguida mirada y aceptó ir al cine conmigo el próximo sábado. Quedamos por la tarde, yo no quería que adivinara mi ilusión por esa cita, pero creo que ella advirtió mi turbación y me regaló una sonrojada sonrisa de inocencia. Nos despedimos en la puerta de su aula, después de trajinar con orgullo sus libros.

Por fin sábado. Llegó puntual con su falda a cuadros rojos y su blusa blanca acariciando su pecho. Hubiera saltado sobre ella en aquel mismo momento, tuve que respaldarme en el banco de la entrada para no caerme redondo de azoramiento. Una tarde con ella… sin saber como abordarla y sin conocer sus reacciones.

Compramos unas palomitas de maíz y buscamos asiento entre el público. La película era una excusa, cualquiera era válida con tal de estar con ella. Se apagaron las luces y, en un gesto instintivo, rodeé sus hombros con mi brazo. Me miró y me dedicó una risita de aprobación. El primer paso estaba superado. Acerqué mi cara a la suya y el olor de su pelo me emborrachó de tal forma que cerré los ojos para aspirarlo y, poco a poco, me fui acercando a su mejilla hasta rozarla con mis labios. Ella no se movía al principio, pero luego se giró hacia mí y me besó dulcemente mientras me miraba a los ojos como queriendo descubrir mis pensamientos.
Mi mano se deslizó suavemente bajo su falda pero de pronto se sintió atrapada por la suya, que frenaba con seguridad mis dedos ansiosos. Volvió a besarme mientras me retiraba la mano de su muslo y me decía: “ Luís, no sigas, no me atrevo todavía…”
Así seguimos cada sábado, acariciándonos y besándonos en silencio en un rincón de nuestro cine.

Edurne 20/12/06

Noelsex. De Aquarella

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He desistido de contar la cantidad de gorditos vestidos de rojo que cuelgan de las numerosas ventanas que hay en el edificio de enfrente ¡parece una plaga! Estoy por llamar a Batman para que me ayude a descolgarlos y hacer una pira con ellos... ya sé, ya sé, estamos en Navidad, pero es que esta invasión empieza a afectarme y me provoca malos pensamientos. Bueno, me someto a la dictadura yanquilandesa y, aunque reniego del barbudo de los regalos, me acerco al frigorífico para coger una coca-cola… light y sin cafeína, por supuesto.

Haciendo caso al refranero – sabiduría popular donde las haya – intento imbuirme del tan cacareado espíritu navideño y hago mía la famosa frase “La esperanza es lo último que se pierde” aunque, la verdad sea dicha, cuesta respaldarlo con hechos. Pongámonos en situación: Gélida tarde de diciembre, amodorrada en el sofá, acompañada solamente por un enorme bol de palomitas de maíz, inmersa en el vano intento de disfrutar de la maravillosa programación televisiva con la que nos deleitan últimamente (difícil reto por cierto) cuando la presentadora de turno lanza al aire una pregunta

Cuéntanos tu ilusión en estas fechas, atrévete a hablarnos de uno de tus deseos, si tu petición resulta elegida como la más original te obsequiaremos con...

Ni siquiera llego a escuchar de qué se trata el fantástico premio cuando un pensamiento al que no había dado permiso para salir responde de forma espontánea

Pues trajinarme a Goorge Clonney vestido de Papa Noel no estaría nada mal. ¿Te parece suficientemente navideño?

Una malévola sonrisa se dibuja en los labios cuando empiezo a imaginarlo. Apago la tele y dejo que me venza el sueño, seguro que resulta mucho más divertido “ver los regalos” de este Noel tan apetecible...

Aquarella 18/12/06

El Junco Enamorado. De Edurne

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El arroyuelo se ensanchaba al llegar al valle, el agua cristalina regaba cada recodo del remanso y los rayos del sol se reflejaban en la superficie; un viejo monasterio se erigía tembloroso ante tal belleza. Era un bucólico paisaje digno de ser pintado en un cuaderno con los colores del arco iris.

En la ribera izquierda del río se alzaba orgulloso un espléndido junco, esbelto como el minutero de un reloj y con su tronco bien repartido entre nudo y nudo. Era el vigilante de aquella orilla, su cuerpo le facilitaba el trabajo y su talante dicharachero le hacía cómplice de los demás habitantes del ecosistema.
En la ribera derecha del mismo río dormitaba aún una joven azucena de corola chiquita y levemente azulada, pues la primavera estaba empezando y ella aún no había llegado a la madurez. Los días pasaban y la azucena se abría cada vez más, apuntando su pistilo al cielo y ensanchando el cuerpo para mostrar su hermosura a los insectos que la libaban.

Un reflejo azulado hizo girar la vista del junco hacia la otra ribera y se quedó prendado al ver la hermosura de la azucena. Le hizo llegar sus palabras de amor con la complicidad del viento que zarandeaba sus hojas y susurraba bellas melodías hasta trasportarlas a los pies de su amada. Pero el ruido de las alborotadas abejas que la succionaban lograba acallar esa brisa, y ella seguía ignorante de la pasión que había despertado en el desesperado junco.
Día tras día él se esforzaba por llamar su codiciada atención desde la atalaya de su extremo pero nada de lo que hacía daba resultado, la hermosa azucena no atinaba a mirarle y no sabía de su amor.

Amanecía un día festivo y la desesperación del junco iba en aumento, la pasión por esa linda azucena se mezclaba con su savia y el néctar del desconsuelo le subía a borbotones por su fino tallo. Sonaron las lúgubres campanas del monasterio y su agrietado sonido dejó paso al Ángelus. Fue entonces cuando la azucena alzó la vista hacia el monasterio y pudo ver al junco que, con su incansable zarandeo, pretendía llamar su atención. El corazón del junco se aceleró de golpe, por fin le había visto. Los dos se miraron y sus almas siguieron para siempre juntas, danzando al compás de esa melodía que había conseguido unirles en la distancia.

Edurne 08/12/06

Periplo de un pensamiento. De Belfas

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

Hoy me he encontrado con un pensamiento, ¿sabéis cómo son los pensamientos inacabados? Encontrarlos cuesta tanto… Éste estaba perdido, había sido arrancado del cuaderno de los pensamientos soñadores, la incomprensión y el infortunio le arrojaron sin escrúpulos y le encontré sumido en la más absoluta soledad.
Le he colocado junto al edén de la esperanza y enseguida he notado como se animaba, como volvía a emerger el anhelo en la estancia de su alma bohemia. Pronto hemos conectado, conozco muy bien el proceso, “darle confianza” y nos hemos hecho cómplices; esa química que transforma la amargura en dulzura y la apatía en alegría, ha brotado como flor en primavera y se ha transformado en vitalidad.
Me he sentado a su lado en la chimenea donde arden los malos augurios, mientras las llamas azules y rojas paseaban formando remolinos sobre un viejo tronco repleto de sufrimiento. De pronto ha empezado a describir su calvario, el ruido chisporroteante de la lumbre quemando el dolor, coreaba con agrado el suave murmullo del cálido pensamiento, mientras compartía su periplo absorto y feliz.
Me ha confesado que esperaba a una chica en el recodo de un pasaje repleto de ilusiones inacabadas, con el fin de anunciarle un destino plagado de nuevos encuentros y allí, mientras aguardaba repasando cada frase, cada sílaba, y augurando un futuro de armonía y delicadeza, ha visto llegar a la codicia acompañada por la desdicha, con la llegada del ángelus ha detenido su empeño.
He conseguido recogerlo antes de sucumbir y he podido insuflarle ese plus de energía que necesitaba para concluir su misión.
Me pregunta porqué lo he hecho. Yo le he confesado que soy el recolector de sueños perdidos, amo mi trabajo y siento cada pensamiento como propio, mi tarea es conseguir que todos los buenos pensamientos obtengan un final feliz.
De nuevo vuelvo a casa satisfecho de haber llevado a buen puerto un pensamiento inacabado.

Belfas 06/12/06

Los elementales. Capítulo veintitrés: Custodiado por ondinas. De Monelle

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“Marmara portaba un objeto cilíndrico como una caña hueca con el que traspasó la burbuja. Por aquel improvisado agujero, entraron dos ondinas que se situaron a ambos lados de mi, como custodiándome. Me entretuve mirándolas pues el aspecto de éstas había variado con respecto al de su reina. —Préstenme nuevamente el cuaderno e intentaré mostrárselas —eran más humanas, habían perdido la transparencia y el tono de su piel y el de su pelo se asemejaba más al nuestro. Con sus gestos cómplices parecían aguardar algún tipo de orden. —El tiempo se nos acaba —Marmara parecía triste en su semblante. Una de sus compañeras le entregó un saco pequeño.
—No temáis de ellas pues servirán de salvaguarda para que el tránsito hacia vuestro mundo no revista ningún peligro. Ahora ¡tomad! —Sobre mi mano posó el contenido del saco que le acababan de entregar: cuatro fragmento de algo parecido al cristal pero sin brillo cada uno de un color distinto. —No los perdáis, son la llave que nos permitirá reunirnos. Cuando llegue el momento descubriréis su potencial oculto. Hasta ahora tan sólo yo tenía el privilegio de su amparo, mala consejera es la codicia, hora es de que esto cambie. Cuídese maese Julius, pronto nos veremos y ese día sabréis hasta que punto es importante vuestra contribución. En ese momento, la tersa superficie de la burbuja comenzó a desaparecer y el agua invadió el improvisado hogar. La intromisión del líquido elemento absorbió violentamente a la bella Marmara. Temí por ella. El fin de mi epopeya acuática fue el más dramático de todos. Tropezando en la profundidad circundante contra las rocas, de no ser por el fragmento del mascaron de un pecio posiblemente, y pese a la ayuda de las ondinas custodias, habría perecido. Aquella corriente me depositó en un recodo de su trayectoria. Estaba desorientado, el momento semejó interminable pero para mi sorpresa, comprobé que no había salido del balde, ahora seco, en el que me introduje al principio. Pude escuchar como una ruidosa tromba de agua desaparecía en el río. Hasta allí llegó desde campanario de la Catedral el canto del ángelus. Debía regresar a casa.”

Monelle/CRSignes 06/12/2006

La oscura tentación. De Danielcole

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Estaba rezando el ángelus cuando llegó Ricardo y la asió fuertemente. La llevó en volandas hasta el muro más cercano de la iglesia y la besó con firmeza y pasión. Intentó resistirse, pero él era muy fuerte. La tenía aprisionada entre sus brazos y los esfuerzos de ella por despegarse no dieron resultado. Cuando los labios del bribón cedieron para tomar aire, ella apartó su cara, levantó la rodilla derecha y le golpeó fuertemente en sus testículos. Ricardo se dobló, dio un alarido de dolor y se puso las manos en la zona golpeada. Ella aprovechó para zafarse y correr hacia la salida.
Pero allí estaba el cómplice del canalla: Rustenio, el gigantón bizco, que, con sus poderos brazos cruzados, caminaba lentamente al encuentro de la mujer, recibiéndola con una sonora carcajada. Cuando Carmen lo vio, frenó en seco, se giró y buscó la otra puerta de salida. Como la vio cerrada, decidió refugiarse en la sacristía. La iglesia estaba sola a esa hora, doce de la mañana, pero tal vez estuviera allí el sacristán.
Volvió a correr. Rustenio aceleró el paso, Ricardo empezó a reaccionar y se sumó a la persecución.
Carmen entró precipitadamente en la sacristía. Se detuvo y miró. No había nadie. Enfrente de ella, una puerta. Hacia allí se dirigió. Tiró de la llave, que estaba puesta en la cerradura, abrió, pasó a un oscuro pasillo, cerró, intentando no hacer ruido, y echó la llave. En ese momento los dos perseguidores habían alcanzado la sacristía. Carmen avanzó a tientas por el oscuro pasillo, llegó a un recodo del mismo, giró y se encontró con una nueva puerta. Intentó abrirla, pero se percató de que estaba cerrada. Mientras, Ricardo y Rustenio registraban la sacristía, pensando que la mujer podía haberse ocultado. Miraron debajo de la mesa del párroco y detrás del armario en donde se guardaban los atuendos eclesiásticos. En pocos segundos llegaron a la conclusión de que debía de haber escapado por la única puerta que había cerrada. La codicia de los dos maleantes no se iba a detener por una puerta de madera. Así que fueron hasta allí.
Intentaron abrir la puerta, la zarandearon, empujaron, golpearon, pero seguía sin ceder. Miraron por la cerradura y comprobaron que la llave estaba al otro lado.
¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen aquí? – el párroco D. Severino apareció en la sacristía con un cuaderno en la mano.

Danielcole 05/12/2006

Mejor estarías muerto. Suprunaman

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Había llegado a clase cinco minutos tarde. María se sentó en el pupitre y sacó su cuaderno, haciendo el menor ruido posible para que el Padre Mariano no se diera cuenta de su retraso. Pero el Padre tenía unas orejas de elefante capaces de oír una mosca a doscientos metros. Rápidamente se acercó a María, la cogió de la trenza y la hizo levantarse de la silla:
Ya verás como aprendes a no llegar tarde nunca más. Dijo el padre cogiendo una vara.
Todos los niños veíamos al Padre Mariano como un ser codicioso que pretendía medrar a cualquier precio, quería llegar a ser el director. Deleznables eran sus métodos, en los cuales se le advertía cierta satisfacción cuando nos pegaba. Su rostro manifestaba placer en cada golpe propinado con rabia.
María era una niña delicada y mimosa, lo cierto es que yo estaba enamorado de ella. Al ver a aquel cura anormal intentando golpear a mi chica no pude evitar levantarme y atizarle un golpe en la cara con una silla. El Padre quedó tumbado en el piso y sin sentido, tal vez muerto. Tomé la mano de María y huimos del lugar. El resto de muchachos callaron y se convirtieron en nuestros cómplices al esconder al Padre en un recodo del sótano, cerca de la caldera.
Era la hora del ángelus.

Suprunaman 05/12/2006

Un hombre, un genio. De Mon

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A deshoras llegaba siempre a casa, cansado, manchado y hambriento. Luis era profesor de plástica en la facultad de Bellas Artes San Carlos de Valencia, estaba soltero y era un hombre un tanto ensimismado. No era extraño verle anotar correcciones en un pequeño cuaderno con tapas de pasta de cartoncillo verdes, con muelle negro, de los de siempre, solo, sentado en cualquier banco.
A finales de los 80’ comenzó a desarrollar una técnica basada en las pinturas pigmentadas que se emplearon a principios del siglo XV, lo que años después le convertiría en un reconocido investigador, cómplice de los maestros renacentistas.
A pesar de su holgada cuenta bancaria, era un hombre sin codicia, devoto de obra y muy dado a las remuneraciones a favor de las organizaciones no gubernamentales.
Como cada miércoles, visitaba a primera hora la capilla del Ángelus, allí podía encontrar la paz que necesitaba, sin ruido ni las bulliciosas voces de sus alumnos. Eran cinco minutos que daban mucho de sí.
Siempre pensó que la vida era un simple recodo que había que torcer, aunque muchos se empeñaban en enderezar. Él solo había vivido para dejar una huella al óleo que permaneciese inmutable lustro tras lustro, lejos de cualquier signo de rebeldía o inconformismo. Sabía que la existencia era solo un capricho de la naturaleza y esta como tal, era mucho más sabia que la prepotencia humana.
Un martes cualquiera llegó pronto a casa, nunca más volvería a la universidad, se borrarían las manchas y desaparecería ese guirigay que había dado sentido a su existencia.
Dicen que nunca abrió la puerta a nadie, que en las tardes de invierno se le oía llorar y se cuenta que con las lágrimas fabricaba el vehículo que daba consistencia a sus pinturas. Su obra permanecerá hasta el final de los tiempos.

Mon 05/12/2006

Los elementales. Capítulo veintidós: El favor de Dios. De Monelle

Pensé que se desvanecería. Que como sus hermanas su silueta se inflaría hasta alcanzar la redondez de un espacio circular nacarado. La calidez de su tacto sobre mi rostro, el saludo exento de humedad, me sorprendió. Intenté agarrar su mano como acto de pleitesía para postrarme a sus pies, pero atravesé su cuerpo sin que por ello perdiera la forma. Me costó contemplarla. Era diferente, distaba mucho de los relatos que había oído. Poseía una hermosura liviana. Las trasparencias y los brillos reflejados de las luces le conferían la magia añadida de las estrellas.
Su sonrisa precedió a una cascada de sonidos que no tuve dificultad en descifrar. Comprendí entonces la grandeza de lo que hasta ese momento me había pasado. En mi atolondrado recuerdo había obviado detalles de vital importancia. A este viejo zorro, también se le escapan cosas. ¿Cómo era posible el entendimiento con aquellas razas si desconocía sus lenguas? ¿Acaso habían aprendido la mía para facilitar el posible trato? Entre sofismas mentales estaba, cuando ella misma me sacó del badén de la ignorancia.

Bienvenido seáis. Soy Marmara. Temerosa por las prisas debería centrarme en mi ofrecimiento, pero me ha tentado poner respuesta a vuestras preguntas. Concederle esta licencia puede mejorar nuestro trato.

Intentaba ver más allá de mi encierro. ¡Imposible! Fue tal el desbarajuste que mi presencia había causado que tan sólo podía ver los rostros pegados al habitáculo de centenares de ondinas curiosas, moviéndose inquietas, yendo y viniendo y difuminando así el paisaje.

Marmara, vuestro reino es el último que me quedaba por visitar. Agradezco el detalle —mis palabras sonaban distintas pero no me eran ajenas.—¿Se me antoja saber cuál es el milagro que permite entendernos?
No existe ningún milagro. Al principio de los tiempos los libros sagrados hacen mención del hecho, todas las criaturas de la creación teníamos una misma lengua. Ésta era lo suficientemente sabia y hermosa como para contener la complejidad y la sencillez que la vida de entonces requería. Pero la ambición del hombre rompió el equilibrio y Dios nos castigó a la confusión. Hoy este mismo idioma aletargado nos sirve para comunicarnos.

Quedé pensativo, siempre había huido del creador y ahora éste se me manifestaba así. ¿Qué quería de mí? ¿Qué pretendía de alguien que siempre le había cuestionado?

Monelle/CRSignes 02/12/06

La batalla. De Aquarella

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La situación se ha hecho insostenible. El inmenso silencio que lo invade todo hace temblar mi mundo, hasta el tiempo parece moverse demasiado lentamente. Puedo oler ese miedo que espesa los pensamientos, puedo sentirlo. Ante la pregunta ¿qué sentido tiene esta guerra? La tentación de huir se convierte en la respuesta más apetecible, pero está prohibido, mi linaje no me lo permite. El desbarajuste de este lugar se me antoja un campo de batalla en el que la silueta de la derrota se pasea como una zorra hambrienta entre los pocos que aún quedamos en pie.

Veo caer a mis súbditos, mis colaboradores, mis amigos, y el dolor sangra con más fuerza que la humillación que se avecina. Mi mente acepta ese absurdo sofisma que me condena a morir para salvar a un rey que no lo merece, me han educado para ello, pero mi corazón no lo admite tan fácilmente, se rebela ante las reglas establecidas… cierro los ojos con el deseo de que, como por arte de magia, aparezca en el terreno un badén lo suficientemente grande para tragarse a ese enorme caballo que viene a atacarme. Cuando abro los ojos el animal está ya casi encima. Todo está perdido, mi sacrificio no evitará el grito de victoria del enemigo

¡JAQUE MATE!

Aquarella 30/11/06

Partida. De Suprunaman

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Los dos ajedrecistas estaban sentados el uno frente al otro. Tenían una postura semejante, los pies cruzados, el cuerpo torcido y la mano sujetando fuertemente la barbilla. Esperaban impacientemente a que su rival cometiera el error fatal.
Las piezas estaban esparcidas por el tablero. El desbarajuste era tal que Mihail tuvo la tentación de mover la dama, sin caer en la cuenta de que la torre de Korchnoi aguardaba como una zorra para hacerle el jaque. Pero advirtió cierto brillo en los ojos de Korchnoi y desistió de realizar la jugada.
Habían pasado varias horas de partida, Mihail tuvo antojo de un yogur; después de tomar una cucharada hizo una jugada que rompía los esquemas del aspirante. Korchnoi se quejó, presentando un sofisma. Argumentó que Mihail había recibido información codificada en el envase del yogur. El juez desestimó el comentario.
La partida tomó entonces otro cariz, empezó una guerra de guerrilla. Mihail, propinó una fuerte patada a Korchnoi por debajo de la mesa, éste perdió momentáneamente la concentración.
Por favor, —dijo esta vez —ahora toca patadas.
La partida se vio interrumpida de nuevo, los jueces decidieron colocar un badén que impidiera el contacto de ambos jugadores.
Hizo su aparición entonces un grupo de parapsicólogos, empezaron a hacer movimientos con las manos, a rezar en voz baja. Korchnoi no lo pudo evitar, se vino abajo. Agarró el rey, lo tumbó sobre el tablero, se levantó y se marchó sin felicitar si quiera a Mihail por su victoria. Su silueta se difuminaba a medida que se apartaba de las luces.
Mihail quedó allí, delante de las cámaras, con un gesto sonriente.
En la entrevista dijo, en una guerra, no sólo cuenta lo que está en el campo de batalla, también influyen los servicios secretos.

Suprunaman 29/11/06

El mejor. De Locomotoro

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Cuarenta pasos de peón y ganaría el Open de Moscú. No tenía costumbre de perder, sin duda era el mejor, un reto viviente. Había perdido su mujer, sus amigos, su vida social a cambio del éxito que disfrutaba ahora.
Sentado ante su adversario, ante las miradas de curiosos expectantes de un espectacular final, esperaba distraído el toque de reloj que le permitiría dar un paso más hacia una inevitable victoria.

