Categorías: "Cuentistas"

Eres mi toco. De Chajaira

Créame, no es fácil ser editora. Últimamente parece haber un complot contra mí. Los autores parecen creer que realmente hay un desprecio por sus obras, sin tener en cuenta que el propósito no es otro que dar a la luz sus creaciones.
Hay como un mito creado alrededor de este gremio, usted lo sabe, mi querido escritor y, por favor, permítame la confianza para demostrarle que no soy una analista aséptica de lo que llega a mi despacho para ser valorado, corregido, estudiado.
Acaban de mudar a mi mesa todos los registros de entrada de obras, de hoy, ve usted esa pila de sobres, son todos los archivos y lo que es peor aún, textos mecanografiados, de un solo día.
Hay que tener un nervio especial para intentar tratar con el mimo y el cuidado que se merece cada uno de ellos. ¿Le gustaría que el suyo fuera leído por encima y pasado con la rapidez de un bólido por nuestros controles y críticos? No, claro que no.
Cuando creamos, pensamos que nuestra obra es lo mejor y como nuestro, lo más preciado, nos parece que nadie le da el valor que nosotros creemos que se merece. Quédese tranquilo, pero ha de tener paciencia, un libro no se puede hacer de la noche al día, como tampoco lo hizo usted, es un estudio de muchas cosas, incluso de algo indiscutible que no le voy a negar, nosotros vivimos de su venta, usted también pretende hacerlo y si su trabajo, por muy bueno que sea, no tiene mercado, no hay nada que hacer.

Valentín apretó la mano que se le extendía, dejó su sobre con los disquetes de su novela dentro. Lo miró pensando que podría ser la última vez para bien o para mal, pero no se quedaría allí, tocaría otras puertas, acudiría a todos los medios posibles, él estaba seguro de que su historia no pasaría al anonimato, era la mejor obra escrita por nadie, era magnífica, era la suya.

Chajaira 29/08/06

Impacto. De Suprunaman

Raymond había salido de boxes a toda prisa, el Bugatti tipo 37 rugía con todo su nervio dejando tras de sí una humareda blancuzca en toda la pista.
Nancy en la camioneta del equipo seguía la carrera mordiéndose las uñas. Cuando el piloto alzara por fin la copa, el hombre mudaría a mito pues sería el primero en ganar cinco campeonatos consecutivos. Pero la verdadera excitación de Nancy venía por el hecho de que Raymon le había pedido que se casara con él.
Faltaban pocas vueltas para finalizar el Gran Premio de Francia, Raymond continuaba en primer lugar. A sus 38 años de edad se había transformado en aséptico y calculador, tomaba cada viraje como si fuera el decisivo de la carrera. El joven Tazio se había convertido en un peligroso competidor y su Alfa Romeo, un bólido amenazante que le hacía zozobrar su propósito.
Llegaban a la curva decisiva, el Bugatti no viró y se empotró contra la valla publicitaria, un chispazo prendió la gasolina que goteaba del depósito y el cuerpo de Raymond ardió como una cerilla. Se hizo el silencio entre el público que miraban atónitos el espectáculo de fuego.

Habían pasado varias horas desde el trágico accidente, y yo Louis de Funes, prefecto de policía era el encargado de cerrar el caso. Un caso extraño, pues los mecánicos del equipo aseguraron que el volante no estaba bloqueado, sólo podía ser un fallo humano.
Al llegar a mi despacho encontré un sobre con los resultados del forense. Causa del fallecimiento: impacto de bala. ¡Menuda sorpresa! Olía a complot, entonces pensé - este va ser un trabajo complicado.

Suprunaman 29/08/2006

Las campanas generosas. (Parte II). De Edurne

Al oír los sollozos del padre Miguel, Dong, la campana de bronce, iluminada por un halo divino, se desenganchó del nervio que la unía al viejo muro y bajó por las escaleras a una velocidad de bólido, partiéndose en pedacitos. Una a una, sus migajas se mudaron en desgarrados repiques y, mostrando su aséptico corazón al párroco, le suplicó que la vendiera para socorrer a sus paisanos.
El padre Miguel, emocionado, así lo hizo, y pudo conseguir su propósito de devolver la paz y la armonía al valle.

Al año siguiente, el ruido de los tallos de la enredadera restregándose por los viejos muros de la vieja iglesia, anunciaron a las campanas que se acercaba otro desastre, parecía un complot. Tilín, Talán y Tolón explicaron que estaba ahí la malvada Inundación, temible lengua de agua que lamía con frenesí todas las haciendas y destruía todo el poblado devolviéndoles a la miseria.
De nuevo la súplica del padre Miguel fue escuchada y bajó Dang, la campana de plata, ofreciéndose para salvar al colectivo.

Volvió la alegría entre los habitantes del valle, pero poco duró porqué al año justo, de nuevo las campanillas entraron por la ventana, el tallo encogido y los pétalos cerrados, horrorizadas ante la llegada del perverso Sr. Rayo, detonador de un desalmado incendio que hundió de nuevo al desprotegido poblado en la desolación.

Esta vez le tocó a Ding, la campana de oro, socorrer a sus amigos. Siendo ella un mito en la comarca, poco costó venderla. Volvió a reinar la paz pero el padre Miguel alzaba su súplica al cielo con desesperación: no tenía campanas para repicar y llamar a sus feligreses, nadie se acordaría de la oración y se olvidarían de Dios.
Elevó sus ojos llorosos al cielo y se hizo de nuevo el milagro.
La enredadera crecía y crecía… y crecían las campanillas, arrastrándose en dirección a la vieja ventana, protectora en tantas ocasiones, zigzagueando por el techo hasta ir a colocarse cada una de ellas en el lugar de Ding, Dang y Dong. Tilín, Talán y Tolón, hermosas y enormes, se miraron de reojo, contaron hasta tres como solían hacer sus amigas, y comenzaron a repicar con todas sus fuerzas, inundando el valle con una música celestial que devolvió la felicidad al padre Miguel, felicidad que nunca más se vio truncada.

Edurne 29/08/2006

Las campanas generosas. (Parte I). De Edurne

En un pueblecito perdido, inmerso en el zaguán de un valle que irradiaba paz y tranquilidad, había una iglesia vieja, de viejos muros con tres viejas campanas llamadas Ding, Dang y Dong. Las tres eran la alegría del pueblo con su repicar y el padre Miguel estaba orgulloso de ellas. La primera era de oro, la segunda de plata y la tercera de bronce. Cada una de ellas se encontraba unida a los gruesos adoquines por un nervio firme que las mantenía en lo alto del campanario. Aquellos asépticos muros eran su hogar y cuando les tocaba llamar a oración se miraban de reojo, contaban hasta tres y comenzaban a una su alegre repicar que se oía por todo el valle. El colectivo abandonaba sus quehaceres sin dudarlo y acudía a la llamada con devoción, así discurría su vida entre repique y repique.
Muchas veces madrugaban con el propósito de charlar con sus tres amigas campanillas, hermosas florecillas de una enorme enredadera que trepaba y subía hasta lo más alto de los viejos muros de la vieja iglesia y asomaban su cabecita por la amplia ventana donde les esperaban las viejas campanas. Eran Tilín, Talán y Tolón, todo un mito, de vivos colores y largos tallos que hacían las delicias de sus amigas, contándoles todas las noticias que acontecían en el pueblo. En primavera lucían sus hermosas corolas brillantes al sol y en otoño las mudaban por otras de tonos más parduzcos y discretos, pero jamás perdían su alegría.

Un día las campanas se sorprendieron al ver que las campanillas corrían como bólidos a esconderse, entrando por la ventana hasta donde se encontraban ellas y enredándose con temor alrededor de las seguras fortalezas que representaban para ellas sus amigas las campanas: es que se aproximaba Don Huracán, un viento malandrín que arrasó todo a su paso, dejando sólo terror y desolación.
El padre Miguel, apenado por sus feligreses, se arrodilló llorando desconsolado. El complot urdido entre el viento y la tempestad había conseguido su objetivo y él nada podía hacer.

Edurne 29/08/2006

Recuerdos. De Locomotoro

Recuerdo; y mira que hay cosas para recordar... pues recuerdo el colegio. Recuerdo aquellos niños de Etiopía pasando hambre, saliendo por la bombilla de un proyector para explotar en la pared desnuda de la clase. Recuerdo al padre Echave, contándonos “nosequé” de que teníamos que dar lo que teníamos... aunque fuera él el único que tenía algo de la clase. Recuerdo aquellas sonrisas gigantescas rozando con el blanco de los ojos, apenas con pellejo entre medio y recuerdo haber aprendido algo muy importante aquél día. Algo que no dijo el padre Echave. Quizás lo había olvidado o quizás no lo había aprendido. Siempre pensé que ante la mirada feliz de un niño que muere de hambre, cualquier palabra o explicación resultan estériles. Siempre pensé que la esencia se encuentra en la imagen, en el hecho... no en la palabra.
Recuerdo nuestro nervio, de hecho a veces lo echo en falta. Esa fuerza necesaria para escupir la primera palabra, el primer pensamiento por poco aséptico que fuera este, aún a riesgo de cualquier vejación. Recuerdo además haber oído que un hombre solo puede dar lo que es... y no lo que tiene. Pero no recuerdo haber visto mucho tiempo a aquél profesor, porque se fue a las misiones.
También puedo recordar una especie de complot contra todos nuestros sueños, nuestra manera de ser niños. Quizás eso nos hizo más niños. Recuerdo a propósito de eso, salir al recreo como bólidos en un desierto de cemento, bañado por la sangre de nuestras rodillas y codos, lavado por la lluvia temprana de Septiembre. Siempre podíamos mudar nuestra inocente apariencia y volar como Superman... pero eso no va contigo, porque entonces pensábamos que tu y tus amigas erais tontas, que os habían cortado el pito y por eso meabais sentadas. Saltar a la cuerda nos parecía algo absurdo. Nuestro mito era Arconada... y nada pasaba cuando cubría la portería del equipo blanquiazul.
Recuerdo haber oído también algo sobre las riquezas del Vaticano y que un hombrecito vestido de blanco, era el representante de Dios. Recuerdo haber odiado a Dios por ello.
En la penumbra de mis recuerdos, continúo viendo esos niños de ojos y dientes brillantes, con sus hinchadas tripas y esqueléticos huesos... mientras el padre Echave, sigue contándonos “nosequé” del Concilio, del Vaticano, del Santo Padre... así, sin hacer nada.

Locomotoro 28/08/2006

Un buen final. De Locomotoro

Había acabado un tanto aburrido de la vida, aunque esta aún no había terminado. Primero la mala vida, (o la buena, según se mire), después el cambio de hábitos, de despedir a Mediometro, y la escuela para los muchachos... la vida seguía ahí, como una almorrana pegada al culo.
Quise templar el nervio y hacer algo más provechoso con mi vida; escribir.
Siempre me gustó el hierro, y así decidí mudar la aséptica Smith & Wesson por la modernísima Underwood.
Me costaría mi tiempo, pero eso era algo que me sobraba, Además, me había hecho el propósito de inmortalizar mi vida, y entre la desidia y el óxido que se iba comiendo el cobre de las balas, nació un taco de 500 hojas a doble cara.
Era una especie de novela para adolescentes cargada de acción, amor... bañada de escenas policíacas, complots, algo de religiosidad, misticismo y malos huyendo en velocísimos bólidos. De alguna manera, me había convertido en un mito viviente, alguien importante.
Ahora me encontraba en la sala de espera de un editor, sucumbiendo a los encantos en el escote pronunciado de una jovencísima secretaria, todo facultades, sin lugar a dudas.
De pronto sonó el telefonillo, y al tiempo que me miraba dedicándome una sonrisa, me dijo con una voz encantadora que podía pasar. Quizás era demasiado joven como para entender lo de la tarjeta y el guiño, quizás esa palmadita en el culo... no sé.
Con eso y con todo, me planté ante el editor. El hecho que me ofreciera un puro y sacara una botella de Jack Daniels y un par de vasos, no presagiaba nada bueno. Comentó que el final era una mierda y un sinfín de barbaridades. Eso hizo que mi puro y el bourbon comenzaran a saberme mal. Miré su máquina de escribir y vi que necesitaba cambiar de cinta. Ante su asombro, me ofrecí amablemente a cambiar el carrete. Me coloqué tras él con el carrete, luego lo tensé fuertemente, para que no cogiera arrugas y apreté todo lo que pude.
De esta manera, con el hierro preparado, encontré el final... bueno, más bien... lo encontró él. Yo solo... lo ejecuté. Tomé unas últimas notas para arreglar el trabajo y salí de allí. Al cruzarme con la joven, preguntó si le había gustado. Se moría de ganas por leerlo.

Locomotoro 28/08/2006

Sueño caribeño. De Monelle

¡Trescientas setenta y nueve semanas de trabajo continuado! Realmente me merezco vacaciones.
Hubo un tiempo en el que se seguían las estaciones para marcar los descansos colectivos. Pero claro, estamos a mucha distancia de la tierra, y aunque la resistencia del cuerpo sea la misma, los jefes, malandrines ellos, nunca lo tendrán en cuenta.
En fin, ¡ha llegado el momento de partir lejos!
Al menos, durante ciento siete semanas, disfrutaré de alguna de las atmósferas itinerantes que reproducen la añorada Tierra.
Hace cerca de cincuenta y nueve semanas, madrugué en la reserva, compré el “Sueño Caribeño”.

“Abandónate en sus playas. Báñate en su sol, su música y todos los placeres que desees. Nadie te ofrece tanto por tan poco.”

Así rezaba su publicidad. ¡Bonito epitafio! No me importaría acabar allí mis días.
¡Mujeres! ¡Sol!... ¡Más mujeres! Por ello lo escogí.
¡Uhmmmmm! Espero que esté cerca la base imitadora.

Me recogerán en el zaguán de casa y... rumbo hacia la estación espacial Caribean-N3.55, sin escalas.

Aquí su equipaje. Nos encontramos a veintidós semanas de su meta. Le rogamos tome su dosis somnífera para evitarle incomodidades. Esperamos disfrute del viaje. Nos vemos en su destino. ¡Qué descanse!...
—Pi pi pi pi pi pi pipipipipipipipipiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¡Ahhhhhhhh!

... Las once y tres cuartos...
Parece mentira lo que se asemejan, entre sí, las habitaciones estándar. Es como estar en casa...
Pero... pero si ¡este es mi cuarto!

¿Qué es esto?

La luz parpadeante me indica un mensaje en el contestador.

“Mensaje para el ciudadano 78.990.565. Por un error en nuestro somnífero, lamento comunicarle que se ha pasado todo el tiempo en estado vegetativo, le aseguramos que ha recibido los cuidados oportunos. Le informamos que no devolvemos importe alguno, por lo que, tiene derecho a recuperar lo perdido, más una indemnización, que será efectiva en sus próximo descanso vacacional. Desgraciadamente su empresa nos ha comunicado que usted no tiene derecho de prórroga, por lo que deberá aguardar hasta cumplir con sus obligaciones, antes de disfrutar de nuestros servicios. Lamentamos los trastornos ocasionados. No dude consultarnos cualquier duda.”

Menudo jirón... Con humor mejor tomarse las cosas. Al menos estoy descansado... Seguro que cuando tenga que partir... no dejo que me duerman. Lástima que aún deba esperar tantas semanas... Sin duda, éstas han sido las vacaciones más descansadas que he tenido. Pensé que el “Sueño caribeño” era otra cosa.

Monelle/CRSignes 270806

El mundo en sus manos – Introducción. De Pez Burbuja

Permítanme que me presente. Mi nombre es Adabob Zeped aunque todos me llaman simplemente Bob, y pertenezco al extraño colectivo de los trashumantes. No tengo hogar en ningún sitio pero cualquier lugar puede ser mi casa. Así soy yo, un loco en busca de aventuras, que deambula por el mundo sin oficio ni beneficio, con el único afán de disfrutar de cada instante.

Entiendo que esto les pueda parecer una forma de vida poco habitual. Sin entrar en detalles, les contaré que mi padre era un malandrín, que se escapó con una camarera cuando yo era pequeño y nunca volvimos a verlo. Mi madre se puso a trabajar limpiando las casas de los vecinos, y aunque dicen que al que madruga, Dios le ayuda, no siempre debe ser así porque murió de tuberculosis cuando yo aún no había cumplido los quince. De pronto me vi en el zaguán de la que había sido mi casa, que había pasado a manos de una multitud de acreedores, sin más fortuna que un pequeño hatillo hecho jirones, y mis manos.

Quisiera, si me lo permiten, hablarles de mis manos. Yo soy un tipo normal, siempre he sido una persona bastante anodina, y paso desapercibido con facilidad, lo que me permite observar a mis anchas a las personas que me rodean. La única cosa que me distingue del resto son mis manos. Cualquier material que cae en ellas se convierte en poco tiempo en un pequeño potrillo, en un dragón, en un duende de orejas puntiagudas… y cobra vida. Es algo que ni siquiera yo sé muy bien cómo ocurre, pero el caso es que ocurre. Y con ello me he ganado la vida durante todos estos años.

Ustedes se preguntarán a qué viene todo esto. Uno ya no es joven, y aunque mis recuerdos siguen intactos, los años no perdonan. Y no quisiera que un día alguien escribiera en mi epitafio “Aquí yace el viajero desconocido”, y que todas las personas, los lugares, las maravillas que contemplé a lo largo de mis viajes quedaran en el olvido. Así que voy a intentar poner un poco de orden en mi cabeza, para contarles mis pequeñas aventuras. Espero de todo corazón que las disfruten.

Continuará...

Pez Burbuja 27/08/06

Aquellas viejas vacaciones. De Hechizada

Últimamente falla mi memoria, no es tan buena como en otros tiempos que hasta mis padres, tíos, abuelas se asombraban de lo que les hacía recordar. No sé si la complejidad de lo cotidiano o la distancia en el tiempo hacen que mis remembranzas sean jirones de vivencias que a veces logran venir a mi mente luego de grandes esfuerzos.

Intento recordar aquellas vacaciones escolares, en las que año a año, mis padres nos llevaban a mis dos hermanos y a mí a casa de la abuela materna por unos dos meses, mientras ellos seguían trabajando en Caracas. El viaje en coche de ocho horas ya era una aventura en sí misma: la hechura de las maletas, nosotros metiendo cosas y mamá sacándolas, la pesadilla para levantarse de madrugada, las peleas de cuál le tocaría ir sentado en el medio. Discusiones que siempre terminaban dilucidando mis padres y perdiendo yo. Mi venganza era hacerme la dormida y recostarme de mis hermanos hasta fastidiarles y que en la próxima parada me dejaran hastiados la ventana.

Cuando por fin llegábamos estaban todos en el zaguán esperándonos: mi abuela, tíos, primos. Casi un año sin vernos. ¡Cuánta alegría! Vendrían semanas de diversión con la patota de veinticuatro primos y la alcahuetería de mis tíos. Y todos los mimos para los nietos caraqueños, comiendo lo que nunca mamá nos preparaba y haciendo las cosas que nos estaba vedado en una gran metrópolis llena de asfalto y cemento: ir a los ríos, llenarnos de barro hasta los oídos, correr, gritar...

Dos de mis tíos, para apaciguar al colectivo juvenil, todos entre nueve y dieciocho años, organizaban los sábados un concurso de baile. Mi pareja siempre era mi primo Aquiles, nos conocíamos los pasos y siempre nos inventábamos alguno para sorprender; si no ganábamos al menos quedábamos entre los primeros. El premio siempre eran diez bolívares para la pareja ganadora y cinco para la segunda; un tesoro para aquella época. Estaba de moda la música de ‘Fiebre del sábado por la noche’, y todos imitábamos sus pasos. Mi abuela, cuando nos veía mover las caderas comenzaba a gritar: “¡Malandrines, sinvergüenzas, descarados!”, y comenzaba a perseguirnos para darnos un coscorrón. Menos mal que no nos llegó a ver cuando se puso de moda la lambada o ahora el hip hop, su epitafio sería para ella el mejor consejo: “Sean felices, descanso en paz”.

Hechizada 26/08/06

Un pensamiento vacacional. De Belfas

CUENTO NÚMERO 200

Estoy en el zaguán de mis próximas vacaciones. Un estado de agitación se va apoderando de mí a medida que pasan las horas, y mi día a día se ve alterado por este nerviosismo. Me alejo de ese colectivo de conductores urbanos, que tras su jornada se refugian en quienes encuentran cercanos, en un intento de hacerse eco de sus avatares diarios, toda una aventura en la jungla de la ciudad, en la cual conviven con multitud de personas distintas, y con un objetivo común, “la prisa”. La urbe es un territorio donde cada vez resulta más complicada la armonía, por hallarse el egoísmo personificado tan enraizado.
Ha llegado mi hora, es el tiempo de alejarme de esa rutina diaria de once meses, viajar, visitar mi Vara y meterme en el mundo del sosiego y la tranquilidad, donde aparco la palabra madrugar y tomo la de complacencia.
Es ese período donde me gustaría convertirme en ese maquiavélico malandrín, y adentrarme en el mundo del desenfreno, para satisfacer una serie de placeres fantasmagóricos, pensados y añorados durante todo el año, y seguro quedaran pendientes para unas próximas vacaciones, por no tener el coraje suficiente para perpetrarlos.
Confío en no regresar con el cuerpo y el alma hechos jirones, lamentándome de haber perdido la oportunidad de disfrutar de algo tan simple como es la vida.
Pasaré horas y horas en mi posición favorita, “la horizontal”, con la mirada perdida, el pensamiento deambulando por mundos utópicos y haciendo gala de ese famoso epitafio que yace sobre la tumba de uno de los más grandes humoristas Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”.

Belfas 25/08/06

Afán de aventura. De Chajaira

Nunca fui amante de la aventura, pero Joan insistió en hacer un viaje especial para estas vacaciones. “Tiene que ser algo realmente inolvidable”, dijo. Por una vez quise complacerle y no sentirme como un malandrín, a regañadientes acepté y así me vi casi de madrugada con mochila en la espalda por las Gargantas de Todra.
Nos separamos del colectivo que organizaba el itinerario, hacía más de cuarenta grados mientras caminábamos por las orillas de aquel impresionante desfiladero, fue entonces cuando se me nubló la vista, sólo escuché gritar mi nombre a lo lejos cuando mi cuerpo volaba al abismo, me llamaba el crujir del río que entre ellas se mecía bajando, el estómago pareció subirse, creí estar en una película de ficción, no podría ser, me iba a matar por esos desfiladeros ¿habéis sentido la horrible sensación de caer, de no hallar suelo bajo los pies? Mi tumba carecería de epitafio.
Sentí el golpetazo del agua en mi espalda al chocar con la misma, mi dorsal se quebró pero el pánico rompió el dolor, solo dejó otro jirón para el terror de verme morir. Nunca abro los ojos bajo el agua, pero lo hice, tenía que hacerlo, el inmenso peso del agua aplastaba mi pecho, mis fosas nasales, tragaba agua a medida que gritaba inútilmente en ella, todo era de un azul-gris turbio, necesitaba respirar, no podía ser, quería vivir, quería mi pequeña casa, discutir con Joan, tomar café después de comer, envenenarme con mis cigarrillos.
No, no, no, no, no, no podía ser…
- ¡Carmen! ¿Estás bien?
Estaba echada en el suelo bajo la sombra de un zaguán, empapada por un jarro de agua fría que me habían agraciado para reanimarme de una lipotimia por las altas temperaturas. Aquello pudo haber sido una pesadilla, pero yo cogería el avión de vuelta a casa.