El antojo del destino, había querido enfrentarlo con su mayor adversario. No se trataba de un gran jugador… sino del hombre por el que le había abandonado su mujer. Tenía la oportunidad y la tentación de destrozarlo, pero se tomaría su tiempo.
Un taconeo de peón marcó su tiempo de juego. No tenía ninguna prisa. Dirigió una mirada hacia el público que lo miraba con ojos deseosos. Estudió cuidadosamente cada pensamiento, cada mirada… y finalmente sus ojos se posaron sobre ella. Tenía una sonrisa cansada, con esperanza estéril. Tenían que ganar, necesitaban ese dinero para salir de una ruina inminente. Si ganaba, saldrían del atolladero. Si perdía… seguiría viviendo de alguna manera.
Giró la cabeza y olió el sudor frío del miedo de su adversario, arrinconado como un perro en un badén. El desbarajuste de peones desordenados sobre el tablero le hizo gracia, pero reservó su sonrisa. No sentía compasión, sino envidia. La mezcla se convirtió en rabia y dirigió sus dedos con ira hacia la torre que marcaría el jaque. Ella se llevó las manos a la cara para que nadie la viera llorar y entonces se detuvo el tiempo. Los focos, los fotógrafos, el juez y los dos hombres encerrados en los escaques de la vida, uno blanco, otro en negro.
El gesto estúpido que dibujó su rostro trató de buscar un sofisma para explicar todo aquello. El rey cayó sobre el tablero y ambos jugadores, uno de ellos con los ojos absortos se dieron la mano. Los focos lo iluminaron como una estrella y los micrófonos de la prensa se amontonaron tapando su cara.
Entre la multitud, salió con su gabardina como una zorra huyendo de un corral. Afuera, en la calle llovía suavemente, hacía frío y llamó a un taxi. En la soledad de la espera, una voz lo detuvo, se giró y la silueta de la mujer acarició su semblante con rubor.
No has cambiado nada… sigues siendo el mismo; el mejor.

Locomotoro 28/11/06

La tentación. De Suprunaman

Brian Ballard (Irlanda 1943)

Y de la siguiente forma empezó a narrar ésta sofisma:

Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistir firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Pedro 5:8,9

Creedme hermanos que aquella mujer, inteligente como una zorra me hizo dudar de mis ojos y provocó en mi mente tal desbarajuste que acabé pensando que las nubes eran humo, que los rayos del sol flechas, que mi hermano mi enemigo y su mujer la mía.
Creedme hermanos, no juzguéis mi acto como tal, fue una locura pasajera, si pudiera redimir mi pecado estad seguros que lo haría, pero… como devolver la vida a Esculapio.
Creedme hermanos que aquella mujer era una Diosa maligna, guió mi espada a su antojo, y yo como un títere.
Era bella aquella mujer, pero la silueta que proyectaba se asemejaba a una serpiente de cascabel susurrante, hipnotizante: ”Tu hermano Esculapio tiene todo lo que quiere y tú eres cobarde y necio. Mátalo, tuyas serán sus pertenencias, sus esclavas, sus riquezas y su esposa. ¿Vas a permitir que un pequeño badén te prive de poseer todo lo que el tiene, todo lo que deseas?"
Por favor hermanos, creedme que así fue como sucedió, me hipnotizó, por favor, no me colguéis como un vil delincuente.

¡Cloc!, sonó a crujir de vértebras, sonó a muerte de asesino.

Suprunaman 24/11/06

Los Elementales. Capítulo veinte: En la superficie visible. De Monelle

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Anna regresó alterada. Había tenido un pequeño accidente mientras aparcaba en el hipermercado, un incidente sin consecuencias pero que le iba a suponer un aumento en la póliza de seguros. Aquél desbarajuste llevó al traste con parte de sus planes; le dolía no poder hacer el pastel. Depositó un par de pizzas aún calientes sobre la mesa mientras nos explicaba lo sucedido. Por suerte consiguió sosegarse.

Veo, estimados míos, que este mundo es complicado aunque reconozco sus ventajas. Me gustaría disponer del tiempo suficiente para su estudio, pero intuyo que no podrá ser.

Durante la comida Julien disertó sobre las ventajas e inconvenientes de nuestra época. Al terminar tuve la tentación de llevarme a Anna hasta nuestro cuarto, aún seguía nerviosa, pero desistí. Confiaba en que el relato fantástico sobre las Ondinas conseguiría calmarla.

—No deseo entrometerme, pero me ha dado la impresión de que desean estar solos. De ser así lo comprendería.
De ninguna manera —interrumpió Anna. —Continúe.

Le pasé el brazo a Anna sobre el hombro. Mientras nos acomodábamos en el sofá, Julien agachó la mirada.

Se me antojó esperarla, querida mía, pues deseo compartir mi experiencia con usted, ya lo sabe. No se pueden imaginar lo duro que resultaba para un anciano como yo tener que ocultar estos hechos, no poder hablar con nadie, argumentar sofismas con los que justificarme esperando no ser descubierto. La importancia de este último contacto, del empleo de la última oración, logró sacarme de mis casillas. Consideraba que los días pasados eran tiempos perdidos; estaba convencido de que no me lo podía permitir. Debía juntar agua de varios lugares, por ese motivo recorrí los cuatro puntos cardinales de la comarca de Béziers buscando el líquido necesario que fui introduciendo en un baden abierto lo suficientemente grande como para contener una buena cantidad de litros. El lugar que había previsto para el conjuro se hallaba en la ribera del Orb en un pequeño abrigo a unos kilómetros del pueblo. Al llegar volví a tener la sensación de no encontrarme solo. Me aseguré de que nadie había podido seguirme. Seguramente era fruto de mi nerviosismo.
“¡Rey terrible del mar!...”
Vociferé.
“...Vos que tenéis las llaves
de las cataratas del cielo
y que encerráis las aguas subterráneas
en la cavernas de la tierra...”
En la superficie visible de la cuba, cientos de pequeñas siluetas chapoteaban nerviosas intentando salir
.

Monelle/CRSignes 23/11/06

El misterio de la Santísima Trinidad. De Locomotoro

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Después de todas mis andanzas y viendo el éxito de mi libro autobiográfico en el mundillo editorial, trato de encontrar una explicación para semejante falta de atención.
Quizás la infancia de ustedes haya sido difícil… la mía fue realmente jodida.
No les contaré que mi padre llegaba a casa borracho y nos golpeaba con furia a mi madre y a mí, más que nada por no airear trapos de familia.
Mi padre… ese jodido cabrón con cara de inocente conejo, una autoridad en camiseta dentro de casa y un gilipollas de uniforme azul paseando por las calles.
Cada noche llegaba y nos daba la cena, los golpes y las bejaciones que eran constantes, y fue ese y no otro el motivo de su perdición.
Si ya es difícil huir de un madero, más difícil aun es vivir con uno. Eso hizo que decidiera buscarme la vida fuera de casa.
A los 14 años, un atraco no es un delito, sino una travesura. El tiempo jugaba en mi favor y no estaba dispuesto a perderlo. Por las noches, mi colchón se iba hinchando lentamente con la facturación diaria, mientras que a golpe de Jack Daniels mi madre sufría mil y un martirios, yo repetía mi juramento a cada sorbo.
Por fin reuní lo suficiente para comprar mi primer hierro, una Veretta. Un poco pequeña a mí gusto, pero hierro al fin y al cabo. El Coquer, que era como llamaban al proveedor de metales, se frotó sus sucios dedos con las treinta mil que me sacó.
Una noche, una de estas de frío seco, lo esperé en el arco de un pasadizo, los dedos temblaban, pero tenía el espíritu helado, inmóvil, muerto. De pronto apareció como un fantasma entre las sombras, cantando cualquier estupidez a los cubos de basura que rodeaban el callejón.
Al verme, me reconoció al instante, quiso enaltecer su postura… como para parecer más Padre, pero al ver el hierro se desmoronó al momento como más Cristo. Me lloriqueó y suplicó y de pronto se volvió a transformar pareciéndose al Espiritu Santo tratando de fintar la muerte.
Pero claro… yo no estaba en plan Virgen María ni San José. Así que vacié las veinte en su cuerpo y entonces esa sensación… que me dejó..... como Dios.
A la semana siguiente, otro madero, me daba una medalla mientras recitaba lo gran hombre que fue mi padre. Otro jodido misterio sin resolver.

Locomotoro 16/11/06

Salir. De Marola

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Tras pasar por debajo del aro se detuvo y quiso sentir esa sensación que hacía años añoraba y que por fin había conseguido, no sabía como detener el tiempo, quería parar el reloj y quedarse en ese momento.
Aquella persona había conseguido llenarla de estupidez, había conseguido inutilizarla para siempre con la excusa de que no era nadie, había cometido muchas travesuras pero no creía que eso pudiera afectar de tal manera a nadie. Había sido su decisión, su vida, y no tenía porque dar explicaciones a nadie y menos a alguien que la había arrastrado hasta la más mísera destrucción de su propio ser.
Se había atrevido a hacer algo que estaba fuera de control de nadie, pero lo había conseguido, se enaltecía de su inmensa fuerza, de su entereza, pocas personas logran salir de ese túnel largo, oscuro y sin final, pero ella salió, tras fintar varias recaídas, propuestas, y personas que no ven el problema, sino simplemente una moda.
¿Es posible salir? Le preguntaban muchas personas que no se atrevían a pasar por el aro, y ella siempre decía: “La destrucción, la fabricamos nosotros mismos, ella viene a nosotros por medio de nuestras intenciones, deseos, alegrías, penas, fiestas, esperanzas, sufrimientos, celebraciones, familia, travesuras, pero si no la dejamos pasar, si le cerramos la puerta, ella se queda quieta y paciente en espera de otra oportunidad, ella sabe a donde puede llegar y los resultados de su inquietud. Puede llegar al clímax del desastre, pero nosotros solo debemos hacer una cosa, no dejarla entrar en nuestra vida, cueste lo que cueste. En el momento en el que esté dentro de nuestras vidas será difícil echarla, ella se queda como invitada principal y absorbe todos los derechos, nos va consumiendo poco a poco, hasta que no nos queda nada, hasta que solo nos queda una poca dignidad que se aferra a nuestro ser para salir del terror.

Marola 16/11/06

Aventura de una galleta. De Edurne

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Allí, en un rincón semioscuro de la despensa, Redondita esperaba ver la luz del día; desde su atalaya tan sólo podía adivinar la sombra del arco que formaba el paquete que la contenía, se sentía prisionera dentro del envase de papel plastificado, de formas redondas como ella misma, con las letras grandotas y de colorines para atraer la atención de los peques.
Redondita era una galleta Maria, redonda y tostada como las de toda la vida, con esos relieves incrustados con su nombre que la enaltecían ante las demás. Y es que ella no se consideraba una cualquiera, su ilusión era salir del paquete y ver mundo.
Se sentía apretujada junto a sus compañeras, consideraba una soberana estupidez que tuviera que aplastarse contra las demás, ella había procurado situarse la primera en la boca de salida para escapar antes.

Aquella mañana, un brusco movimiento la despertó, tuvo una sensación de ingravidez durante unos momentos y luego, un golpe seco le confirmó que había tocado suelo nuevamente. Percibió unos delgados haces de luz que empezaban a filtrarse entre las grietas que rasgaban unos impacientes dedos de chiquillo. Su tostada superficie pareció hincharse al recibir el oxígeno del aire y su cuerpo redondito fintó un movimiento de salida para saltar al exterior.
Era el momento de escurrirse en busca de aventuras echó la vista atrás y, con una mirada, se despidió de sus compañeras.
Pero… unos dedos de uñas chiquitinas la atraparon, nada pudo hacer para evitarlo, era la primera de todas, la más atrevida. Ahora se arrepentía de su osadía, sentía los deditos apresándola con ansia y su pecho se comprimía sólo de pensar lo que podía suceder.
De pronto, una voz femenina se oyó a lo lejos y se sintió libre de la presión, se vio de nuevo sobre la mesa con sus compañeras, mientras el aroma de la leche con cacao le llegaba muy de cerca. Aprovechando la inercia del golpe, se empujó de nuevo hacia el paquete quedando más rezagada y desde allí pudo observar como su compañera de fila, la segunda, era alzada en el vacío e introducida en la taza, hacia la perdición, con un leve chapoteo.
Se había salvado de milagro, pero su sino era ese, ya no más sueños ni más aventuras, sabía que unos dientecitos aserrados acabarían con su redondo y atractivo cuerpecito.

Edurne 15/11/06

El doctor Livinstong en el país de los Kikis. De Suprunaman

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Era negro y alto, tenía una cara que sólo podía significar una cosa, estupidez aguda, llevaba una gran sombrilla. A todo el que pasaba le preguntaba:
¿Americano?
Hacía más de una hora que preguntaba lo mismo, al final dio en el blanco:
¿Americano?
Sí "siñor" —contestó aquel hombre que llevaba una maleta de cocodrilo y un sombrero de esos de safari.
El doctor Livinstong, supongo.
Sí "siñor" —dijo con una sonrisa.
Acompáñeme wana.
Subieron en un Jeep y fueron al poblado, donde una multitud lo esperaba ansiosa.
Al bajar del coche, aparecieron cinco negritos de 2x2 metros que lo subieron a una silla hecha de caña y lo acompañaron a su tienda. Ver a toda esta gente a sus pies le enaltecía el ego.
Por la noche y antes de cenar, el doctor Livinstong tuvo que demostrar ciertos dotes de fuerza y destreza. Conseguir ver el tesoro de los negros Kiki tenía un precio.
Lo primero fue matar a un cervatito con un arco que estaba hecho un ocho, pero el doctor lo consiguió
En América —explicó, —tenemos que fintar muchos contratiempos.
Y sacó de su bolsillo una foto de su querida esposa. Los negros Kiki se rieron de la broma. Cenaron el cervatillo y pronto se fueron a dormir, por la mañana, con las luces del alba, el doctor iba a ver aquella joya Kiki.
Cuando el doctor estaba empezando a dormirse, entró a su tienda una joven negrita muy guapa, que empezó hacerle cosquillas en los pies, al despertar pensó que era una simple travesura. En ese momento entró otra guapa negrita que se puso a acariciarle el pecho, entró otra y le besó en los labios, otra de las hermosas kikis empezó a acariciarle los genitales.
Dios mío —pensó, —he aquí mi perdición.
Al cabo de un momento el doctor Livinstong estaba a cien y las muchachas gritaron:
Kikiiiii
Y les hizo el amor, primero a una, luego a otra y a otra y a otra, había perdido la cuenta de cuantas negritas habían pasado por su tienda gritando kikiiiii. La cuestión es que el alba pasó y el doctor se quedo sin ver la sagrada joya kiki.
Antes de marchar a su país, el sabio doctor Livinstong, le prometió al jefe de la tribu que volvería al año siguiente a ver si podía por fin ver aquel magnifico tesoro Kiki.

Suprunaman 15/11/06

Los elementales Capítulo diecisiete: Entre salamandras. De Monelle

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Atravesé aquel arco ardiente con cautela. El ambiente contenía el olor de miles de hogueras y fogones encendidos. El aroma del aceite quemado y el azufre le aportaban un toque nauseabundo. En aquel mundo flamígero no existía la oscuridad. De todas las cosas emanaba luz, proveniente del halo que les proporcionaba su propia incandescencia. Comencé a maquinar teorías, quimeras estúpidas equivocadas en su mayoría. Pensé que debía tratarse de un mundo perecedero, por que las llamas consumen rápidamente los objetos, pero erré. Allí no. A pesar de no haber permanecido el suficiente tiempo como para averiguar el porqué, deduje que aquel hecho extraordinario que impedía que desaparecieran consumidos por las llamas estaba relacionado con la atmósfera que les rodeaba. En nuestro mundo la vida de cualquiera de ellas es fugaz. Tan sólo pueden permanecer unos segundos entre nosotros, los suficientes como para que cualquier acto que realicen, por inocente que este sea, aparezca ante nuestros ojos como la más cruel de las travesuras.
Desde el principio sentí una profunda simpatía por aquellas criaturas inquietas. Enaltecí sus virtudes. Se movían con tal rapidez, que tardé en distinguir sus rasgos. Eran pequeñas y estilizadas como un lápiz a veces, más tarde intentaré retratarlas, regordetas otras, dependía de su estado anímico; al sentirse amenazadas sus llamas aumentan. Me llevaron atravesando su mundo, pude contemplar hermosos paisajes de tonos violáceos, azules con toques de un rojo subido y un amarillo intenso. Pensé en la perdición del infierno con la que presiona el clero y reí. Llegamos hasta un estanque plateado en cuyo centro se alzaba un palacio. En apariencia frágil, era como una gran bolsa de humo, sus paredes de denso vapor no dejaban ver nada de su interior. Temí ahogarme si me adentraba en él, pero al parecer las leyes físicas, tal y como me las habían enseñado, habían cambiado.
¡Pase!
Era hermosa y su voz trasmitía ternura. Finté la posibilidad de tocarla por miedo a las quemaduras, ella estaba al cargo del reino. En un descuido la rocé y el misterio se me desveló. Comprobé lo inofensivas que eran.
No se deje engañar, tan sólo aquí puede hacerlo. Ahora es el momento de convenir un trato, disculpe que sea tan directa pero demasiado tiempo sin poder contactar con mis parientes de los otros elementos me obligan a pedirle un gran favor.

Monelle/CRSignes 14/11/06

Reflexión de una rosa. De Belfas

©CRSignes2010

Hacía más de cinco minutos que el sol se había puesto y sin embargo yo permanecía a la sombra de un árbol. Mi vejez me permitía poder reflexionar sin prisa, era una de las pocas cosas que todavía podía hacer sin molestar. No puedo determinar en que pensaba en ese momento, mi espíritu estaba abstraído y mustio, pero quise fintar a la vida y centrarme en el paisaje, refrenando mi pensamiento en un elemento del entorno.
Un rosal, el cual tenía la figura de dos arcos casi perfectos, ensamblados y enaltecidos por espinosas ramas a la vez que engalanados por verdes hojas. Sobre las ramas decenas de rosas rojas. Me fijé en dos de ellas que, una frente a otra y con el suave movimiento de la brisa de la tarde, parecía tuviesen una armoniosa charla.
Mira tú por donde escuché como una decía:
—¿Recuerdas la mañana en que nos abrimos al mundo y vimos por primera vez la luz del sol? Qué bonito fue oír cantar por primera vez el canto del jilguero. Cómo disfrutábamos asomándonos entre las hojas para ver correr el agua del riachuelo. Añoro las noches maravillosas de luna llena, cuando el silencio solamente era interrumpido por el croar de la rana y el canto del grillo. Cómo nos divertíamos desplegando nuestro aroma, para que quien pasase cercano se aproximase a cotillear. Me viene a la memoria la infinidad de mariposas y abejas que se han posado sobre nuestros pétalos y nos han narrado aventuras increíbles. Nosotras jóvenes y esbeltas, siempre pensando en realizar alguna travesura, como cuando se acercó aquella cabra con no muy buenas intenciones y agitamos la rama para que se le clavase una espina en el hocico, obligándola a partir como alma que se lleva el diablo. Cuánta estupidez hemos visto a lo largo de nuestros días, sin poder evitar que nada cambie. Hoy amiga mía, me invade la perdición de la vejez, aquella de quien todos huyen y se alejan, buscando rosas más jóvenes, más bellas, más aromáticas. Observa, nos encontramos olvidadas en un grandioso rosal, para el que comenzamos a ser una dura carga. Lo sé, hemos tenido nuestra época de gloria. Esperamos orgullosas a que llegue el vendaval y, nos arrastre por la llanura hasta convertirnos en ceniza. Sólo pido que aquellos que se cruzaron en nuestro camino, guarden en su corazón el recuerdo de nuestro aroma.

Belfas 12/11/06

Los elementales. Capítulo dieciséis: Jugando con fuego. De Monelle

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—Enaltecí que mis ayudantes decidieran dedicar sus energías en la búsqueda de Edgar. Les eximí de sus obligaciones y les dije con un toque de cinismo: “No cejéis en vuestro empeño. Pobre muchacho. ¡Ojalá reaparezca pronto!” Mientras por otro lado intentaba ayudar con algunas monedas a su familia. Estaba impaciente, había oído hablar de la existencia de seres ígneos que recorrían el mundo provocando incendios. Las Salamandras eran las menos conocidas de todos los elementales, incluso la tradición popular las había desterrado de sus mitos y leyendas debido a sus travesuras malintencionadas. Un juego de pequeños fuegos: cirios y lámparas de aceite, debían ser colocados junto con las ofrendas. La hora exacta para lanzar el conjuro según mis cálculos astrológico debía ser quince minutos antes de la once de la noche, hora en la que el sol entraba en contacto con el signo de Leo. Mi propio taller sería el escenario escogido. Debía ser discreto. La perdición me aguardaba si alguien lo descubría.

“Inmortal, eterno,
inefable, e increíble
Padre de todas las cosas
que te hacen llevar
en el rodante carro de los giratorios...”

El tono de mi voz subía parejo con la intensidad de las llamas. Al instante pequeñas bolas incandescentes, saltando descontroladas, cruzaron el espacio chocando unas contra otras.

“...¡Oh! Fuego Radiante,
tú que te iluminas a ti mismo
con tu propio esplendor,
porque salen de tu esencia,
arroyos inagotables de luz,...”

Mis palabras parecían fintar con las luces. Las salamandras eran seres impredecibles y caprichosas. Temí ser pasto de las llamas.