Chajaira 23/08/06

De vacaciones. De Fledermaus

Lo primero que hacíamos al volver a clase con los estuches nuevos y los libros de texto que olían tan bien, era escribir una redacción acerca de las vacaciones. Por suerte aún guardo algunas, y releerlas me atrapa.
Observar hoy las prioridades de aquellos días, las hazañas y los motivos de los terribles enfados, me sumen en un estado nostálgico, agridulce.

Antaño no me agradaba madrugar como hago ahora; entonces tenía todo el tiempo del mundo.
Volver a casa con la camisa que me había regalado la tía hecha jirones era motivo de un juicio familiar muy serio. Era, y es, tan sólo ropa. Y la tía siempre tuvo un pésimo gusto para escoger ropa. ¡Me sigo defendiendo!

De aquellas vacaciones de verano, que en Junio parecían no tener fin pero que tan rápido pasaban, recuerdo que nos reuníamos en el zaguán de casa un colectivo malhechor de vástagos del barrio. Una tribu de malandrines que en verano se veía nutrido por peligrosos especimenes de más allá de las fronteras. Había un par de mellizas, “las suecas”, que en realidad eran de Córcega. E Ibrahim, que se hacía llamar “Amunike” por uno que jugaba en el Barça y que era casi tan malo como él, y también era negro. Y uno que llamábamos “Artapalo”, que nos sonaba muy a pirata, porqué el chico era un poco cojo.
Recuerdo y sonrío. ¿Qué habrá sido de toda esa gente?

Cuando en uno de esos veranos, me duele no recordar el año con exactitud, falleció mi abuelo paterno, mi familia optó por suavizar el asunto y decirme que, simplemente, se había ido de vacaciones.
En las peregrinaciones dominicales al cementerio, a no hacer nada divertido allí, siempre me pregunté por qué toda aquella gente que estaba ausente no ponían un cartel que lo dejase claro, como el de las tiendas: DE VACACIONES. En lugar de esos epitafios aburridos acerca de la gloria de Dios y otras mentiras como listados de familiares que les querían -pero que, a diferencia de nosotros, no estaban nunca allí, ni iban a cambiarles las flores secas, ni a limpiar esas ventanitas detrás de las cuales no había más que nombres, cifras y una fotografía de un rostro, como de muerto.

Como de muerto, leo. Lo escribí en una redacción que hoy me asombra.

Fledermaus 23/08/06

García el pirata. De Mon

Fue García el pirata quien un día de aciago calor, tarde bochornosa e insoportable, me dijo: “no desees las vacaciones, malandrín, al menos las vacaciones donde todo el mundo coincide, verás que pronto entiendes lo que te digo si te paras un momento a reflexionar…”
Razón no le faltó al pirata, después de comprobar en mis propias carnes el sin sabor de las aglomeraciones, el amontonamiento del colectivo Benidormense*, la refrescante brisa de sudor y bronceador que suavemente se apelmazaban sobre todo mi cuerpo, la arena que cientos de niños se empeñaban en depositar en mis ojos, por no decir los madrugones que debía meterme para conseguir un metro de toalla a doscientos metros de la orilla. Menos mal que pronto estaría de vuelta y solo las colas quilométricas se encargarían de recordarme la sonrisa que perdí en la playa.
Así me suenan hoy las vacaciones, lo más parecido a un jirón de piel. No hay nada mejor que ir descompasado del resto, de forma que cuando tu estás trabajando puedas incluso insultar* a los que sufren en la playa. Pronto llega la hora de la venganza, de tomar esas vacaciones hechas solo para mí, en octubre, cuando no hay ni Dios. Solo sentado en el zaguán mecido por el levante a 20º y mirando hacia la calle, oliva va, cerveza viene, mientras insulto* a todos los demás que van como locos recuperándose y maldiciendo el término de unas vacaciones que no han servido para nada.
Razón de pirata o reflexión de borrego, pero así es la vida en un sistema que decide paralizarse porque tocan vacaciones.

Mon 22/08/06

*Benidormense = Usuario de las playas de Benidorm en el Levante español. Un día fue un paraje precioso y virgen, hoy es una colmena súper explotada, máquina perfecta de generar basura.
*Insular = Modo de solidarizarse con el pringado, de forma socarrona pero grácil.

¿Veraqué? De Aquarella

Hace sol, no sopla viento y tenemos cuarenta grados; la trilogía confirma que ha llegado el tiempo de vacaciones. Esa maravillosa época del año en la que no es necesario madrugar, pero con una temperatura tan elevada que los sueños derretidos terminan convirtiéndose en aguas estancadas. ¡Mierda de verano!

Desde que al colectivo de comerciantes le dio por avisarnos con suficiente antelación de la llegada de las nuevas estaciones, en marzo empiezan con los anuncios de productos milagrosos para estilizar la silueta, imprescindibles para meterse en los diminutos trajes de baño que luego se llevarán, potingues diversos para lucir un estupendo moreno y viajes a los lugares más recónditos del mundo. Ahí precisamente empieza el problema, te pillan con la neurona atrofiada por la hipotermia sufrida durante el invierno y llegas a creértelo. “La felicidad llega con el verano” parece ser la consigna y decides hacer jirones tu presupuesto para lograrlo.

Después de un par de meses comiendo cereales con sabor a cartón y dándote cada día religiosamente cremas antitodo, te atreves a intentar la ardua tarea de meterte en eso que llaman bikini. ¡Por lo menos en invierno hay tela suficiente para esconder las miserias! Decidida a no dejarte vencer por el desánimo, haces un auténtico ejercicio de autoestima para sonreírle a las dificultades y tomártelo con buen humor… la duquesa de Alba está muchísimo peor y no tiene ningún problema en salir así en la tele.

¡Por fin llega el día! Inmersa en la famosa operación salida y, después de diez horas de insufrible atasco, llegas a una playa más abarrotada que la Gran Vía en hora punta (la playa que te permite tu paupérrima economía) y descubres con horror que te quedan por delante quince días de dura pelea por un trozo de arena para poner la toalla… y todo el tiempo del mundo para “disfrutar” de tu costilla (ese proyecto de príncipe azul convertido en malandrín por arte de magia). Pues aún así, lo peor es la vuelta: El agua de la zona debía tener mucha cal porque la ropa ha encogido, has descansado poco y regresas al trabajo con el síndrome postvacacional; lo que se traduce en unas ganas increíbles de convertirte en un fantasma de esos que se pasean por el zaguán de las casas antiguas arrastrando sus penas.

Advertencia, si veo un anuncio de turrones antes de diciembre empiezo a escribir epitafios.

Aquarella 22/08/06

Las cartas de la baraja. De Edurne

He madrugado para ir de vacaciones hacia un mundo desconocido, lleno de fantasía e ilusión.
Algún que otro gnomo malandrín ha intentado vetarme el paso, pero una vez atravesado el zaguán de los sueños, he virado la nave de mi fantasía hacia babor, donde crece la espuma de los mares, allá lejos en el confín de las aterciopeladas y cálidas noches de verano, sin epitafio posible, rumbo a lo desconocido hasta tocar con mis yemas la ilusión.
Busco los cuatro reinos, un colectivo que, según el Libro de las Hadas, habita en el bosque. Uno es famoso por sus viñas, otro por sus bosques, el tercero por sus guerreros valerosos y el cuarto por sus minas de oro. En sus escudos blanden orgullosos los símbolos de su reino y en sus estandartes vemos la copa, el basto, la espada y el oro.
Cada rey tiene su caballero y su paje, y un ciudadano de honor que ha sido un as en cualquier hazaña. Encontramos al as de copas, el de bastos, el de espadas y el de oros.
Todos los ciudadanos se distribuyen en categorías. Los Nuevecitos, ataviados con sus mejores vestimentas; los Tochos son los más catetos. Los Siente son los que se dedican a las artes, los Seises se inclinan por el ocultismo y la brujería. Los Cinto muestran alrededor de su cinturón, cinco hermosas plumas de avestruz, mientras que a los Cuatreros no puede uno llevarles la contraria debido a su mal carácter, dejan al contrario hecho jirones. Los Treses dictan, juzgan y castigan las faltas, tres funciones muy necesarias. Los Doses sólo gandulean, pues les falta muy poquito para ser dioses, sólo la “i”.
A menudo, se mandaban cartas para citarse. Jugaban a la veintiuna, con diez miembros por equipo más el árbitro, o también al siete y medio, sólo en el caso de que jugara un rey que valía por uno y medio, claro, con los cuatro caballeros y dos porteros.
Al final, los Treses decidieron prohibir los juegos violentos y crearon los juegos de mesa.
Sigo buscando estos reinos, veo una luz en la proa de mi navío, es de mi habitación, pero mi sueño era tan maravilloso,…serían unas vacaciones de fantasía. Durante unos minutos sigo recordando a los personajes de mi sueño, todos jugaban, principalmente a las cartas, de manera que estos reinos podrían haber sido los precursores de nuestra actual baraja española.

Edurne 22/08/06

Malditos ciruelos. De Suprunaman

Estaba un día de vacaciones, acostado en la cama, más feliz que el Guerra, cuando un terrible retortijón me hizo madrugar. Yo quería continuar en la cama pero entonces, otro terrible pellizco en los intestinos me dejó sin respiración. Me sentía morir, imaginé mi epitafio: “Cagado hasta las anginas, nos dejaste huella”. El colectivo familiar venía a recoger mi ataúd y me llevaban a hombros hasta el cementerio. El primo Manolo es más bajito que el resto, así que el ataúd estaba descompensado e iba cojeando, mientras yo allí dentro, más mareado que un ajoaceite.
¡No lo voy a permitir!, y como un relámpago me levanté y corrí sin descanso por el largo pasillo, ¡vamos Indurain! Me animaba yo mismo. ¡Fuera ropaaaaa! Y me senté en el retrete, un último jirón en el estomago, estertor, uuuuaaaaaagggggggg grité, sonó a caverna, parecía que estaba expulsando de mí un diablo malandrín; bonito día para un exorcismo. Uuuuaaaaaagggggggg, abandona este cuerpo demonio, abandona este cuerpo. Follatelo Carrac, follatelo. Al fin sonaron las trompetas, priiiiiiiiii-priiiiiiiiii, potlop, potlop, las almorranas me bailaban sevillanas y desde el zaguán se podía oler el pestilente olor a azufre.
Como pude me arrastré hasta la cama de nuevo, estaba orgulloso, era como si hubiese salvado al soldado Ryan.

Suprunaman 21/08/06

El señor Roberto. De Hechizada

Hoy no era su mejor día. Cuando para otros pudiera serlo, él lo pasaba mal.
Roberto era un conductor de colectivo, con más de 35 años en el oficio a sus espaldas. Ese día sería su última jornada como tal, pues al día siguiente pasaría a retiro. Atrás quedarían sus rutas saludando a todos aquellos que por tantos años hacían de su bus el medio de transporte diario. Ya no asustaría a la Sra. María con los frenazos en seco sólo para oírla maldecir. Echaría de menos los improperios del viejo Anselmo por cerrarle la puerta cada vez que intentaba subirse. Dejaría de escuchar las groserías de Carlitos, el chaval malandrín que ha visto crecer e irse haciendo un hombre mientras iba al cole. Ya no vería las ojeras azules de Verónica cuando regresaba cansada de su trabajo quejándose de tener que madrugar todos los días…

Ese día ni la radio tenía puesta. Todos los que le conocían, al montarse, le notaban distante. En ocasiones casi se pasa los semáforos en rojo, sonando las alarmas entre los usuarios que se miraban extrañados. Algo le pasaba y no sabían qué. No respondía a los comentarios ni se reía de los chistes. A la final, lo dejaban tranquilo pensando que un mal día lo tiene cualquiera.

En la noche, dejó el colectivo en el aparcamiento y se despidió silenciosamente, con lágrimas en los ojos. Se fue directo a su casa. Vivía solo, no tenía familia ni se casó ni tuvo hijos. No quiso entrar donde Juan a comprar leche ni cigarrillos, pues no tenía ganas de escuchar los cotilleos del barrio. Abrió la reja del portal de su casa, la cual hizo un chirrido que ni le inmutó; todos los días se decía que tenía que echarle aceite pero esta vez fue como si no la escuchara. Caminó por el zaguán arrastrando los pies como signo inequívoco del peso de su pena. Miró las pocas plantas que allí tenía y suspiró. Pasó directo a la cocina y se preparó un café. Luego buscó un boli y un papel, garabateó unas palabras y se fue a su habitación.

Fue encontrado por la policía a los pocos días dada las llamadas sin respuesta de sus vecinos. Estaba colgado de una soga yerto, cual jirón humano. A sus pies la nota: “Amigos: no quiero misas, flores, ni epitafio, sólo que me recuerden con cariño, Roberto”.

Hechizada 20/08/06

Súrgat. De Monelle

Malandrines, filibusteros y rameras, pasean por el puerto buscando cómo ganarse los cuartos para salir airosos de trifulcas y borracheras.
Esquivando proposiciones, Sir James Worsley, camina hacia su cita.
Muchas naves permanecen varadas en la dársena de Puerto Príncipe. Hacía años que los ciclones no golpeaban Haití con tanta virulencia.
El capitán espera junto al zaguán de la taberna.
Con un cruce de miradas, descubre el arrojo y la osadía que anda buscando.

Ambos sabemos qué nos trae hasta aquí. Sobran las monsergas, si su determinación tiene el valor de su mirada. Me han hablado muy bien de usted capitán.

Sobre la mesa, Sir James desliza un gran anillo con sello y un brazalete.

¡Aquí está el escudo! Ya sabe que el premio debe ser colectivo. No permitiré que traicione a mi tripulación.
Todos recibirán lo que les corresponda. Le advierto que, el “Súrgat”, es un galeón sin par, el más rápido que surca estos mares. En cuanto a la ruta, capitán, os dará la impresión de que la conoce. No le contradigáis.

Una tripulación hastiada del descanso prolongado, madruga entusiasmada por la proximidad de la partida. Arriban al pie de la nave y se maravillan de su grandiosidad. El “Súrgat” despliega el velamen, y parte rumbo hacia alta mar.

Sir James, cierto es, parece conocer el camino. Presiento que pronto avistaremos tierra.
Razón no os falta, mañana arribaremos pero, hoy, os pido confiéis en mí. Nadie debe molestarme ni tan siquiera vos. Os lo ruego.

Pero el mar curte de forma distinta, y la confianza hecha jirones del capitán, agudiza el instinto de supervivencia desdeñando de la lealtad.
Extraños ruidos le alarmaron. Abrió la puerta dispuesto a averiguarlo todo, justo en el momento en el que, Sir James blandiendo una espada, retuvo la aparición de un ser horripilante.

“Por Adonay, Súrgat, me concedas el poder de hallar tesoros bajo tierra y en otros lugares”.

El capitán observó cómo la criatura le ofrecía un gran anillo dorado.
En el momento en el que éste pasaba a manos de Sir James, el capitán, cegado por la ambición, se lanza para recogerlo.

El barco es zarandeado violentamente hasta que la fuerza del oleaje lo hace zozobrar.
Sobre un mar calmado, unos signos cabalísticos acompañados por la figura de un gallo, y escritos con sangre sobre un pergamino, sirven de epitafio a la catástrofe del “Súrgat”.

Monelle/CRSignes 20/08/06

Antonio García Sánchez, muerto. De Fledermaus

Bu bostezó con la libertad que se hace a los cinco años. La tía Lola le pellizcó en el hombro.
- ¡Ay!
- A callar.
El colectivo de negras figuras reunidas alrededor del féretro de Antonio, despertó de su murmullo aletargado con el grito del chico. Lo miraron sintiendo verdadera pena por el ahora huérfano. Era la segunda vez en la vida que a Bu, como le llamaban los familiares, le tocaba madrugar. La primera vez ocurrió cuando su madre se fue hacía abajo. Ahora era el padre quien había reunido en el zaguán de la destartalada casa, a los vecinos y familiares. ¡Y qué extraño era verle con el traje! Le vistieron con el único que tenía, el de la boda. Y era la segunda ocasión que se lo ponía.

Los vecinos allí reunidos daban a la familia el pésame de rigor:
- No somos nada.
- Tal como llegamos, nos vamos…
- No era malo del todo, la vida que le trató mal.
- En el fondo tenía su corazoncito.
¡Chorradas! ¡Palabrería hipócrita de rigor!

Antonio había sido un mal hermano, un peor hijo, un marido terrible y un desastre de padre. Nadie se alegraba de su fallecimiento, no abiertamente.
Cuando Eva falleció, Antonio pareció recuperar la razón durante unos días. Fue durante aquella semana que no piso un bar. Darle la culpa al alcohol sería una excusa falsa. El alcohol está por todas partes sí, pero él bien que se lo bebía.

Empezó cuando del malandrín de barrio, chulillo y metido en líos, se transformó en un tipo peligroso al que acudían los líos primero y la policía después.
Pasó por prisión en varias ocasiones. Altercados pequeños. Acudía a casa con el mono del taller ensangrentado del cuello, y con las mangas en jirones. Un ojo morado y un par de dedos rotos. El otro solía quedar peor. Quebró el taller y la tienda de reparaciones. Antonio era un agujero negro de problemas: Eva ya no podía darle dinero; sus hermanos no le hablaban, y la madre… siempre se ha dicho que la vieja Lola murió de pena.
Y Eva… bueno, nadie podía afirmar exactamente de qué murió, lo cual, ya daba pie a muchas especulaciones.

El sentir de la familia se resume en el epitafio que su hermana Lola designó para la tumba:
Antonio García Sánchez, muerto.

Fledermaus 18/08/06

Tormenta de verano. De Edurne

Ayer por la noche empezó. Después de un día claro y soleado, dejando atrás meses de tardes caldeadas y madrugadas frescas. El cielo se ennegreció de golpe, sin aviso incipiente, y las nubes desorientadas y negruzcas atravesaban el cielo dominadas por un viento malandrín que las arrastraba a su merced.
En el zaguán de la oscuridad un rayo zigzagueante resquebrajó el cielo y lo partió en dos por unos segundos. Jirones de nubes chocando unas contra otras y al otro lado de la estrecha rendija de luz, el colectivo de gotas de agua se apretaba temeroso de caer, se asían unas a otras intentando defenderse del infame viento frío que las balanceaba. Empezaron a caer unos gruesos goterones y me obligaron a resguardarme en silencio. Las palabras no acudían a mi boca porque la garganta se había quedado petrificada, intenté reaccionar, pero mi mirada no se apartaba de aquel cielo y me sentí tan menuda, tan insignificante como un grano de arena en una playa vacía.
Sabía que llegaría, la estaba esperando, la tormenta descargaría su ira y yo estaría preparada para hacerle frente. Pero no fue así... se puso tan negro el cielo, sopló tan fuerte la ira del viento, deslumbraron tanto los rayos a mis ojos incrédulos, sonaron los truenos con tanta contundencia, que... tuve que claudicar.
Ayer noche me dejé llevar por la tormenta, me abandoné en sus brazos y volcó en mi corazón tanto temor que las lágrimas asomaron a mis ojos. El terror se apoderó de mi cuerpo y pensé, durante largo tiempo, que aquello no acabaría, que era sólo el principio del fin. Todo estaba en mi contra y yo, nada más que hacer que quedarme impasible y expectante esperando los nuevos acontecimientos.
Como epitafio he confirmado que no es verdad que las tormentas de verano sean pasajeras, ésta dejó en mí una huella que jamás podré borrar.

Edurne 16/08/06

Botellín y Botellón. De Edurne

En la misma repisa del zaguán de un laboratorio acababan de colocar dos frascos de cristal: uno muy flaco y alargado y otro panzudo y rechonchote. Desde el primer momento se llevaron mal y se miraban de reojo.
Botellín presumía de idealista y espiritual mientras que Botellón hacía gala de recipiente práctico y utilitario.
Por las noches discutían acaloradamente y el resultado era un estropicio que, de madrugada, descubría atónito el nigromante.
Esta noche se dispuso a vigilar, se enfundó su bata hecha jirones y se escondió entre sus pócimas.
Comenzó la reyerta, el delgado malandrín se halagaba:
A mi me reservan para los perfumes, los extractos y las preciadas esencias, en cambio tú te quedas para los líquidos vulgares como el agua o el vino, y para guardar el cuartillo de leche del desayuno... —rió.
Botellón, que era un socarrón de siete suelas, no se quedaba corto y se reía haciendo retumbar el vidrio de su panza:
Tú eres tan largo y delgaducho que el soplo de un estornudo te derribará convirtiéndote en mil añicos, mientras que yo, con mi hermosa panza, me sostengo como un tentempié.
Botellón empezó a bambolearse con inquietante vaivén, golpeaba a Botellín en su cuello de jirafa y le hacía perder el equilibrio. Para no caerse, se apoyó en el frasco de al lado, y éste en el siguiente... y en el otro, poniendo en marcha el efecto dominó haciendo temblar al colectivo, hasta que el último de la fila era el que caía al suelo y se hacía pedazos.
El nigromante encolerizado cogió a Botellín del cuello y a Botellón de la panza dispuesto a estamparlos contra el suelo con un último epitafio, para castigar así su soberbia. Pero... una chispa genial brotó de su feraz cerebro:
¡Eureka! Un nuevo y portentoso invento está a punto de nacer.
Encendió su horno y empezó a moldearlos. Primero a Botellín haciéndolo un poco más chato y más panzudo; luego estiró a Botellón y le dejó un poco más alargado. Después de llenarlos a medias de arena, les obligó a juntar sus bocas en un beso eterno. Ahora serían iguales, uno arriba y otro abajo, de forma alternativa, el nigromante había inventado el hermoso reloj de arena, ya jamás volverían a pelearse y se complementarían para siempre.

Edurne 15/08/06

Despertando a la vida. De Suprunaman

Ya finaliza mi existencia y agotado como estoy os relataré los hechos que acaecieron en aquellos años cuando aún era joven e inexperto en la vida. Mi maestro, Wilie d’Afanar de quien me enorgullezco de haberlo aprendido todo, me hizo conocer el mundo a través de sus actos.

Empezaba a anochecer, mi maestro y yo recorríamos a zancadas una carretera de hierbas y piedras en busca de una posada acogedora. Al fin mi maestro me dijo:
Mason, ¿ves aquella luz de allí?
Yo asentí con la cabeza.
Es una posada, divirtámonos con conocimiento, mañana habrá que madrugar.
Ya en el zaguán de la puerta mi maestro dijo:
Espera Mason —y como un traidor malandrín me arreó una patada en las posaderas; yo no pude evitar cruzar la puerta rodando por los suelos. Hubo un sobresalto colectivo en el recinto y Wilie dijo:
Disculpen a mi hermano, es que tiene los huevos grandes y a veces tropieza con ellos, lástima que sea retrasado, pues las mozas no se separarían de él.
Wilie se sentó en una de las mesas y la guapa posadera le dijo:
¿Vais a quedaros a dormir?
No se cómo, contestó pues no tenemos ni un penique.
Es cierto lo del chico —dijo la posadera.
Sí, lo es, retrasado de nivel 50 creo yo —dijo Wilie.
No, digo lo de los huevos.
¡Ah, también! Menuda desgracia tiene —prosiguió.
Os daré de comer y de dormir, pero me gustaría comprobar lo de los huevos.
La posadera sacó una tarta de verduras y Wilie ofreciome un jirón.
Ten, muchacho, lo vas a necesitar.
La posadera, me agarro y me apretó contra sus mullidos pechos camino de la habitación. Descubrí el sexo en aquella estancia que por falta de palabras no puedo describir. Tras varias horas de erecciones, ya vislumbraba mi epitafio. Pero entonces la bella mucama abandonó la sala y pude respirar. Segundos más tarde otra muchacha, hermana de la primera sabedora de mis gestas vino a visitarme y también me obligó. Ya con la lengua fuera entró de nuevo la mayor y quisieron probar el trío.
A la mañana siguiente mi maestro Wilie d’Afanar andaba con el estomago lleno mientras yo me arrastraba. Las posaderas nos despidieron con lágrimas en los ojos. Aún yo las recuerdo con melancolía, pues fue la última vez que supe de ellas.

Suprunaman 15/08/06

La historia de Andrés, el ciempiés. De Hechizada

Andrés, un ciempiés, vivía en un bosque. Solía vestir un chaleco gris, pantalón a juego con tirantes a modo de cargador para evitar que se le bajaran cada vez que moviera sus cien patitas, y un sombrero negro. Vivía en un hueco profundo con varias celdas que lo separaban en diferentes ambientes, quedaba al lado de un fuerte abeto que le protegía del viento y la lluvia.

Al salir los primeros rayos del sol ensayaba con su flauta. Todas las mañanas, entonaba su canción. Él quería mucho a su flauta plateada, se la regaló un viejo topo que vivió en el bosque. Llevaba años practicando, iterando la misma melodía, pues realmente le era muy difícil lograr armonizar todos sus pies, y a veces le fallaba la memoria. Al principio, sus amigos soportaban estoicamente sus ensayos con paciencia. Le animaban a perseverar cada vez que lo veían frustrado, desesperado; le decían que necesitaba un buen descanso porque era agotador lo que hacía, pero que algún día vería los frutos de la constancia. Cabizbajo se retiraba a su casa pensando que lo intentaría de nuevo al día siguiente.

Un día se reunieron sus amigos: el gran búho Hugo, la gallina Tina, el saltamontes Cifontes, la coqueta mariposa Rosa, la ardilla Lidia, la liebre Nieves, el colibrí José Luís, la rana Ana y la culebra Petra. Estaban preocupados por Andrés, le veían deprimido y temían que dejara su flauta. Decidieron que cada uno le animaría a ensayar porque le veían talento. Había que hacerlo con celeridad porque pronto habría un concurso de animales de bosques músicos, y sería una gran oportunidad para Andrés. Hugo le regaló un nuevo sombrero. Petra le hizo un nuevo pantalón cuando cambió su piel. Lidia le preparaba su postre favorito: Minué de Nuez. Le aplaudían, le aupaban, le mimaban.

Andrés lo hacía cada vez mejor, sus notas parecían estar vivas. Llegó el día del concurso, sus amigos se pusieron sus mejores ropas. Otros animales eran un poco envidiosos y desconfiados, no creían que fuera tan buen músico. Pero cambiaron de opinión al oírle tocar. Su melodía era tan hermosa que todo el mundo escuchaba con atención. Ganó el concurso y todos le aplaudían entusiasmados. Andrés hizo una gran fiesta en el bosque con todos sus amigos porque sin ellos no lo hubiese logrado. Se hizo famoso pero siguió ensayando nuevas melodías y enseñando a tocar la flauta.

Hechizada 11/08/06

A galope tendido. De Monelle

Subido al caballito, Migue, dejaba que éste le cargara dónde quisiera.
Habían recorrido juntos casi todo el mundo conocido. Conocido por él, naturalmente.
La tele, era su mejor guía. De los documentales sacaba las ideas y las retenía en su abierta memoria.
A pocos días de su quinto cumpleaños destacaba, en él, su despierta imaginación.

Mamá, háblame de la China... Mamá, cuéntame sobre Australia... Mamá, dime lo que sepas de Francia... Mamá, guíame por Sierra Morena...

Y mamá atendía aquellos iterantes requerimientos con mucho gusto. Ocurría por las noches y ella no tenía reparos en narrarle con un grado de fantasía —muchas veces se veía desbordada por las preguntas sobre territorios demasiado remotos para ella—, los detalles que a él le pudieran interesar.
Y todo aquello, terminaba alojado en la pequeña cabecita de Migue que acumulaba, cual cargador, aventuras con las que, el día siguiente, retomaría la galopante carrera de sus sueños después del descanso nocturno.
La celeridad de sus movimientos —su corcel era el más rápido del mundo— ayudaba en sus escapadas.
Siempre estaba preparado para realizar hazañas de heroica conquista, descubrir nuevos territorios, o romper fronteras.
A lomos de su caballito: resbalaba por la barandilla; saltaba la verja; bordeaba el seto, demasiado alto para él; y esquivaba los charcos. Si no estaba huyendo de temibles ogros o cruzando fosos, galopaba sobre las nubes para no perderse la danza de las princesas a orillas del Rhin al compás de un minué, o las tracas con las que se festeja el año nuevo chino en el gran desfile de los dragones mandarines. Se le podía escuchar animando a su cabalgadura, mientras escalaba la cresta de las olas, siguiendo la ruta de Simbad por los siete mares.
Y cuando el sol se ponía, corría hasta los brazos de su madre simulando no estar cansado pero exhausto; y ella, mientras Migue le contaba sus aventuras, lo cogía en brazos, le daba un gran beso, y le entregaba la merienda cena antes de llevarlo a dormir.

Mamá, ¿está muy lejos el lejano Oeste?

Aquel día, víspera de su cumpleaños, no podía dormirse. Mientras la puerta del cuarto se cerraba, Migue comenzó a tramar su próxima aventura.
Un atracador se había escapado a galope tendido de su celda, y él, a lomos de su brioso corcel, debía ayudar al sheriff en su captura.

Monelle/CRSignes 10/08/06

En el fondo del mar. De Edurne

Érase que se era un maravilloso país en el fondo del mar donde todo era paz y armonía, las diferentes especies marinas compartían territorio y se respetaban entre ellos por la memoria de sus antepasados. Desde el salmonete hasta el atún, pasando por la caballa y el rape, disfrutaban su vida longeva sin peligro ni preocupación.
En algún amanecer azulado, sonaba un conocido minué que salía de la concha de la caracola, avisando a todos los ciudadanos para recogerse en retirada. Era el toque de queda a la vista de peligro. Cesaban los paseos y las danzas y todos se recogían con pronta celeridad hacia sus refugios o celdas. De la superficie caían a plomo las ingenuas redes iterando sus movimientos de captura ignorantes de que nuestros protagonistas eran más listos que el hambre.
Un fatídico día, la tortuga de mar llegó azarosa con una mala noticia: un enorme pez se había instalado cerca del cargador de perlas y desconocía su especie. Asustada, explicó al cónsul el enorme peligro que se cernía sobre su pacífico país, habían sido capaces de eludir las redes de estrechas mallas, pero tan monstruoso enemigo acababa con las expectativas de todos.
Reunido el consejo, habló la prudente estrella de mar y propuso organizar una incursión por la zona para estudiar al enemigo. La escurridiza anguila escondida entre la arena, la rápida y chiquitina pescadilla zigzagueando entre las algas y el telescopio puesto del cangrejo fueron los encargados de investigar.
A su vuelta, después de espiar sin descanso durante unos días, los tres sicarios llegaron a la misma conclusión, no le habían visto la boca, y si no había boca, tal vez se alimentaba de algas y no de peces.
Los ánimos se fueron tranquilizando pero había que cerciorarse, el riesgo era demasiado elevado para confiar a la primera de cambio.
Cuando el enorme espécimen cubrió con la negrura de su sombra el fondo de las aguas, la mayoría retrocedió hacia sus refugios, pero los más atrevidos, osaron acercarse con discreción; el lenguado y el rodaballo aprovecharon su cuerpo plano para pegarse a él y... no pasó nada. Luego siguieron la lubina y la caballa, y nada, el intruso seguía su marcha sin inmutarse. Ante la valentía de los primeros, poco a poco se iban acercando todos hasta que comprobaron que no había peligro. Y es que, señores, el submarino debía seguir su rumbo.

Edurne 09/08/06

El bosque de los sueños. De Mon

¡Niños, comienza el baile de los peluches! — Vocifera el hada del bosque — Vamos a aprovechar ahora que estamos todos dormidos para ir en busca de la fiesta, del lugar secreto donde vuestros mullidos juguetes danzan a ritmo de minué hasta antes de amanecer.
Los niños duermen mientras trazos de su memoria, que han aprendido ese día, se unen con el sueño para imaginar un mundo fantástico lleno de color y sensaciones.
¡Ya estamos dentro! —Grita Ana — ¡Ya puedo ver el sendero de los árboles negros! —Al mismo tiempo se agacha y toca el musgo fresco y verde que crece a los lados del camino. — Dame la mano hada que tengo mucho miedo.
Tranquila Ana, que hoy vamos a la aldea de los peluches.
Todos formando una larga fila y asidos de las manos se disponen a recorrer el sueño que les llevará hasta el baile, deben darse prisa y caminar sin descanso con la máxima celeridad antes de despertar. El bosque aguarda.
Juan Carlos, pequeñín, debes iterar el camino de vuelta, tú guiarás a todos en el caso que alguien despierte de repente. Recuerda que no debéis mirar atrás o los juguetes nunca más volverán.
— Sí, querida hada, así lo haré.
Por fin se acercan al pequeño desarbolado en forma de círculo, una fuerte luz ilumina cual mil lunas llenas solo el centro del campo.
¡Mirad, ya llega el ruiseñor que anuncia la fiesta!
A continuación y como por arte de magia comienzan a aparecer entre las plantas todos los peluches de los niños, cada cual mirando a su propietario.
¡Están todos! Es muy emocionante.
Solo cuando los niños duermen los juguetes se libran de la celda del armario y vienen aquí para deciros en sueños que os quieren aunque saben que de mayores, algunos nunca más volveréis a verlos bailar, quizás avergonzados, quizá desagradecidos.
“Nunca abandonéis aquellos que noche tras noche bailaron para vosotros, ellos os dieron la vida, os guardaron en los sueños con mucho amor, sin pedir nada a cambio.”

Mon 08/08/06

Minué en los reinos. De Suprunaman

Libertad era un país con un gran poder económico, su ayuda había sido útil en momentos delicados de la humanidad.
El rey Jorge había subido al poder de este país gracias a unas elecciones generales, tenía un carácter fuerte, carismático y sus decisiones beneficiaban al conjunto del mundo.
Cierto día, el rey Jorge, después de iterar sus quehaceres matutinos, reunió a sus consejeros y les dijo:
-Queridos consejeros/as; en nuestro país, Libertad, podríamos considerar que somos el cargador del mundo, allí donde hay hambre acudimos para saciarla, donde hay guerra vamos a restablecer la paz, donde hay catástrofes llegamos con celeridad para socorrer a los damnificados.
Anoche, mientras disfrutaba de mi descanso, vino a mi memoria la idea de crear un mundo nuevo. Libertad es referencia en el mundo, así que enviaremos cónsules a todos los reinos a los que todos obedecerán porque en realidad el mundo quiere ser como Libertad; les daremos nuestra propia lengua, de esta forma todos nos podremos comunicar sin dificultad, les daremos nuestras ideas políticas para que mejoren su calidad de vida, disfrutarán de nuestras costumbres. Haremos del mundo un lugar más habitable y mejor.

Los primeros cónsules llegaron a sus destinos y cual fue su sorpresa al ver las negativas de los reinos a la visión del rey Jorge.
El monarca de Libertad se enfureció, ¿cómo es posible que se nieguen a formar parte del reino más grande y con más potencial del mundo? ¡Haced llamar a mis consejeros/as!
En unos minutos se encontraban de nuevo reunidos y el rey Jorge dijo esta vez: Todos los reinos del mundo formarán parte de mi imperio, si no es por las buenas será por las malas, yo les puedo ofrecer calidad de vida y la tienen que aceptar, mandaremos tanques, aviones y soldados, construiremos celdas y encerraremos a aquellos que estén en nuestra contra y de esta forma podremos hacer realidad nuestro sueño, libertad para toda la humanidad.

Suprunaman 07/08/06

El mayor escapista del mundo. De Monelle

Momo era experto en escapismo. Nadie podía retenerlo. Aunque pocas veces hacía uso de su don, era dócil y gustaba de la compañía de todos, incluida la de los niños.
Desde la ventana observaba a los gatos callejeros, no era amigo de mezclarse con ellos. Posiblemente se creía de otra clase. Disfrutaba las mieles del descanso.
Después de que Momo satisficiera su apetito mañanero, acostumbro a salir a la calle y ofrecerle a los mininos un extra que agradecen con manifestaciones coreadas delante de mi puerta.
Si habéis tenido algún gato, sabréis que no hay dos iguales. Los hay: escapistas como él, la celeridad era la clave de su éxito; equilibristas, capaces de andar por las cornisas más estrechas y saltar ramas sin titubear; también encontraréis al gato malabarista que convierte cualquier objeto inanimado en el más divertido juguete; el típico mirón, ladronzuelo, siempre a la que salta y sin perder la memoria de los lugares en dónde le dan algo que llevarse al buche; gatas capaces de saltar a los ojos del perro más fiero para defender sus crías; y espabiladas que hacen de nodriza; conocí una que incluso robaba los gatitos de sus compañeras de callejón. Digna de ver es la coreográfica danza tipo minué, que el gato más desgarbado de la calle itera a su partenaire hasta conseguir que ella le entregue el sustento. Momo nunca perdió detalle de todo aquello.
En esta jungla callejera, tan entrañable, Momo se sentía el rey. Si bien no era amigo del contacto físico, cuando alguien osaba entrar en casa la defendía con uñas y dientes. Por que Momo era, ante todo, un gato casero. Su situación, siempre encerrado en casa, como en una celda, lo hubiera considerado cualquier otro congénere como un castigo. Si él se hubiera sentido atrapado, seguro que habría hecho uso de su habilidad.
Momo era como un cargador para mi estado de ánimo. Sabía cuando tenía que acercarse, cuando no, si necesitaba algo o si era yo la que quería algo de él.
Puede que Momo no fuera el mejor gato del mundo, pero siempre me sorprendía.
El pasado viernes realizó el mayor número de escapismo de su vida. Fue la última vez que me sorprendió. Y siempre lo echaré de menos.

Monelle/CRSignes 06/08/06

El último baile. De Pez Burbuja

Había llegado el momento. Después de treinta años de bailarín, ésta iba a ser su última actuación. La noche anterior había tenido una agria discusión con el director, con lo que su forzado retiro se había adelantado. Los años habían pasado con celeridad y aunque joven, era demasiado viejo para seguir bailando. Su cuerpo era una celda de la que no podía salir.

Salió al escenario vestido de época. Su peluca blanca refulgía bajo los focos. Un minué comenzó a sonar cadenciosamente. Bailaba sin descanso, iterando sus pasos con cada bailarina en una danza exquisita. Ponía el alma en cada movimiento y el público contemplaba reverente el espectáculo. Al acabar, un aplauso unánime llenó la sala mientras daba las gracias en la reverencia final.

El camerino aguardaba silencioso. Entró despacio y se sentó frente al espejo. Mientras se desmaquillaba, contempló su mirada cansada, las bolsas bajo los ojos, el mapa de arrugas en su rostro que hablaba de tantos momentos vividos, tantas imágenes guardadas en la memoria y que no volverían a repetirse…

Abrió el cajón y sacó la pistola. Comprobó que el cargador estaba lleno. Acercó despacio el cañón hasta colocarlo suavemente sobre sus labios, en un beso mortal. Luego, lo fue introduciendo en su boca. No sentía nada, ni miedo, ni remordimientos, nada. Nadie le estaría esperando, nadie lloraría por él.

Unos golpes en la puerta le sacaron de su estado. Rápidamente guardó la pistola en el cajón y se dirigió a la puerta. Una mujer le sonreía. Cogida de su mano, una niña le miraba con los ojos incandescentes.

- Perdone, no quisiera molestarle. Mi hija quiere ser bailarina, y ha insistido tanto en venir a conocerle que he tenido que acceder. Espero no haberle interrumpido.

- No se preocupe, no estaba haciendo nada importante.

La niña soltó a su madre y agarró su mano con fuerza.

Pez Burbuja 06/08/06

Verano en Santa Cruz de la Palma. De hechizada

Estoy ansioso, desesperado por comenzar mis vacaciones en Santa Cruz de la Palma, como el verano pasado. Aun guardo en mi memoria todo lo que viví ese mes de julio, especialmente el día que la conocí. Fui con mis amigos al Recinto Central de las Fiestas Lustrales, puesto que esa noche se presentaban las dos funciones de El Minué, el cual nos decían que era una costumbre introducida desde 1945 en las celebraciones de la Bajada de la Virgen de las Nieves. Íbamos con celeridad para no quedarnos sin un buen puesto desde donde ver todo el espectáculo, en el cual se rememora todo el ambiente lujoso y de refinamiento de las grandes cortes europeas del siglo XVIII.

Antes de iniciarse la presentación, el animador explicó la historia del baile, y que las veinticuatro personas que bailarían eran jóvenes de la ciudad que habían sido elegidos por concurso, pidiéndonos nuestro mejor aplauso para que entraran en escena. En ese momento las luces del escenario se apagaron y comenzamos a ver sombras que entraban a la tarima. Algunos focos les iluminaron y allí estaban las parejas de baile. Mis ojos las recorrieron todas hasta que la vi, y desde entonces no pude apartar mi mirada de ella.

Estaba vestida con un traje rosado, con orlas blancas, con la peluca blanca a la usanza, sonreída y moviéndose con versallesca gracia. Llevaba unos guantes de encaje blanco que le cubrían los antebrazos y le hacían juego con el abanico de pequeñas celdas bordadas a mano, con el cual coqueteaba siguiendo la melodía. Al final de la presentación, al dar las gracias al público que no paraba de aplaudir, nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Todo apasionado le mandé un beso con la mano ganándome a cambio la más bella de sus sonrisas. Decidí que ese era mi momento, así que aproveché el descanso de media hora para acercarme tras bastidores y buscarla. En ese momento poco pudimos hablar, pero me esmeré hasta convencerla de quedar al día siguiente en la Plaza de España. Ese día me concentré en quitarme esta pinta de cargador, quería gustarle, ser su amor de verano. Y lo conseguí. Fueron las vacaciones más apasionadas que recuerdo. Le prometí volver este año, me hizo iterarlo hasta el cansancio y no veo la hora de cumplir con mi palabra y tenerla nuevamente en mis brazos.

Hechizada 06/08/06

El héroe. De Locomotoro

Dedicado a todos aquellos hombres/mujeres, tan sencill@s, anónim@s... e insustituibles.

Al despertar, descubrí horrorizado que no podía moverme y que mis ojos no veían nada. Mi corazón y pulmones, se movían con celeridad al ritmo del pitido de alguna máquina. Entonces una mano tocó mi frente.
— Tranquilo, ya pasó todo, con unos días de descanso se recuperará de todas las lesiones.
Comencé a recordar lo que había pasado.
Iba de camino al trabajo cuando encontré en la carretera aquel Mercedes estampado contra el quitamiedos, y entonces...
Otra voz, esta vez era una niña, tomó mi mano y besándome me dijo en minué al oído: “gracias señor...” No sé de qué iba todo, no supe qué responder así que no dije nada.
En ese momento escuché otra voz masculina que decía “vamos hija, deja que descanse”.
Un aroma a jazmín y romero inundaba toda la habitación y, aparte de las enfermeras que se encargaban de que no me faltara nada, estaba solo. Si eso era un hospital, yo no podía permitírmelo. Si era una celda, lo era de lujo.
Una vez más volví a iterar en mi memoria.
No había nadie, así que frené la furgoneta y salí para ver si había alguien dentro del coche...
¿Qué pasó después?...
Al cabo de un rato apareció otra enfermera.
Señorita—, pronuncié — ¿sabe alguien que estoy aquí? Quisiera hablar con mi mujer.
No se preocupe — contestó —, en este momento está hablando con el psiquiatra, nada importante.
¿Y mi móvil?— Volví a preguntar.
Su móvil y el cargador están en el primer cajón— contestó mientras se marchaba.
A lo lejos, volví a escuchar aquella voz masculina, en tono un poco serio.
Que no le falte nada, cueste lo que cueste.
Decidí volver a mis recuerdos...
Me asomé por la ventana y vi una mujer y una niña de unos nueve años, tratando de despertar a su madre... con los nervios, arranqué la puerta, cargué a la niña al hombro y la encerré en mi furgoneta.
Ya recuerdo, sí...
Después el fuego en la parte trasera del coche y el volante que aprisionaba a la mujer. Rompí el respaldo del asiento y casi sin moverla de posición la saqué en brazos. Luego la explosión, el destello, la piel arrancada... y ahora aquí.
No lo entiende, ¿verdad?— la voz del hombre volvió a sonar atronadora. — Gracias a ese hombre, mi familia está viva.

Locomotoro 04/08/06

Tres hojitas ambiciosas. De Edurne

En la rama más alta de un majestuoso rosal, descansaban tres hojitas hermanas, jugando a salpicarse el rocío de la madrugada, felices por enamoradas, iterando a cada movimiento el amor que profesaban a sus respectivos amantes.

La mayor, enamorada del sol, no hacía más que alabarle. Durante el día le admiraba, dejaba acariciarse por la intensidad de sus rayos y se estremecían sus espinas, ante la calidez de tan desmesurado amor. Durante la noche le guardaba en su memoria cual piedra preciosa y brillante, esperando que su amante asomara desde oriente y premiara su angustiosa espera con suaves reflejos en su cuerpo, que le daban ese color verde luminoso y era la envidia de las demás hojas.