“...¡Oh Padre! ¡Oh Madre!
La más tierna de las Madres!
¡Oh alma, espíritu, armonía y número
de todas las cosas!
Amen”

Aguardé unos segundos. Aquellas esferas de fuego seguían su curso como si nada hubiera sucedido. De repente, la más absoluta oscuridad. ¿Qué había hecho mal? Me sentía estúpido. Intenté acercarme al centro de la sala cuando un gran arco de fuego apareció. Su resplandor casi blanquecino me dejó cegado. Segundos después, cuando mi vista logró acostumbrarse a aquella excesiva luminosidad, mis sentidos quedaron atrapados por la más bella y fascinante de las visiones. Hasta ese instante todos los encuentros habían quedado perdidos en mi memoria, el porqué precisamente mi contacto con las Salamandras quedó aferrado a mi es un misterio a desvelar.

Monelle/CRSignes 09/11/06

Un sueño y un vals impregnados de lavanda. De Monelle

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El sonido de los pasos desapareció al tiempo que la suave fragancia de lavanda que parecía perseguir siempre a su abuela. Los sones irreconocibles y en ocasiones estridentes de la bailarina de porcelana con su caja de música, un vals de las flores sin compás, no han conseguido que la niña se rinda al descanso de aquella tarde lluviosa y apagada.
Asoma sus manos entre las sábanas, toma su muñeca y la besa. De un salto la coloca en el suelo. Tiene que esquivar los juguetes para no romper ninguno de los que en sus travesuras desperdigó por tierra.
¡Qué la música no pare! Antes de que se extinga la última nota, gira la llave con fuerza.
Descorre las cortinas, enaltece la luz que entra. Se distrae con el reflejo de las gotas proyectadas que insinúan sombras danzantes en la pared. Corretea hasta el armario. Se sumerge en las prendas que huelen a lino, manzana, jabón y lavanda. Revuelve los cajones, registra los bolsillos, encuentra los saquitos bordados rebosantes de espliego. Desparrama el contenido de uno de ellos lanzando las flores sobre su cabello.
Comienza su aventura. La lluvia se intensifica y aquellos estúpidos reflejos cuentan historias de parajes verdes y riveras, amores imposibles de bailarinas y princesas. Saca del armario: trajes, bisutería, zapatos y se los prueba. El aroma de la lavanda la estimula.
De repente, las gotas y sus reflejos parecen vibrar, se despegan del cristal, lo traspasan y por un momento revolotean formando arcos y círculos de luz de brillantes colores que fintan alrededor de ella.
Es el vals de la flores —exclama, —es la música que resucita el cuento.
Sueña que es la bailarina. El soldado de amplia boca, rodeado de mazapán y frutos secos, aguarda en su cesto y suspira por ella.
Siente su voz cascada que le dice que será suya, que su perdición es no verla, que necesita disfrutar de su baile para no morir de tristeza. La niña danza para complacerle y sonríe mientras suena el vals. Se entrega al juego con las sombras y los reflejos.
Cuando la puerta se abre el perfume del espliego y la música regalan a la abuela una ensoñadora escena que le dibuja en el rostro la más amplia de las sonrisas.
La música se detiene y el sonido seco de una nuez al romperse quiebra el silencio.

Monelle/CRSignes 07/11/06

El abrazo. De Marola

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Le parecía una gran estupidez lo que iba a atreverse a hacer aquella mañana de invierno, pero hacía muchos años que deseaba con todas sus fuerzas hacerlo, el pensamiento de la estupidez le había frenado siempre, pero ahora pensaba que haciendo una finta a la vida podía hacer lo que más deseaba. Quizá sería su perdición pero se lo tomaba todo con mucha filosofía después de los terribles momentos que había pasado desde hacía unos meses.
Todos pensaban que había sido una travesura pero a él le daba igual, solo había habido una persona que gracias a su positividad, su entereza lo había hecho enaltecer de aquella situación, animándolo siempre.
Quería pasar por debajo del arco de Triunfo de Barcelona, lo quería hacer con una pancarta en el cuello pidiendo que la gente le abrazara, le dijera en ese preciso instante que es lo que sentía teniendo a alguien entre sus brazos. Quería sentir en su piel que es lo que se siente queriendo a alguien, porque él, por extraño que parezca, jamás había sentido un abrazo. Huérfano desde los seis meses estuvo viajando de orfanato en orfanato sin amor, cariño o estima por parte de ninguno de sus tutores. Así fue como Raimundo sintió el abrazo. Lo hizo, y en aquellas dos horas que estuvo abrazándose con la gente sintió el mayor gozo jamás sentido, se fue orgulloso y contento a descansar de aquella proeza que siempre pensó que no podría conseguir. ¡Qué fácil ha sido! Exclamó mientras recorría el camino a casa, y que sencillo poder abrazar a la gente, lo que no comprendo es como cuesta tanto demostrar una cosa tan sencilla y tan barata.

Marola 07/11/06

Pensamientos antes de dormir. De Suprunaman

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La vida consiste en fintar el máximo tiempo posible a la muerte. La estupidez humana nos hace pensar que sólo existen los malos momentos y esto nos lleva a la depresión, a la perdición.
La concienciación social también nos prohíbe realizar travesuras, actos en ocasiones alocados que enaltecen nuestra condición de seres pensantes. Hay que seguir la corriente.
Me quedan ciento cuarenta y dos palabras para terminar este texto y no se que decir además de que me falta la palabra arco. Menudo texto estoy haciendo. Monelle, lo siento, no lo haré más. Si queréis os puedo cantar la canción de “mi carro” de Manolo Escobar a ver si de esta forma acabo con el espacio que me queda. Por cierto, todo el mundo habla de las elecciones catalanas y el tripartito, de Marbella y las estafas inmobiliarias, de la próxima ejecución de Sadam Husein…
Si tuviera que escoger una verdura para describirme en estos momentos os diría que soy un tomate. Y si fuera un animal sería una hiena porque casi me estoy atragantando de la risa escribiendo este galimatías surrealista.

-¡Corten, corten! Hagan el favor de llevarse de aquí al perro verde que seguro que se ha fumado un poleo antes de venir.

Si os ha gustado me alegro y si no… así es la vida.

Suprunaman 07/11/06

Anatomía de la indiferencia. De Aquarella

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Algunas veces tengo la urgente necesidad de creer en la supuesta inteligencia del ser humano, enaltecer la bondad que se le adjudica por naturaleza, incluso pensar que la generosidad aún existe... tarea que resulta cada vez más difícil. Basta con mirar alrededor, ver simplemente las noticias, para comprobar el deterioro en el que nos vamos sumiendo con la mejor y más bobalicona de las sonrisas. Hoy vais a permitirme una travesura, casi una maldad, porque lo que debería ser un relato cómico, o un cuento erótico tal vez, ha decidido por su cuenta convertirse en una crítica constructiva, y no me he sentido capaz de llevarle la contraria.

Ha llegado noviembre, precursor del agosto de los que venden y la perdición de los consumistas, es decir, la simbiosis perfecta entre la publicidad más inútil y las necesidades que menos se necesitan. La estupidez colectiva se camufla bajo un aluvión de luces en las calles, hipnóticos escaparates, dulces navideños y esa felicidad de plástico que pretendemos comprar a golpe de tarjeta... mientras el arco del dolor se sigue tensando y se desestabilizan todavía más las almas insatisfechas. Se intercalan anuncios de cava, turrón y juguetes con imágenes de niños hambrientos, tan acostumbrados estamos que ya casi no se nos encoge el estómago al verlo, ni siquiera los muertos de las guerras nos duelen; sí, “haberlos haylos” como las meigas, pero están tan lejos...

A veces creo que el mundo gira en el sentido contrario al que debería hacerlo, ha perdido la órbita coherente y vaga sin rumbo por el vacío de la indiferencia ¿cómo es posible que no nos demos cuenta? El calendario me dicta una sonrisa festiva, pero yo escribo una lágrima silenciosa, y no por el consabido anuncio que volverá a casa como siempre por esta época. Éste año le he hecho una finta al puñetero anuncio y me he adelantado... sólo al anuncio, porque me temo que turrones y mantelerías navideñas ya están en las tiendas.

¿Qué si odio la Navidad? ¡Claro que no! Es solo que me da ganas de vomitar la hipocresía que la rodea... de hecho, seguro que dentro de un mes me ha abducido el sentir general y os estoy deseando felices fiestas.

Aquarella 06/11/06

Los elementales. Capítulo catorce: Casi un cuento de hadas. De Monelle

En un rincón del bosque una puerta aguardaba su apertura, precisamente a la hora en el que los seres de luz dejan de ser visibles. Una cosa curiosa ocurre cuando quiero pronunciarme sobre los silfos, soy incapaz de narrar lo ocurrido pese a que mi recuerdo se presenta con total nitidez. Vislumbré el acecho hostil de mis pasos. En un pequeño claro desplegué el ajado escrito, situé las ofrendas en cada uno de los puntos cardinales y comencé a leer:

“Rey invisible y terrible
que habéis tomado la tierra por apoyo y
socavado los abismos
para llenarlos con vuestra omnipotencia
vos, cuyo nombre hace temblar las bóvedas del mundo;
vos, que hace correr los siete metales
en las venas de la tierra,...”

La belleza se me presentó en forma de Silfos, ¿no era lógico pensar que la fealdad debía permanecer oculta en las entrañas de la tierra? Temí despertar algún tipo de hecatombe con el conjuro.

“...Vos que ocultáis bajo la tierra,
en el reino de la pedrería,
la maravillosa simiente de las estrellas,
venid, reinad y sed el eterno dispensador de las riquezas
de que nos habréis hecho guardianes!!!
Amén”

Una espesa e iridiscente neblina eclipsó al sol. Alguien tiró sutilmente de mi túnica, era un anciano que me dijo:

“Bienvenido. Permítame que me presente. Entre el abismo del universo etéreo y el mundo de las sombras en dónde conviven larvas y espíritus apátridas, le saludo. Soy Wamba rey de gnomos, duendes, hadas y demás seres de luz. Hemos aguardado con paciencia su visita. Ahora déjese llevar.”

Disculpad, no es una calumnia pero tan solo recuerdo fragmentos inconclusos sobre el interior del reino de la tierra.
Tarde comprobé que Edgar, uno de mis aprendices, quizás el más rebelde y problemático de todos se encontraba allí junto a mi. Debió seguirme al bosque cuando flanqueé hasta aquel lugar gracias al conjuro, pero no quiso viajar conmigo en el regreso. Apenas si vislumbré un alegre gesto de despedida con el que me invitaba a marcharme sin él. Nunca más le vi, ni tan siquiera pudo dar cuenta de su paradero, aunque hubiese querido me habría resultado imposible. Es la única imagen clara que tengo del intra mundo: jugando en acelerada carrera, Edgar, perseguía pequeñas criaturas aladas mientras canturreaba canciones infantiles de su tierra. ¿Quién sabe? Tal vez aún comparta con ellos su suerte. Aún siga allí.

CRSignes/Monelle 02/11/06

De reyes y dragones. De Suprunaman

Había una vez un reino cerca de las montañas del Monte Perdido. Cierto día llegó a estas tierras un peregrino, tenía la tez muy blanca, sujetaba un cayado con la derecha, su vestimenta era lúgubre y sombría.
El peregrino iba adentrándose al reino en dirección a la plaza central, su paso era lento. Los ciudadanos lo seguían con la mirada. Al fin llegó a la fuente y elevó los brazos al firmamento:
¡Escuchad ciudadanos del reino!
Pronto a su alrededor se formó una multitud.
Sólo soy un mensajero, dijo.
Una gran nube oscura apareció entonces en el cielo cubriendo el iridiscente sol.
Una hecatombe está a punto de caer sobre vuestro pueblo. Pronto un ejército de hostiles guerreros invadirán vuestro reino, los que sobreviváis seréis sus esclavos.
¿Qué sabes tu de eso brujo? —dijo el rey que estaba entremezclado con sus súbditos.
Lo he visto en las estrellas Majestad —dijo éste.—La única manera de evitar este desenlace trágico es que desposéis a vuestra hija conmigo, yo haré un hechizo que hará infranqueables vuestras murallas.
Ah, ya te he descubierto, maldito calumniador. Apresadlo —ordenó el rey.
Pero el brujo hizo un sutil movimiento con su cayado y desapareció tras una nube de polvo.
Pasaron tres días, las trompetas dieron la señal de alarma, un ejército muy numeroso avanzaba con paso rápido hacia el castillo. El rey palideció. Desde su ventana pudo divisar al astuto mago seguido por un ejército de demonios. No pasó mucho tiempo desde la paz del reino a la lluvia de flechas que ahora lo sacudía.
La batalla llegaba a su fin, el ajado estandarte de reino estaba prácticamente rendido.
¡Oh! Dios, rogó el rey, no permitáis que caigamos en manos de estos despiadados demonios. En ese instante se oyó un grito desgarrador y desde el infinito apareció un ejército de ángeles montados en bellos dragones. Inmensas ráfagas de fuego impactaban en los agresores que ardían hasta desintegrarse. Una vez apaciguado el lugar, el capitán de los ángeles visitó al rey que les agradeció su ayuda. El brujo fue apresado por los ángeles y metido una caja hermética que se enterró bajo un monumento que el rey hizo construir en honor a los ángeles de la orden del dragón.

Suprunaman 01/11/06

Bienvenido a la republica particular de mi casa. De Mon

Y a Mikea.

Erase una vez unos niños que tuvieron que ver a sus padres en sillas de ruedas, sin brazos ni piernas ni perrito que les ladrase, a Rusty se lo llevó una bomba traicionera ubicada justo debajo de los mismos huevos del padre, huevos que resultaron ajados tras haber sido capado a ras de pubis. El pobre perrito, tan bondadoso él, ¿qué culpa tuvo de pertenecer a una familia de inocentes que unos hijos de puta asesinaron? Iridiscentemente podríamos decir que se trataba de sutiles independentistas que no querían pertenecer a un determinado país, pero noooo niños, dijo un hombre que se reía diabólicamente, “solo son hombres que matan sin ser castigados” “solo son hombres que por matar a tus padres, abuelos, hermanos y amigos vienen a mi casa para negociar si van a ser 2 o 3 años de cárcel, no más”. Y por eso no quiero que penséis que estoy loco ni que profiero calumnias hacia los que no piensan como yo, sencillamente os aconsejo que veáis y leáis fijamente todos los medios de comunicación que yo mismo he comprado y os enviéis mensajes de móvil entre vosotros como yo lo hago, ah, y si os queda tiempo podéis seguir el Open de Golf—os que hace tantos años se disputa en los incontables campos del Noroeste de la república particular de mi casa, donde todo sobra y se ríen de los pobres.
Este es un cuento donde no hay reyes, príncipes ni princesas, solo hay fantasmas, es un cuento, que bien podría ser de miedo o parecer una hecatombe, que cada vez da más risa y al que prefiero que nunca pertenezcáis…—dijo la sombra.
Entonces, preguntó un niño, señora sombra, si el cuento ya ha terminado ¿podemos ir a YamIkea a comprar pancartas hostiles?Claro niños, dijo la sombra, id, id a llenar los bolsillos de esos hombres y mujeres gordos que talan bosques del Norte de Europa y Sudamérica, id que así vuestras familias que tradicionalmente han trabajado los muebles con sus manos tendrán que ir a montar matasuegras a China por 3 euros al día.
Y se fueron, el hombre de la sonrisa diabólica, Don Hipoteca y un hombre pequeño con bigote y gafas, al que llamaban el Nazareno por su afición a las coronas de espinas, a una casa de putas donde cantaba la mujer de un famoso político, todo a gastos pagados.
Los niños se quedaron inmovilizados ante el panorama, formaron un corro y entre risas pedorretas y cortes de mangas cantaron:
“Viva la gente, la hay donde quiera que vas
viva la gente, cada vez nos gusta más,
los tontos, las tontas y una Mirinda y al parque a mear,
vamos todos juntos que esta historia es muy real”

Mon 01/11/06

Cuentos para el siglo XXI. De aquarella

Se abre bruscamente la puerta del despacho y observa atónito como entran en comitiva algunos de sus trabajadores. Se quita las gafas, las deja encima de la mesa y dirige una inquisidora mirada a sus interlocutores
¿Conocéis la sutil diferencia entre la buena y la mala educación? Es algo muy simple, consiste en... ¡¡¡Llamar antes de entrar!!!
Perdone jefe, pero tenemos un problema. Se acerca la hecatombe... los últimos estudios de mercado sobre literatura infantil son alarmantes.
A ver Sr. Martínez ¿Qué es eso tan grave que se nos avecina?
Martínez se acerca a la mesa con gesto compungido, flanqueado por el editor, la secretaria, el contable y los correctores.

No se lo tome a broma, es algo muy serio, los cuentos infantiles están en crisis; por si no lo recuerda, nos dedicamos precisamente a eso. Como no consigamos un bombazo con la próxima publicación nos quedamos sin la extra y sin vacaciones.
No seamos tan alarmistas, se acercan las navidades, los reyes... haremos una recopilación de cuentos clásicos. En estas fechas eso es un éxito de ventas seguro —la diferencia entre sus puntos de vista es tan obvia como la hostilidad que hay entre ambos.
Los clásicos ya no venden, a los niños de ahora no les interesan las aventuras de una bruja ajada y una princesa cursi... además, los personajes de siempre han perdido credibilidad...
¿Credibilidad? ¿A qué te refieres?
¡Por Dios, todo el mundo lo sabe! La bella durmiente se atiborra de somníferos porque su querido príncipe, más que metrosexual ha resultado ser un poquito afeminado. Blancanieves está haciendo una terapia para superar su adicción al sexo y los tres cerditos han denunciado al lobo por moobing.
¡Eso son sólo calumnias! —sus mejillas iridiscentes van del rojo al azul, pasando por el verde, como si fuese a darle un ataque. —¡Pero cómo puedes decir algo así de nuestros personajes! Llevan con nosotros desde siempre.
Precisamente por eso, los hemos visto crecer y en qué se han convertido sus vidas... no podemos seguir fingiendo
¡Qué desastre! Organizaremos un concurso escolar para ver que les interesa a los niños de hoy, esos adultos precoces... y convoca una reunión urgente con nuestros escritores, envíales un e-mail, que en el asunto ponga “Cuentos para el siglo XXI”
Ya sólo en el despacho murmura, Hada madrina, no me abandones.

Aquarella 31/10/06

El bueno, el malo y la princesa De Suprunaman

Hubo un tiempo en el que existieron princesas, caballeros y magos; esta historia viene a narrar uno de aquellos años.
Dícese que se, que detrás de una gran montaña, existía un reino iridiscente e inflanqueable por sus enemigos. Su monarca había llenado las arcas mediante la revalorización de terrenos y provocando una burbuja inmobiliaria; ello lo había convertido en uno de los reinos más prósperos del lugar en materia turística, aparta—hoteles, campos de golf, American Cup
Los jóvenes del reino se sentían ajados, pues su trabajo era recompensado con un aumento de los tributos y sin ni siquiera mejora de carreteras. Pronto no tendrían ni donde dormir porque la vivienda estaba cada vez más cara, una hecatombe se vislumbraba en el horizonte.
Hartos de tanto abuso, se reunieron los sindicatos y con gran hostilidad, con cantos y alzando enormes pancartas, se dirigieron a palacio calumniando al rey.
Al oir los cánticos, el rey se asomó al balcón y les dijo a los súbditos de forma sutil:
Queridos conciudadanos y conciudadanas, se que estáis irritados por el difícil momento económico que estamos pasando. Pero os prometo, por la gloria de Vic Shampras, que el año que viene el Madrid-Barça se podrá disfrutar en abierto, para todos, porque la verdad es que os quiero.
Los habitantes del pueblo empezaron a aplaudir de forma emotiva, algunos lloraban y se abrazaban, esa noche fueron todos a la plaza del pueblo para celebrarlo y organizaron un macrobotellón.
Aquel macrobotellón fue el inicio de una gran amistad entre el bueno, el malo y la princesa, que resultó ser comunista.

FIN

Suprunaman 31/10/06

Los elementales. Capítulo doce: Al acecho. De Monelle

Creí ver en Anna un sutil gesto de inquietud. Me acerqué hasta Julien, se le veía bastante ajado.
Julien, ¿qué desea?
Desearía...— (No haberme ido nunca), pensó para sí. —... no encuentro el beneficio a lo que hice. Espero que ahora el resultado ofrezca alguna luz.
No le creí. ¿Qué pretendía con aquella calumnia? ¿Cómo podía creernos tan ingenuos?
Un momento — reclamé silencio pues me pareció ver un reflejo iridiscente en el patio. —Anna cierra bien cuando salga.
¿Pasa algo Ricard?
Debí obrar más sigilosamente pues no encontré a nadie. No obstante hallé unas colillas.
¿Llamamos a la policía? –Anna aguardaba nerviosa.
Pidan ayuda. Temo por los pequeños...— añadió Julien.
No es necesario. Sé quién vino. Mañana arreglaré este asunto —no iba a permitir que flanqueasen nuestra seguridad.
Antes de recluirnos nuevamente y de dejar a Anna en su cuarto, comprobamos que los niños se encontraran bien. Le di un beso a mi esposa y ella respondió a la reverencia de Julien con una suave caricia en su rostro.
Ya vigilaré yo –dije.
Minutos después el teléfono sonó un par de veces antes de parar. Nos sobresaltamos.
—Por favor Julien no le diga nada a mi esposa. Enseguida regreso.
—¿Desea que le acompañe? Siento responsabilidad por lo ocurrido.

Pensamientos cargados de hostilidad hacían que la rabia me impidiese valorar correctamente las acciones de aquel payaso empapado de cine negro que, sentado en un banco del parque, aguardaba mi llegada.
¡Ricard! ¡Qué sorpresa!
¿A qué viene este numerito Joan? No tiene ningún sentido que asustes así a mi familia.
Es curioso que te acuerdes de ellos ahora y no cuando metes a un extraño en tu casa.
¿A qué te refieres? —debía averiguar si tenía algo en nuestra contra.— Irrumpes como un ladrón espiando tras la ventana y ¿pretendes ahora darme lecciones de moral?
No intentes despistarme, algo oculta ese anciano que vive con vosotros. Algo malicioso que podría provocar una hecatombe.
Te refieres al tío abuelo de Anna. ¡Valiente estúpido! No sabes nada
—Si que sé y ahora mismo me tendrás que dar...