La mediana, enamorada del mar, a quien veía desde lo alto en su ir y venir sobre la arena. Ella decía que su amante a cada instante intentaba conseguirla, sus vaivenes lo demostraban, sus olas llegaban con celeridad hasta la orilla, una y otra vez, pero ella estaba tan alta que, para el mar, llegar a ella era imposible. Cobijaba su amor en una celda plateada que guardaba en sus sueños junto con el recuerdo de la espuma que su amante, enloquecido de deseo, expulsaba en su impotencia.

La menor, enamorada del viento, no descansaba un momento balanceada por su amor, al compás de un romántico minué que danzaban los dos juntos. Él la zarandeaba en su embestida… ella se dejaba mecer, adormeciéndose relajada y pensando en él a cada brisa que soplaba, como un regalo de amor dedicado a su enamorada.

Un arbusto las miraba desde su alta atalaya, quisiera ser el cargador de las ilusiones de las hojitas, pero las veía tan ambiciosas que pensaba que él no podría complacerlas desde su sencillez y sus esperanzas menguaban.

Un buen día las hojitas decidieron ir en busca de sus amantes. Se soltaron de sus firmes pecíolos y decidieron salir a su encuentro. No escucharon los consejos del arbusto quien les explicó que sus enamorados eran demasiado poderosos para ellas, que su ambición las cegaba y que morirían en el empeño.
La mayor, se tendió al sol para saborear sus caricias, pero se secó y se tornó amarillenta. La mediana se hundió en las profundidades del mar y desapareció engullida por las aguas. La pequeña fue arrastrada por el viento y se desmenuzó en mil añicos. El arbusto lloró desconsolado su pérdida.

Edurne 04/08/06

Una vuelta al pasado. De Belfas

Por fin, tras casi una hora de espera llegó el tren, ¡qué descanso! Como siempre con retraso, desde luego la celeridad no es su fuerte y mi paciencia se estaba agotando. Pedro, mi hijo, sube corriendo al vagón, es su primer viaje y tras la larga espera esta deseoso de recorrer las entrañas del tren. Los compartimentos son como celdas, puertas correderas entrelazadas a través de las cuales mi hijo empieza su aventura y me obliga a llamarle la atención. Miro al fondo y… ¡Dios, no puede ser! Es ella, esta sentada dos filas más abajo de donde tenemos nuestros asientos, sus ojos, esa mirada, como la recuerdo, no es posible que este aquí... sola.
Cuando se fue a estudiar al extranjero, siempre pensé que se habría enamorado de algún intelectual con el que compartir su vida.
Me quedé desolado y triste en ese pueblecito junto al mar; ni siquiera una carta para decirme que me echaba de menos. Todavía tengo presentes todas esas tardes juntos, paseando por aquella carretera poco transitada, revivo nuestros escarceos por la playa buscando un lugar donde sentirnos solos y seguros, ella tomándome por el cinturón y atrayéndome, yo, rodeándola con mis brazos evitando que escapase. Así brotó nuestro primer beso, el cual quedó retenido en mi memoria como un tesoro.
Repaso con agrado aquella discusión por haberle tocado un pecho, salió corriendo hasta su casa y por más que corrí tras ella no conseguí alcanzarla. Al día siguiente, tuve que iterarle no sé cuantas veces que no volvería hacerlo y la cara de bobo que se me quedó cuando, tomando con mimo mi mano, la llevo hacia su seno desprovisto de sujetador, para que pudiese sentir el fuego y el latir de su corazón a través de él, al mismo tiempo, clavaba sus ojos en los míos, intentando percibir mis sensaciones.
Ahora por mi cabeza, recorre un minué saltarín de vivencias que me acompañan, como lo que pudo ser y no fue. Seguro que ella necesitaba a alguien más que un simple cargador de muelle para una vida en familia.
En el último momento del trayecto nos miramos y le comuniqué con una sonrisa que no la había olvidado.

Belfas 04/08/06

El baile de las sombras De Suprunaman

Caía la medianoche. Estaba de pie frente al muelle, en mi boca un pitillo que aspiraba como si quisiera arrancarme la vida. Miré hacia el Cadillac, Jessica estaba repantigada en el asiento de piel con sus jeans cortos ajustados, sus largas piernas culminaban en unos zapatos de tacón de aguja que apoyaba en el salpicadero del coche; su blusa amarilla resaltaba su tez rosada.
Maldita sea mi vida, cuanto me gustaría poder retroceder en el tiempo y cambiar lo que pasó aquella noche. No se puede apartar de la memoria. Por aquella acción tengo negado el descanso y lo asumo con tristeza.
Llevé a Jessica al lugar que ellos me habían pedido. Me habían pagado una suma de dinero que iba a ser mi cargador, mi sustento por unas semanas; aunque no me preocupé por el desenlace final.
Con gran celeridad, unas figuras aparecieron de la sombra y se abalanzaron encima de Jessica que quedó inmovilizada en aquel vehículo.
Lenny, socorro, gritaba. Aquellas sombras iteraban una y otra vez sus acciones. Finalmente Jessica sucumbió ante aquel minué de muerte.
Preso en mi celda me arrepiento de haber cambiado su vida por un simple puñado de dólares. Su sufrimiento, su angustia y su dolor ahora forman parte de una tortura que me persigue sin tregua. Maldita sea mi vida. Jessica, perdóname.

Suprunaman 02/08/06

Atrapado. De Pez Burbuja

Soy lo que la gente suele calificar como un tipo extraño por antonomasia. El miedo a relacionarme me convierte en un ser huraño y hostil. Las mujeres me encuentran atractivo; pin-ups insinuantes, se acercan con cualquier excusa. Pero su alegría inicial da paso a la decepción por mi rechazo.

Los días son cortos, las noches largas y solitarias. Paseo por las calles sin rumbo. Acabo en algún garito inmundo, anestesiado a golpes de bourbon o calmando mis ansias en una cabina, imaginando como sería tener una mujer entre mis brazos.

Otra noche más pago el precio y entro en un diminuto recinto. Introduzco una moneda, y ante mis ojos se dibuja una exuberante pelirroja de espaldas que hace que mi cuerpo reaccione instantáneamente, mis piratas parecen a punto de reventar. La melena acaricia su espalda desnuda, mientras un diminuto tanga muestra unas nalgas perfectamente cinceladas. Una fusta en su mano recorre lasciva su contorno. Me deshace la piel esa forma de moverse. Tan absorto estoy, que mi mano apenas se mueve sobre mi hinchado miembro. Es algo más que un instinto ancestral. La veo darse la vuelta a cámara lenta, mientras mi vista recorre sus piernas, el minúsculo triángulo que apenas tapa su sexo, sus enormes pechos coronados por dos sonrosados pezones, sus labios turgentes…

Aquella ninfa continua moviéndose provocadora, la fusta ha sido reemplazada por su mano. Recorre su cuerpo de tal forma, que me siento dueño de aquellos dedos. Los introduce en su boca para acariciar con ellos sus pezones enhiestos, dibujando una línea después que divide su cuerpo en dos mitades perfectas. Entonces se desprende de aquel tanga dejándome contemplar sus rizos rojizos, coronados por algunas gotas de rocío que me hacen estremecer. Mi mano se mueve ahora más deprisa sobre mi sexo, intentando calmar mi urgencia. Ella se acaricia al unísono, moviendo sus dedos frenéticamente. Ambos sucumbimos en un último espasmo mientras nuestros gritos se confunden en uno. Entonces mira directamente hacia mí. Aquellos ojos verdes me desconciertan. Me hablan en un idioma que conozco, el mismo que leo todas las mañanas en el espejo. Se apaga la luz de la cabina. Me limpio mientras rememoro la experiencia más cercana que he tenido nunca con una mujer.
Camino cabizbajo hacia la salida. Mi mano se dirige hacia mi pecho, justo al lado del corazón.

-Oye, se te olvida la cartera.

Unos ojos verdes me sonríen.

Pez Burbuja 31/07/06

Al mismo ritmo. Hechizada

Era la despedida de soltera de su mejor amiga, prometiendo una noche de desenfreno y diversión por antonomasia. La sala estaba abarrotada. Luces, música y humo creaban un ambiente psicodélico para liberar los instintos más ancestrales. Sobre el escenario cinco chicos bailaban sensualmente combinando con algunas poses de físico-culturismo, haciéndolos muy deseables.

Las horas pasaban entre copas y espectáculo. Las mujeres eran invitadas a bailar, y entre risas, lujuria y aplausos el ambiente se caldeaba.

En un momento el más guapo quedó solo y pidió que subiera otra chica. Ella sintió que la agarraban y sin darse cuenta ya estaba en el escenario. Él comenzó a bailar a su alrededor sensualmente con una espléndida sonrisa que lo hacía más atractivo. Las luces se concentraron en ellos. Ella comenzó a moverse al ritmo de la música moviendo sus caderas voluptuosamente, cerrando lo ojos y olvidándose del mundo. Él se puso detrás de Ella, primero manteniendo cierta distancia que poco a poco iba acortando, hasta que sus cuerpos empezaron a rozarse irremediablemente. Ella echó su cabeza hacia atrás sucumbiendo al deseo. Él comenzó a acariciarla dejando las manos en sus caderas para marcar el ritmo. La imagen que daban era espectacular, digna de un posters de pin-up. Él aprovechó para besarle el cuello mientras le decía lo bien que lo estaba haciendo, y empezó a lamer su oreja haciendo que su piel se erizara. El cuerpo de Él se le acoplaba haciéndola sentir como crecía su virilidad, enloqueciéndola de placer. Él comenzó a subir su mano recorriéndole el torso, cual pirata en busca de su tesoro, la posó en su seno y comenzó a acariciárselo por encima de la blusa. Ella le tomó la mano con suavidad, apartándola y girando sensualmente para ponerse a su lado justo con el último compás de la canción, como si hubiese sido un acto ensayado, explotando el público en aplausos y vítores. Ella no quiso verle para que no percibiera su excitación, bajando a su mesa desinhibida y alegre. A Él no le quedó otra que unirse a los aplausos y retirarse rápidamente para ocultar sus atributos al máximo esplendor.

Cuando salió apenas les dio tiempo de cruzar las miradas, pues Ella se retiraba con sus amigas. Fue una mirada de deseo, de promesa, de mutuo hechizo. Ella le dejó sus datos con un mesonero. Él se sintió en la gloria presintiendo lo que vendría.

Hechizada 28/07/06

La magia de la noche. De Pez Burbuja

Las últimas luces del atardecer hace tiempo que dieron paso a las sombras. Estás a punto de llegar; más que saberlo, es el instinto el que me hace presentirte mucho antes de que mis ojos puedan contemplar tu silueta. Apareces en medio de la bruma nocturna, y una vez más mi alegría inicial va dando paso a otro sentimiento más ardiente, y yo, tímida por antonomasia durante el día, me convierto en una provocativa pin-up, envuelta en seda y cuero.

Te acercas despacio, tan sólo tu mirada deja entrever la urgencia de tus ganas recorriéndome cada palmo de piel, que reacciona erizándose a su paso. Pero hoy no quiero que seas tú quien tome la iniciativa. Te tumbo en la cama sin miramientos, y me abalanzo sobre ti como una fiera hambrienta.

El roce de tu ropa provoca escalofríos en mi cuerpo, mientras mi boca va siguiendo el camino que abren mis manos al desnudarte. Te siento fluir entre mis dedos como agua, y tu sabor a mar aviva el ansia que me crece en las entrañas. Tu ropa se deshace, te siento estremecer bajo mi lengua que dibuja sobre ti el círculo ancestral de la vida. Y es ahora, cuando estás al borde de sucumbir a la pasión mientras gimes bajo mis labios, cuando me convierto en un pirata a punto de realizar un abordaje. Abrazo tu cintura con mis muslos, danzando al frenético ritmo del deseo. Te siento dentro de mí, y entonces, en el vértice mismo de las ganas, mi cuerpo se arquea para hacernos uno, y entre espasmos el vencedor es vencido. Me dejo caer sobre ti rendida mientras mis labios musitan un te amo. Y nos dormimos.

Las primeras luces del alba apenas han ahuyentado las sombras. Acabas de irte, y otro día me separa de ti hasta que pueda volver a soñarte.

Pez Burbuja 28/07/06

Cirilo un carpintero de armas tomar. De Belfas

Soy caliente por antonomasia, mi entrepierna sufre con frecuencia espasmos, fruto de mi furor uterino. El mío, un útero fogoso, encuentra con facilidad la forma de incitar a mi cerebro a consumar fantasías célebres.
Una reforma en mi cocina y el encargo de una mesa resistente, pues la anterior se rompió en un escarceo con mi marido, hizo que conociese a Cirilo. Un hombre atlético, que me recordó al pin–up que me avasalló en la última despedida de soltera de una amiga.
El tercer día llegó vestido con un pantalón pirata y una camisa desabrochada, que permitía ver su torso bronceado. Una forma sensual de despertar mi libido y ese instinto ancestral que llevo dentro.
Fue esa combinación de madera recién cortada, la fragancia de la cola, el adobo del solomillo y el aroma del sudor de su piel, lo que me hizo sucumbir. Mientras Cirilo trabajaba con la mesa, yo trajinaba en el horno. Ese día opté por un vestido blanco, casi transparente, que insinuaba un minúsculo tanga negro. Yo, miraba de soslayo... él, de una forma atrevida... mi sexo humedecido desprendía un aroma que, mezclado con el resto de fragancias impregnaba el aire de la cocina con la esperanza que Cirilo captase su excitación.
Agachada, miraba a través del cristal del horno buscando la forma de provocarle. Su mirada entró furtiva entre mis nalgas y tras su mirada, vinieron sus manos. Mi cuerpo a su tacto se estremeció, me hizo levantar y antes de poder decir nada, me beso en la boca. Yo, correspondí gustosa, me tumbé sobre la mesa dejando mi culo sobre el borde, mis manos buscaron ávidas su miembro grueso y duro; tras encontrar el ángulo correcto aparté ligeramente el tanga y lo introduje en mi sexo jugoso y excitado. Él, mientras, amasaba con habilidad mis pechos, y mis pezones firmes invitaban a su boca hambrienta. Mi cuerpo se arqueaba, gemidos de placer intentaban atravesar las paredes para anunciar mi furor. Bastaron unos cuantos movimientos acompasados para llegar al éxtasis juntos.
Me quedé aturdida sobre la mesa, cuando recuperé el sentido, vi a Cirilo alejarse con su caja de herramientas, se giró y una alegre sonrisa perversa fue el obsequio por esos cuarenta segundos de placer. Ya tenía mi mesa lista para próximos avatares.

Belfas 27/07/06

Y. M. C. A.. De Suprunaman

Érase una vez un pene superlativo, elegante, y solterón. No había noche que no saliera a triunfar por la ciudad, con su cabello negro y rizadito echado para atrás, en busca de las más bellas pin-ups, chochetes con ganas de marcha.
Se dice, que por error, este pirata del sexo llegó a un extraño lugar, donde era imposible no sucumbir bajo el ritmo de “Y M C A”, sus pies se movían sin cesar al igual que sus brazos, “Y M C A, Y M C A”, cubata tras cubata iba aumentando su alegría.
¡Viva los chochetes! —Gritó.
Se hizo el silencio por unos segundos, carcajadas y de nuevo música, al mirar a su alrededor, su gozo se vino al suelo. Un pene y otro, y otro, se abrazaban y se besaban “Y M C A”. Se tocaban y se frotaban “Y M C A, Y M C A”. Estaba en un garito gay. Hipnotizado por aquella música infernal, sin saber cómo, acabó en los brazos de un pene sarasa conocido por antonomasia como “La Chochona de Puerto Rico”.
¿Si lo vieran sus ancestros? Estaba en la cama con una loca que no paraba de cantar “Y M C A, Y M C A”.

Suprunaman 27/07/06

¿Por qué discutir? De Edurne

Esta noche hemos discutido, tantos planes para estar juntos unas horas y por una tontería, nos hemos enfadado. Aquí estoy, sentada en un banco de la plaza, sucumbiendo al embrujo del cuarto menguante y recordando la mirada de reojo que ha dedicado a esa pin-up de la disco y que ha motivado nuestra discusión. Se ha esfumado la alegría de nuestro encuentro. Nos hemos separado en la puerta… él hacia el callejón… yo hacia la plaza, las piernas cruzadas, mirando el firmamento estrellado y pensando en él.
¿Por qué se ha enfadado? Sólo ha sido una mirada y ahora me encuentro en este callejón, apoyado en un portal, pensando en ella. El humo del cigarrillo me recuerda sus movimientos, esos que yo intentaba poseer mientras bailábamos en la pista. El ritmo de sus caderas me emborrachaba de deseo y mis manos pretendían apoderarse de ellas como un pirata de un tesoro. Todo en vano, se escurría entre mis dedos al ritmo de ancestrales danzas y sinuosos espasmos que provocaban la erupción efusiva de mi miembro; luego ese error, esa mirada y… en lo mejor de mi afectada libido, se ha perdido el embrujo…

………………………………

He sido una exagerada, todavía siento sus manos retozando mis caderas, embriagándome con su mirada de deseo, había conseguido despertar en él ese Don Juan por antonomasia y lo he estropeado. Su abrazo cálido me transportaba al infinito y su péndulo nervioso se clavaba en mi pelvis mientras nos contoneábamos excitados. La lujuria iba en aumento, mis dedos penetraban en su pelo y mis labios surcaban caminos ya conocidos en su piel. Esa fragancia, que emanaban sus poros junto con el sudor de su cuerpo, conseguía que perdiera el mundo de vista y que me abandonara a sus contoneos, humedeciéndose mi sexo de placer.

………………………………

De repente, los dos reaccionan; ella se levanta decidida a ir en su busca…. él apaga el cigarrillo con un movimiento de tacón y se dispone a desandar el camino para reencontrarla. No saben lo que van a decirse. No piensan ya en lo que ha pasado. En su interior sólo despunta el amor y el deseo que se profesan. Siguen andando decididos, en la misma dirección pero en sentidos opuestos, giran la esquina y….. frente a frente, un silencio, una mirada y un abrazo… ¡Qué placer más deseado proporciona la reconciliación!

Edurne 27/07/06

Santas Marías. De Crayola

Encierro total. Una celda asignada con lo esencial. Un viejo y desvencijado camastro, una mesilla, una vela y una ventana. Su nueva vida comenzaba. María Lucía, resignada, se desnudaba en soledad. Lo último que escuchó de su padre, fue que era una pervertida, mientras su madre se escondía debajo del velo que cubría su rostro. En el convento expurgaría su corrompida alma. Las órdenes superiores fueron determinantes: claustro obligatorio por seis meses; comería en su celda; se asearía allí; rezar todo el día; sanar su cuerpo con flagelación. Esa misma noche, María se revolcaba en sus ansias. Sudaba, se estremecía. Se arrodilló frente a su catre para rezar. La tenue luz de luna ancestral bañaba su translúcida cara. En medio de la plegaria, la puerta de su cárcel se abrió. Era María la criada. Una púbera cubierta con su hábito de inocencia y hastío. Un balde con agua y estropajo servirían para el lavado. En silencio, la criada María pasaba el trapo mojado por debajo del vestido de María Lucía. Recorría sus blancos muslos y rozaba con cuidado su vientre que temblaba. Las dos se miraban calladas. Las dos se necesitaban. María Lucía se despojó de su vestidura quedando completamente desnuda. Convido de su piel a María la criada. María la criada la acariciaba. Deslizaba sus manos por la entrepierna de María Lucía, curioseando, manoseando el pubis rasurado, inundando sus dedos de humedad. María Lucía sentía la alegría del pirata que respira la libertad del mar. Su propia libertad. La calentura de sus cuerpos se desfogó. Sus manos enloquecidas se recorrían enteras. Sus pezones ensalivados endurecían al contacto de sus lenguas alborotadas. De pronto, fueron antonomasia de amazonas guerreras. Las Marías se amaban. Por el día, María Lucía rezaba. Por las noches, sucumbía a sus arrebatos morbosos con María la criada. Seis meses después, María Lucía se alejaba para siempre del monasterio. La primera noche sola, María la criada se masturbaba en aquel camastro, consumida por las ganas del blanco cuerpo de María Lucía. Se conformaba con sus propias manos, soñando en aquellas noches de pin up plasmadas en los rincones de su memoria. Marías amantes, Marías amadas.

Crayola 26/07/06

400 palabras. De Locomotoro


Es primavera, esa época del año en la que la vida se abre paso a través de la tierra del jardín, al ritmo del sol que revive cada año e ilumina su cara, haciendo nacer un rostro de mujer
Es primavera, y al verla desde mi balcón, recuerdo que mi espacio queda limitado a cuatrocientas palabras.
¿Cómo contar con palabras lo que veo a mí alrededor? Sus piernas parecen nacer del césped del jardín, mientras sus pezones apuntan livianos al eje del universo y una ráfaga de brisa corta el medio ondeando la bandera de su pelo, haciendo traviesos remolinos con el bello de su cuello. Desabrocha un botón de su blusa y siento que necesito estirar las piernas, aunque no deseo moverme de allí. También temo cerrar los ojos por un instante, ya que mi mente es menos sutil que lo que presencio.
En la alegría de su gesto, explota al abandono el deseo. Y yo, como un pirata vencido por olas de pasión trato de atrapar cada detalle, para contar con palabras que quiero ser esa brisa, ese viento que recorre cada curva de su cuerpo.
Cuatrocientas palabras para contar que deseo ser ese sudor que emana de su cuerpo, que define cada rasgo, cada gesto, cada pétalo de jazmín que trepa del averno hacia el cielo.
Alza su mirada y me descubre, y me mata con su sonrisa mientras desliza sus dedos por sus senos y airea su blusa para aliviar la calidez de su piel. Y yo, como un tonto deseo sucumbir a sus encantos, derramar mi cera ancestral al calor de su fuego.
Pasa una nube que no apaga su llama, continúa mirándome mientras la lluvia amiga, revienta en su pelo y se desliza por su ser. De pronto, con una inocente carcajada, se tira en la hierba y se funde con la tierra dejando que ésta la abrace, la atrape y la una a ella. No es consciente de lo que está pasando con su cuerpo, se limita a disfrutar del momento, mientras Vargas, en algún rincón del tiempo, redondea otra pin-up.
Cuatrocientas palabras; La vida por antonomasia que comienza por sus ojos traviesos, se desliza por su cuello, pellizcando la oscuridad de sus senos, aforrando sus muslos con fuerza, para morir en lo más profundo, más íntimo de su placer.