¡Mira hijo de puta... –le agarré del cuello— …cómo vuelvas a amenazarnos, cómo te vuelva a ver merodeando mi casa, te juro que no tendré piedad de ti!
Sea por mi actitud o el tono de mi voz, Joan parecía amedrentado. Posiblemente no nos había librado de él, pero ya se andaría con ojo. Yo nunca bromeo.

CRSignes/Monelle 27/10/06

El ocaso de un sentimiento. De Belfas


Ignoro el motivo de haber nacido y si tengo en esta vida alguna misión concreta que realizar. No sé por tanto si lo que hago en cada momento está bien o mal, ni conozco el rumbo hacia el cual dirigir mi barco, hoy carente de timón. Hace mucho tiempo que un ajar de inquietud se apoderó de mi espíritu, dejándolo a merced de un destino tardío en definición.
Mientras tanto, espero una luz iridiscente en el horizonte que me indique. En los templados días del otoño que ahora nos invade, es cuando por mi cabeza bullen sueños utópicos y por mi corazón navegan deseos incontrolados.
Noto como el cielo cada día es menos brillante, veo como el azul del mar reverdece con el paso de las lunas. Percibo una brisa perezosa y tibia pululando a mí alrededor, cargada con el perfume de la añoranza y vestida con el rocío de la desidia. No siento por mi cuerpo recorrer en armonía ese dulce y sutil fluido llamado sangre, aunque intuyo que la hecatombe se va alejando en busca de un nuevo prosaico a quien arruinar.
Flanqueo la otra orilla de la vida esperando un mañana donde la hostilidad y la calumnia deserten de la estancia de esta órbita, y cedan su territorio al amor sincero y sin remilgos.
Y va pasando mi vida; hoy como ayer, posiblemente un mañana semejante a hoy. Solamente en ocasiones concretas, mi casi inalterable serenidad se turba ligeramente como el agua de un lago en el cual arrojan una piedra formando esos círculos concéntricos que se van difuminando en la superficie, eclipsados por el viento y las corrientes.

Belfas 27/10/06

Esperando el futuro. De Suprunaman

Tenía tres dimensiones gordo, gordo y gordo, lo llamaban señor Calumnia, aun no sé muy bien el por qué. Tenía una calva iridiscente donde era improbable hostilidad alguna.
Cierto día, el señor Calumnia fue a una de estas ferias medievales que hacen en los pueblos. Estaba plantado delante de una tienda que ponía: “Leo tu mano, leo tu futuro”. Le costó flanquear la cortina de la tienda, no se si he dicho lo de las tres dimensiones. Al fin, estaba enfrente de una gitana que hacía sutiles respiraciones como si de un trance se tratara.
Siéntese señor Calumnia, le estaba esperando.
El señor Calumnia estaba ya impresionado de los dotes clarividentes de la maga.
Mmmmmm… —canturreaba la gitana, —déme su mano. ¡Oh! Que veo —dijo poniéndose la mano en la frente como si estuviera deslumbrada—. Es posible que padezca usted una gran hecatombe señor Calumnia. Un consejo, no se aparte del numero siete. Eso es todo. Son diez mil.
El señor Calumnia salió de la tienda pensativo, qué sería aquella hecatombe que le podía suceder, como pudo, ya he dicho que era un tanto orondo, se sentó al suelo, ¿qué sería aquello del siete? Un papel ajado revoloteaba a su alrededor, lo cogió y leyó lo que había escrito en él; “¿tiene problemas de cabello?” Aquello parecía una señal, primero la hecatombe, luego lo del siete ¿Qué significaría lo del siete?, luego la señal. Empezó a rascarse la cabeza, a rascarse, a rascarse, a rascarse, hasta que llegó al cerebro y quedó allí tumbado y muerto. En su último aliento dijo ¿qué será lo del siete?

Suprunaman 27/10/06

El jazmín, la sensualidad y el recuerdo. De Monelle

Las máquinas arrancaron las matas profundamente arraigadas del arbusto que cubría casi la totalidad de un muro que se extendía tapando las ventanas del patio; es por ello que no tuvieron piedad de él. Mientras el fuego consumía sus ramas ajadas, aun floridas, un pensamiento me guió hasta el pasado. Recordé a mi abuelo podando con mimo aquel jazmín, mientras me contaba cómo y cuándo lo había plantado; al parecer la abuela, en el mismo instante en el que alumbraba a mamá, había notado el sutil aroma de los jazmines por lo que decidieron plantar uno para que la protegiera. Crecieron a un tiempo, se convirtió en parte de la familia. Como hecatombe hubiera calificado el abuelo la hostilidad de aquella acción; incluso cuando el destino quiso que mamá dejara de estar con nosotros, él siguió cuidando aquel arbusto. Decía que mientras su aroma se mantuviera en casa ella seguiría a nuestro lado.
Crecí flanqueando la infancia, las circunstancias así lo quisieron. La adolescencia me golpeó con fuerza, siempre estaba enamorada; la abuela lo achacaba al influjo del jazmín, para ella, su aroma contribuía a ese estado de ensoñación y calumnia que hace que nos perdamos en los ojos del amor voluptuoso y variable; me contó que su hija, mi madre, siempre fue libando de flor en flor como las abejas, y que fue por eso que yo nunca conocí a mi padre.
Pude corroborar la influencia de su perfume un día en el que, castigada por las malas notas, en un descuido del abuelo me colé en su habitación. Y allí, al abrigo de sus recuerdos enterrados bajo su cama, encontré pequeños objetos cargados de sensualidad y misterio: el brillo iridiscente de un cristal de roca que me sumergió en la mirada de mamá años atrás perdida; la suave brisa de unas prendas de gasa, gozosa caricia; un ramillete consumido en la pena del olvido con el aroma impregnado de aquellas pequeñas flores, ya estériles, con sus pétalos amarillentos y secos; y junto a ellos unas diminutas semillas que guardé.
La tarde se apagó al tiempo que la fogata. Recogí parte de aquellas cenizas y mezclándola con la tierra removida del costado de la casa cubrí las semillas que, al fin germinadas, renacen con la fuerza de antaño en espera del aroma penetrante de estas mágicas y entrañables flores.

CRSignes/Monelle 25/10/06

¡Cómo ha cambiado el cuento! De Aquarella

¿Alguien dijo que la línea entre el bien y el mal era delgada? Pues se equivoca, es una línea muy gorda. En realidad se trata de 120 kilos de buitre carroñero en forma de voluminosa mujer con malas pulgas, como la bruja malísima del cuento: Fea, ajada, gruñona, vengativa y rencorosa. Su lema: “Calumnia, que algo queda”. Que se lo digan a los pobres trabajadores que sufren su hostilidad a diario... la oración que rezan de lunes a viernes y a primera hora de la mañana viene a ser
Virgencita, virgencita, que no me mire hoy la bruja —y puedo asegurarte que se reza con auténtica fe, los creyentes y los que no los son, porque el miedo está por encima de cualquier religión.

La presencia de la bruja suele ir flanqueada por un par de esbirros –lo que llamamos estómagos agradecidos–, que vienen a hacer las funciones de escoltas. Cada día, exhibe su poder durante el paseo matutino en el que elige una víctima al azar, es entonces cuando llega la hecatombe. Todo comienza con una pregunta aparentemente normal pero, sea cual sea la respuesta, se convertirá en una trampa mortal para la presa.

Los hados del destino han querido que hoy le tocara a la nueva. La misma escena de siempre, pero en esta ocasión con una sutil diferencia, en lugar de optar por el silencio le ha salido la vena guerrera, así que en pleno discursito del tipo ”di-lo-que-quieras-porque-te-pienso-joder-igual” se ha atrevido a interrumpir
—Perdona —después de mostrar la más angelical de las sonrisas ha continuado con una frase que ha dejado pálida a la bruja – ¿Algún gesto en mi cara te ha hecho pensar que me interesa lo que estás contando?

Silencio absoluto... diez segundos de tensión, seguidos de una carcajada general, han conseguido que su mirada se volviese iridiscente, pasando por todos los colores del arco iris para quedarse finalmente en un negro escarabajo enfurecido. La huída, echando chispas y con los dos esbirros colgados de sus muslos, ha sido increíble...
Cariño ¿Se puede saber por qué le dices esas cosas al niño? ¿No podrías contarle un cuento normal como hacen el resto de los padres?
Pero si le encantan, mírale como se ríe... además, así va aprendiendo
¿Qué le gustan? ¡Si solo tiene seis meses! Anda, deja que se duerma y ven a cenar... menudo pedagogo estás hecho.

Aquarella 24/10/06

El hígado iridiscente. De Mon

Acababa de sonar un fuerte pitido, Javier ya lo había oído hacía más de 50 años, durante la última gran alarma que, al final, resultó ser un error de trascripción. Pero era el mismo pitido, sin lugar a dudas, hecho indicativo de una posible hecatombe.
Vivía en un pueblo habitado por unos 50 habitantes al norte de Extremadura, Bélices era una pedanía que había quedado en el olvido tras la incomprensible decisión de apartar el trazado de la carretera 10 kilómetros al Este flanqueando la sierra. Este hecho sutil, políticamente hablando, dejó en la más absoluta ruina a la mayoría de familias que poblaban el lugar. Pero Javier nunca quiso marchar, le placía la soledad, le encantaba oír el canto de los pájaros sin el molesto murmullo de la actividad en la polis. Odiaba las calumnias que la gente que marchó profería sobre su persona, acusándole de apropiarse de terrenos que no eran suyos, él en cambio veló por la integridad de un conglomerado, de casas y tierras abandonadas, que no producían el más mínimo índice de riqueza.
Javier era un hombre con muchas ilusiones pero se encontraba cansado, ajado, marchito, solo quedaba su hígado iridiscente para tragar con el dolor de la incomprensión y la impotencia de ver, que aquella alarma esta vez si fue real y nunca recibiría la comprensión de quienes, víctimas de su propio orgullo, perecieron bajo las garras siniestras y hostiles de una prueba nuclear descontrolada.
Hoy quizá él no exista ni canten los pájaros en Bélices.

Mon 24/10/06

Mundologia. De Suprunaman

Un largo pasillo tétrico y oscuro era el camino a recorrer para llegar al baño. Había que flanquear la pequeña puerta de madera, arrugada y arqueada.
Aquel baño no era pequeño, pero lo parecía. Tenía unas baldosas amarillentas y la sutil luz proveniente del espejo acentuaba aquel amarillo que se volvía verdoso. El suelo estaba pavimentado con baldosas hidráulicas de color negro jaspeado. Al lado derecho del lavabo una cortina salmón escondía una bañera con un desagüe oxidado. Al otro lado había un retrete con una tapa de plástico. Justo al costado de éste, se hallaba una especie de balsa de dos metros cuadrados de donde brotaba un agua iridiscente. Se podía ver el sucio fondo de la balsa. Un pez rojo grande y gordo calumniaba a un vecino mientras nadaba acompañado de una bacaladilla fina pero también enorme, había una serpiente enrollada en un tronco lleno de musgo, a su alrededor se adivinaban unas monedas de plata que parecían antiguas.
Eric oyó un chapoteo y se acercó a la balsa con temor, intentaba tener una vista general de todo aquel lugar que se le antojaba hostil. Fue entonces que de las profundidades del agua surgió una mujer desnuda que lo atrapó de los hombros. Estaban frente a frente, la cabellera rubia, la piel blanca, los ojos azules y los dientes plateados de donde le resbalaba sangre. Eric trató de dar un paso hacia atrás, pero con una fuerza sobrehumana, ella lo arrastró hacia el agua. Nadó con el muchacho entre sus zarpas hasta el fondo de la balsa. Eric palideció, el camino estaba lleno de cadáveres humanos, una auténtica hecatombe. Al fin divisaron un castillo de coral luminiscente, bajaron a las mazmorras y la sirena encerró a Eric en una jaula bastante pequeña, el chico quedó allí comprimido a la espera de su muerte.

Suprunaman 23/10/06

Punto de mira. De Chajaira

A veces, sin saber bien el porqué, acechamos a alguien cotidiano de nuestro rededor y lo atacamos vilmente día tras día, sin tregua, sin compasión, con desgarro y toda la intencionalidad.
Yo trabajo en una compañía de seguros, soy Agente de Ventas concretamente, por la mañana antes de iniciar las visitas a mi cartera de clientes, cuando aún los rayos iridiscentes del amanecer caen sobre las calles húmedas de la madrugada, nos reunimos todos en la oficina. Somos doce compañeros en total y, es después del olor del primer café de máquina, cuando parece producirse una hecatombe, aunque en realidad sólo hay una única víctima y estoy seguro que ella así lo siente.
Luisa es una chica normal, administrativa, no dice nada, ni es guapa ni fea, pero no levanta la mirada lo suficiente, gesto que la condena a recibir todo tipo de hostilidades.
De manera sutil, intenta camuflarse entre sus compañeros, buscando alguna excusa para no sentirse ajada después de las constantes burlas; bien por su torpeza o por las calumnias transmitidas al Jefe de Personal para que recaigan sobre ella los errores de otros. Siempre intentando flanquear sus puntos débiles, pero sin éxito.
Lo peor de todos es que, sin mi pesar, somos realmente conscientes de que nuestra actitud es repulsiva e intolerante, no hacemos nada por mejorar lo que para Luisa es una tortura diaria. La utilizamos para vaciar en ella lo miserable que somos, pues realmente cuando salimos de allí, nuestras vulgares y monótonas vidas, no valen nada, mientras ella, sonríe ante la libertad de saber que fuera de allí, le espera un chico guapo de enormes y tiernos ojos con una niña aferrada a su mano para ir juntos hasta el hogar que comparten. Nos corroe el verla feliz. El lunes nos encargaremos de borrarle tan cruel gesto.

Chajaira 23/10/06

Paternidad. De Ideliee

Hace tiempo que no bebo agua, ni digiero alimentos. La tierra húmeda se impregna en mi cuerpo y las ampollas empeñadas en lacerar me han doblegado.
Ella no me dio la posibilidad de huir. Aún siento sus manos ásperas cubriendo mi piel de barro. ¡Pensar que me hizo tanto bien! Su cintura se resbalaba hasta hacerse sólida. Era cuestión de concentrarse. Por eso nos fuimos lejos, a un sitio recóndito donde no pudieran molestarnos. Recogí los materiales, agua de manantial y otras herramientas, la puse sobre el platón y me desnudé para atraer la energía. Ella se asustó al verme dar brincos a su alrededor simulando un ritual, exteriorizando mi alegría, la consagración del arte en viva tendencia de la realidad. Se hizo un ovillo. El volumen de sus nalgas resaltaba a la luz de la antorcha.
No puedo negar lo excitante del momento. Pulí los últimos detalles y mi experiencia fue única. Ella se quedó tendida, inmóvil, esperando que yo terminara. Luego la abracé exhausta y medio inconciente para coaccionar su piel con mi temperatura.
Los rayos de sol husmearon en las ranuras de la cueva. Mis articulaciones estaban recias. Desperté y sus manos cubrían mi piel con pedazos de barros arrancados de la suya, humedecidos con agua. Ella en cambio se había vuelto flexible, radiante y algo humana, emitía chillidos faltos de desarrollos. Terminó de cubrirme. Me sentí tieso como una estatua. Cuando se percató que mis ojos estaban mirándola desató su mal humor lanzándome al suelo y me dio con sus pies fuertes golpes hasta dejarme tirado en el pantano.
Ahora yo no importo mucho. Debo alertarla de los peligros que le acecharan sino regresa a buscarme, de lo importante de la paternidad, de lo imprescindible que es mantener la inmovilidad para sobrevivir.
Puede que el dolor la haga regresar cuando sienta que se vuelve placer dentro de sus entrañas. El mundo es tan ubicuo que nos podemos encontrar en cualquier circunstancia, aun dentro del pan…ta...no…

Ideliee 24/10/06

Ubicua involuntaria. De Edurne

Situaciones en las que nos vemos envueltos sin quererlo, y en las que debemos introducir una buena dosis de humor para salir airosos de ellas.

Como la realidad con la que me encuentro yo cada año en mi bar.
Regento un garete de noche, un club musical muy ameno situado en un recóndito y estratégico lugar de la ciudad, al que acuden cada verano gentes de todos los rincones del mundo. Tengo mis clientes habituales, como cabe suponer, pero a altas horas de la madrugada también reciben mi cobijo aquellos que con su enturbiada mirada ebria, después de retozarse por el barro de la noche, necesitan una última copa y concluyen su deambular en mi local.
Cada año desde hace cinco, en mayo, me visita a diario una pareja con asiduidad. Los dos, Bruno y Georg, son más felices que unas pascuas, radiantes de alegría porque saben que en mi casa no hay miradas suspicaces hacia los que se atreven a salir del armario. Pasan las noches, una detrás de otra, bebiendo, riendo y disfrutando como locos … se aman con la libertad que les ofrece mi guarida y vuelven a su país con el recuerdo de unas vacaciones geniales.
Pero… En septiembre vuelve Bruno, con su mujer y su hija. La primera noche que llega me abraza y en mi mirada confirma que no existe la posibilidad de un desliz, me conoce y sabe que jamás voy a lacerar la integridad de su familia. Saludo a Jenny y a su hija, orgullosas de tener un marido y un padre tan genial, felices de ver que tienen buenos amigos en España. Sí, somos buenos amigos, los amigos están para eso, allá cada uno con su conciencia. Se siente a gusto y a salvo con mi complicidad, aunque jamás hemos hablado de ello.
Observo a Bruno, su actitud tan distinta en mayo y en septiembre. Con Georg se le ve a sus anchas, risueño y enamorado, compartiendo caricias y carcajadas. En sus gestos se advierte con claridad que no finge, está enamorado.
Con Jenny es la educación y la seriedad personificadas, controlando a cada momento sus reacciones y procurando no apartarse de los cánones preestablecidos.
Nos vemos en mayo, Bruno, ¿hasta cuándo durará esto? ¿Podrás controlar la situación? Te deseo lo mejor.

Edurne 22/10/06

¿La vida al revés? De Aquarella

Sigo sin comprender esa mirada, mitad amor mitad lástima, la que seguramente se le dedica a un ídolo de barro que os ha decepcionado, pero ¿en qué? Mi culpa, no ser como esperabais que fuera, mi castigo, esa mirada que me lacera el alma. Todo el mundo tiene cambios de humor, pero interpretáis los míos como parte de una enfermedad que me hace diferente, me aleja de lo que se considera normal... ¿Quién decide los valores de la normalidad?

En lo más recóndito de mi ser sigue latiendo la misma pregunta ¿Por qué yo no soy igual? No sé hablar como vosotros, pero me hago entender, aunque no sea con palabras. También comprendo lo que decís, por eso me duele que habléis delante de mí como si no estuviera, no pudiera oír o fuese incapaz de entender... en esos momentos me gustaría gritar ¡estoy aquí! Parece mentira que no os deis cuenta.

Me gusta la lluvia, me tranquiliza ver llover. A veces, cuando me quedo ensimismado mirando las gotas que brillan en la luz de la farola, os oigo decir

Mírale, tiene la mirada perdida... ya está en su mundo otra vez.

¿Mi mundo? A lo mejor resulta que tengo el don de ser ubicuo y puedo estar en varios mundos a la vez. ¡Menudo chollo! ¿Y si resulta que yo soy el normal y vosotros sois los raros? Existe esa posibilidad ¿verdad? Algún día tendréis que explicarme qué significa eso de que soy autista y veo la vida al revés.

Aquarella 22/10/06

Los elementales Capítulo diez. El Rey y el pecado

Me sentí abrumado ante la posibilidad de un cambio en el humor de Anna, al poderse sentir incómoda después de mis palabras, pero no fue así. No tardó en regresar.

Y ¿su esposo? ¿No viene con usted?

Rescaté de mi bolsillo el manuscrito con los conjuros y lo deposité a vista sobre la mesa.

Anna, la fuerza que me trajo hasta aquí nace de la Kábala. Cuentan que Adán fue rey y señor de los elementos. Por aquel entonces el hombre, dominado por la bondad y la inocencia, se relacionaba con los seres que habitaban cada uno de los elementos en ubicua armonía. Los silfos del aire, los gnomos de la tierra, las ondinas del agua, y las salamandras del fuego compartían con él todos los bienes. Pero al ver a su rey sucumbir a la tentación y al pecado, sintieron lacerada su confianza y ante la traición lo abandonaron. Desde ese día no se ha cesado en la búsqueda para recuperar el contacto perdido. Necesitamos de la unión con los elementos para subsistir en paz. Por si eso fuera poco, los seres elementales se han resistido a recuperar el contacto por miedo a verse contaminados. Debemos proteger el poder que nos acerca hasta ellos pues, en manos equivocadas, podría significar un desequilibrio de las fuerzas naturales.
Por separado, cada uno de los conjuros no tiene más que el valor de un contacto fugaz, como el barro que se desliza entre los dedos, pero juntos la cosa cambia. No pude corroborar que el manuscrito perteneciera realmente a su propietario, tenía un aspecto lamentable, como si durante años hubiese estado en un lugar recóndito; la humedad y los insectos habían alterado su integridad, por lo que determinados pasajes no quedaban del todo claros. Una pequeña reseña precedía aquellos poemas mágicos. Sin dudarlo me introduje de pleno en su análisis, no hubiera sido la primera vez que me engañaban, y posteriormente en su estudio. Pero a simple vista, los símbolos que acompañaban aquellas páginas no daban motivo de duda. Tenía, ante mí, un trabajo magnífico realizado con una delicadeza admirable. Me sentí tan fascinado que, en las noches siguientes, apenas si dormí. Conseguiría aquellos poderes fuera los que fuese. Esa fue mi determinación.

Monelle/CRSignes 19/10/06

Un demonio en mi casa. De Suprunaman

Iba con el coche escuchando un programa de humor que hacen por las mañanas. Pulsé el mando y levanté la persiana del garaje. Una mancha negra traspasó raudo hacia el recinto. Aparqué y cogí la escoba para espantar a aquella criatura. Era un gato negro, estaba escondido detrás de la fotocopiadora, “chuso, chuso” le dije, arrastré el aparato, había desaparecido. Arrastré más la fotocopiadora y vi una pata y un rabo, inmóviles, cabía la posibilidad de que le hubiera aplastado la cabeza. “Recemos un padre nuestro por él”, pensé. Se movía, tal vez sólo se hubiera lacerado una pata y le agarré del rabo para sacarlo. Pero él corrió todo lo que pudo escondiéndose en un recóndito lugar, al fondo de una estantería, casi pude ver su estela. “Maldito gato de mierda”, le grité. Entonces decidí llamar a mi abuela:
Abuela, que ha entrado un gato negro en el garaje.
¿Y que quieres que haga yo?
… No lo se.
Volví dentro con la escoba y le aticé un par de golpes a ver si se marchaba pero… “Ffffffff” me dijo enseñándome las uñas. “Si no es por las malas, a lo mejor por las buenas…” llamé de nuevo a mi abuela.
¿Abuela, porque no me bajas un trozo de pan con leche? Pondré unas cuantas migas en dirección a la calle, tal vez esta sea la forma.
Pasaron quince minutos y subí las escaleras a ver que hacía la abuela. Preparaba un potaje con madalenas y zumo, parecía barro.
Abuela, que no quiero que se quede a vivir aquí.
Cogí el pan y la leche y volví a aquel lugar. “Fffffff” otra vez.
Joder, no voy a conseguir echar al gato. Ya lo tengo, llamaré a la policía.
Policía, ¿en que puedo ayudarle?
Es que ha entrado un gato negro en mi cochera y… -colgó el teléfono.
Entonces sucedió un milagro, apareció por allí una amiga.
Ten cuidado Ana, es un demonio.
Al acercarse al gato, este volvió a gruñir “ffffffffff”.
Tienes razón, habrá que exorcizarlo. Abandona este cuerpo de gato demonio. Yo te lo mando. ¡Abandónaloooo…!
El gato estaba ubicuo en todo el lugar, se mordía la cola, se retorcía de dolor.
¡Ten agua bendita!
Y empezó a mojarle la cara. Por fin el gato salió disparado hacia la calle y pude descansar de tan agotadora tarea.

Suprunaman 17/10/06

El romero, el engaño y la muerte. De Monelle

Una corriente helada me sacó de la ensoñación y ahuyentó los efluvios de tu recuerdo, para hacerme retornar a la realidad que te alejaba lacerando mi ánimo. Largas horas de vigilia en las que soñábamos despiertos, única posibilidad que nos permitían para mantener el humor. Cualquier ruido encogía nuestros corazones, revolvía nuestra voluntad. En lo recóndito del pensamiento, en ese momento cuando éste nos evade de la verdad, el miedo desaparece convirtiendo a la muerte en la amante soñada. Quizás, no debimos abandonarnos tanto al ubicuo pasaje de los deseos, pero ¿qué más podíamos esperar cuando todo ya estaba decidido?
El muro se extendía envolviendo el campamento. Fuera de él la vida cobraba mayor valor. Setenta y dos horas de guardia. En ocasiones imaginábamos que el paso de las tropas enemigas era en retirada; entonces, nos sorprendía el siseo de una bala perdida, o el vuelo de un ave espantada.
El viento mecía las ramas y las hojas de los árboles. Mientras, el sol continuaba con su deambular transformando las sombras, ora en monstruosos, ora en los cálidos trazos de tu presencia. La lluvia, copioso encuentro del agua contra un suelo seco, tuvo mucho que ver en nuestro primer encuentro. El aire invadido por el olor de la tierra al fin humedecida, había pasado a suavizar su aroma mezclándolo con el del romero y otras hierbas aromáticas. No me sorprendió comprobar que tu cabello, repleto de diminutas flores lila, desprendía el mismo aroma hipnótico, excitante. Contrastando con el reflejo de tu negra cabellera, las nubes se trasladaban veloces, como un telón que anunciara el final de la función. Fue entonces que volvió a mi, empujado por el viento, tu perfume.
La lluvia persistente, que había convertido la tierra en barro, deshizo las matas de romero desperdigando en todas direcciones su olor. Me atrapó al instante velando mis sentidos con su fragancia. Penetró al tiempo que la bala se alojaba en mi. La muerte usó del engaño para evitar mi pelea. Su negro manto simulaba tu cabello, los ruiseñores falsearon tu voz, solamente el aroma del romero fue cierto. Desperdigada por el viento, aquella fragancia me transportó hasta sus brazos en la dulce entrega del último suspiro. Pero aunque cree haberme engañado, siempre seré tuyo.

Monelle/CRSignes 15/10/06

En la ventana. De Fledermaus

Se encendieron las farolas. Con aquel temblor tenue, de un pensamiento que tantea la posibilidad de no encenderse. El cielo plomizo pareció ensombrecerse entonces.
A través de la ventana, el suave tiritar de las hojas de los árboles desprendían las cosquillas de una película muda. Sabía del frío del exterior. Veía los charcos y el barro tatuado, por el pasar de los neumáticos.
El prado estaba empapado; la lluvia se había quedado durante todo el día. La habitación y toda ella estaban impregnadas de una voz que ya no existía…

¿Cuál era su humor? ¿Se había dejado vencer por él, o lo había provocado? Si le hubieran preguntado cómo se encontraba, no habría sabido qué responder. Era un alma ubicua de sentimientos. Y confabulaba con su paz mientras afilaba sus reproches; y sentía la piedad por el caracol que trepaba en el cristal, y se regodeaba en el desprecio de ver a su vecina lamentarse ante la colada, que debería ser lavada y puesta a secar de nuevo.

El cristal helaba las yemas de sus dedos. Caía la noche despacio, como una niebla espesa. En silencio y sin pausa, en una invasión sutil de una guerra ya perdida.

En el fondo de su alma deseaba encontrarse en París, en una recóndita plaza sin nombre, en otoño de un año recordado con nostalgia. En realidad no. E imaginaba el sueño que en el fondo de su ser, no deseaba.

Pronto ya no habría nada que ver por la ventana. Los latidos del corazón lacerado, eran imperceptibles a su consciencia, y sin embargo, vivía. Y era feliz. Sentía vergüenza ante aquella posibilidad y corría a envolverse en los males del mundo. Sufrimientos que no conocía. Enfermedades que no padecía. Horrores que no viviría. ¿A qué esa locura?

Una voz, tan siquiera eso ya. Como quedarse clavada en el muelle esperando un barco hundido. Esperando ¿qué al fin? Si la vida desgranada le caía despacio de los cabellos y de los vestidos.

Se apagó el mundo y pareció entonces que siempre había sido así de oscuro. Ya no había nada que ver.

Fledermaus 15/10/06

Los elementales: La otra realidad (Cap.8). De Monelle

Me entretuve observando los papeles. Desgraciadamente nunca alcanzaría a comprender lo que impulsó a mi hermano en su traición, ni el porqué me envió aquella advertencia.
Pasé la mañana encerrado, necesitaba lacerar mi culpa. Si hubiera entrado alguien, no me habría visto con el suficiente humor como para contestar a ninguna pregunta. Y aunque era una quimera creer en la posibilidad del reencuentro, deseé nuevamente un milagro.
En mis manos había tenido el poder. Por unos segundos el destino me perteneció. Con un solo gesto, pude hacer desaparecer todo resquicio de vida, reculando a los orígenes de nuestro mundo, de un salto y sin retorno. Pero me perdió el egoísmo, y creyendo poder conservar el don que se me había concedido, sólo pensé en mi.

La lluvia había embarrado el patio y aquella materia informe, que servía de improvisado juguete a los pequeños de regreso ya, me devolvió a ese recóndito pasaje de mis pensamientos del que tan sólo pude salir al sentir unas risas infantiles a mi lado.

Julien, disculpe a los niños, pero es hora de comer algo —Anna me miraba con ternura desde la puerta.
Gracias, ahora mismo voy.

Observé las huellas que el barro dibujo en el suelo al paso de los pequeños. Y como si de una senda abierta al pasado se tratara, comencé a urdir un plan. Durante la comida me mostré cortés pero distante, posiblemente pensaron que aún me sentía afectado por los descubrimientos, y en el fondo me convenía que así fuera. Tal vez por eso, aquel día, ya no volvieron a molestarme.
De camino al patio, evocaba el momento en el que realicé el salto, cuando me transformé en un todo con la natura, incluso se me concedió el don de la ubicuidad.

— Ojo con lo que haces muchacho —y allí me encontraba de nuevo, en el día de mi partida.
Perdón maese di Ajaccio, estoy nervioso.
Déjalo ahí y escucha. Esta madrugada, antes de que la luna salga, te espero aquí mismo.

Era como verme fuera del cuerpo. Nuestras miradas contenían la misma energía.

Al introducir mis manos en el charco, regresé. Pero cuál era el momento real. Sentí la suave amalgama, de agua y tierra, en contacto con mi piel. Comenzaba a dudar de mi cordura. Apreté fuertemente el puño, moldeando mi rabia al constatar el porqué me había tenido que enfrentar solo al conjuro.

Monelle/CRSignes 12/10/06

Viaje a Marte. De Suprunaman

Jonh se lo tomaba todo con humor, en la guerra es mejor así. Pero esta vez estaba jodido, habían buscado sin descanso las armas nucleares en una recóndita base en Corea. Recuerda cómo corría intentando huir de las ráfagas de las ametralladoras, al fin cayó al suelo. Todo el mundo se preocupaba por salvar su propio pellejo. Jonh se había lacerado una pierna, o las dos, no lo tenía demasiado claro. Había gritado y pedido ayuda a sus compañeros de armas, pero esto era una guerra.
Los militares coreanos se le acercaron de forma hostil, le insultaban y escupían, una lluvia de golpes y patadas le cayeron encima; malditos coreanos, parecía que tenían el don de la ubicuidad, estaban en todas partes. Se hallaba tirado en el barro, la posibilidad de llegar a su arma era nula. En los ojos de aquellos orientales pudo ver sus pocos escrúpulos. Un tiro no casual terminó con su vida en una recóndita base de Corea.
Varios días después despegaron desde Corea unos misiles nucleares en dirección a las grandes capitales del mundo; los imperios como Estados Unidos, Rusia, Francia y otros respondieron lanzando sus bombas. Los turcos creyeron que era una buena oportunidad para quedarse con el mundo así que también se fueron a la guerra.
Así fue como acabamos poblando Marte.

Suprunam 11/10/06

Otra vez, lo mismo. De Fledermaus

Al despertar, a la hora marcada y sin posibilidad de eludirla, la mente del ser se presenta en un estado de árido terreno desolado. Propicio para pensamientos propios. Se procede a inyectarle de inmediato una dosis de felicidad leve. “Otro día, otra magnifica oportunidad de aprender.”
El ser es aseado y se le conduce al comedor, con los demás, donde se procede a su alimentación. Cada cual tiene su lugar asignado. Los compañeros de mesa no importan. No existen parientes ni amigos. Cada ser, es derivado del original, y hereda de sus semejantes de nivel superior algunas leves mejoras. Modificaciones genéticas para evitar la deformación por abuso de los mismos patrones originales. Fue consejo de los antiguos, que contó con el plácet del gobierno, que así se procediera: a cada generación, pues, se le añade una pequeña mejora que permiten retirar los especimenes antiguos con rapidez y efectividad. Todo un logro para evitar la superpoblación que antaño propició el agotamiento del planeta y su hecatombe.

El progreso desmesurado, el alarde de inspiración tecnológico, resultó ruin para nuestros ancestros, puesto que no vino acompañado de un progreso de su humanidad. Fueron bestias, egocéntricas e hipócritas. Impotentes para aprender y descubrir la propia soga que se anudaban al cuello. No hubo escalo en su alma, al contrario, se desplomó hacía la insensibilidad y la deshumanización a medida que los chismes fueron más feroces, más pequeños y más mortíferos.

Sí, hubo en otras épocas grandes cerebros, seres que hicieron progresar a sus semejantes, pero... ¿Cuántos soldados por cada poeta? ¿Cuántos dictadores por cada genio?

Tras el alimento, el conocimiento. Conocimiento forzado hasta el anochecer. Luego al ser se le asea y se le retira al descanso. Una inyección de felicidad leve le permite tener sueños recursivos. Y así día tras día: su condena es conocimiento perpetuo. Se aprisionan sus cuerpos y se cultivan sus cerebros. Quizás no destaque ni uno sólo, pero sumándolos todos, su riqueza nos elevará por encima de las nubes.

Y así derrotaremos a las naciones rivales. Esta vez sí, que tenemos el arma definitiva.

Fledermaus 07/10/06

UHM… De Fledermaus

Ya se ha escrito demasiado acerca de la inspiración. Y sin embargo, cualquiera que haya juntado palabras con asiduidad, recurre a ello como tema de algún texto. Los más desolados, aquellos cuyo arte les sacude la vida desde lo más profundo, suelen darle cuerpo femenino. Son románticos, amantes del sufrimiento que no sólo aspiran al logro artístico, sino que encima, se imaginan conquistando a la caprichosa dama para sí. Otros, más llanos en su imaginación, le hablan —le gritan, le exigen, y le suplican— como a un pariente incómodo que aparece cuando no le podemos atender, y que cuando le necesitamos, nos ignora.
Es bastante ruin dar entidad a un estado. Es querer liberarnos de una parte de nosotros mismos, una parte que nos disgusta. Es más fácil darle la culpa a otra cosa.
Buscar el plácet de la inspiración, como quien alza las velas y espera el viento a favor, es un error. Pues de allá fuera no aparecerá nada. Es dentro de nosotros que hay todo un universo de tornados, vendavales y resoplidos. No vendrá nadie a escribir lo que tú sientes la necesidad de escribir: o lo escribes o se quedará sin saber.
Hay que arremangarse la camisa, agarrar el pico y hacerse un escalo en las entrañas, y ver qué palpita ahí. Lo más individual es, al fin y al cabo, lo más universal. Escribir lo que los demás quieren oír es hacer su trabajo sin decir nada. Intentar conocerse a uno mismo, ayuda a captar a los demás. Y escribir ayuda a descubrirse, a liberarse de las pautas culturales marcadas desde el nacimiento.
¿Por qué esta obsesión por la inspiración? ¿Por algo que, en todo caso, sólo es el 10% de la tarea de escribir? Sí, una décima parte. El resto es pura transpiración: aplicarse, currar, sudar…

Fledermaus 07/10/06

Los elementales: Una misiva (Cap.6). De Monelle

Breziers, 25 de julio del año de nuestro señor de 1209

Excelentísima Santidad.

Honrado me siento al poder comunicarle el logro de la misión encomendada.
La ciudad de Breziers arde como el infierno que acogerá las almas de los desgraciados que, tan merecidamente, han caído en este empeño. El cielo resplandecerá, al saberse libre en su gloria y magnificencia de una parte importante de la afrenta que le amenazaba.
Bien sabe Dios que hubiera sido mejor dejarlos a su suerte. Hacerles entrar en razón a todos y cada uno de ellos pero, como vuesa clementísima merced conoce, difícil es encarrilar en la inspiración a los corderos que se han salido del recto camino de sus enseñanzas.
Sigo sin comprender que frente a la amenaza del infiel sarraceno que nos arrebata, con ruindad, las sagradas tierras que acogieron al hijo redentor, tengamos que combatir también en nuestros dominios. Que hayan renegados que se burlen en el desprecio a su recto parecer.
¿Cómo pueden algunos desaprensivos creerse poseedores de la verdad que tan sólo aquel que ostenta la sabiduría, y cuya figura heredada de San Pedro primer pilar de Nuestra Santa Madre Iglesia, posee?
Indudablemente, el plácet del Maligno guía sus pasos poniendo en entredicho toda vuestra bondad.

Asaltamos sin previo aviso la ciudad que ahora se haya rendida a vuesa clemencia. Pocos sobrevivieron al envite de los santos caballeros cruzados, cuyas armas consagradas purificaron, en cada uno de sus pases, las almas de aquellos que se apartaron de la senda del bien.
Encontramos a los traidores herejes a rebujo de sus hogares descansando, como sólo aquellos parientes que viven sin remordimiento pueden hacerlo. Destruimos sus casas, rebuscamos en cada rincón para que la muerte libertadora lo saneara al completo.
Firme en vuestro mandato, fui recriminado. Se cuestionó el poder y la grandiosidad, para redimir las almas de los inocentes, del Altísimo. “Dios sabrá distinguir a los suyos” afirmé.
La sangre plaga las calles desoladas de la ciudad que arde con el fuego catártico que purgará del escalo de los herejes.
Ante usted, postro nuevamente mi espada en el conocimiento de que éste ha sido el triunfal comienzo del Apocalipsis, que barrerá de la tierra a los herejes cataros por cuestionar a Nuestro Señor en toda su grandeza.
Suya es mi alma y mi voluntad.

Arnaud Amaury

Monelle/CRSignes 06/10/06

El otro mártir Sebastián. De Naza

Te digo que eso es una blasfemia, un insulto a Dios. ¿Quién le ha dado al hombre la inspiración para plasmar su imagen divina? No, mi desolado amigo, todas las iconografías serán destruidas, sólo vengo a advertírtelo por la amistad que nos une, huye de Constantinopla, regresa a Atenas, a casa de algún pariente y mantente al margen de esta polémica. Los iconólatras, sometidos a corrientes religiosas que llegan de Oriente, cada vez tienen más adeptos y la sangre correrá por Bizancio hasta que logren su objetivo.
¿Y el rey que dice? —Preguntó Sebastián, inquieto.
León III está influenciado por consejeros que le animan a no enemistarse con la dinastía Omeya, si tuviera que tomar partido por ellos o por vosotros, creo que deberías pensar en huir.
Y tú, —insistía Sebastián— compartes ese nuevo pensamiento, ¿verdad?
La arrogancia de Juan II haciéndose pintar junto a la Santísima Virgen y a la misma altura que ella, como si fuera un igual, es un acto ruin que provoca la airada reacción de todos, incluida la mía, pero yo sólo soy un soldado y obedeceré los dictámenes de mi rey.
¿Serías capaz de atentar contra este templo? ¿Entrar con tus tropas y dar el plácet de echar a tu gente de la iglesia de Dios?

Sebastián golpeaba en ese instante la mesa de la sacristía, provocando la caída de numerosos papiros.

¿No te das cuenta de la gravedad del momento, verdad? En Sicilia y en Calabria no sólo se destruyen los iconos religiosos, además sus fieles son perseguidos, encarcelados y pasados a cuchillo en caso de oponer resistencia.
¿Me estás diciendo que emplearías esos métodos contra tu pueblo? Rafael, te conozco desde que naciste, tú perteneces a esta comunidad, te he visto escalar y triunfar en el ejercito, gracias en parte a la gente de aquí, que te ha apoyado y recomendado, has mamado los valores transmitidos por esta Santa Iglesia a la que ahora quieres destruir. ¿Harías eso? ¡Eh!
Por favor Sebastián, huid a Capadocia, allí estaréis a salvo, al menos de momento. No me hagas actuar, te lo ruego.

Sebastián actuó. Tomó la decisión de permanecer en el interior del templo, un templo repleto de fieles que con sus salmodias mitigaban la tensión de lo que se avecinaba, en el exterior una decena de soldados rebeldes custodiaban la iglesia, en la colina, un ejército cumplía las ordenanzas del rey.

Naza 02/10/06

Desconexión. De Aquarella

Se acaba el tiempo, sin embargo, aún tengo esperanza en el futuro. No en el mío inexistente, sino en el de las generaciones venideras. Mis últimos minutos los empleo en escribir, sin saber muy bien a quien dirijo mi despedida. No tengo parientes, ni amigos, la absurda sociedad en la que me tocó nacer me ha negado poder disfrutar de esas palabras, cuyo significado conozco a través de las definiciones de un diccionario. ¡Menudo logro para la humanidad! Hace siglos que somos una especie híbrida entre máquina y humano, una combinación de dígitos y letras para nombrarnos, un tiempo limitado para funcionar (antes lo llamaban vivir, qué hermosa palabra) un período de “vida” establecido previamente que finaliza en el instante estipulado, sin tristeza, con el plácet de las demás semimáquinas.

Entonces, si todo funciona como debe ¿por qué estoy llorando? Pertenezco a esa fracción de esta sociedad perfecta que, a pesar de no haberlo conocido, añora el pasado. Habitamos un mundo ruin, desolado, carente de belleza, y, en contra de todas las normas, hemos decidido hacer algo para cambiarlo. No compensa tener mayor tiempo de funcionamiento si no podemos disfrutarlo.

La inspiración que me convirtió en un ser diferente, surgió de unos antiguos archivos con los que tropecé por casualidad… se trataba de una extraña página en la que una serie de personas con curiosos nombres dejaban fotos de paisajes imposibles, cielos y mares de ensueño, algo llamado poesía, cuentos… Al principio me pareció un mundo enloquecido pero, poco a poco, me fui adentrando en él hasta descubrir que era mucho más agradable que el nuestro. No se descartaban los sentimientos como una enfermedad; incluso la sensibilidad estaba permitida. A través de ese regalo del pasado conocí a otros como yo, seres que fomentaban su lado más humano dejando a un lado la parte de máquina.