Locomotoro 26/07/09

Olor a ti. De Crayola

Es tu abrazo tan tibio. Me invitas a seguir. A continuar con esa lluvia de besos. A besar tu lengua desnuda. Tu espalda desnuda. Hueles a miel, a bosque. Sabes a río de noche. Eres perfecto. Amante. Cómplice. Eres el pirata que me embarca en su buque siniestro. Me montas con la ferocidad de las tempestades. Me abarcas con la plenitud de los mares. Me fundes en tu pecho de hombre. Mis pechos al aire se erizan con la humedad de tus labios. Me mojas de tus ganas. Me inundas con tus ansias. Es tan fácil sucumbir al placer. Enredarse en tu entrepierna, y aferrarse a tus caderas. El ancestral deseo de tenernos se convierte en alegre carnaval. Máscaras al viento. Música en la piel. Bebes mis alientos. Te sumerges en el agua de mi vientre urgido que te grita. Estremeces mis adentros con la explosión de tu sexo. De tu virilidad antonomasia de un cuento. Posamos con la desnudez del alma, con la libertad del amor. Tu cuerpo convida a más. Mi cuerpo ardiente te pide más. Tu sonrisa coqueta y mi pelo suelto se confabulan y se retratan como pin-ups antiguos. Las manos tocan, palpan, recorren los rincones secretos. Hurgan de nuevo en los antojos. Mi piel es tuya. Tiene tú olor. Me gustas así, tan ausente, y tan presente cuando nos hacemos el amor.

Crayola 26/07/06

El legado. De Monelle

Obligada a realizar el inventario de las pertenencias de mi abuelo fallecido hacía un mes, me propuse no sucumbir al sueño y terminar de ojear aquel legado. Saqué del armario un cofre y lo abrí. Lo primero que hallé fue la edición pirata de un calendario de pin-up del año 1950 en muy buen estado de conservación; sus ilustraciones me cautivaron. Al momento tropecé con una cámara Leica, y un grupo de encartonadas fotografías fuertemente atadas, separadas en pequeños montones, cada uno de ellos encabezado por una nota manuscrita. La primera decía: “Isabel, mayo 1944”. Aquellas instantáneas tenían como protagonista a una joven veinte añera rubia, que totalmente desnuda se dedicaba a masturbar a un hombre situado en primer plano.
Mi abuelo… ¿un libertino? Me sentí incómoda, pero al mismo tiempo alegre por haberlo descubierto. Hasta ese día, lo tenía como una persona religiosa, amante de su familia, de un ancestral y puritano proceder. Continué escudriñando, pues algo se había adherido a mi curiosidad: el morbo. Abrí el segundo bloque: “Teresa, septiembre 1945”. Teresa, tenía un hermoso cuerpo, sus formas redondeadas invitaban a la caricia sólo con verla. Tumbada en una cama, con un par de jóvenes, mientras uno la penetraba, el otro se entretenía jugueteando con sus senos. Tras de Teresa encontré a “Marta, enero 1946”, gozando de una larga sodomización; a “Sonia, mayo 1947” disfrutando del sexo oral y su justa correspondencia; a “Rosa, agosto 1948” en enloquecida cabalgada; y así hasta llegar a la última que, curiosamente, no tenía nombre. Todas ellas igual de jóvenes, todas entregadas a la pasión bajo la atenta mirada de una cámara fotográfica. ¿Sería aquella Leica que yo había encontrado? ¿Cómo había podido ocultar el abuelo aquello?
Por desgracia, no quedaba nadie al que pedir cuentas. Interrogar a mis padres resultaba embarazoso.
Antes de guardarlas, me entretuve un poco más con el último montón “Octubre 1950”. Cada foto allí agrupada, resumía en una instantánea los juegos eróticos de las anteriores; era extraño, pero parecía como si explícitamente se ocultara el rostro de aquella tan solícita joven, y el de su partenaire. La última toma desveló el misterio. Mis abuelos habían protagonizado aquella última sesión fotográfica.

Monelle/CRSignes 250706

Un día cualquiera. De Chajaira

Julia, tiene uno de esos días comunes para cualquier mujer trabajadora, un día agotador, es el prototipo de mujer múltiple por antonomasia .No podía pensar en otra cosa mas que lanzar los zapatos, así hizo nada más cerrar la puerta de su casa tras de sí.
Al alzar la vista, la alegría momentánea de sus pies libres, se fue al traste, estaba todo el salón patas arriba. Ropas, restos de comida de la noche anterior habían sido dejadas a diestra y siniestra por su esposo e hijos.
Mejor darse una ducha de agua hirviendo. Entró en el baño y fue dejando su falda de gasa, su blusa haciendo juego, luego sus braguitas y sujetador muy discretos de encaje color visón, todo ello iba cayendo como hojas de otoño sobre el suelo.
Acarició la desnudez de sus muslos, se dijo que no era ninguna pin-up, sus ancestros no le habían dejado en herencia un cuerpo arrebatador, pero aún podía hacer voltear alguna cabeza.
Penetró en la ducha que ya humeaba, primero la cabeza y luego el resto del cuerpo, la delicia de los chorros de agua cayendo sobre toda su esbeltez, la inundaron, se dejaba sucumbir por el calor relajante, dejando navegar sus manos por toda su anatomía cual pirata buscando tesoros, el de ella iba poco a poco concentrándose en el placer del gel resbaladizo al contacto. No quedaba lugar donde masajear suavemente, sin salir en ningún momento del agua: la redondez de sus hombros, el recorrido blando de sus senos. Jugó con su abdomen hasta llegar a su pubis de vellos abundantes y tersos; invitación a levantar una de sus piernas y apoyarla en la tina, ahora tenía el espacio para adentrar sus jabonosos dedos en la oquedad de su punto de placer, esperando ser acariciado y así lo hizo depositándolo entre sus dedos, índice y corazón, arrullándolo circularmente. Abrió los ojos por un momento para buscar algo más, necesitaba sentirse llena, no tenía nada más a mano que el cabezal de la ducha, tenía la forma perfecta para sentirse penetrada y abarcada. Cerró el agua por un momento y lo introdujo despacio mientras seguía danzando con los dedos, era perfecto, estaba a punto de irse en el mayor de los placeres y abrió el agua fría para finalizar en éxtasis… en ese momento escuchó:
Mi vida, ¿dónde estás? ¿Ya está la cena? Me muero de hambre.

Chajaira 26/07/06

La ventana al mar. De Mon

Una vez más se dirigía hacia el muelle, su padre le había regalado un pantalón de corte pirata en su quince aniversario. Hacia años que ella sentía sensaciones extrañas en su cuerpo, aquellas largas noches de verano convidaban a mantener las ventanas de par en par al igual que sus finas piernas que intuían largos orgasmos con la inocencia de pensar que estaba sola, de pensar que nadie la observaba. En cambio al otro lado de la calle se encontraba el joven espabilado por antonomasia, con su herido pene, victima de cientos de masturbaciones la observaba, la veía sudar, contemplaba sus espasmos que procuraba sincronizar con sus eyaculaciones. Eran noches sin tregua, sin final, solo aplacadas por el cansancio y la satisfacción.
Él no cesaba de imaginar cómo sería un primer encuentro con aquella niña que vio crecer, tan tierna, tan bien proporcionada. Pensó en abordarla mientras se dirigía como todas las noches para ayudar a su padre que faenaba hasta muy tarde.
Debía ser hoy, todos habían estado bebiendo en su cumpleaños menos yo, quien con 15 años más, preferí perderme en una partida de cartas. Todo estaba decidido, ella lo deseaba, yo la deseaba. Al margen de la ventaja que me confería haber observado sus deseos, sus sueños, no podía dejar de pensar que para ella yo era un chico mayor del barrio, incluso alguien en quien nunca se había fijado. Debía emplear una estrategia ancestral para hacerla sucumbir de deseo.
Así fue, nuestros rostros se encontraron en la noche, ella asustada ante mi insistencia no pudo contener el fuego que dulcemente manaba entre sus braguitas, pronto comenzó a devorar con hambre insaciable mi pene endurecido a punto de estallar. Ella se dejó hacer y pronto estalló en un grito de placer cuando la penetré contra las redes que los pescadores amontonaban para su reparación, no podía creer que aquella joven se estuviera deshaciendo de placer, con esa piel tan suave, con esas ansias tan bestiales. Cuando ella quedó arqueada hacia atrás con los ojos entornados eyaculé con tanta fuerza que su larga cabellera quedo impregnada de mi esencia, jugo que ella guardaría como oro en paño el día de su primera alegría, el día de su quince aniversario.
Nunca más pude ver la ventana abierta.

Mon 24/07/06

Sesión de fotos. De Hechizada

—Hola, Pachi, ¡qué temprano has llegado!
—Ya me conoces, me gusta chequear que todo esté a punto, probar luces, preparar las cámaras, etc.
—¡Que si te conozco! Eres un maldito perfeccionista por antonomasia, ayer me fui tarde y te dejé en lo mismo. Por lo que respecta al maquillaje y el vestuario, no te preocupes.
—Me parece bien, Santi. ¿Y la modelo?
—Debe llegar en 20 minutos. ¡Cuántas cámaras! Sí te estas tomando esto en serio. ¿Las usarás todas?
—Claro, es mi gran oportunidad, no todos los días se reciben ofertas tan buenas y bien pagadas como esta para hacer un calendario.
—Joder, yo había entendido que era un par de posters tipo pin-up.
—Y entendiste bien, si les gustan me contratarán para hacer el calendario. Por eso me esmero.
—¿Y de dónde sacaste tantas cámaras?
—Son mías, más que trabajo la fotografía es una afición ancestral en mi familia.
—¿Cómo así? Me doy cuenta de que te conozco poco.
—Mi bisabuelo paterno trabajó con George Eastman.
—¿Y ese quién es?
—El fundador de Eastman Kodak Company.
—¡Joder!
—Mi bisabuelo era un joven químico que lo ayudaba con las soluciones de nitrocelulosa que producían los rollos de película transparente. Fue el comienzo de la fotografía para aficionados y de la cinematografía.
—¡Joder! Cuánto orgullo y alegría para tu familia.
—Pues sí, sólo que con el tiempo eso se ha perdido y ahora sólo estoy yo en este mundillo. Oye, volviendo a lo nuestro, no vi ningún vestuario, ¿y dices que lo tienes listo?
—Te enseño: para las fotos como pirata pensé en un garfio, pero viendo posters viejos lo que más se valora es la mezcla de sensualidad, ternura, delicadeza. Así que basta con el tapaojo.
—Jajajaja ¡qué ingenioso!
—Dependerá de tu creatividad en las poses para que no se eche de menos ropa ni nada.
—¿Y para el posters como Eva?
—Bueno, traje la manzana, infaltable. Y como no conseguí hojas de parra traje de laurel.
—Jajajaja ¡Qué rata eres!
—Eso sí, tendrás que aguantarte y no sucumbir a la tentación de comértela, a la manzana digo, mira que te pueden sacar del Edén.
—Vale, ya entendí, no te preocupes. Pero tarda, eh.
—Dicen que lo bueno se hace esperar…

Hechizada 22/07/06

Un chico pin-up. De Belfas

Soy un chico pin–up, mi cuerpo es la herramienta de trabajo. Bueno, mi cuerpo y una pieza de mi anatomía bien desarrollada, que además de proporcionarme las habichuelas me da multitud de alegrías y placeres. He descubierto en este mundillo que las mujeres en grupo, con unas copitas y buen ambiente se atreven con todo.
Curro en un local de striptease todas las noches y de vez en cuando me contratan para despedidas de solteras en casas particulares, me encanta ese juego, es maravilloso ser el centro de atención y ver como sucumben ante mis encantos.
Hace unas noches mi jefa, una mujer madura y sin escrúpulos, a quien tengo que complacer cuando me ordena, hizo que me exhibiese para dos guapas mujeres que buscaban macho para una ajetreada noche. Aun recuerdo como sus miradas iban dibujando y grabando mi silueta en su retina, cuando yo comencé a contonearme al compás de la música y me desprendí de la ropa que cubría mi cuerpo. Al despojarme el pantalón pirata de un golpe y arrojarlo sobre la pista, sus ojos se me clavaron como dagas sobre mi pequeño tanga que escasamente cubría mi miembro, unos movimientos circulares de cadera fueron suficientes para dejarlas petrificadas unos instantes y conseguir que me contratasen.
Llegué al piso, allí la fiesta llevaba ya un par de horas, un amiente cargado inundaba las habitaciones, el alcohol y algún que otro estimulante extra corrían por las venas de las jóvenes chicas. Mi entrada, triunfal por antonomasia y en un pis plas me vi rodeado por varias de ellas, expectantes y traviesas. Me indicaron el lugar del espectáculo, una vieja mesa improvisaba como escenario, poco espacio pero suficiente.
Sabía lo que querían y era único en esa lid. La música creó un ambiente ancestral, fui desprendiéndome de mi ropa entre vítores, aplausos y algún que otro toque sutil de las más próximas, jadeando y suplicando me desprendiese del tanga cuando este era la única prenda en mi cuerpo. La noche terminó como siempre dentro de la cama de una de las asistentes haciendo horas extras.

Belfas 21/07/06

¡La que vamos a armar! De Edurne

Por fin nos hemos decidido, ha costado pero nos dio una alegría enorme el ver que nos poníamos de acuerdo. Finalmente buscaremos uno de esos chicos pin-up para amenizar la despedida de soltera de Clara, habrá que asegurarse de que sea un bombón… queremos armar la gorda, a ver si hay suerte y lo encontramos.
Llegamos a un local que nos han recomendado. El aspecto exterior no es muy agradable, parece un barucho ancestral, lúgubre y tristón, sin las luces de colorines intermitentes que yo me imaginaba.
Al entrar todo es diferente, una lluvia de láser nos ataca las pupilas. A la derecha, sentada en la barra con las piernas cruzadas, fumando un cigarrillo de boquilla dorada y observando el striptease de la pista central, vemos a una pelirroja madura, debe ser a la que llaman “La Dueña” por antonomasia. Nos acercamos y le exponemos nuestras intenciones. Da la impresión de que no nos escucha, sólo mantiene la mirada fija en mis pechos por lo que, con un gesto distraído, me subo el escote. Parece que reacciona y nos da un par de nombres de chicos disponibles.
Cuando nos dice el precio y que debemos abonarlo por adelantado, nosotras le exigimos una garantía, queremos comprobar el producto con anterioridad. La Dueña frunce el ceño unos segundos y nos toma a las dos por la cintura con una seguridad apabullante para conducirnos hasta una sala contigua, de carácter más privado, donde se contonea un soberbio macho de piel tostada, vestido de pirata, retorciéndose sinuosamente alrededor de una silla. La argolla plateada de su oreja brilla al unísono con el ancho cinturón metálico que sujeta unos bombachos de satén rojo. Los lunares negros de la camisa y del pañuelo de la cabeza empiezan a balancearse en mi mente y me descubro absorta siguiendo sus movimientos rítmicos.
Sus dedos desatan el nudo de la camisa, lentamente, retozando su ombligo, mientras sus glúteos van marcando el ritmo de la música, hasta descubrir un torso lubrificado y musculoso. Su cuerpo va desplazándose por la pista con gestos seductores que nos hacen sucumbir ante sus encantos. De golpe, y al compás de la música, se arranca los bombachos y permanece, unos segundos, inmóvil para que observemos su minúsculo tanga negro que recubre, por así decirlo, su bien marcado miembro.
Cerramos el trato y… a esperar la repetición el día de la despedida.

Edurne 017/07/06

Obertura. De Locomotoro


Siempre se había preciado de no tener miedo a nada, que eso del miedo escénico era para los principiantes. Pero él ya no lo era, llevaba cincuenta años recorriendo la vieja Europa. A esas alturas, uno podía permitirse el lujo de tutear al continente y continuar teniendo miedo. Había hecho revivir a Wagner, Litz, Mozart... en los mejores lugares que uno pueda imaginar. Dentro de poco, quién sabe cuando, quizás mañana, los conocería en persona. Era demasiado viejo para esto, y los clásicos ya no le llenaban. Así que había decidido hacer algo distinto... más improvisado.
Había conocido hace tiempo, de la mano de Grapelli, un violinista que se despidió de la orquesta, a un guitarrista, un tal Dyango Reinhart.
Ahora, en el camerino, sobaba aquellas partituras que le habían copiado, las estudiaba como un pirata estudia la isla de un tesoro.
Se asomó tras la cortina y apreció que estaba lleno, la gente se acomodaba en las butacas con el programa en la mano. Nada complicado; Claro de Luna de Beethoven, una vez más, Beethoven.
Abrió la caja de su ancestral batuta y lentamente salió a escena. Toda la orquesta se puso de pié y le dedicó una mirada de admiración, algunos incluso agacharon la cabeza en señal de reverencia.
Se hizo el silencio; miró al público y se quedó un rato dudando qué hacer. Miró después a sus músicos, esos músicos de siempre. Pero entre ellos, se encontraban, Grapelli y Reinhart, que le dedicaban una sonrisa cómplice y señalaban que ellos llevaban la misma partitura.
Por una vez, decidió no hacer lo de siempre. Hizo el gesto de golpear con la batuta en el atril, pero en lugar de eso, señaló a Renhart para que comenzara.
Ante el estupor del público y músicos que repasaban entre murmullos programa y partituras, Renhart comenzó la pieza. Al poco se le unió el violín de Grapelli con toda su alegría. De pronto, como venido de la nada, comenzó a acompañarles un contrabajo. El maestro por antonomasia había sustituido la batuta por el instrumento, que hacía sonar a golpes de pizzicato. El murmullo del público sucumbió en un fuerte aplauso ante los tres instrumentistas que parecían un grupito de pin-ups. El maestro golpeó las cuerdas del contrabajo con más fuerza que nunca, y de esta manera, escupió todo su miedo.

Locomotoro 21/07/06

Lola de Cartagena. De Mon

Llega la Lola con afán de éxito, acaba de aparecer despejando el vaho del salón ante la atónita mirada de los novatos que experimentan por primera vez.
Ellos la imaginaban como la chica Pin-Up de sus sueños, esa fantasía que les atrapaba entre sábanas y acababa manchando su ombligo. Hoy era día de permiso, justo veinticuatro horas antes de embarcar con destino un tanto incierto, los muchachos habían bebido más de la cuenta tal vez para olvidar. De pronto suena la música con esa melodía que acelera la sangre mientras ellos, ante el filtro de su propio humo, comienzan a adivinar la figura que comienza a hacerse cada vez más nítida, es ella, es la Lola, están a punto de sucumbir.
Jamás habían sentido tan cerca la piel de una mujer, al menos una mujer como Lola, morena, alta, espectacular…una Diosa ancestral.
Los jóvenes marineros estaban absortos al borde de un ataque de erotismo, entre la alegría y el deseo, entre la emoción y la excitación. No eran antiguos piratas, sabían comportarse, la educación recibida en la academia de algo tenía que servir.
Ya es tarde y abandonan el salón con sus antebrazos entrelazados formando una hilera con un mismo destino, quizá nunca vuelvan allí, quizá haya sido un sueño, el sueño por antonomasia de todo infante vestido de punto en blanco. Lola se convertirá en aquel mito que nunca pudieron tocar y que solo por una noche les hizo viajar más lejos que en cualquier misión.
Siempre quedará un reflejo en sus lágrimas emocionadas cuando de viejos se junten para recordar.

Mon 20/07/06

El ladrón. De Monelle

Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado.
Guy de Maupassant (1850-1893)

Tenía diez años de edad cuando comencé. Sucedió en clase. Antes de salir del colegio vi a Violeta y sentí un impulso inexplicable. Ni tan siquiera pensé en las consecuencias. Me aproximé decidido hasta ella y, al llegar a su altura, la besé. Los dos salimos corriendo.
Durante el verano fui perfeccionando la técnica. Mis amigos me admiraban. Logré robarle besos a todas las niñas del barrio.
Y así llegué a la adolescencia. Sabía lo que quería y cómo, sólo tenía que fijar mi objetivo. Era ver una hembra y sucumbir a la tentación.
Veía pasar a mis amigos con sus novias recelando de mi presencia y con motivo. Pronto acabaron odiándome.
Por antonomasia terminé con el sobrenombre de “el pirata”, y al igual que estos ancestrales caraduras desperté tantas pasiones como odios.
No había cumplido aún los diecisiete años de edad, cuando me di cuenta de que ya no sentía la alegría del principio. Era el tío que más mujeres había besado del instituto, pero me dolía pues ninguna quería tener tratos conmigo.
Fue entonces cuando comencé a buscar alternativas. Si ellas no deseaban relacionarse con alguien como yo, no me merecían. De hecho, desde un tiempo a esta parte, mi popularidad ha aumentado de nuevo.
Ahora es fácil verme con una amplia sonrisa. Ya nadie me odia, y todo desde que he cambiado de estrategia.
Si hubierais visto la cara de aquel camionero, cuando me pilló pegando el morro en la portechuela de su camión decorado con una preciosa pin-up. Y ¿la de mi tío, el de la sastrería? Esa si que quedó como un poema, por no comentar la historia que llegó hasta mis padres, pero es que no pude resistir lanzar sobre mis brazos el maniquí del escaparate de su negocio.

Como veis sigo robando. Besos grandes o pequeños; fríos y cálidos. Los he robado rápidos o pausadamente; por el día y de noche; mientras jugaban a la comba o esperaban en la cola del pan; en la parada del bus y en la playa; a solas o en compañía. No tengo ningún reparo al hacerlo.
Aunque los que más me gusta robar, son los de mi madre que de vez en cuando me visita en el centro, y me ofrece su mejilla para que se los robe con ternura.

Monelle/CRSignes 200706

Una lagrima por bettie. De Suprunaman

Sus ancestros habían sido piratas, aventureros y bebedores natos, contagiaban su alegría a cualquier puerto al que desembarcaban.
Bettie no había perdido aquel legado, allá donde ella iba todo era diversión, glamour y juegos de seducción. Bettie era conocida por antonomasia como la “pin-up” por su actitud siempre provocativa y sensual.
El 5 de agosto de 1962, los periódicos dieron la noticia, Bettie había sucumbido tras una sobredosis de barbitúricos, todo apuntaba a un suicidio, aunque la verdad podría haber sido otra.
Sinclair —dijo —soy el encargado de la investigación.
Pase —dijo un pequeño agente, con actitud nerviosa.
¿Qué han encontrado Otis? —Dijo Sinclair
Sólo un bote de barbitúricos vacío. Lo tenía en la mano. Bettie se suicidó.
Sinclair se acercó a la cama donde todavía yacía el cuerpo desnudo de Bettie, y observó como una lágrima le resbalaba por la mejilla.
Sabes Otis, —dijo Sinclair —frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
¿Qué quieres decir?
Sinclair abandonó aquel apartamento y se dirigió a la comisaría, debía cotejar toda la información. Una chica como la “pin-up”, tan atractiva y glamorosa tenía amigos influyentes a los que seguramente no interesaba airear los trapos sucios. La muerte de Bettie podía salpicar a demasiada gente, habría que estar atentos.
Frankie había sido novio de Bettie, vivía con sus padres en una mansión, su padre era el propietario de uno de los bancos más importantes de Nueva York. Frankie no podía ser más que el hijo mimado de una familia que no era capaz de controlar sus vicios, adicto a la bebida y al juego, un hipócrita, que después de echar una lágrima por Bettie dijo:
Sinclair, es mejor que abandones el caso, es mejor así.—Sinclair quedó boquiabierto al oír aquella frase. —¿No quieres contarme nada?
Frankie empezó a sudar.
Lo siento Sinclair, no me encuentro muy bien. La muerte de Bettie es muy dolorosa para mí.
Ya nos veremos Frankie, ya nos veremos. No abandones la ciudad.
Sinclair no podía olvidar aquella imagen, el rostro de Bettie y la lágrima rodándole por la mejilla. Indudablemente alguien conocido la había asesinado.
Sinclair había llegado a las escaleras de su apartamento, cuando un fuerte golpe en la cabeza lo dejó sin sentido.
Al abrir los ojos se encontró sentado en una silla, maniatado. Sin lugar a dudas se estaba acercando al asesino.