Sólo faltan tres minutos para que me desconecten y mi memoria quede reducida a nada. Escalo con tranquilidad los peldaños que me llevan a la muerte, sabiendo que he hecho todo lo que estaba en mi mano. Este mensaje, en el que incluyo el enlace a ese mundo mágico de sentimientos, llegará a mil millones de híbridos que verán por primera vez lo que hasta ahora les ha sido negado... Mi último deseo es para todos vosotros, para que no sigáis alineados:

¡Despierta, siente, disfruta, vive! Tú no eres una máquina

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Aquarella 02/10/06

Los higos, la doncella y el amor. De Monelle

Sigiloso, deja resbalar la mano por encima de su hombro. La sorprende. Un pequeño estremecimiento espabila sus sentidos. En su mano extendida, pende un obsequio, un higo verde.

Tómalo —le dice — contempla su pureza. Está limpio. Descubre su rosado y sensual contenido. Observa cómo desea tomar tu dulce boca.

Siente la mirada cargada de lasciva inspiración, y con un gesto lo rehúsa. La respiración cálida y espesa en su nuca le angustia.

No huyas, niña. Ayer estuve en tu casa y tu padre me dio su plácet para cortejarte.

Ajusta la cinta de su vestido, que levanta sus impúberes pechos, y huye. Las lágrimas no le dejan ver. La madre se cruza en su camino.

No corras, tengo buenas noticias que darte.

Y vuelve a sucederle. Por segunda vez en un mismo día le ofrecen higos tiernos. De un golpe los rechaza. Los frutos reventados contra el suelo blanquecino, dejan escapar su aroma dulzón con tintes rosáceos.
Tiene once años de edad, y aún para ella es un logro ver cumplidos sus sueños.
Al llegar a su cuarto, escucha el sonido envolvente de unos cánticos. Asoma la cabeza, lo justo para poder ver la luz de las velas concentradas en el altar de Afrodita, y el rostro complacido de su padre al abrazo rítmico de su rezo en la ofrenda a la Diosa.

Ven niña. Ayúdame a agradecer a los dioses tu suerte. Entre parientes nunca nos separaremos. Temí perderte envuelta entre los linos y las columnas de algún templo.

No puede apartar de su mente aquellos ojos tan rojos como el fruto oloroso allí ofrendado. Presiente dolor y un gesto de ruindad por parte de los que ama. No comprende que el destino la eche en brazos de la lujuria que pervierte aquello que toca. Se sabe tan frágil como el fruto que se echa a perder a las pocas horas de su cosecha.
Y aunque es una fruta resistente, teme el escalo del gusano lúbrico que la corrompa.
Afrodita, ha sido cruel con ella, de nada sirvieron sus atenciones y la entrega que, con devota admiración, le ha hecho al amparo del amor joven y galante que la espera en el jardín de sus ilusiones.
No han servido esos frutos que ahora se vuelven contra ella, y que jamás piensa volver a tomar en un destino negado al amor.

Monelle/CRSignes 29/09/06

Esfuerzos de escritor. De Suprunaman

Estaba casi tumbado en la mesa de su despacho, desolado, esperando a que le llegara la inspiración.

“… y entonces le dijo que era pariente suyo y le dio un espada de acero. Le explicó que aquella arma había sido utilizada por el mismo Crom para vencer a sus enemigos y que la usara con honor.
¿Qué quien es Crom?, el Dios de la Guerra, Crom concede un don a todos los recién nacidos: fuerza de voluntad y tesón para luchar.
… El muchacho se había convertido en un hombre, y aquel pariente suyo que un día le dio su bendición, se había convertido en un ruin fantasma hipnotizado por los señores de la noche.
…Había hecho un escalo en el muro y había pillado por sorpresa a su pariente. Lo tenía rendido a sus pies, levantó la espada de acero para darle el golpe de gracia. Su pariente comprendió su sino y le dio su plácet para que terminara con su perra vida.”

Robert, sal, la comida está en la mesa, dijo su madre.
Robert salió a regañadientes, no había hecho ningún logro.

Era el años 1932, Robert E. Howard, había creado un nuevo personaje, un héroe con fuerza, un gigante bárbaro al que bautizó como Conan. Pero eso es ya otra historia.

Suprunaman 29/09/06

Chiquiteces.* De Edurne

El gran plácet que me aporta el sostener entre mis brazos aconchados el cuerpecito chiquitito de un bebé, inflama mi corazón hasta lo indecible, esa cosita tan tierna y blandita que escala con sus deditos mi pecho, mientras sus ojitos miran y no ven, mientras su pies desnuditos se debaten en el aire…
Permanecería así una eternidad porqué despierta en mi alma esa inspiración, pariente de la felicidad, que se mezcla con mis sentidos y me aturde. Reproduce los mismos gestos una y mil veces, sin fatigar mis ojos ni agotar mis deseos de seguir observándole, caritas extrañas y movimientos espasmódicos sin lograr comprender a qué se deben.
Su mente en blanco, respondiendo sólo a estímulos externos que le agradan o le enojan, tímidas sonrisas que se escapan por la comisura de su boquita y que aparecen sólo en un rictus momentáneo, para desaparecer de nuevo entre sus diminutos labios y troquelarse por un llanto repentino que nos sorprende y acongoja.
Maravilloso poder el de la vida que anida en todos nosotros, majestuosa calidad de seres supremos que adquirimos en el momento de asomar por esa ventanilla de la existencia y, sin embargo, cuán frágiles nos despertamos ante la pericia ruin de la experiencia. Nosotros, los únicos animales que nacemos desolados ante el mundo que nos aguarda, incapaces de sobrevivir sin una protección, sin una atención constante, necesitados de caricias y mimos que nos construyan una niñez sana y provechosa.
Y en nuestro corazón anidarán para siempre esas chiquiteces que se esmeraron en regalarnos cuando no las podíamos apreciar, pero seguro que en algún momento de nuestro largo deambular, notaremos un pinchacito ahí, en lo más hondo y sabremos que nos achucharon, que nos mimaron y que nos siguen queriendo.

Edurne 29/09/06

*Chiquiteces: La palabra no está en el diccionario, pero... suena tan bien.

Desolada. De Edurne

Me retiro en la penumbra de mi mente soñadora y con gran plácet me entrego al arduo trabajo de tamizar mis sueños. Sólo consigo vislumbrarlos en la oscuridad y el silencio que me ofrece ese momento tan esperado, unos minutos a solas conmigo misma, un corto espacio que le he robado al reloj del tiempo… corto pero intenso. Espero con ansiedad que llegue mi inspiración, alocada y ardiente, a escalar con frenesí mis neuronas hasta lograr filtrar mis mejores recuerdos.
Siempre estás en ellos, navegas por mis enredaderas endulzando cada axón de mi sistema nervioso, balanceándote entre los haces de mi deseo. Iluminas mi sendero desde tu austeridad y tu silencio, con una luz tan suave que apenas se apercibe, lánguida y serena cautela en la que me pierdo cuando me acompañas y consigues fluctuar mi inspiración hasta el último extremo.
Te sueño, te retengo y te cautivo entre mis yemas, desesperadas por no perderte. Mas mi ambición es pariente del infortunio, se debate entre esa ruin impotencia del destino y aquella inmaculada pasión que en mí despiertas.
Mi pecho desborda un suspiro a cada imagen tuya en mi retina; me miras y me derrites, te ríes y me enrojeces, me besas y… me condenas.

Edurne 28/09/06

Pasó la mañana y llegó la tarde. De Belfas

El camino de la vida a veces es complicado y sinuoso, por eso es importante tener siempre alguien que te pueda retener, enseñar, o acompañar en su trayecto. Son los avatares del destino y la mente humana la creadora de elementos de discordia, “problemas en potencia” que permiten que entusiasmo y amor no fluyan como ríos, en pos de un mar de luces y armonía.
Hoy la vi desolada, se asomada al precipicio del desanimo a punto de saltar, esperando un halo de luz ausente que iluminara su alma de poeta, observé como indagaba en su mente creativa de niña inquieta, en busca de una respuesta en el océano del desdén. El plácet de amigo me permite aproximarme con cautela, sin dejar entrever ningún atisbo que indique compasión. Logro con tiento ganar su confianza y trazar sobre su pesar un manto de esperanza, que avive la llama ardiente que posee en su mirada. Después, una plaga de dudas escalan sobre mi pensamiento, turbando el ánimo y cambiando el rumbo de la brújula que indica bienestar.
Siento despertar su corazón de la penumbra y, con su sonrisa sincera, me indica que todo ha sido un sueño efímero diluido con el agua del afecto. Mi inspiración se contagia de esa bruma que deja la tristeza cuando emprende viaje a un destino todavía por descubrir. Hoy me siento unido por la cadena del sentir, como un pariente cercano que solamente aspira a sembrar de gozo el campo de amapolas de una buena amistad.

Belfas 28/09/06

El atleta. De Chajaira

El corazón le suena en los oídos, le palpitan las yugulares mientras el pecho se le oprime y se seca, ya el aire no parece ni entrar ni salir de sus pulmones, ni siquiera el diafragma parece encontrar los movimientos que le ayuden a dar un paso más.

Juan es un hombre sencillo, dedicado a la dura tarea del escalo en la superación física y personal, sin más aliciente que el ruin sacrificio que le dejan los días de esfuerzo y fuerte entrenamiento. Aún así, su constancia es admirable. Cada día recorre veinte kilómetros de parajes desolados, sin más escucha ni ritmo que su corazón fondista.
Su secreto está en la inspiración que busca, para hacerle a Flor, su esposa, poemas que alimenten su fragilidad, ella lo es todo, la que condena en silencio y por la que sufre al entender que no habrá más logro en cada meta, que ser el primero. Cuando llega a casa busca su merecido plácet a cambio de unos versos, como si con ello pudiera aplacar el sufrimiento de una soledad que nada tiene que ver con los momentos dedicados al deporte.

El oxígeno se resiste en bombeos forzados, su visión es cada vez más tenue, a unos cincuenta metros adivina el fin, unos metros para acabar con su pobre vida y enmarcarla bajo una copa de alpaca que mostrará a algún pariente, ganará esta carrera pero en casa, Flor perece marchita.

Chajaira 27/09/06

Un encargo desde la tumba. De Mon

¿Qué nueva, cruel y ruin me traéis indigno caballero? ¿Cuál es el alma malvada que os obliga a cometer semejantes atropellos? Sed portentoso y valiente, habladme, no permanezcáis en la penumbra, se quien os envía y debéis responder por él.
— Desolado me hallo espada que me hablas, si por inspiración divina he de confesar, séllense mis labios para siempre que a mi señor no voy a traicionar.
Sois malvado y rufián, ¿quien se atreve a levantar la voz ante mí? Responded a mi pregunta o vuestro logro habrá quedado en quimera.
Soy un pariente de vuestro señor, por quien estáis dispuestos a batiros.
No se os ocurra hablar de mi noble señor o válgame Dios que no pronunciaréis otra palabra en vuestra vida, ¿Quién sois, bellaco? —Grita acaloradamente
— Soy el Capitán de la Guardia Real, Román de Gandía, dadme vuestro plácet y me mostraré ante vos.
Agarraos subid aquí. ¡Capitán, pensaba que habíais muerto!
Es lo que todo el mundo debió creer por el bien de la seguridad de nuestro señor. Dadme la mano y escalo el muro para veros más de cerca.
Ahora no me cabe ninguna duda, quien hasta mi viene ha de ser por una causa más que justa, pensé que nadie conocía esta entrada, pero claro…vos habéis servido en palacio muchos años. Decidme, ¿de qué se trata mi capitán?
Se trata de vuestra muerte, todo el mundo sabe lo vuestro con Lady Amparo, tengo ordenes precisas sobre vuestro porvenir y creedme que es bien efímero.
¡Venís a darme muerte?
Así ha de ser, la muerte por un muerto es agravio sutil e inexistente, nadie me buscará…pero vos…

¡Guardias! Vocea el capitán Roman, venid, aquí hay un hombre muerto. Al terminar su dolorido encargo se marcha, enfundando su sanguinolento metal, con la sombra que le acompañó, para descansar en paz en el lugar desde donde nadie regresa.

Mon 27/09/2006

El precio de la fama. De Aquarella

Solamente los sollozos de un hombre desolado se atreven a interrumpir el silencio de la lujosa suite del hotel. A pesar de la penumbra reinante, puede apreciarse el desorden de la habitación... es obvio que ha habido una pelea. Un murmullo se apodera de la estancia

¿Por qué lo has hecho cabrón? ¿Por qué? ¿Cómo has podido ser tan ruin conmigo? ¡Éramos amigos, confiaba en ti! —Unos golpes en la puerta interrumpen el monólogo

¡Policía! ¡Abran!

¡Joder, qué rápido han venido! Está claro que a los ricos os cuidan mejor... habría que ver cuanto habrían tardado en llegar a mi barrio después de un único disparo —una irónica sonrisa termina la frase —seguro que ni habrían aparecido.

Alberto no tiene ninguna intención de abrir, no hasta que termine la conversación con el desgraciado que, tirado en el suelo y muerto de miedo, suplica por su vida con la mirada de un cordero degollado.

— Siempre he celebrado tus logros como si fuesen míos, compartía la alegría de tus éxitos y lo hacía de corazón... no habría confiado más en ti aunque hubiéramos sido parientes y tú ¿Cómo me lo pagas? ¡Cómo un vulgar ladrón de escalo! Amigo... tú no tienes ni idea del significado de esa palabra.

A duras penas, su interlocutor balbucea un “lo siento” que sólo consigue enfurecerle aún más

¿Lo sientes? ¡Ah bueno, entonces ya está todo arreglado! ¿Tú eres imbécil? Me robas mi novela, la haces pasar por tuya y yo me entero por los periódicos del éxito de la nueva obra de mi mejor amigo ¡Mi novela! ¿Qué esperabas, mi plácet para seguir con el juego?

clararé las cosas.

¡Claro que las aclararás capullo! Te va la vida en ello... pero lo haremos a mi manera. Ahora, cuando entren los polis, diremos que esto ha sido un lamentable accidente. ¿De acuerdo?

De acuerdo

Y en cuanto al pago de mi inspiración... ya lo arreglaremos. No sería rentable reconocer ahora que se trata de un plagio, perderíamos ventas, así que en cuanto te recuperes seguirás con la promoción... todos los beneficios serán para mí. ¿Está claro?

Sí... pero deja que entren, por favor, necesito un médico.

Por supuesto, no vamos a dejar que se muera la gallina de los huevos de oro —le guiña un ojo y adopta un gesto compungido antes de abrir la puerta.

Aquarella 26/09/06

Conquistas y reconquistas.* De Suprunaman

El príncipe moro estaba desolado, había perdido una de las zonas estratégicas más importantes. Casi llorando, entró en el castillo de su padre y le explicó lo sucedido.
Le contó que el ruin Conde Bencagat, seguido por sus soldados hicieron un escalo en el muro y allí en el campamento los sodomizaron.
El padre entró en cólera y juró venganza.

Por otra parte, el Conde Bencagat llegaba satisfecho a su castillo, su logro merecía una recompensa. Inspirado por el jugo de la vid, le mandó una paloma mensajera urgente a la condesa que se encontraba en la torre norte haciendo sus labores. Al saber de su presencia corrió escaleras abajo. Ya delante de él puso las tetas sobre la mesa. El conde se las tocó. Ella le dio su plácet para que siguiera más abajo y juntos disfrutaron de la victoria.

Habían pasado tres días de sexo y desenfreno cuando sonaron las trompetas. El Conde, subiéndose los pantalones ascendió hacia la muralla.
¿Quién sois vos? Preguntó el Conde.
Soy el rey moro.
¿Y que queréis?
He venido con algunos de mis parientes en busca de venganza. Abrir la puerta.
Una merda. [una mierda]
Si no abris la puerta, entraremos por la fuerza, quemaremos vuestras cosechas y violaremos a vuestras donas. [mujeres]
Un altra merda. Trompeta, toca lo que sapies [toca lo que sepas]
Caguera de bou cuan plou se reballa, Caguera de bou... [mierda de toro cuando llueve se resbala, mierda de toro... ]
Al final los moros, vencidos y humillados se marcharon de la Península. La reconquista había finalizado.

Suprunaman 25/09/06

*Nota del autor:Este texto es la unión de varios cuentos que mis padres me contaban cuando yo era pequeño.

La habitación de los clavos. De Fledermaus

Notaba las sacudidas del corazón en el pecho y en la garganta. Como oleadas de un océano enfurecido. Y la boca seca, y una necesidad de ir al baño que podía devenir en vital. Eran las doce del mediodía. Estaba en la que fue mi casa. En la que fue mi habitación. Algo había arrancado el papel de la pared, en una esquina, abajo, a la izquierda de la ventana. Alguien había estado clavando clavos en esa esquina hasta la extenuación. Clavos. Viejos, oxidados, casi negros. Clavados en la pared, en la esquina. Decenas. Centenares, puede que mil. Estaba lúcido, no soñaba, y oía el murmullo de la calle.
¿Qué ser ofuscado podía haber hecho aquello? Ni rastro de puertas o ventanas forzadas. Sólo la llamada hacía unos días de una vecina. “Se oyen ruidos en su casa”. Ruidos. Esperaba encontrar polvo, moho, hasta musgo. Había esperado encontrar una estantería caída, una mesa rota por el peso de artilugios abandonados encima, y encontré clavos clavados en una esquina de mi habitación.
Y ante los clavos, en el suelo de la que fue mi habitación, una silueta. Humana. No era algo pintado, era rugoso, algo pegajoso que se había quedado seco.
Intentaba evitar extrapolar una hipótesis, porque la idea que acudía a mi mente era que alguien había sido quemado allí.

Fledermaus 22/09/06

La mujer de la casa de madera. De Mon

El profundo olor que se filtraba por la tierra no dejaba lugar a dudas, hoy después de desayunar dos buenas tazas de café me encontraba como nuevo, lúcido y atento, ni el humo de la pipa que se apoyaba en mi poblada barba ofuscaba mis sentidos.
Alguien tomaba notas mientras un océano de periodistas disparaba sus flashes, esas mismas luces que contrastaban el musgo que estaba dispuesto a remover para descubrir qué había allí.
Alguien gritaba desde una ventana, “No, no es ahí, yo lo vi todo”, al instante enderecé mis rodillas y me dispuse a caminar en dirección a aquella casucha destartalada y algo maltratada por el paso del tiempo. Dejé atrás a todo el equipo que me acompañaba, pensando que ellos trabajarían hasta la extenuación cavando en aquel montículo de tierra humeante.
Mientras reavivaba de nuevo el tabaco prensado de mi pipa, podía intuir una cierta sensación de desasosiego, como adelantándome a un acontecimiento horrible que estaba a punto de suceder, aun así debía extrapolar mis sensaciones por la frialdad que siempre me había caracterizado.
Ella estaba allí, sentada en una gran mecedora, invitándome a entrar. En la casa apenas se colaba algo de luz exterior y algunos rayos de tungsteno provocados por los fotógrafos, ciertamente comenzaba a preocuparme la situación.
Abrí la carcomida puerta de madera y me dispuse a entrar, la madera del falso suelo crujía como si en años nadie hubiese pasado por allí. ¿Cuál sería mi devenir?
De repente sentí un fuerte golpe en la nuca, una risa y unos aterradores gritos que venían desde el exterior, los cuerpos mutilados de varias personas estaban apareciendo por todo el jardín, quién me hubiera dicho a mi que iba a ser uno de esos cuerpos amputados , tullido para siempre. Mientras oía cómo la risa se iba haciendo cada vez más débil, resonando por las paredes de un viejo sótano y mezclándose con el sonido de la sangre que brotaba de mis extremidades, pude comprender que iba a ser yo el único testigo vivo que podría desvelar la identidad del asesino, la mujer de la casa, que desapareció para siempre dejándome privado para horror y escarnio de toda la gente que me conocía. Fui el último en caer en la trampa, pero sigo vivo y algún día acabaré con su vida.

Mon 22/09/06

Los ángulos. De Monelle

De tanto mirar al norte, buscándola, el musgo ha crecido ya en mi costado.
C. Sigur (Poemario imposible)

Siempre sucede al girar las esquinas. Puede que penséis que mi estado mental a dejado la lucidez y se encuentra ofuscado por la demencia. Posiblemente nunca os ha sucedido. De ser así, vale doble esta advertencia. Pero... ¿estáis seguros?

Había puesto todo mi empeño en ello. En mi vida solitaria y próxima a la extenuación en la búsqueda de alguien con quién compartirla, había llegado a rechazar que el destino me tuviera reservada una compañera. Pero como siempre la existencia quiere que las cosas no se eternicen y uno pueda tener de todo, encontré el amor una mañana. Teníamos un futuro prometedor. Pero tal como vino, se esfumó.

Cuando se pasea por la calle hay un momento, precisamente aquel en el que doblamos las esquinas, que nos cruzamos con un ángulo muerto. No es fácil percatarse de su existencia, es más, generalmente actúan de forma tan discreta que es imposible. Os diré que no son muertos por ocultar terribles circunstancias, lo son por que contienen muerte. Por su nombre se podría extrapolar que nada bueno esconden. Si una circunstancia nefasta os acosa, puede ser absorbida de inmediato. Diréis... y eso ¿qué tiene de maligno? El problema es que no hace distinción, y en un segundo, podéis ver desaparecer aquello por lo que habéis luchado toda la vida.
De la misma forma que las olas del océano desvanecen nuestros pasos sobre la arena, estos ángulos muertos borran acontecimientos.
En el devenir de nuestra vida, estamos expuestos a tropiezos casuales que, por su relevancia, marcan la senda que seguimos, pero éstos puede cambiar en un segundo.
He intentando averiguar qué los activa, y creo, aún a riesgo de equivocarme, que es el pensamiento.

En ella pensaba, en nuestros proyectos, mientras me dirigía al norte de la ciudad, lugar de nuestra cita, cuando después de virar una calle no volví a hallar rastro de mi amada, ni de nuestra relación. Como si nunca hubiera existido.
¡No estoy loco! No fue fruto de mi imaginación. ¡Ella existe!
¡Escuchadme!
Tened cuidado con lo que penséis al doblar las esquinas, no sea, que desaparezca por siempre.

Monelle/CRSignes 22/09/06

Situación inesperada. De Suprunaman

Nuestro cerebro es como un ordenador con capacidad de represión a aquellos pensamientos que no deseamos recordar. Pero en ocasiones, nos devienen un océano de imágenes reales, otras esperpénticas. Es difícil separar la realidad de la ficción. A veces, hasta puedes notar la humedad del musgo bajo los pies aún sin tenerlos sobre él.

No se si lo que voy a relatar lo leí, o si lo vi, tal vez fue un sueño o una realidad; lo cierto es que recordar aquellas imágenes me ofusca y me extenúa.
No deseo explicar aquella estampa con detalle, sólo pensarlo ya me da nauseas. Era un pequeño apartamento del centro de la ciudad, luminoso y agradable. Al mirar el mueble aparador no pude evitar vomitar en el parqué, perdí la lucidez. Intenté extrapolar mi pensamiento, pero la imagen era demasiado fuerte. Encima de este mueble había una mujer, joven, con el cabello largo; alguien le había amputado las piernas, y los brazos, y la lengua. Tenía signos de violencia. Ya todo esto era una barbaridad, pero la historia no terminaba aquí, aquella chica abrió los ojos de repente; no estaba muerta.

Me marché de aquel lugar corriendo y me fui a mi apartamento. Era un pequeño apartamento del centro de la ciudad, luminoso y agradable. Al mirar el mueble aparador me entraron nauseas y no pude evitar devolver en el mismo lugar que alguien había vomitado antes.

Suprunaman 19/09/06

Mírame cuando te hablo. De Aquarella

No podía mantener los ojos abiertos por más tiempo, pesaban tanto... Le asustaba cerrarlos, en realidad tenía pánico a quedarse dormido, y esta vez el sueño estaba ganando la batalla. Después de tantas noches sin descansar se encontraba extenuado. Antes de darse por vencido intentó recordar: Todo había empezado hacía poco más de tres semanas con aquella tonta película, una de esas cintas para adolescentes llenas de gritos y sobresaltos, un pésimo argumento que ni siquiera le había gustado... pero desde entonces dormía mal.

Al principio no le dio ninguna importancia, los exámenes, el exceso de café... sólo estaba cansado, como el resto de estudiantes que se jugaban a una sola carta su paso a la universidad, pero el devenir de los acontecimientos parecía querer demostrarle lo contrario. Las pruebas habían terminado ya, había aprobado, y sin embargo seguía teniendo cada noche el mismo sueño

“Está de pie, solo, en el centro de una absoluta oscuridad. Se oye un chasquido, una espesa capa de musgo pegajoso le cubre la boca y no puede hablar. La respiración se vuelve difícil, entrecortada, y entonces escucha una voz que le habla en un lenguaje incompresible... pierde la consciencia, deja de ser él. Cuando se despierta está agotado pero no recuerda nada.”

No dejaría de ser un estúpido sueño si no fuese porque hace tres días amaneció con las manos manchadas de sangre. Hasta ese momento no se le había ocurrido extrapolar las escenas del cine a su pesadilla actual - en nada se parecían - aunque empezaba a tener la extraña sensación de que había alguna conexión entre ambas ¡pero cuál!

Su mente, habitualmente lúcida, acusa el cansancio, no comprende lo que pasa y está ofuscado. Sumergido en un océano de preguntas sin respuesta se le agolpan las hipótesis en busca de una explicación razonable... de pronto se le viene a la cabeza la frase de una escena que ni siquiera recuerda haber visto

¡Mírame cuando te hablo!

Se rinde al cansancio, cae en un profundo sopor. Justo en el momento en el que se le cierran los ojos se le escapa una idea

¿Hipnotizado?

Aquarella 19/09/06

Las primeras luces del alba. De Locomotoro

En el devenir de sus sueños, acertó a despertar cuando las luces del alba aun no habían mellado el horizonte. La caverna era un lugar húmedo y sombrío, pero era necesario permanecer allí. No muy lejos, al otro lado del océano, acechaban pequeñas pero implacables bestias que ya habían menguado casi toda su familia.
En ocasiones, alguna de esas bestias, se acercaban hasta la entrada y era necesario acabar con ella de manera aleccionadora antes que aparecieran más y pusieran en peligro su vida.
La mejor manera era devorar a la bestia ante la entrada para que el resto huyeran despavoridos.
Tanto tiempo en la caverna, le había permitido extrapolar los pensamientos de las bestias. Sabía que en el fondo lo respetaban porque lo llamaban “El guardián del tesoro”, pero no comprendía a qué tesoro se referían. De cualquier manera, ser el último de una dinastía y vivir encerrado en el exilio lo hacía ofuscar en delirios de soledad.
Necesitaba ver la luz del día, pero las bestias que acechaban se lo habían impedido toda su vida.
Estaba en esas meditaciones, cuando vio aparecer entre unas rocas una espada plateada. Debía mantenerse lúcido sin extenuarse inútilmente, no podía confiarse a la bestia. Sigilosamente se ocultó entre las sombras del musgo. Eran dos, una de ellas no le preocupaba, andaba a cuatro patas y parecía inofensiva. Encima de ella, había otra un poco más pequeña, vestida de ropa metálica y brillante. Era esa la que le preocupaba. Se sabía mucho más grande e inteligente, pero aun con todo, debía tener cuidado.
La bestia llegó hasta su lecho de piedras brillantes y todo su cuerpo se iluminó. Ante los ojos de la criatura, comenzó a saltar emocionada y a coger grandes trozos que cargaba sobre los lomos de la otra bestia. Todos hacían lo mismo, no llegaba a comprender el porqué. Salió de entre el musgo para ayudarle en su tarea. Y fue entonces cuando notó el pinchazo en su pata trasera. La bestia gritaba de furia y fue aquella actitud agresiva lo que marcó su final. Un sonido seco puso fin a sus gritos, peló el traje metálico y devoró a la bestia a la entrada de la caverna mientras la multitud huía despavorida entre las antorchas, los estandartes, las banderas... con los primeras luces del alba.

Locomotoro 18/09/06

Un preciado regalo. De Edurne

Agonizando en su lecho de muerte, el viejo y querido mago de la corte reclamó la presencia del señor duque, el cual acudió presto a su llamada junto con su esposa, ambos trastornados ante el triste devenir. Gorgo había sido, desde siempre, el consejero del duque y su mano derecha, y estos últimos días no habían sido capaces de extrapolar sus sentimientos ante tan nefasta situación.
El mago, con su mente todavía lúcida y extenuado por el cansancio, asió respetuosamente la mano del duque y le susurró:
Mi señor, sabéis de mi lealtad hacia vos y conocéis mi debilidad por vuestro hijito… Juradme por lo más sagrado que le entregaréis este presente en mi nombre y velaréis por que lo lleve siempre consigo cuando se aleje de vosotros.
Así lo juró Don Ricardo, y un océano de apacibles aguas languideció en los ojos de Gorgo para siempre.
Era una pequeña pelota del tamaño de un huevo, de forma irregular y hecha a mano que Don Ricardo se ofuscó en introducir siempre entre las pertenencias de su hijo cuando se separaba de ellos.
Pasaron los años y, una preciosa mañana de primavera salió el joven duque de paseo con su sirviente, lanzando y recogiendo su pelota como siempre, hasta que llegaron a un cercado y el sirviente le dijo que permaneciera allí quieto, sin moverse, que él iría a ver si el sendero continuaba más abajo.
Cuando quedó solo, se agachó para recoger la pelota y ésta, lentamente, se fue deslizando por el terreno empinado ante la sorpresa del muchacho. Él la siguió hasta meterse entre unos espesos arbustos, llenos de zarzas y musgo, cuando oyó la voz de su sirviente hablando con alguien:
¿No dijiste que estaría aquí?
Eso le dije, pero no está…
Secuestro.
El muchacho se quedó petrificado y permaneció unas horas allí escondido hasta que la pelota saltó de su bolsillo y se puso en marcha de nuevo, esta vez con más rapidez. Así, detrás de ella, llegó a las puertas del castillo, donde explicó a sus padres lo sucedido.
Los duques se miraron y, sin cruzar una palabra, elevaron los ojos al cielo en busca de la querida imagen de Gorgo, que había protegido a su hijo desde aquel océano donde brillarían sus ojos para siempre.

Edurne 17/09/06

Retazo de un trovador. De Belfas

A veces las cosas suceden cuando menos se esperan. Decidí acercarme al mar, desde el acantilado escrutaba en mi interior nuevas sensaciones que impulsaran mi imaginación, en busca de nuevas rimas con las que expresar mis emociones.
Era mi tercer día, mi mente poco lúcida, no conseguía hilvanar un poema con el que me sintiese complacido.
Aquella tarde contemplaba el océano en el devenir de sus olas, golpeando con ímpetu, y salpicando sus espumas sazonadas a varios metros de altura sobre el arrecife. Yo, aguardaba la visita de mi musa, la que tantas tardes, amaneceres y noches me visitó sonriente permitiéndome crear pequeños tesoros poéticos.
El lugar era ideal para la inspiración y quiso la fortuna que deparase en una joven morena atrayente y abatida, que permanecía sentada sobre una roca rodeada de musgo.
Me aproximé con sigilo, cuando ya me encontraba a pocos metros, me senté a observarla. Ella parecía ausente, su barbilla la apoyaba sobre su mano derecha temblorosa, y miraba hacia el infinito de ese mar alborotado buscando un imposible, sus ojos tristes y vidriosos, se dejaban ver entre sus negras lentes indicando que algo había logrado ofuscarla.
Tenía que hacer algo que lograse extrapolar sus congojas a un lugar lejano y arrinconar la nostalgia de aquella chica, casi extenuada. Atisbé en la profundidad del océano buscando el hechizo que me iluminase para deleitar aquella mujer, y escudriñando en el baúl de las imágenes inquietas repletas de poesía, y con la magia del verbo que describe vivencias incompletas, conseguí que mi pensamiento enrevesado plasmase en mi libreta un pequeño poema que le obsequié con entusiasmo.

Escucha niña que el hechizo atiende,
Un mar de dudas por tu campo vuelan.
Son las razones, las que no te entienden
y el dolor interno quien a ti atormenta.
Si vestida vienes, de melancolía,
y en tu dulce alma, la canción no suena,
no busques consuelo en tu fantasía,
que un aire rancio, truncó su quimera,
la dejó desnuda, solitaria y muerta.
Mírame a los ojos que una llama prende
de un trovador, soñador sincero,
que intenta con su pluma y con su verso,
incendiar de entusiasmo tu desdicha,
y quemar la madera de tu pena.

La recompensa a este poema fue, una dulce sonrisa y un, “me lo dedicas”.

Belfas 14/09/06

Los elementales: Rescatado (Cap.1). De Monelle

Caminaba extenuado. Lo encontré perdido vagando por el bosque. En su mirada, se podía entrever el devenir de años de trabajo y sufrimiento. Lo llevé a casa, le di cobijo y por la expresión agradecida de su rostro, supe que se recuperaría pronto. En cierta forma, me aproveché de su debilidad para estudiarlo a fondo.
Era un extraño entre nosotros. Mi esposa me había recriminado y los niños, con su curiosidad, deseaban conocer más sobre aquel enigmático personaje vestido con una indumentaria anticuada.
Ninguna pista con la que poderlo identificar o tal vez extrapolar conclusiones. Lo único que rescaté, antes de deshacerme de sus ropas, demasiado deterioradas, fueron unas tiras de pergamino garabateadas, a las que, en un principio, no di la importancia que realmente tenían.
Las arrugas en su piel extremadamente blanca, casi traslúcida, quizá fruto de una corta exposición al sol, no me gustaron nada. ¿Quién me decía que no se trataba de un vulgar delincuente? Pero ese no era motivo para negarle la asistencia.
Ninguna cicatriz destacable, salvo una extraña punción en un costado. Clara señal de abandono eran el largo cabello y su barba descuidada. Debía encontrarse muy por encima de los setenta años.
¿Quién sería?
Ansiaba que la lucidez regresara a su conciencia. Apenas tres días pasaron antes de su primera reacción.
Abrió los ojos como nunca antes viera hacerlo a nadie. No perdía detalle de nada. Me miró y pareció reconocerme. Entonces habló.
Tan sólo unas cuantas palabras sueltas, recuerdo claramente: océano, salamandra, ondina, silfo, musgo, gnomo, cielo, entrañas y fuego.
Parecía francés pero tardé en reconocerlo. Preocupado por que no cayera de nuevo en el ofuscamiento, lo tomé de la mano y le di los papeles que rescaté de su bolsillo. Al saberlos en su poder quedó tan complacido que, cerrando nuevamente sus ojos, se durmió.
Y con aquellas palabras sueltas que intentaba encajar en mi lógica, salí del cuarto cerrando la puerta.
Mi mujer, me insistió en que debía notificar su presencia a la policía, pero me negué.
En mi cuarto apunté todas las palabras que pude traducir de su conversación, intentando encontrar alguna relación entre ellas.
Leí en voz alta aquel galimatías. ¿Sería un escritor extravagante? ¿Un cuenta cuentos? O simplemente ¿un loco?

Monelle/CRSignes 14/09/06

Un extraño cuadro. De Belfas


Hace unos días en mi devenir por las calles de un pequeño y entrañable pueblo, entré en una tienda de regalos, y mira tú por donde me prendé de un curioso cuadro, donde una bella dama permanecía sentada sobre una roca impregnada por un musgo verde y brillante, mientras el océano bañaba sus pies. La enigmática mirada de aquella dama apresaba a quien contemplaba la pieza. Me invadió la sensación de que el pintor lo realizó en un momento lúcido de inspiración.
Yo que buscaba quien me acompañase en mis largas horas de soledad, pensé que este cuadro rompería mi hastío y mis eternas noches de insomnio.
Pregunté el precio y la dueña me dijo que eran 90 euros, me repetí el precio un par de veces en voz baja y sin meterme en más dilaciones, opté por comprarlo.
Me lo embalaron correctamente y el deseo de verlo colgado en la pared de mi casa provocó un revoloteo de mariposas sobre mi estómago, mientras lo apresaba contra mí, síntoma que hay quienes achacan a estar enamorado.

Una vez colocado en el salón comencé a ofuscarme con él, no podía apartar mi mirada de aquella chica rubia ondeando su pelo, el agua refrescando sus pies y sus ojos fijos en mí.
Parecerá extraño y no me quiero extrapolar en el comentario, pero llegué a la conclusión que esa mujer tenía vida y que me seguía allá donde me encontraba. Yo, una persona habituada a estar solo, no terminaba de adaptarme a aquella situación tan seductora.
Pasó el día, llegó la noche, me metí en la cama y me acomodé lo mejor posible sobre mi mullido colchón, mi cuerpo estaba extenuado por el ajetreo y la agitación.
Dormí de un tirón. Por la mañana, un olor a carne asada me hizo despertar, me levanté, me dirigí a la cocina, y sobre la mesa encontré unos huevos fritos y un filete de panceta invitándome a ser devorados. Nadie a la vista, miré y remiré hasta comprobar que estaba solo. Al entrar en el salón y reparar en el cuadro, mis ojos advirtieron como la chica me ofrecía una tierna sonrisa.
Quizás todo haya sido fruto de la imaginación o una extraña visión óptica, pero de igual modo, a partir de ese instante, la soledad y el hastío desaparecieron de mi estancia y de mi corazón.

Belfas 13/09/06

La ballena de Samuel. De Locomotoro

Al igual que sus compañeros, el viejo arponero llevaba demasiado tiempo lejos de su hogar. Aquella ballena los llevaría hasta el confín de los océanos. Hasta entonces nunca habían perseguido durante tanto tiempo a ningún otro cetáceo, pero el capitán era demasiado cabezota, y el “Coloso”, que era como se llamaba el buque, navegaba a paso frenético detrás de la ballena.
Para él, no era algo personal, arponeaba bien, y le pagaban para eso, solo era un trabajo. Tenía el rostro curtido por el devenir del salitre en la piel, pero su espíritu era joven y fina su puntería.
Una mañana de Marzo, con el sol aún en las crestas del horizonte, otearon lo que parecía una manada. Arriaron la chalupa lentamente y una docena de hombres armados con remos se dispuso al acercamiento. No era complicado, se trataba de extenuar a la presa y darle muerte antes que pudiera sumergirse. Al acercarse, las confiadas ballenas les dedicaron unos cánticos, como si les saludaran. Esto era lo que peor llevaba el arponero, no se acostumbraba a ello, pero debía mantenerse lúcido para hacer su trabajo. Se acercaron hasta ponerse casi al lado mientras el pequeño grupo compuesto de varias hembras jóvenes y sus crías jugaba a su alrededor, inconscientes de la muerte que les sonreía.
Samuel miró hacia el buque, como esperando una orden. A lo lejos, desde el castillo de proa, el capitán sonreía de satisfacción; sería una buena carga.
Samuel decidió no pensar, ató el extremo de la cuerda del arpón a la chalupa.
No se debía ofuscar, debía ser prudente y certero. Alzó el arpón con todas sus fuerzas, mientras su cabeza comenzaba a extrapolar sus recuerdos de tiempos mejores.
Una masa oscura, llena de musgo surgió de las profundidades interponiéndose entre la afilada punta del arpón y las crías. Era la ballena que perseguían desde hacía meses. Samuel miró a los hombres, miró al buque y contempló que nadie se había percatado de la presencia. Quedó inmóvil durante unos segundos. Un ojo enorme, lleno de arrugas lo contemplaba como quien mira a la muerte. El animal hizo un gesto y el resto de ballenas desapareció en un instante. Samuel soltó el arpón y la vieja ballena se sumergió volando en las profundidades del mar, ese mar que algún día lo enterraría.

Locomotoro 13/09/06

Clara. De Mon

A Carliu

Cayó la margarita sobre el océano azul de sus ojos, exhausta y marchita, victima de un aciago devenir, de un molesto desenlace. En su mundo encerrado dentro de su pequeña isla de cristal podía adivinar el paso de los días, el tic-tac del tiempo. Jamás se atrevió, ya cansada, a saltar más allá de su orilla, más allá de sus paredes de color rosa. Sus padres la habían educado desde lo idílico, lúcida fantasía que teñía su adolescencia, sin pensar que estaban convirtiendo a su hija en un extenuado colibrí que luchaba por alcanzar un mundo extrapolado e irreal.
Clara podía oler el musgo de la juventud las risas y correrías que se colaban por los anchos ventanales de Mascaró, pero la gente que vivía fuera de la isla la ofuscaba, vivían de otro modo, hacían otras cosas, parecían decidir… Ella no estaba preparada para salir, no sabía volar.
Un día apagó la luz de la habitación, salió de la casa y quedó sentada de espaldas a su sueño de cristal, el mundo era ahora su destino.
Murió mecida por el viento de una jauría hambrienta de envidias, ira y poder, aplastada por un mar de desengaños. Clara nunca perdió la sonrisa.

Mon 12/09/06

Li dedique este conte a una personeta que está a punt de naixer, per a que puga viure dins de un mon de comprenssiò, oportunitats i amor. (Le dedico este cuento a una personita que está a punto de nacer, para que pueda vivir dentro de un mundo de comprensión, oportunidades y amor)

Al Otro Lado Del Mar. De Fledermaus

El verano había acabado. Estaba en la playa, hacía viento y no había ni rastro de bañistas. A lo lejos, una mujer lanzaba una pelota a sus perros. El viento era fresco, caía la noche, y entonces sería frío. No había nadie más. Las manos en los bolsillos le olían a un falso limón. El del lavaplatos perfumado. Un aroma que devenía asfixiante. Lo sentía corrosivo, más que el zumo de limón porqué esto no era limón, era algo químico. Y lo químico nunca le había parecido sano. Quizás extrapolaba una mala experiencia.
Ahora estaba tranquilo. No quería mirar atrás, el restaurante donde había pasado el verano trabajando quedaba a su espalda. Literalmente no quería mirar atrás. Contemplaba el mar, aquél era el único mar que conocía. Si bien todos los mares son el mismo océano, y todos el mismo charco de agua.
Aquellas jornadas entre columnas de platos sucios le había ofuscado. ¿Por qué tenía que pasarse el verano trabajando en aquello? Y oía las risas de los turistas maleducados, y quejicas. Les odiaba y hundía los platos en el agua como si fueran sus cabezas. Y uno, y otro, y llegaba a echarse en la cama, extenuado, con unas ganas enormes de llorar. El dinero no lo era todo. Pero era lo único que no tenía. Y todo consistía en aguantar.
Había venido por ese mar. Había arriesgado su vida, agarrado a la barcucha como musgo a la roca.
¿De qué le servían sus estudios aquí? ¿Y su experiencia de más de siete años como profesor?

Había esperado al patrón en la calle, al Sol. Llegó y le echó un vistazo. Lo mandó a la cocina, a lavar platos. ¿Era el trabajo que nadie quería?
Pronto escuchó y oyó cosas. La conclusión, de una lucidez alumbradora, le clarificó que la vieja Europa estaba incomoda que sus manos tocaran la comida. Sus manos, parecía, eran para los desechos, y aún así, la cocina no tenía ventanas y nadie le podía ver.

El mar le calmaba. El verano había acabado. Había transcurrido como el agua del grifo, días insípidos y fugaces. Y cada uno de ellos, le fue horrible, y ahora formaban, todos, una masa uniforme que le pesaba en el pecho. ¿Por qué?
Europa le había engañado.