Suprunaman 18/07/06

Sucumbir a un amor. De Marola


Me dio una alegría tremenda aquella mañana del 22 de marzo de 1982, estaba esperando con una gran ansiedad que apareciera por la puerta de aquel restaurante. Hacía un año que trabajábamos juntos y desde el primer día me había enamorado como una boba, cada mañana intentaba llegar un poco antes al trabajo simplemente para oír el ruido de su moto aparcar enfrente de la puerta de cristal.
No quería sucumbir a sus encantos, que la verdad no eran muchos, pero había algo en su forma de ser, de andar, de hablar, que emanaba por antonomasia, era algo sensual, especial, y a la vez bestial. Cada vez que lo veía entrar con su casco colgado del brazo con sus tejanos apretados, su camina de cuadros azules y sus botas camperas acabadas en punta, me ruborizaba de tal forma que me tenía que esconder detrás de una columna que separaba el bar del salón del restaurante.
Había noches en las que, tras acabar de trabajar, nos íbamos a un bar cercano a tomarnos la primera y última copa para relajarnos, allí me pedía un cubata y apoyada en el borde de la barra, me ponía a soñar, soñaba solo con verlo, con estar cerca de él, soñaba que era su pin-up, colgada en la pared de su habitación y él como un pirata que surca los grandes mares me rescataba del papel y me cogía por mi estrecha cintura apoyándome con toda suavidad encima de una alfombra de un precioso salón, en el cual nos poníamos a bailar durante toda la noche, hasta que el sol nos obligaba a abandonar aquel lugar, un lugar donde mis ancestros habían vivido su historia de amor. Cada uno vivió una diferente, pero muy intensa, que dejó una huella que jamás podrá olvidarse, porque esa huella es como una cicatriz que está dibujada y no se va de ti nunca.
Todo aquello que sentí con tanta fuerza fue la primera gran historia de amor, que no duró lo pretendido pero me dejó lo más importante de mi vida, que es una persona….la persona más querida e importante de mi vida…mi hijo.

Marola 17/07/06

Cosas que pasan. De Suprunaman

Solía pasear por los parques, se sentaba en un banco y veía como paseaban las abuelitas.
Una viejecita se sentó a su lado, a echarle de comer a las palomas. La anciana miró a Mariano. De la comisura de los labios le resbalaba la baba, algo empezaba a repuntarle en la bragueta del pantalón.
¡Agüelasta! Gritó la vieja, y después de propinarle varios golpes con el bolso se marcho.
El tema era que Mariano se ponía cachondo al mirar a las abuelitas y verles la combinación, que siempre asomaba por debajo de la falda.
Cuando Mariano veía a una ancianita, entraba en un trance, una especie de sueño sexual que no podía controlar, por ello decidió acudir a un psicoanalista.
El doctor le miró a la cara después de haber examinado a Mariano.
Es usted un guarro insaciable —dijo el psicoanalista —es un “agüelasta”, son diez mil —agregó seguidamente.
¿Que puedo hacer doctor? -Preguntó Mariano
Marcharse inmediatamente, “agüelasta”, y córtesela.
Desconsolado, triste y desesperanzado, Mariano fue al parque a llorar su desgracia,
¿Dios, por qué me has abandonado? —Dijo.
Entonces se abrieron los cielos, una luz cegadora le dañaba los ojos.
Hola joven, me llamo Engracia, soy una abuelita muy “guarrindonga”.
Mariano se levantó del banco, miró a los cielos y dio gracias a Dios, después agarró a la viejecita y le dio un beso de tornillo.
Ambos marcharon del parque, cogidos de la mano, y fueron felices una temporada; hasta que se enteró el hijo de doña Engracia que era el psicoanalista.

Suprunaman 15/07/06

Salvar el pellejo. De Edurne

Eran tiempos durillos, las relaciones entre los animales y el hombre estaban cada vez más tirantes. Mientras los primeros se refugiaban en los bosques, haciendo suyos y dominando los valles y las zonas rurales, los segundos se atrincheraban en las ciudades, vigilantes ante cualquier invasión de sus contrarios. Un insaciable deseo de venganza dominaba ambos bandos. En esa combinación de odio y malestar vivían en alerta constante.
Una incursión a la ciudad, aprovechando un banco de niebla, tuvo un fracaso estrepitoso y los animales tuvieron que retirarse; el mono, debido a la neblina existente, se quedó rezagado y quedó solo ante el peligro. De improviso, repuntó un garrote ante sus narices y se vio atrapado. Se defendió así:
¿ Desde cuándo se me considera una bestia? ¿Quién puede afirmar tal cosa? Soy un hombre como vosotros, sólo que no voy vestido, no me afeito por pereza y no me relaciono con nadie para no meterme en líos.
Por la comisura de su boca asomaba la saliva de tan asustado que estaba y tan deprisa como intentaba defenderse.
¿Yo una bestia?... Esto es ofenderme, ni lo soy ni lo quiero ser; las bestias, si yo pudiera, las eliminaría de la faz de la tierra para poder vivir en paz.
Ante tales razonamientos, le dejaron partir. Nervioso y atemorizado, pero con la tranquilidad de haber salvado el pellejo, se dirigió hacia la alameda, donde se escondían los suyos.
Al verle llegar, le dieron el alto desde la cima de un árbol y se vio de nuevo amenazado de muerte, pues creyeron que era un humano. De nuevo se armó de valor y embistió su defensa:
¿Es que sois cegatos o qué? ¿Desde cuándo se me considera un hombre? ¡Vaya ignorancia la vuestra!... Soy una bestia como vosotros, podéis reconocerlo por el vello de mi cuerpo, además, ando a cuatro patas como vosotros, ¿veis? Sólo que me he erguido un momento para saber donde estaba. ¿Un hombre yo? Ni lo soy ni quiero serlo. Esto es ofenderme, mi sueño sería acabar con todos ellos para vivir con tranquilidad.
De nuevo el mono salvó el pellejo. De algo le sirvió encontrarse a medio camino de la evolución. Cuando de salvar el pellejo se trata, hay que aguzar el ingenio.

Edurne 14/07/06

La oportunidad de su vida. De Hechizada

Hoy era el día que había marcado como el más importante en su calendario. Llegó mucho antes de lo previsto para prever cualquier percance que lo alejara de conseguir su sueño. La emoción y los nervios le delataban con sólo ver el tono rojizo en que se había convertido su blanquísima tez.

Lo primero que vio fue la decoración: una mesa blanca con toldo incorporado de franjas de colores. En ella había unas gafas de sol y una crema bronceadora. Completaban el amueblado una silla plegable y un banco pequeño. Cerca estaba —colgado en una percha— el vestuario que debía usar. Al verlo, vociferó al responsable con mueca de espanto:

¡Yo no me pondré eso! ¡Qué combinación más espantosa! ¡Me dirán hortera!
Pues si no quieres, hay muchos que se sentirían afortunados y pagarían por ponérselo…

El nivel de la discusión repuntaba pero fue interrumpida por un alboroto entre quienes estaban arreglando los últimos detalles, pues hacían entrada cinco espectaculares modelos, ataviadas con minúsculos biquinis. Ante la admiración y embeleso masculino, la temperatura del ambiente se disparó… Fue entonces cuando se sintió bienaventurado por haber sido el elegido entre centenares de candidatos, todos llenos de la insaciable sed de la fama. Con una sonrisa de deleite, se dirigió inmediatamente al lugar destinado para cambiarse de ropa y prepararse para personificar el papel que lo catapultaría al estrellato a nivel nacional. Una vez vestido y maquillado, se situó entre el decorado y tomó la decisión de prolongar la situación todo lo que se pudiera para disfrutar de la compañía de esas sirenas...

Todo estaba a punto: él sentado, relajado y con una tenue sonrisa de satisfacción que torcía un poco la comisura del labio. Ellas a su alrededor, cantando y bailando alegres y sonrientes.

Y se oyó una voz:

¡Acción!

“Hay que ver los guiris que tengan cuidao,
tienen el pellejo blanco y delicao,
con el guiri, guiri, que está quemao
y que nadie entiende lo que ha preguntao.
Hay que ver los guiris que parecen gambas,
coloraos están de tomar el sol,
con el guiri, guiri, que está quemao
y que nadie entiende lo que ha preguntao…”

Y una voz en off que dice:
‘Si tienes la ilusión de hacerte millonario: o compras el cupón de la ONCE o haces la canción del verano.
Sorteo extraordinario del verano de la ONCE: ¡14 millones de euros!’
.

Hechizada 13/07/06

El vendedor de mazorcas a perra la cuarta. De Mon

Oigan, esta es la historia de Mariano Mazón, vendedor de mazorcas a cuarta, media y kilo. Mariano heredó el puesto que su madre a su vez dispuso cuando falleció su madre, abuela de nuestro personaje. “¡Bragas de encaje oigan! gritaba su madre, con doble de ruso y talco pa’l chirli, guarde bien su comisura, ricuraaaa, jajajaja!” Claro eran otras épocas, ahora ya no se llevan estas cosas y cual joven emprendedor Mariano decidió cerrar la parada de venta de paños menores.
“¡Matilde, es usted insaciable! exclamó el mazorquero, lleva usted unos días que ya quisieran algunos: paragüé pa la lluvia, mistos* pa la chimenea y maní pa’l cuerpo, luego no se queje si su marido la regaña, es usted insaciable… Son cuatro perras, pague, pague.... “
Mariano montaba siempre junto al mismo banco una pequeña caseta donde guardaba el carbón, era a este lugar donde acudía llave en mano para arrebatar del fondo los últimos tacos del día. Sabía que al repuntar la tarde comenzaba a bullir gente por todas partes y las brasas debían estar en su punto, era pleno invierno.
Mira, Pedralbes (el vendedor de diarios) mira qué extraña pareja, menuda combinación, ella es organista en la parroquia y él es demonio de correfocs*, no se gastan ni un duro así los maten.
¿Sabes? —Pregunta el quiosquero— ¿Sabes que me piden los diarios atrasados de hace una semana para ponerse al día?
No, no… A mi no me han comprado nunca una maldita mazorca.
Se lo llevarán todo a la tumba, ¡vaya vida!
Po zi. Dicen que pegaban los sellos con chicles del suelo para no gastar saliva, jajajajaja. Bien, Pedralbes, por hoy es suficiente ya va siendo hora de retirarse a freír espárragos que tengo mucho sueño y no me quedan mazorcas.
Oigan, mañana maaásssss

Mon 12/07/06

*Mistos: Cerillas
*Correfocs: Corre fuegos

El monstruo y la princesita. De Chajaira

Érase que se era, en un país muy lejano, vivía una princesita llamada Jodidilla. Siempre fue una niña muy suya, con un talante peculiar. A sus recién cumplidos ocho años, pidió como regalo una mosca en un tarro de cristal cuyo orificio fue tapado con una fina maya para que respirara.
Su divertimento, llenar al pobre y negro insecto de polvos de talco para que no pudiera volar y tenerla como mascota encima de su mesa, así se sentía aún más princesa y poderosa.
Un día su papá fue en busca de uno de sus nuevos caprichos para su hija, esta vez quería al Monstruo Mocoso habitante de las cuevas del sur. Repuntando el alba partió y al señor monstruito encontró, descansado sobre un gran banco natural de enormes piedras.
Mocoso era una bola cubierta de enormes vellos pelirrojos apelmazados por el constante fluir de viscosa pringue de su nariz, con un pene rechoncho también redondito que sobresalía de su vestimenta, una combinación rosa fucsia de fino encaje.
Como Rey que era, saludó cortésmente a este personaje y utilizó su diplomacia (que no bastó), lloros y súplicas para que se dejara entregar a su linda niña, famosa en el Reino por su temperamento caprichoso y cruel.
Este aceptó, pero antes le hizo prometer que tendría que dejarse chupar el dedo gordo de los pies cada noche antes de irse al baño. Cerró el trato no sin antes sentir el mayor de los ascos posibles poniendo en sus sueños aquella imagen.
Al llegar a Palacio Monstruo Mocoso fue entregado a la Princesa Jodidilla, que entusiasmada por su obsequio, maquinó rápidamente cual sería su tortura. Le puso una cadena en un pie y lo amarró al dintel de la chimenea.
Mi estimada princesita, aquí me tenéis esclavo, cuál es su capricho.
Que me des tus trapitos.
¿Mis trapitos?
Sí, tu linda combinación.
No, eso es humillación
Si no me la das me enfadaré.
Y yo el culo te enseñaré.
Eres mocoso y feo.
Y tú una pioja pendejo.
No me hace gracia.
Tócame la comisura de las nalgas.
Se lo diré a mi papá.
Que miedo, me voy a cagar.
Tanto fue lo que el Monstruo la enfadó, que la princesita explotó en mil pedazos y colorín colorado, como me quedo sin palabras, este cuento se ha terminado.

Chajaira 11/07/06

La balada de Carmen. De Locomotoro

Venga.... tienes que venir.
Que no... no me apetece gracias, de verdad.
Si no vienes me enfadaré.
Está bien.... iré, sí... y no olvidaré la guitarra.
Esta conversación era típica entre Jaime y yo. Jaime, todo él tan amigo de sus amigos, hasta el punto que desde que lo conocí en la mili no había conseguido despegármelo.
Había montado una fiesta en aquel chamizo que tenía en mitad de la sierra. Y necesitaban alguna víctima que amenizara la fiesta. Si sabías contar chistes, dibujar o recitar poesía, o tocar algo... estabas jodido. Era mejor ser tonto. Pero... “por un día no pasa nada”, pensé para mi.
Llegó el día del evento y me presenté con mi guitarra, amplificador, y todos mis chismes. Acomodé mis trastos en un banco apartado y casi sin prestar atención a nadie, me dispuse a montar los aparatos.
Algo hizo sombra sobre mi cabeza y al alzar la mirada me encontré a Carmen, la hija mayor de Jaime, que algo bueno tenía que tener. Aunque... demasiado joven para mi.
Hola Javier —saludó. — ¿Afinando el instrumento?— Tenía el sarcasmo adolescente en la mirada.
Guitarra, niña... se llama guitarra —contesté.
No me refería a ese instrumento —y comenzó a deslizar la mano por mi rodilla.
Me quedé sin palabras... hasta de que, de pronto, un acorde raro sonó en los amplificadores.
Un niño nos miraba con aire inquisitivo con sus deditos en el mástil.
Quiero tocar, chillaba.
La mano de la chica en mi bragueta que de pronto dejó de repuntar, la combinación de su falda arremangada en sus bragas, y a lo lejos gritando mi nombre todo contento y babeando cerveza por la comisura de sus labios; Jaime.
Ajena a todo ello, la mano de Carmen continuaba insaciable, pero todo era inútil. A los gritos del chiquillo y de Jaime, cada vez más cerca, se unió uno nuevo de Carmen.
¡Por qué no se levanta!
Con toda aquella sinfonía de sonidos, comencé a sentir sueño. A lo lejos, otra víctima recitaba poesías, pero hubo un momento de silencio, Jaime quedó frente a mí, con los ojos como platos.
¡Chaval, cuánto tiempo! —Exclamó.
¡Pero cómo! —Repliqué — ¿Y mi cerveza?
Primero tócanos algo, o mejor aún... que toque Carmen.
Tapé las piernas de la muchacha con la guitarra y me perdí entre la multitud. Joder que bien tocaba.

Locomotoro 10/07/06

Un domingo cualquiera. De Suprunaman

Cada domingo Pedro y Marc se reunían en casa de Marc para ver el partido. A Pedro no le gustaba el fútbol, no era forofo de ningún club; no obstante, defendía los colores del equipo que no le gustaba a Marc. Era la manera en la que Pedro se sentía a gusto.
El partido estaba a punto de empezar, Pedro y Marc sentados en el sofá, los pies sobre un banco, con la cerveza y las papas.
Era un partido complicado Recreativo—Mallorca, si ganaba el “Recre”, el Barça era campeón, en caso de perder el Real Madrid alzaría el trofeo de liga.
El partido era de infarto, ambos equipos intentaban adelantarse en el marcador, indudablemente habían maletines de por medio. En una combinación entre los delanteros el Mallorca metió gol y Pedro se levanto a festejarlo:
¡Goooolllllllllll, gol, gol, gol, gol…!
Maldito hijo de puta, pensó Marc, este gordo cabrón, insaciable de papas, viene a mi casa y me jode la tarde”.
Ya repuntaban los últimos minutos de la primera parte cuando el Mallorca metió otro gol y Pedro volviéndose a levantar grito:
¡Goooolllllllllll, gol, gol, gol, gol,…! Era asqueroso ver aquella masa mollosa, botando, de la comisura de los labios le resbalaba la baba mezclada con las grasientas papas. El sueño de la liga del Barça empezaba a desvanecerse.
Marc fue a la cocina para intentar calmarse, pero desde allí seguía escuchando los gritos de gilipollas de Pedro. Marc cogió una barra de pan duro que había en la mesa, se dirigió a Pedro y le metió con la barra en la cabeza.
¿Pero qué haces? —Dijo Pedro
Marc le arreó otro golpetazo.
¡Venga di gol ahora!
Y le pegó otro golpe, y otro y otro. Cogió las papas ahora y con ellas intentó cortarle el cuello y las venas. Un charco de sangre empapaba la alfombra. Por fin Marc se sentó de nuevo en el sofá. Empezaba la segunda parte, en media hora el “Recre” remontó el partido y acabó ganando. "Final del partido el Barça campeón de liga", dijo el comentarista.
Marc se levanto y haciéndole un corte de manga a Pedro le dijo:
Ahora te jodes.

Suprunaman 10/07/06

A mi nono. De Lirio

Amada es imposible sacarte de mis sueños, me persigue un recuerdo de tu extraño mirar…

Cantando esa canción vi a mi abuelo haciendo una combinación de acordes en la guitarra. Decía que con esa canción conoció a su amor, mi abuela.
Él era cantante de boleros y también guarachero, su voz era preciosa, desde su tono, pasando por sus labios delgados y comisuras, modulaba cada palabra con tal excelencia oratoria que aún la escucho por los rincones de su casa.
A la abuela no le gustaba la vida que llevaba. Siempre decía que esas noches donde la luna lunera repuntaba en la esfera estelar, esas noches de bohemia, licor y cigarrillo lo iban a llevar directamente al cajón, más no le hacía caso y seguía amenizando las fiestas de los pobladores del pequeño puerto de Iquique que insaciables bailaban al son de un tango añejo.
Las calles angostas del tiempo de las salitreras, casas hechas de pino oregón y sus terrazas donde las jovencitas sentadas en los bancos de hierro miraban a los chicos con sus uniformes de gala cada domingo; las carrozas vestidas de añoranzas y tertulias donde se iniciaba un romance. Tiempos de gloria, cuando el salitre era mas valioso que el mismo oro y llegaban orquestas de fama mundial al viejo teatro. Gente de alta alcurnia pasaban sus momentos de ocio frente a la playa esperando los botecitos que los llevarían a la Isla Alacrán.
Todo aquello vivió mi querido abuelo, época de sueños realizables en la cuál me hubiera gustado vivir.

Cantado lo vi, haciendo unos acordes en la guitarra, en los rincones de su casa, en las penumbras del más allá.

Lirio 10/07/06

Amores clandestinos. De Hechizada

Le llamé a las 19:25 para saber si tardaría mucho en la oficina. Me dijo que ya estaba por salir. Le dije que se viniera directo al hotel, que le estaba esperando con una sorpresa.

Estábamos en Lisboa. Le habían asignado una inspección en una de las sucursales de su banco y decidimos que sería una muy buena ocasión para volver a coincidir. Él viajaría desde Coruña y yo desde Madrid. Hacía apenas unos tres meses que nos conocíamos, habíamos estado juntos un par de veces en sus viajes a Madrid, y nos hacía mucha ilusión ir a algún lugar donde nadie nos conociera, donde pudiéramos disfrutar libremente de este amor oculto, apasionado, insaciable.

Esa mañana yo había ido al Museu das Marionetas, me apetecía disfrutar de su espectacular colección de muñecos y máscaras portuguesas y de otros países, una magistral combinación de fantasía, colorido, niñez y creatividad. Salí de allí llena de vitalidad con ganas de disfrutar al máximo de cada segundo, con ese ímpetu que nos caracterizaba cuando somos jóvenes. Fui directo al Amoreiras Shopping Center, quería comprar algunas cosas, aprovechar para almorzar algo ligero, así luego tener tiempo de prepararme para él. Sería nuestra última noche después de 4 días maravillosos y quería que fuese realmente inolvidable, pues no sabía cuándo podríamos volver a estar juntos. Me compré un vestido negro, su color favorito, ceñido, por encima de las rodillas, anudado al cuello y con la espalda descubierta; un conjunto de brassiere y bikini negro, y unas sandalias a juego. También compré unas velas aromáticas y pétalos de rosa para esparcirlos en la cama. Al llegar al hotel encargué una botella de champagne y que nos subieran distintos platos fríos y frutas. Luego me sumergí en la bañera y comencé a disponerme para él.

Sentí cuando abrió la puerta y sus exclamaciones de maravilla. Yo le esperaba apoyada en la puerta que da a la terraza y sin dejar de mirarle fijamente, me fui acercando, le quité su maletín y le di un beso en la comisura de sus labios, un beso de ternura entremezclada con apetito. Fue la luz verde para una noche de pasión y lujuria, inolvidable tal y como yo quería regalarle, como ambos deseábamos. Al repuntar el alba teníamos que marchar a nuestras ciudades y cotidianeidad, con las ansias locas de volver a hacer realidad este sueño clandestino.

Hechizada 10/07/06

El arcano número VIII, La Justicia. De Monelle

Dejas caer tu cuerpo rendido, pero el sueño no llega. Sigues intentando con los ojos cerrados borrar las imágenes que parecen colarse en ti, combinación de mentiras con verdades.
Difícil resulta abstraerse de los acontecimientos.
La comisura de tus ojos, sellada, no impide el enfrentamiento con tu conciencia.
Arrastrado por la inercia de tus temores, has forjado una escalera que se extiende en la inmensidad de tus adentros. La cima está cerca, pero prefieres extraviarte en el abismo oscuro que te exime.
Insaciable, ignoras el desánimo, deseas poner distancia de por medio en un precipitado descenso al que tan sólo tú podrás poner fin. Intuyes que el descanso no llegará si no alcanzas la base.
La escalera grabada, peldaño tras peldaño, se convierte ante tus ojos en el remedio a los pesares que te atormentan, en el banco que acogerá el reposo de tu arrepentimiento.
La hermosa figura, casi desdibujada, que te resistes a mirar agachando la cabeza para ocultar tus ojos delatores, alberga entre sus manos la esperanza que te redimirá. La balanza implacable de la justicia, equilibrada aún, se descompensa en la distancia, amenazante contra el filo delator de la espada del verdugo.
Sin afrontar nada, das por sentado que la huída es la única solución.
¡Cuán fáciles resultan a veces las mentiras cuando no deseamos justificar nuestros actos!

Eres consciente del camino recorrido. Cada escalón es convertido en el olvidadizo receptáculo de otra decepción, de alguna mentira. Miras frente a ti y avanzas alejándote cada vez más. Pero cuando te giras descubres que la cima, por más que bajes, inexplicablemente sigue igual de cerca.
Te has lanzado en picado por aquella cada vez más estrecha y tortuosa escalinata interminable. Un abismo sin fondo oculta la más terrible de las consecuencias, aunque tú, buscas consuelo en la distancia, amante del olvido.

“Despertar con el repuntar el día será la liberación”, piensas. Como si mágicamente los errores no asumidos, la culpa negada, el remordimiento no aceptado, se tuviera que disipar disuelto con la luz del alba.
Y te encuentras, cuando los rayos invasores del sol alcanzan tu rostro, todavía inmerso en el fondo del abismo. Esa distancia protectora de la responsabilidad es menor, y se acerca más a ti, en la medida justa en que tú la creías más alejada.
¿De veras pensaste poder eludir a tan noble dama?

Monelle/CRSignes 09/07/06

Soy agua en tu mar. De Belfas

Se me han caído unas cuantas lágrimas del mismo color del mar azul.
¿Seré bobo? Se me acaba de caer otra, y otra, y otra más. No logro aguantarlas en mis verdes ojos. Las lágrimas tiñen un surco de azul sobre mi rostro, por la comisura de mis labios acaba de pasar una, he sacado la lengua para saborearla y sentir cómo se impregna mi boca de su aroma salino.
Reposado en la arena, he acercado tu imagen insaciable hasta la orilla, me he fusionado contigo y… sí, amor, hemos gozado sobre la blanca arena, desnudos y solos.
Nunca pensé que en algún momento pudiera transformarme en agua, es una sensación extraña y agradable, porque mis fuentes manan en mi interior.
Sigo en esa rara situación, me siento seco a pesar de que soy de agua, y mis lágrimas azules forman un charco que se va licuando en tu ir y venir sobre ese mar dibujado.
Cuando te alejas me miras con las olas dulces de tus ojos azules de mar, y mi corazón se estremece al verte feliz.

Me dejo ondular suavemente por un día de calma, por esa luz tamizada de agua, combinación que me atrae hacia ella. Dentro del agua todo tiene otra dimensión, un misterio al que solamente el amor atiende. Bajo el agua, muevo ligeramente los pies para no salir aún a la superficie, quiero contemplar las maravillas de ese mar azul, donde un banco de peces nada a mi lado, sonrío mientras se alejan azorados. Suelto todo el aire y mi peso me deja hundirme en el fondo.
Desde allí imagino cielos que te envuelven y desde la profundidad del mar repunto y recupero mi punto de partida, mi mundo insípido y seco.
Ahora me voy a la zona de rocas, donde puedo sentarme en silencio y pensar.
Hoy todo está en calma y sin embargo, ¡te echo tanto de menos!
Sí, mi amor, es un sueño del que no consigo despertar.

Belfas 06/07/06

Conseguido. De Suprunaman


Podía decir que estaba de mierda hasta el cuello. Estaba sentado en un banco, frente a un callejón sin salida. Comía pipas, parecía la única forma de parar aquella insaciable sensación de desánimo. Adiós a su sueño dorado de convertirse en un ídolo. Era un fracaso, fracaso en lo profesional, fracaso en lo familiar, fracaso en lo sexual.
Se quedó transpuesto, todo se volvió rojo. Un joven musculoso, aceitoso y desnudo le dijo:
Sígame.
¿Pero que dice usted?, ni loco. ¿Qué es esto? Estaba sentado en un banco, y de repente aquí estoy ¿Dónde?
En el infierno.
Dios mío, no lo puedo creer, estoy al borde del colapso. Se me están quemando hasta las pipas.
Iba siguiendo a aquel hombre sin saber dónde. Al mirar a su alrededor, vio que las paredes estaban repletas de gente, una pared humana que gemía.
¿Y toda esta gente, que ha hecho?
Gente que no cabía en el cielo —dijo el aceitoso.
Y ¿Qué hago yo aquí?
Es usted un invitado, es usted un fracaso profesional, familiar y sexual, jugador, vicioso, es usted un ídolo aquí en el infierno.
Pero bueno, si ni siquiera soy capaz de matar a una mosca, matar, eso si es un auténtico pecado capital. Yo, yo…
Hemos llegado.
Abrió la puerta. Salió a recibirlo un hombre vestido de color salmón, con una camisa pistacho y una corbata celeste.
Menuda combinación, ahora ya estoy seguro que estoy en el infierno. ¿Su nombre es? Porque creo que voy a poner una reclamación, me está usted jodiendo la vista
Lucifer me suelen llamar. Me gusta tu sentido del humor —dijo.
Quiero una explicación, no será gay.
Lucifer frunció la comisura de las cejas.
Estas muerto.
A mi no me tutees.
Dijiste que estabas jodido, hasta el cuello de mierda literalmente, y te hemos traído aquí, eres un invitado de honor. ¡Bienvenido al paraíso¡ —dijo Lucifer.
¿Honor? ¿Y que ventajas voy a tener si me quedo?
Juergas, mujeres y una habitación con aire acondicionado —le dijo.
Vaya, creo que estoy empezando a repuntar.
Tal vez este sea el principio de una buena amistad —dijo Lucifer.
¿Sabes Lucifer? Allí arriba serías un excelente vendedor
Y aquí abajo también —respondió este
Y desaparecieron entre la bruma y el olor a azufre.

Suprunaman 06/07/06

El aniversario número 5º. De Mong0

Tráeme las papas, rápido —dijo Marcela.
Ya voy tía, no me apure que me caigo —contestó Paulo.
Era una verdadera celebración, con cornetas y serpentinas. Tíos, abuelos, papá y mamá, gente que no conocíamos, y personas que si. Mi padre, con una cerveza en la mano, brindaba por la unión de la familia, estaba ebrio y haciendo el ridículo, pero eso ya no importaba, todos celebraban por el aniversario número 5º de mis padres, y además, fecha inolvidable, ya que por fin habían podido tener el hijo que tanto deseaban.
Recuerdo que ese día, mis primos mayores, me levantaban hasta tocar el techo, me asustaba tanto, que en seguida rompía en llantos, y mi madre llegaba, tan superheroína, como queriendo salvar a su cachorro de las hienas hambrientas, me tomaba, y me apretaba contra su pecho. En ese momento, lo único que quería era que me soltara.
Cerca de las tres de la mañana, la fiesta comenzó a decaer, mis tíos, borrachos en un banco del patio, tirados como si estuvieran muertos. Para que hablar de mis padres, tirados a los pies de la escalera, seguían conversando de no se qué.
Estaba mal, me sentía mareado, la comisura de mis labios me ardía, y tenía mi ropa vomitada. Ha de ser por el trago que mi tío Braulio puso en mi mamila. Me encontraba en un trance profundo, mirando hacia la malla de mi cuna, necesitaba agua, no podía seguir con ese ardor. Tenía sueño, y me largué a llorar.
¡Callen a ese niño!
Gritó mi madre como queriéndose deshacer de mi para seguir bebiendo.
Daniel, el sobrino de mi papi, estaba parado frente a los lookers de la cocina. Creo que trataba de entrar la combinación para poder sacar su mochila. Si no fuera por que mi padre le ofreció un vaso de vozka, se habría ido a su casa a descansar.
Me acorde que estaba llorando, así que lo retomé. Esta vez mi madre se levantó, caminó con la botella de ron en la mano, y me cogió. Fuimos al baño, me sentó en el lavamanos, y me sacó la polera llena de vómito, y se mojó la cara, luego me tomó en brazos, y me llevó hasta mi cuarto. Al pasar por la escalera, vi a mi padre tirado, por un segundo me dio asco, asco de verlo borracho, de no poder levantarse.
Seguimos, hasta que mi madre me sintió el olor a trago en la boca, cómo no sentirlo, era un hedor inconfundible, corrió conmigo en brazos, hasta el baño, y me cepilló bien la boca. Aquel incidente la alteró más de lo que ya estaba, ya que se fue hasta el segundo piso diciendo en voz alta:
Tu padre es un verdadero insaciable, apuesto que él fue quien te lleno la madera con trago.
Siguió repuntando el tema hasta que llegamos a mi habitación, me recostó en la cama y se tiró junto a mí. Lo único que recuerdo de aquella situación, es que el tocadiscos seguía andando, y la música de Carlos Gardel rondaba en el ambiente…

MongO 05/07/06

Nubes de sal. De Aquarella

Cuenta la leyenda que hace algunos eones, cuando el mundo estaba gobernado por dioses caprichosos que jugaban con la vida ajena a su antojo, surgió una hermosa historia que llegó a provocar la envidia de alguna de las deidades. Quiso el azar que se cruzaran los destinos de un ángel inconformista de carácter rebelde y una pequeña sirena de curiosidad insaciable. Cada noche, al repuntar la marea, el ángel se sentaba en un banco situado frente al mar... el murmullo de las olas le relajaba, le ayudaba a meditar. Absorto en sus pensamientos como estaba, tuvieron que pasar varios días para que se diera cuenta de que una figura le observaba desde el agua. Un saludo, una sonrisa, tal vez la magia de la luna, fueron acercando poco a poco a dos seres tan diferentes, tanto que parecía imposible que tuvieran algo en común. Con el transcurrir de los días, y a pesar de la extraña combinación que formaban, llegaron a hacerse inseparables; ahí precisamente empezaron sus males.

El dios Amaro, egoísta y envidioso, estalló en un ataque de celos el día que el ángel se atrevió a acercarse a la comisura de los labios de su amada. Decidió acabar con el sueño de la pareja y escogió para ello un castigo ejemplarizante. Ella perdió su cola de pez y el se quedó sin sus alas, fueron condenados a pasear por el mundo su insatisfacción como dos simples seres mortales. Pensaba el pérfido dios que su amor sería un capricho de la memoria diluido en el tiempo, y la distancia que puso entre ambos una excusa para el olvido, pero se equivocó...

CONTINUARÁ, pero eso será más adelante

Aquarella 05/07/06

La calle del olvido. De Mon

Hoy, como todos los días, me he levantado con sueño, remolón, malcarado y triste. Al asomarme a la ventana del aseo que da justo a la calle he visto, como siempre, al viejo tapado con cartones que calienta su propiedad en la acera de enfrente, a su lado una botella vacía, enfrente la boca del metro. No tardará en incorporarse para dirigirse a su banco y prender la colilla que apenas se tiene entre la comisura de sus labios.
Nada le importa, sólo espera la noche, mientras cabizbajo observa los pasos de la gente que apresura sus vidas contra el asfalto, como si quisieran acabar su jornada en un suspiro, como si el mundo se fuese a parar, maldito estrés insaciable.
A Jesús poco le importa como repunte la bolsa, es más, estoy seguro de que no sabe distinguir entre una bolsa de supermercado y una sesión de bolsa; sólo en ocasiones sueña con bolsas llenas de dinero y vivir en Marbella. Él es un animal extraño entre la fauna que le acompaña, sólo está allí y no quiere ser molestado, poco le importa quien le restriegue las banderas por los morros.
Se acerca la hora de comer, en los bares los camareros comienzan a frotarse las manos, los dueños más. Él sólo tiene que esperar las sobras del resto de la manada, pero hoy especialmente se siente intranquilo, nervioso, intuye cual herbívoro que algo está a punto de suceder.
Han pasado apenas 10 minutos, 2 sobre las 13 horas, la calle de Jesús está abarrotada de ambulancias, el pánico se apodera del lugar, ya no hay solución. Se levanta con una energía que perdió hace décadas y acude, la policía lo ignora, los médicos le preguntan y él desconcertado sólo puede llorar, han fallecido personas como él, de su misma manada. Pronto vendrán los buitres a sacar tajada, extraña combinación, y Jesús permanecerá allí, en su parcela, olvidado y sin comprador mientras el dolor de cientos de personas clama al cielo.

Mon 04/07/06

Dejaría una coletilla pero mejor me callo porque si no, corre hasta el apuntador.

Sueños de verano. De Marola

Estaba sentada en aquel viejo banco de madera en frente de la casa de mi madre, en aquel pequeño pueblo que me había hecho tener los mejores sueños de juventud. Cuando estas en esa edad insaciable de los catorce años, en la cual todo te parece una combinación de sueño, pasión, alegría, desenfreno, libertad, todo eso que en ese preciso momento sientes a esa edad. En la comisura de mis labios se dibujaba una pequeña sonrisa de anhelo, de añoranza de aquellas tardes en las que el corazón latía más deprisa, en las que te envolvía una especie de rubor, cuando veías venir a aquel príncipe azul. Al repuntar la tarde te vestías, te pintabas los labios y te arreglabas el pelo como si fueras a una gran fiesta, allí en el pueblo no había discotecas, solo teníamos unas viejas casas que nos dejaban para hacer nuestra “peña” de amigos, allí teníamos tocadiscos, bebidas, y pasábamos las tardes embobados, en una especie de combinación entre sueños de verano y fantasía de juventud. Pero fué la época más bonita de mi juventud, la época en la que crees desesperadamente en los sueños, y que hay veces que se hacen realidad. Cuando te haces mayor, queda ese recuerdo imborrable de todas esas maravillosas tardes de verano, que ya no volverán.

Marola 04/07/06

Mar embravecido. De Belfas

Hoy el tiempo y el lugar no han tenido misericordia y me han vuelto a acercar a un mar embravecido, incapaz de devolver la tranquilidad que mi espacio y mi vida necesita. Un banco donde descansar mis carcomidos huesos.
Me han dejado grietas y manchas en una pared blanca pintada no hace mucho tiempo, una combinación para poner límites a eso tan infinito que me atrae desde la profundidad de mi deseo, como es el peligro.
La luz se ha aliado con la parte más visceral e insaciable de mí ser, para que no pueda contemplar tanto azul. Sólo me ha dejado que sea feliz unos instantes viendo la regata de la felicidad reflejada en sus ojos, con la condición de nunca más mirar, un sueño al que no acierto a vislumbrar.
He visto pequeños puntos blancos compitiendo con un viento que no toco, una brisa que no acaricia mi cara deslumbrada, he guiñado los ojos y nadado mentalmente en ese mar aún salado y cálido donde tantos días navegué.
Por un momento me he confundido y, sin apenas darme cuenta de que estaba desolado, por entre la comisura de mis labios me ha salido una carcajada; por la ventana he observado como dos gorriones parlotean en su idioma, he envidiado a esas dulces aves y me pregunto porqué me encuentro triste, abatido y sin aliento envuelto en la más absurda soledad.
Pido a ese Mar azul no que me traicione y que no adopte ese gris-azul melancólico que a mí me sitia, que entonces ya no tendré más remedio que aliarme con las nubes para que descarguen sobre él esa paz y sosiego que sus aguas necesitan. No dejes que te observe y me introduzca a través de tu ventana con la idea de buscar un rayito de sol que me repunte y aliente en la mañana. Ciérrala a cal y canto y jamás dejes rendija por donde colar mi hechizo.

Quiero verte trepidar en un azul de entusiasmo y alegría. Mi mar de verano que te vistes de colores cuando menos me lo puedo permitir. Mar incierto, que te adueñas de mí y creas quimeras. Hoy cuando con tus plácidas aguas bañas otras playas me produces celos, no lo puedo evitar. Me gustaría bailar en tu mar con los peces que jugaron contigo en el frío transparente de tus bancos de arena.

Belfas 04/07/06

Que regreses. De Suprunaman

Ya repuntaba el alba, Vincent estaba sentado en un banco, con su caja de pinturas y sus pinceles desgastados, como si de un sueño se tratara, recordó a su buen amigo Paul, sus conversaciones, sus paseos por el campo… hacía meses que Paul lo había abandonado a causa de una ridícula pelea.
Vincent insaciable creador, cogió un lienzo y empezó a pintar la silla en la que Paul solía sentarse, encima de esta reposaban sus libros y su pipa. La combinación de colores era exquisita, verdes, rojos, ocres, se echó un poco para atrás y entornó los ojos, casi podía sentir el olor de su buen amigo. Ahora había cogido el amarillo y con una pincelada nerviosa esgrimió una luz con tanto ímpetu que echando el pincel hacia atrás se pintó hasta la comisura de los labios.
Había terminado el cuadro, acto seguido se puso a escribir una carta, estaba nervioso, alterado, no sabía que debía decirle a Paul para que volviera a la casa, en un acto de bloqueo emocional cogió su navaja y se cortó la oreja, la envolvió con papel de periódico y la metió en un sobre, luego escribió unas letras:

Querido amigo Paul, sólo te pido que me perdones y que regreses, eres mi único amigo.

Firmado
Vincent

Suprunaman 03/07/06

El precipicio. De Locomotoro

Oteaba el horizonte sin tener muy claro qué o a quién buscaba. Hacía ya tiempo que lo había perdido todo, su familia, sus amigos, su esposa... todo menos su tiempo. Eso era lo que quizá más tenía y sabía utilizar.
Había perdido también la esperanza, la perspectiva del futuro o cualquier otro tipo de sueño.
Tanto tiempo caminando le había llevado al borde del precipicio, donde se encontraba el final del camino, el único lugar en el que estaba dispuesto a perder lo único que le quedaba.
Miró su reloj y riéndose a carcajadas, se lo arrancó de la muñeca y lo arrojó al vacío del barranco. Entonces sintió un leve cosquilleo en la comisura de sus sienes, y el vapor húmedo de las olas que rompían en el acantilado lo devolvió a la realidad.
Tenía ganas de hacerlo, girarse, mirar atrás y caminar de vuelta el sendero por el que había venido, pero su espíritu de avanzar siempre hacia adelante se lo impedía, aunque este avance lo llevara al final.
Había visto al llegar un banco de madera gastado por el salitre del mar y el azote del viento y se sentó a descansar. Su mirada no se apartaba del horizonte abstracto en el que sabía que nada iba a encontrar. Había sido un hombre insaciable de aventuras, de correrías y peligros. En realidad había corrido tanto, que al llegar al borde de su propia vida, aún le quedaba tiempo, un tiempo que hubiera preferido regalar. Estaba cansado de volar, de los días, del sol... de la vida. Bajó sus ojos al abismo, deseando terminar, agotar las horas. Y cuando calculó el tiempo infinito que tardaría en llegar al fondo, instintivamente miró a un lado y contempló con asombro que el camino continuaba al filo del precipicio.
Un dolor agudo comenzó a repuntar en sus talones, y entonces dejó de contemplar el horizonte y echó de nuevo a correr por el sendero, en busca de nuevas aventuras para contar quién sabe a quién. Curiosa combinación de la vida y la muerte para aquel que no ha agotado su tiempo.

Locomotoro 03/07/06

El Cóndor. De Marola

Aquella noche me invadió un bello sueño, que durante todo mi niñez me había acompañado varias noches a la semana. El sueño empezaba con una niña del barrio de Kunsai (Kunsai era el barrio más pobre y desolado de mi país), con unas insaciables ganas de vivir, en la comisura de sus labios se podía observar la esperanza, la vida… Anea que así se llamaba la bella princesa, que era como la llamaba Cóndor, tenía una vida solitaria y sin esperanza, vivía con la ilusión de que su pájaro volara cada noche a darle lo que no tenía "amor, cariño y sueños".Cada noche se trasladaba a un banco del parque, sentadita con sus pequeñas manitas cruzadas encima de sus delgadas rodillas, a esperar a su gran amigo el Cóndor, él era una especie de combinación entre pájaro y ángel, ellos permanecían de la mano, se miraban y a través del contacto de sus manos hacían realidad esa gran ansia que tenía de que alguien le diera un beso, la acariciara, la mimara. Porque Anea vivía en un lugar horrible, el lugar más pobre y desolador de la tierra, pero Anea se sentía libre, querida, amada y segura con Cóndor hasta que empezaba a repuntar el día; entonces se despedían hasta la próxima noche, cuando el Cóndor la volvería a llamar en medio de la noche, para darle su mano y acompañarla en ese trance de miedo y temor que ella tenía y no podía despojarse. Pero durante el encuentro Anea destruía todo eso que le rodeaba durante el día, no se acordaba de nada, solo vivía esas horas como las más bellas y esperadas de su existencia.

Marola 03/07/06

Espectro punzante. De Lirio

Entre el crepúsculo impenetrable, en la insinuación de mis recuerdos y fantasías, me sentía transportada hacia el lugar en que cada noche exhalaba de mi boca un pequeño gemido, una diatriba como si fuera dicha por mil demonios poseídos apunto de lanzar fuera de mi.
Sin poder pedir auxilio, en mi mente casi trastornada no sabía reconocer si era realidad o un sueño. Sólo me observaba solitaria en la nava, casi inerte, perpleja, distraída, desprotegida, a punto de ser devorada por el horrible espectro de ojos centellantes, afilados caninos ensangrentados, un largo y sobrio abrigo, y garras que a la luz de la luna parecían espadas.
Me ataba a su furia, a su fuego asesino, a su insaciable hambre de matar. Se divertía con mi dolor, con mis aullidos casi inhumanos, con mis ojos desorbitados y a cada paso del tiempo desgarraba mi carne.
Ante espantoso acto, al palpar mis heridas profundas, mis pupilas envenenadas de su sonrisa, mi cuerpo maltratado y destrozado, daba cuenta de que aún me quedaba vida.
En una daga clavada en mi lecho de muerte, sentí una intensa punzada, y recordé, recordé, que el día anterior me había puesto el viejo sujetador con un alfiler y me desperté.