Fledermaus 12/09/06

11-S. De Suprunaman

Obstinación, fervor, fogosidad, entusiasmo, intransigencia, apasionamiento, exacerbación, intolerancia, exaltación, fanatismo.
Sucede de repente, sin más. Intentamos extrapolar el devenir. La sociedad misma extenuada observa la magnitud del suceso. La multitud se agrupa y unos a otros se reconfortan. El país de las oportunidades y de la libertad sufre un duro golpe. Un brote de violencia provocado, tal vez, por la prepotencia y por el abuso de poder mostrado a lo largo de los años.
Ofuscados por tal acto, les invade un océano de dudas, ¿Qué o quién les ha llevado a esta situación absurda? Inmediatamente se apresuran a buscar culpables. Han tenido suerte, su cabecilla, su guía es un líder lúcido. Inmediatamente traza un plan de venganza, ojo por ojo. Los tanques aplastan el musgo que crece cerca de la ciudad.
Un niño juega con su camión de cartón. Los soldados, vestidos de camuflaje invaden su hogar. ¡Sois unos asesinos!, gritan. No tienen piedad.
Los niños de la ciudad agarran sus pistolas y acentúan su odio. Viva la libertad ¡BOOM!

Desde entonces hasta ahora han muerto muchos padres y madres con familia, sólo quedan pequeños niños huérfanos llenos de odio, por ambas partes, ellos no entienden lo sucedido, nosotros tampoco.

Suprunaman 11/09/06

El pequeño poeta. De Chajaira

Sus ojos verdosos, se escondían tras unos lentes que no dejaban de mirar el acantilado. Cada tarde, antes de que el ocaso fraguara su ruta, se sentaba con su libreta y bolígrafo “bic” en una gran roca gris, en cuyas faldas se asentaba el musgo depositado por el devenir de las olas, en sus salpicaduras húmedas y saladas. Allí versaba sus poemas, la única manera de mantenerse lúcido en un mundo de prisas y lógicas aplastantes.
Alv no es un chico igual que los demás, no lo es por la sencilla razón de que siempre busca algo más detrás de las palabras, de los sucesos, de las formas y hasta del silencio. Tiene el tesón de llevar sus sentidos hasta el punto de ofuscarse y extenuar su ya delgado pero atlético cuerpo.
Sólo la inmensidad del gran océano y sus pensamientos envueltos de poesía consiguen extrapolar el mejunje de imágenes inquietas que pasean por su mente.
Esas aguas profundas le llaman cada día, le hablan desde abajo, el abismo que permanece entre ellos se cruza con miradas cómplices de hadas muertas que sólo él sabe que existen, esperándole, con cantos rimados, espumas sazonadas y amores eternos; al pequeño poeta le espera la magia del verbo.

Chajaira 11/09/06

Rebelde. De Monelle

Tardé en encontrarlo. Demasiado rápido se movía de un pueblo a otro. La cantidad de crímenes se hacía insostenible, y yo tenía la obligación de prenderle. Me había comprometido.
Como un bólido, alcancé mi destino. El lugar se insinuaba perfecto para la captura.
Tenía la oportunidad y los medios. Fue sencillo, demasiado quizás.
Era sólo un muchacho, un adolescente.
Lo interrogué en el mismo lugar de la captura y, de su declaración, aún recelo.

“Lo que había tardado en decidirme, y ahora que ya estaba del todo convencido para mudar y emprender una nueva vida, me salía con éstas: los padres…¡Qué no harán ellos para retenernos a su lado! ¿Tan difícil es admitir que uno ha crecido y puede defenderse y salir adelante sin su ayuda? Me costó situarme, no me habían explicado nada y era necesario hacer las cosas bien, de lo contrario, duraría poco en aquel sitio. De hecho así ha sido. “ Pero hijo... ¿qué vas a hacer? —Preguntó mamá. — Mira que a nosotros nos sacan de la rutina, y nos sentimos perdidos... Además está el asunto ese que te hemos comentado. No creo que hagas bien marchándote. Pero está claro que al final harás lo que te venga en gana… No comprendía el propósito de por qué mamá me hacía tan ingenuo. Esos cuentos funcionaban cuando niño, pero ahora... ¿Cómo creerme semejante cosa? Se cuestionaban, como en un complot, mi capacidad para salir adelante. Tampoco viene mal del todo agudizar el ingenio e intentar subsanar esta pequeña dificultad. Si es que existía. Y ahora me dice usted que ¿era cierto?
Mamá se había empeñado en no perderme de vista. ¡Ojala le hubiera hecho caso! Se le había metido en la cabeza, que si intentaba salir de casa, era por que tal vez estuviera sufriendo algún cambio importante. Era cierto. Las madres, siempre tan suspicaces...”

Después de los nervios al enfrentarme al mito, sólo me hubiera faltado tener que soltarlo. Lo que algunos son capaces de decir para intentar librarse.
Me admitió que como en casa no se está en ningún sitio.
Los licántropos, en los tiempos que corren, se han acostumbrado demasiado a la alimentación un poco más aséptica. Tanto derramamiento de sangre no nos gusta.

Monelle/CRSignes 11/09/2006

La idea. De Fledermaus

Anoche tuve una idea genial para un libro.
¿De qué iba?
No consigo recordarlo. Llevo desde la mañana con este propósito. Mira, traigo un bloc de notas por si logro hacer memoria.
¿Y no recuerdas nada?
Soñé con una estructura muy bien encajada que podía dar pie a una novela. Era todo un gran complot, pero teniendo el esquema, podría desarrollarla. Lo sé. Veía los capítulos tan claros,…
Deberías dormir con el bloc en la mesita de noche, y anotar la idea como un bólido justo al despertar. Yo recuerdo los sueños justo al abrir los ojos, luego, a la que me muevo o me levanto, se esfuman.
Ojalá fuera así. Yo al despertar tengo el cerebro aséptico. Pero en seguida me asaltan las tareas del día, como en una agenda… pero del sueño nada, ni rastro… Lo vi tan claro, cada capítulo daba pie al siguiente, en una estructura encadenada, perfecta y precisa como el cuerpo humano con sus músculos y sus nervios, un equilibro anatómico perfecto.

Al día siguiente.
Ayer no te hice caso. Maldita sea. Lo del bloc.
¿Has vuelto a tener una idea genial?
He vuelto a tener la misma. He soñado ese esquema, y esta vez todo estaba aún más claro, veía hasta frases. ¡Cielos, qué frases!
Esto empieza a parecer una de esas fábulas griegas, el escritor que no lograba escribir su idea. Y cada noche se le repetía, como el mito de Prometeo y…
Voy a mudar mis hábitos: iré a dormir temprano, así esta noche, me despertaré en el sueño y lo anotaré de un tirón, todo lo que pueda.

Al día siguiente.
Hombre, qué tal, ¿lograste...?
Lo que escribí anoche.

Me entregó una pequeña hoja de bloc, doblada por la mitad. La desplegué y leí el gran esquema de la novela que iba a escribir.
En la hoja sólo había escrito:
“Chica conoce a un chico”

Fledermaus 09/09/2006

Pablo el segador. De Edurne

En el país de los duendes y las hadas, vivía Pablo, el segador.
Había aprendido el trabajo de su padre, todo un mito en el condado. El chico también era un lince en las artes de la siega. Mudaba la hoz de una mano a otra con una soltura despampanante y segaba con un nervio sin igual.

Se hizo el propósito de hacer fortuna y, con su lustrosa hoz en el zurrón, se fue al condado vecino, más cerca de la ciudad, a ganar su primer sueldo.
Al llegar se quedó atónito. En los campos, las máquinas segadoras habían sustituido a los hombres, aquello era un complot contra él… no encontraría trabajo y sus ilusiones se vinieron abajo.
Durante todo el día estuvo recorriendo granjas y campos, haciendas y cercados… y no encontró nada. Se hizo de noche y, vagando en la oscuridad, le pareció ver a lo lejos un enorme campo de trigo. Se acercó y, bajo la luz aséptica de la luna menguante, le pareció que la mies estaba a punto de ser recogida. No veía nada pero, como un bólido, emprendió la tarea pensando que el amo del campo le recompensaría al ver un trabajo tan bien hecho.
En poco tiempo había terminado la faena, el campo había quedado limpio y perfecto. Colocó también los haces de trigo en los márgenes y los apiló formando una bonita hacina. Entonces, al girarse de nuevo, tuvo la sorpresa más grande de su vida: el campo volvía a estar repleto de trigo. Pablo pensó que alguna hada bondadosa le recompensaba con otra cosecha para él y, ni corto ni perezoso, volvió a hincar la hoz.

Cuando terminó, la tierra comenzó a temblar, las dos hacinas zarandeaban sobre la tierra trémula y sus pies no le mantenían en equilibrio. Al ver que el campo se iba levantando formando una enorme colina, Pablo se restregó los ojos y vio la mejilla de un titánico gigante que se iba alzando.
El gigante le explicó que había quedado tan contento cuando le rasuró una mejilla, que luego puso la otra. Estaba feliz con el trabajo de Pablo porqué, como comía mucho pan, la barba le salía como las espigas y a él le costaba mucho trabajo afeitarse cada semana.
Así fue como Pablo consiguió para siempre dos cosechas a la semana, sin tener que arar ni sembrar el campo.

Edurne 08/09/2006

El complot. De Extasiada

Cuando aquel pelirrojo de pecosa tez se dirigió a mi, y los demás corearon su decisión, comprendí que había sido un complot bien tramado, pero ya no podía echarme atrás. Mi propósito, era hacer un trabajo completamente aséptico, y lo iba a culminar con éxito. Mis piernas temblaban cual gelatina en plato, pero tenía que seguir adelante.
Ya no había vuelta atrás, debía controlar el nervio que me hacía tartamudear, y las mejillas teñidas de carmín que dejaban entrever ese secreto que debía perdurar guardado hasta el final de mi cometido. Una hora ante el espejo ensayando gestos y un posible diálogo en el que no tartamudease no fue suficiente, todo amenazaba con derrumbarse a mi alrededor, todo mi trabajo amenazaba con diluirse, en la nada, y toda mi vida acabada, por un irrisorio tartamudeo. El titular de un periódico, me dio la idea final, ¿MITO O LEYENDA? No me paré a leer la noticia, pero ese era un tema que yo dominaba muy bien, y que a él le entusiasmaba.
El desesperante tronar de la sirena, indicaba que mi turno había terminado para dar comienzo a mis escasas artes interpretativas, notaba como si la voz me empezase a mudar, cuando empecé a hablar.
Hoy me he traído el bólido, si quieres te llevo.
Claro, gracias.
Pobre incauto entró al trapo cual bebé en busca del chupete, la conversación elegida, fue tan amena, que ni cuenta se dio del cambio de dirección, incluso aquel titular del que saqué la idea, sirvió a mis propósitos, en mi operación de despiste pues al encontrarse un ejemplar en sus manos, me leyó todo el amplio artículo que tras la entradilla se encontraba. Mis nervios casi me traicionan al pasarme un semáforo en rojo, pero el destino quiso para mi alivio, que ningún otro auto se cruzase. Tras quince minutos de irritante conducción, llegamos a nuestro destino, era el momento de jugárselo todo a cara o cruz.
¿Quieres tomarte algo en este bar? No me apetece nada irme a casa.
Claro, por cierto, ¿que calle es esta? No me suena.
Aceleré el paso evitando que hiciese mas preguntas de las necesarias, antes de que se diese cuenta, un estruendo que le dejó petrificado, llegó a sus oídos, y una lágrima, empezó a brotar de su lagrimal.
¡¡¡............... TE DESEAMOS TODOSSSSSSSSSSSSS, CUMPLEAÑOS FELIZZZZZZZZ!!!!!!!!

Extasiada 05/09/2006

Un oscuro pasado. De Suprunaman

La portada del periódico lucía una gran titular “Complot contra el mito de la velocidad”. Louis de Funes estaba sentado en su oficina revisando las notas del caso Raymond. Había leído su historial y buscado las raíces del campeón. Su verdadero nombre era William Lauson’s. Sus padres se mudaron desde EEUU a la capital francesa. El Sr. Lawson’s era mecánico y la empresa Bugatti necesitaba uno experimentado para sus bólidos de carrera.
William no era un gran estudiante, le gustaba salir por los barrios bajos y flirtear con las chicas que indudablemente preferían salir con un joven adinerado.
Eran tiempos de exceso, el joven William tenía dieciocho años, había bebido demasiado, tonteaba con una chica que no paraba de reírse de sus bobadas y de sus muecas. Estaba a punto de conseguir su propósito con aquella hermosa chica, cuando se resbaló y golpeó al chico que estaba a su lado en la barra.
- ¡Tú, borracho, mira lo que haces!
William que era todo nervio no se lo pensó ni un momento, no iba a consentir que nadie le hablara de esas maneras, se precipitó al cuello de aquel muchacho y lo golpeó con el puño derecho, siguió con el izquierdo, sus puños parecían auténticas ametralladoras que no permitían reaccionar al censurador. Le había partido la nariz y el suelo estaba empapado de sangre. La policía pudo detenerlo a tiempo de que lo matara.
William pasó largo tiempo en la cárcel, su carácter se hizo más aséptico, aprendió mecánica de automóvil, era la única manera de sobrevivir, el olor de gasolina lo embriagaba.
Al fin Louis de Funes levantó la cabeza y vio a Lorenza que le traía una taza de café.
- ¿Todo bien? Preguntó Lorenza
- No tengo ni idea de por donde empezar la investigación.

Suprunaman 04/09/2006

Lucifer. De Monelle

Se despertó nervioso, bañado en sudor.
- Pareces enfermo -alargó la mano para tomarle la temperatura.
- ¡No me toques!
Acostumbrada a los desplantes, se limitó a mirarlo con ternura a pesar del rechazo.
- ¡He tenido un sueño horrible! La desolación se extendía por todas partes, como en un complot. Miles de cuerpos deambulaban esquivando otros tantos caídos, cuyos rostros desfigurados por las fístulas conferían un panorama sanguinolento. Por encima de ellos, un ser demoníaco de grandes alas, Lucifer* dijo llamarse, sonreía mientras me ofrecía el remedio para aquel mal. Apenas lo recogí, todas las enfermedades me poseyeron deshaciendo mi cuerpo entre intensos dolores.
- Amor mío, no me extraña que estés aterrado. Algún sabio debería descifrar el propósito de esta pesadilla.
Pasó varias semanas sin descanso. Envuelto en su aséptico mundo, nadie podía acercarse hasta él. Pocos creían que existiera remedio para su cura.
Llegado de lejanas tierras, un hombre negro, un hechicero, envuelto entre pieles y plumas que portaba un manuscrito entre sus manos, cruzó como un bólido las calles de la ciudad. El monarca creyó reconocer el sello del legajo y lo recibió.
- No te acerques más o morirás.
- Entre vuestras manos deposito el libro del rey Salomón.
- ¡Mentira! Ese libro es un mito.
- Podéis no creerme. Pero los dioses han querido que os lo entregue. Mi camino está hecho.
De pronto, mudando en forma de ave, e impulsado por sus amplias alas, desapareció.
La magia del encuentro sirvió para convencerle. Sucumbiendo a la ambición de poseer el conocimiento, no tardó en extraer la fórmula con la que convocar al demonio de las enfermedades para dominar la capacidad del hombre de curarse o enfermarse; controlar el bienestar de cada uno de sus súbditos, de sus enemigos, de él mismo.
Preparó la invocación, la llevó a cabo, y Lucifer tuvo a bien entregarle el don.
Con su sola presencia la gente enfermaba. Todos sucumbían a su alrededor, como en el sueño. Eso le aisló mucho más. Sus ministros, la mujer que amaba, incluidos sus hijos cayeron víctimas de enfermedades para las que él era inmune. Se quedó solo y la pena lo invadió. Aquella tristeza derrotó su alma y, como en el sueño, el dolor de la muerte, de su muerte, se hizo insoportable.

Monelle/CRSignes 03/09/2006

LUCIFER * (Demonio de las Enfermedades). Tiene el poder de enfermar y curar a los hombres y a las bestias. Enseña las propiedades de las plantas curativas y venenosas.

Aclaratoria. De Hechizada

¡Vaya! Ha llegado la tarde del domingo y no he sido capaz de tener preparado ningún relato. Aunque releí las palabras varias veces no me puse a pensar en ellas y escribir una historia.

Pero hay una explicación: el “finde” pasado me percaté de que sólo me faltaba una semana para regresar al trabajo. Y, ¡ohh, qué nervios! Me di cuenta de que volví a fracasar en esos objetivos que uno concibe cuando sale de vacaciones y no puede viajar: sacar las cosas pendientes, arreglar el armario y los cajones, acomodar y emperifollar el piso, mudar de lugar algunos muebles para cambiar la decoración, organizar la biblioteca, etc., todo con mucho mimo, dedicación y una aséptica misión de que todo quede impoluto y esplendoroso. ¡Pero no! El caso es que no hice nada.

Así que al comenzar la semana me puse como un bólido a intentar hacer todo aquello que no hice en este tiempo, por lo que no me dio chance de ‘crear’ nada, de ponerme a fantasear y redactar un relato. Es más, les cuento algo que me pasó: había abierto el foro para desarrollar lo que Monelle nos había propuesto semanas pasadas sobre nuestros procesos de creación. Así que el miércoles pasado me dispuse a redactar sobre el mío y mover un poco a que otros se animaran a compartir sus propias experiencias. Estaba recreando todo lo que me ha pasado en este poco más de un año que llevo escribiendo relatos; ya lo tenía listo, sólo estaba releyendo y acomodando algunas comas y tal. Y de repente, se me ha colgado la Pc. ¡Joder! Lo perdí todo. Algún complot informático se armó en mí contra, sin duda alguna. Eso me pasa por no escribir antes en Word. Sentía tanta impotencia que la apagué y no escribí nada, ya lo haría más adelante.

No hay relato ni explicación de proceso creativo. Tampoco colaboré con las efemérides ni con las noticias. Y, claro, tampoco me ha dado tiempo de hacer esta semana todo lo que debía hacer en este mes. Y mañana a trabajar sin tiempo para poco más. Me verán poco por acá…

Esto me recuerda los mitos de Nochevieja: hacemos propósitos para el año nuevo, pasan los 365 días, ¿y? Nada, no hemos cumplido ni la mitad, en el mejor de los casos. ¿Cuándo aprenderé que no hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy?

Hechizada 03/09/2006

Los niños del sur. De Mon

Estaba allí parado, aséptico, viendo el mudar de gentes en un ir i venir sobre raíles, el golpear de hierro sobre acero, las suaves bandadas de aire, torbellino de un suspiro que deja paso al silencio, a una nueva estación.

Debía permanecer en silencio, pasar desapercibido, ser uno más. El último tren se hacía de rogar, solo quedaba el revisor, visiblemente cansado, sosteniendo un manojo de folios que debía firmar antes de cerrar la estación. Allí estaba el diminuto punto amarillo que entre los reflejos de las vías iba acercándose iluminando tenuemente las vías perfectamente alineadas, haciéndose cada vez más grande. Al fin pude asir la manivela y de un pequeño salto subí al vagón nº 505. Acto seguido y como acto reflejo observé por la ventanilla un bólido que se apresuraba hacia la tierra, solo me faltaba eso, agobiado por el nervio acumulado en la espera, cansado y con el miedo en el cuerpo.

Imaginaba lo que podía suceder cuando el tren se detuviese, estaba muy claro que era un complot de los “niños del sur” así llamaban a la mafia calabresa, muchos de ellos eran considerados mitos en pleno siglo XX, sabía lo que iba a trascender, si me liquidaban acababa la cadena de informadores de la CIA y conmigo en el hoyo las destilerías de alcohol funcionarían a pleno rendimiento.

Finalmente el tren nunca se detuvo ante mis ojos, no le di esa oportunidad, un nudo de corbata acabó con mi vida. A propósito Sr. Juez, cuando lea esta carta sabrá donde encontrar los manuscritos con toda la información para deshacer la trama y desmantelar a la cossa.

Fiu, POR LOS PELOS...

Mon 01/09/2006

Ante el espejo. De Fledermaus

Estoy meditando seriamente la posibilidad de mudar de cuerpo. Y no me apetece esperar a morir y reencarnarme. ¿No son parte de un complot los que creen en tales cosas? ¿No son tan creyentes en su fe como aquellos de los paraísos y los infiernos?
¿No son los dioses soluciones fáciles a cuestiones complejas?
Fundaré mi propia fe. Escribiré con mi puño y letra el mito de un héroe, que con el propósito de escapar a sus temores, cambió de cuerpo. ¿Cambiaré yo, si cambio de cuerpo? o ¿uno es siempre el mismo tenga el cuerpo que tenga? ¿Trasladar el alma a otro cuerpo modifica el alma?
En mi ilusión, quiero creer que sí, ¿acaso no influye la carcasa en la velocidad de un bólido?
Dejaré de ser yo, pero seguiré siéndolo.

Siendo un saco de nervios me adentraré en un quirófano con profesionales asépticos y modificaré mí forma de ser. Seré el vivo ejemplo de una moda muerta. He pedido ya un nuevo cerebro, uno que no me haga pensar en estas cosas, y pueda obsesionarme por las banalidades de la vida, y así disgustarme de nuevo con mi cuerpo, y acceder a venderlo, para obtener otro más acorde con los cánones del instante. Y olvidarme de vivir y malgastar mi única existencia en una espiral de obsesión por la apariencia.

Todo sería más fácil si Dios tuviera un cuerpo, un molde físico al que copiar, y no tuviéramos que divinizar dioses con cuerpo y sin alma a los que admirar, mientras la realidad se desmorona ante el silencio y la indiferencia de esa Fuerza, que en teoría lo iluminó todo.

Fledermaus 01/09/2006