Lirio 03/07/06

Noche de Fiesta. De Suprunaman

Jesús estaba sentado frente al ordenador viendo la película “Rocco Tarzán” y haciéndose una gayola, estaba a punto de eyacular cuando se abrió la puerta de la sala, de un salto quedó de pié encima de la silla de ruedas. Enfrente de él estaba su abuela, de pie y con camisón, con su piel arrugada, la boca desencajada y las cuencas de los ojos vacías, acercándose hacia el con un cuchillo en la mano. Jesús con la mano aún en su pene decía:
¡Coño, coño, coño!
El miedo y la excitación hicieron que su pene estallara en la cara de aquel zombi con cara de su abuela. La vieja empezó a gritar, a gesticular y su piel empezó a derretirse hasta que en el suelo sólo quedó un caldo verde y viscoso.
Ya estaba más sobrio y a oscuras, palpando por el pasillo tropezó con algo. Velozmente encendió la luz, su padre y su madre estaban allí, tenían el mismo aspecto que su abuela, y empezó una diatriba entre ellos
Noche de Fiesta, Noche de Fiesta, repetían una y otra vez.
¡Maldito José Luís Moreno!
Te vamos a matar Jesús.
¿A mi? Y una mierda, y cogiéndose de nuevo su porra les tiró un chorro de semen que también a ellos empezó a derretirlos.
El abuelo estaba sentado en el sofá, dormido, el abuelo siempre se dormía viendo Noche de Fiesta, así que era su esperanza.
Abuelo, abuelo despierta, necesito tu semen.
Vaya hijo, pues lo tienes crudo, yo ni con la Vinagra esa, que ya tengo 90 años.
Pero aún así y con la asiática que lo estaba matando accedió a ayudarlo.
Fueron al trastero, allí encontró una “recortá”, prepararon unos cartuchos con una mezcla de pólvora y semen.
¡Ahora verán esos malditos!
La calle era una nava, pasaron cerca del barrio chino, y una chinita con cara de zombi empezó a acercárseles, se quitó el sujetador, al parecer le apretaba y le cortaba la circulación. El abuelo se tragó tres visagras, se bajó los pantalones y dijo:
Vete Jesús, ya me encargo yo.
Dios en la puerta de la discoteca no cabía ni un alfiler, alguien se había encargado de enchufar Noche de Fiesta en la pantalla gigante y miles de zombis salían de aquella sala, el mundo estaba a punto de perecer. Jesús no iba a tener tanto semen.
¿CONTINUARÁ?

Suprunaman 30/06/06

La mancha. De Crayola

Una noche profunda y sobria. Me senté con comodidad frente a mi escritorio. La tormenta que se nos debía de hace tiempo, arreciaba con furia. El jardín se transformaba en una nava. Mi escritorio está justo frente a un ventanal. El cristal se empaña con facilidad y dificulta la visión hacia fuera. No me importa mucho, no me gusta ver hacia fuera en una noche así. Me olvidé de la lluvia y me sumergí de nuevo en mi escritura. Al releer lo escrito, no dejaba de sentir frustración ante la diatriba que salía de mi lápiz. Me quedé así, agachada mirando el papel. Una vela sobre la repisa difundía una tenue luz. Trémula y pálida. Las sombras cada vez eran más misteriosas. Danzaban en un silencioso vaivén. Sin quererlo distinguí una extraña mancha en el suelo. Como a un metro de distancia. Estaba cerca de la pared. Era una mancha alargada. Oscura. Parecía un bicho. Pero no lo era me dije. Es una mancha de pintura, recuerdo el día que pintamos la madera. Quise volver al papel y no pude concentrarme. De reojo miraba la mancha. Por impulso contraje mis pies. Volvía a la hoja sobre mi escritorio. Vi claramente que la mancha se movió. Ya no era una mancha, estaba segura. Se había movido, tenía que ser algún insecto. El terror se apoderó de mí. Tengo fobia ante esos bichos. Simplemente me paralizo. Miré de nuevo, solo una mancha. Mi corazón ya aceleraba. Un frío sudor me recorría la frente. Me tranquilicé, decidí levantarme y encender la luz. Me puse de pie y la mancha se movió. Se movía despacio, esperando. Parecía que se agrandaba. Mi respiración se cortaba. Como puntas de alfileres el miedo se metía por mis poros. Quería correr, pero parecía que había un sujetador entre mis pies. Era imposible moverme. La vela se apagó de pronto. La penumbra se mezclo con el miedo. Mi pie descalzo palpó algo. Me horroricé aun más. Era un insecto. Subía despacio por mi pie. El roce de sus patas en mi piel. Un duro caparazón. Unas antenas. Un grito agudo salió de mi pecho. Mi garganta seca me dolía. Corría dando tumbos en la oscuridad. Pude encender la luz, y ahí estaba. La mancha seguía en su lugar. No se había movido. Siempre fue una mancha. Pero se que me asecha. Se transforma. Vive. Me quiere matar de miedo.

Crayola 30/06/06

Sala de Juntas. De Monelle

“Regresaron a la inseguridad de sus ciudades. Pese a todo, sabían cómo se llamaba el monstruo que acechaba en ellas. Cuál era su rostro.”
Parroquia del Sagrado Corazón, Año de Nuestro Señor 1550.

Lo encontraron agazapado al abrigo de unas rocas, en el fondo de la nava.
Recogieron su cuerpo con extremo cuidado. Precaución necesaria, pues en la primera inspección, cuando se disponían a palparle el pulso, el lóbulo de la oreja se fragmentó.
El médico certificó su muerte sin poder dictaminar las causas de su aparente acristalamiento. De esa imposible congelación a mediados del mes de julio.
El velatorio se hizo más emotivo ante las incógnitas que hacían referencia al misterio que acechaba a la población desde hacía centenares de años.

Corría el año 1863, España combatía con el cólera por tercera vez en cincuenta años y los muertos se amontonaban por doquier.
Por extraño que parezca, en aquella comarca, nadie contrajo la temible enfermedad, es por ello que ante la diatriba de permanecer junto al foco de infección o resguardarse del mismo, muchos fueron los que huyendo de la epidemia se acercaron hasta allí.
Con tanta animación, pronto olvidaron aquél extraño suceso.

A más gente mayor progreso.- Musitaba el alcalde que ya presentía un sobrio aumento en las arcas municipales.
Podré remozar la iglesia. —Comentaba el párroco mientras colocaba más bancos ante el altar.

Pero no tardó mucho en volver a suceder. Durante dos días, las batidas se alargaron hasta altas horas de la madrugada. Cansados de no obtener resultados, resignados ante lo que ya sabían, decidieron abandonar la búsqueda.
Dos días más tarde se volvió a repetir el suceso, y así una y otra vez.
Los familiares de los fallecidos desesperados pedían explicaciones. Les hablaron de extrañas luces nocturnas; bolas de fuego; duendecillos; e incluso espectros. Argumentos injustificables. Ni tan siquiera la certeza de que los cuerpos serían encontrados, de que podían ser enterrados, les consolaba.

¿Qué podemos hacer?

Aquellos sueños de progreso se desvanecían con cada familia que abandonaba el pueblo.

¿Qué hicieron nuestros predecesores? —Se preguntaban.
Nada, como nosotros. No hicieron nada.

En ese momento, un grupo de vecinos portaban en una carreta repleta de heno, los cuerpos cristalizados de los últimos desaparecidos. Cuerpos que nadie reclamó y que, como sucedía desde hacía cuatrocientos años, fueron a enriquecer, con su presencia, la “Sala de Juntas” del Ayuntamiento de aquel misterioso pueblo de Castilla que espero nunca encontrar.

Monelle/CRSignes 290606

El retrato. De Naza

Tuve que mirar dos veces el rótulo de la calle para cerciorarme de que estaba en la dirección correcta. Calle Nava, esta es, me dije.
Qué distinta podía llegar a ser una calle cuando cierran los comercios. La gente desaparece, el sonido de mis pasos me recordaba que el encanto del bullicio de la mañana se convirtió en inquietud a esas horas de la noche.
¡Qué idiota eres!, me dije. ¿Toda una vida viviendo en internados y va a resultar que te da miedo una calle desierta? No debería empezar con diatribas contra todo lo que fuera nuevo en mi vida
El portal olía a cerrado y el ascensor desvencijado me pareció mucho más viejo que esta mañana. Palpé la barandilla de la escalera y sentí la vejez del edificio en mis manos.
Al abrir la puerta de casa la oscuridad del interior invadió el rellano del ascensor; subió por mis pies y me envolvió llenando mi cuerpo de frío y miedo. Cómo podía cambiar tanto un estudio visto esa misma mañana y que me pareció una autentica ganga que no debía rechazar. El piso reunía todas las ventajas que un soltero como yo desearía. Eso fue lo que hizo me decidiera por esta vivienda, bueno eso y la vecina, una preciosidad en sujetador que esperaba conocer en breve.
Cuando cerré la puerta tras de mí me acerqué a la cocina para ver si disfrutaba de la misma visión y me resultó curioso observar que no había ni una sola luz en el ojo patio. Sólo eran las nueve de la noche.
De las pocas cosas a las que presté atención esa mañana, fueron el pensar cómo podía mantener el hombre de la inmobiliaria el cartel con su nombre sobre su solapa si el alfiler estaba a punto de caerse, y lo segundo y más importante, cómo funcionaba el mando de la televisión.
Uno de esos canales emitía un sobrio mensaje. Una chica repetía de manera insistente “…estarás a salvo mientras no me recuerdes”. Comencé a adormilarme, el cansancio de una dura jornada me pasaba factura. ¿Quienes serán todos esos que aparecen en esa foto encima del aparador? ¿Y esa chica no es...?

Cuando desperté comencé a verlo todo de forma distinta, lo veía todo desde el interior de un retrato encima de un aparador.
Sentada frente al televisor una chica en sujetador nos sonreía a todos los de la foto.

Naza 28/06/06

Alicia y la felicidad. De Gulivert

La felicidad de Alicia tenía, en esta ocasión, una consistencia que no era habitual. Había que reconocer que Alejandro superaba de largo el nivel medio de sus últimas relaciones. Era, quizá, excesivamente sobrio vistiendo para lo que su mente alocada, soñadora podría esperar. Pero ello no influyó en su decisión cuando se encontró en la diatriba de aceptar una invitación como la que le había hecho el martes anterior. ¿Qué mejor manera de conocerlo que pasar el fin de semana en la casita de campo que él tenía cerca de Laredo?
El viernes pasó a recogerla con su magnífico coche italiano. De las pocas cosas que sabía de él, se había quedado con que era arquitecto y que estaba involucrado en un proyecto descomunal en la capital.

Sí, vamos a desecar diez hectáreas de pantano para transformarlas en navas de frutales. En el centro de la propiedad construiremos un centro industrial modernísimo.

Alicia escuchaba su maravillosa voz y la colocaba en las miles de palabras que, antes de llegar a verse, le había escrito en el chat en que coincidieron. Se habían ido enredando poco a poco en horas de insomnio y veladas de amor tecleado. Hasta que llegaron a la primera cita nerviosa donde se palparon en el silencio de las miradas que daban la conformidad a un futuro interesante, pensó Alicia.
Y allí estaba, viernes noche, en una preciosa casa solariega, en medio del campo más verde que jamás había visto. La estancia estaba decorada con gusto exquisito y en el comedor, enorme, la mesa estaba preparada para una cena romántica.

Subiré tu maleta a la habitación, ponte cómoda en el salón. Tienes, si te apetece, música al fondo, sobre el equipo –le dijo mientras se alejaba camino de la escalera que, supuso Alicia, llevaba a las habitaciones.

Le analizó mientras subía. Era alto y mucho más guapo que en aquellas fotos que le envió al principio por correo. El carísimo traje que llevaba le quedaba impecable, con aquella preciosa camisa rosa y la fina corbata que remataba un anacrónico alfiler de oro.
Ella fue al salón pero optó por la televisión. Puso las noticias y se aflojó el sujetador, un poco por comodidad, un poco por prevención. Él apareció al rato y se situó detrás del sofá donde ella miraba la tele.

¿Qué ves?
El telediario. Mira, ha aparecido otra víctima del asesino de la A.
¿El asesino de la A?
Sí, así le llaman porque todas las mujeres que ha matado tenían un nombre que empezaba por A. Ana, Azucena, Antonia, Alina...
Ya –atajó él mientras se soltaba la corbata.
¿Cómo las matará? –preguntó la chica, absorta en las imágenes del noticiero.
Muy fácil. Les clava un alfiler de oro en la nuca... ¡Alicia!

Pero la muchacha no tuvo tiempo de escuchar su nombre.

Gulivert 27/06/06

El jardín de la luz. Suprunaman

Nació de madre muerta. Su cabello era del color de la luna y su piel pálida tan fría como el hielo. Pronto la vistieron con un negro crespón.
Vivía en tierra de navas donde gobernaba la oscuridad. Decidió entonces coger su larga guadaña y abandonar aquel siniestro lugar. Quería encontrar las flores más bellas, de colores vibrantes y aromas dulces; deseaba llevárselas a su jardín que ahora se le antojaba triste, sobrio, gris.

No es violenta, no le gustan las diatribas, su acto es como quien corta el hilo que aún pende del alfiler.
Un llanto de bebé se esconde entre la mugre de la calle, ella lo recoge, lo acuna y le da su amor.
Un hombre mayor ha vivido la guerra, a muchos amigos y patriotas ha visto morir. Ve llegar a la sujetadora de la guadaña, ni siquiera tiene que preguntar, ya sabe quien es y su calor lo llena de gozo.
Una hermosa mujer se palpaba la vena, la heroína hace el resto y con los brazos abiertos la espera la muerte.
Muerte, su nombre está unido a su destino, día y noche Muerte recoge incansablemente las flores más bellas, flores que iluminan su jardín.

Suprunaman 26/06/06

Al filo de la madrugada. De Pez burbuja

Cierro la puerta. Me voy desprendiendo rápidamente de las dos piezas de mi sobrio traje de chaqueta. Tiro sin miramientos los zapatos de tacón al aire, mientras me desabrocho la camisa que cae desmadejada al suelo. Me palpo la espalda buscando el broche del sujetador mientras me dirijo al baño. Acabo de desnudarme y me meto en la ducha. Siento las gotas de agua como pequeños alfileres traspasándome, todo mi cuerpo se queja dolorido, exhausto.

Al filo de la madrugada me siento por fin, después de un arduo día de trabajo. Resulta tan agotadora la retahíla de tareas encadenadas en cada jornada, que a veces me siento como si en vez de caminar hacia delante, fuera caminando hacia atrás como los cangrejos. A lo largo del día, me sitian los problemas cotidianos, las responsabilidades, el trabajo, las diatribas de mi jefe, las tareas pendientes, conformando a mi alrededor una vorágine de la que no puedo salir.

Intento robarle unos minutos al tiempo para sentarme en mi rincón favorito con una taza de chocolate caliente, y ver pasar la vida a través de la ventana. Hasta esta parada me resulta costosa, como si fuera una pelota rodando por una cuesta, al llegar al final sigo rodando por inercia. Debo recurrir a mi instinto de supervivencia para quedarme aquí sentada. Entonces cierro los ojos, y me imagino aún como una muchacha pizpireta, correteando por las navas y sin más problemas que aprobar en el colegio y conseguir que el chico que me gusta me haga caso.

Y me voy a la cama con una sonrisa en los labios, y dispuesta a afrontar otro día con lo mejor de mí.

Pez Burbuja 26/06/06

Recuerdos del pasado. De Suprunaman

Rick estaba sentado frente a Sam, bebiendo una copa de bourbon.
Tócala Sam, dijo.
Éste, mirándolo con ojos de tristeza comenzó a acaricias las teclas del piano, su voz ronca y armoniosa iluminaba el local con recuerdos del pasado, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Hacía varios años que Ilsa había cogido aquel avión. Una vez más, Rick pensaba en la forma tan sobria en la que se despidió de Ilsa. Una diatriba había en su interior, tendría que haberle dicho a Ilsa que se quedara. “Ahora ambos seríamos felices, Laszlo hubiera continuado igualmente con su guerra, pero nosotros…”
Sam terminó su canción, y un silencio inquietante se cernió en la sala, era como una tierra de navas, vacía e inhóspita. Esta noche Rick también dormiría en su café.
Era por la mañana, en la barra lucían varias botellas de bourbon. A Rick todo le daba vueltas, se sentía como si miles de alfileres se le clavaran en el estomago, se palpó la cabeza para intentar que aquella gran noria dejara de rodar. No pudo evitar vomitar. Maldito Victor Laszlo.
Eran las nueve de la tarde y el café de Rick estaba a reventar. Casablanca es el sujetador de aquellos que no saben donde ir, un alto en el camino que a veces es demasiado prolongado.

Suprunaman 23/06/06

La aguja de coser. De Naza

¿Somos todos iguales? Rotundamente tengo que decir que no. Si fuese así no estaría ahora encerrado en mi cuarto y con una perpetua que está a punto de caerme encima.

Los padres de Sara están abajo. Han venido a ver a mis padres y a pedirles explicaciones por mi actuación. Yo estoy arrepentido de haber hecho lo que hice. Ahora tengo que documentar mi defensa, es mi última oportunidad para redimirme ante ellos y sobre todo ante mi Sara.

Si algo había en el mundo que me gustara más que todo, eso era estar al lado de mi mejor amiga. Con ella aprendí el concepto de la amistad, indivisibles desde la guardería, nos buscábamos todos los días. Por las mañanas yo me sentaba en el escalón de su portal esperando a que saliera para ir juntos al colegio. Prefería jugar a cosas de niñas en lugar de practicar fútbol con mis compañeros de clase. Soportar las diatribas sobre mi persona fue algo a lo que me acostumbré pronto.

¿Te gustan las verduras? —Me preguntó un día la madre de Sara.
Si señora, me encantan las verduras —le respondí

Aún recuerdo la cara de sorpresa de mi madre ante mi respuesta. Cualquier cosa para estar junto a ella.

Pero un día todo fue distinto. Aquella mañana Sara se plantó frente a mí. Yo estaba sentado en mi escalón y cuando levanté la vista vi que ella ya no era ella. Durante el camino a clase la miraba de refilón. Algo había en ella que la hacía distinta. Ella me sacó de dudas.

¿Te gusta?
El qué.
¿No me notas nada?
Pues no, le respondí.

Entonces ella se paró frente a mí. En su rostro se reflejaba un tenue color rosa y debajo de sus ojos unas leves líneas negras, pero lo más sorprendente fue que su torso ya no era una tierra nava.

¿Llevas sujetador?
—dijo arrebolada de pudor.

Inocente de mí quise palparlo

¡No! — Gritó sobresaltada, —no puedes hacer eso. A partir de hoy todo será diferente.

Y bien distinto que fue. Los gustos comenzaron a separarnos y yo la echaba de menos. Todo por culpa de aquellas pequeñas prominencias que la distanciaron de mí.

¿Porqué llevas ese alfiler tan grande, Pedro?

Mis padres y los de Sara me observaban mientras yo bajaba las escaleras. Tenían todos un aspecto tan sobrio que daba miedo.

Naza 23/06/06

La quiosquera. De Chajaira

Quiero dedicarlo a los Castelloneses que me abrieron esta puerta aunque el pago fuera un barril de cerveza bien fría

Ramón, partía por primera vez a Escocia. Quería salir de la ciudad después de la diatriba a la que fue expuesto durante años tanto por su entorno familiar como por sus compañeros de trabajo.
Sólo le quedaba una joven amiga, una quiosquera de su manzana donde compraba el diario, siempre le sonreía cada mañana y le regalaba un caramelo mentolado. –Para refrescar su mañana- le decía, con ese característico acento británico.
Estaba dispuesto acabar con todo, desaparecería de allí aunque no sabía donde. Era su último periódico y seguramente la última vez que vería a Victoria. Casi como un impulso le preguntó –Disculpe, ¿su acento es inglés?No, respondió ella, escocés.
Creo que me marcharé a su país señorita— su mundo iba a cambiar.
Ella sacó algo que tenía dentro de su sujetador introduciendo su mano por la blusa. Era un alfiler plateado con la cabeza de un caballo celta, "le dará suerte", pronunció esta frase sin quitarle la mirada.
Agradeció el detalle con un beso en su mejilla y partió.

Aquel pequeño hotelito sobrio, de madera y decoración cutre con olor a humedad, estaba anclado en una nava, junto a un lago de agua dulce que parecía un gran estanque rellenado por los arroyuelos que bajaban por las colinas.
Una tarde, después de repasar sin éxito los anuncios de ofertas de trabajo, decidió dar un paseo por el lugar, un tanto irresistible y tenebroso a la vez, pero sin duda, hermoso. Un lugar de olores a musgo y sonido de ranas.

Se sorprendió y medio se asustó cuando al intentar sobrepasar por encima de los pedregales un pequeño riachuelo, salió de los helechos una hermosa mujer de cabellera inmensa y blanca, cubierta por un manto de seda verde que cubría sus pies y ocultaba su silueta. Lo sedujo sólo con la mirada, palpando su rostro. Y sin apenas darse cuenta estaba bailando con ella sobre las aguas.

Ramón pasó así a la vida eterna, tras el beso de una diosa de las aguas, La Glaistig, vampira con cuerpo de cabra, que acecha en las orillas en busca de su sustento. Pero antes de desfallecer recordó el alfiler que introdujo a través de aquellos vaporosos ropajes, comprendió entonces que su lugar estaba tras un montón de periódicos en la Plaza María Agustina de Castellón.

Chajaira 23/06/06

En penumbras. De Crayola

Ahí quedaron las copas. Dos. Con el cristal aun empañado por la espera. Se aburrieron. Se hastiaron. Se quedaron aguantando las ganas. La humedad nos las tocó. Ahí también quedó la botella. Aguardando paciente el contenido de su barriga. Reposando el dulce licor que altera los sentidos. Todo estaba perfecto. La luz sin alumbrar demasiado. Las sombras apenas oscureciendo los ángulos. Los destellos rasgando a contraluz como finos alfileres. No había de más. No faltaba nada. Allí se quedó ella. Esperando entre los espectros de las dudas. Solo se escuchaba la diatriba que profanaba el silencio. El tedioso silencio que la ahogaba. La sobriedad de la escena que la burlaba. Gritaba callada. Gritaba con los ojos. Y su corazón se partía en pedazos con la presión del sujetador. Miró el cuadro de su ventana. Miró el gris del cielo. Con la mirada morbosa, ella se tumbo en el sofá. Sonreía. Se carcajeaba de sí misma. De su estúpida credulidad. De su eterna paciencia fingida. Ahí en penumbras, ella palpaba los deseos sepultados en olvidadas navas. Fisgoneaba en su conciencia buscando rastros de dignidad. El telón bajó. El acto quedó sin continuar. Hacían falta dos. Solo estaba ella.

Crayola 23/06/06

Los cuatro psicodélicos. De Mon

En memoria de Trainspotting y de unos amigos.
A veces la psychodelia los tenía confundidos.
Yo estoy aquí.

Renton, Angie, Begbie y Spud

Maldita sea Spud, apaga esa puta música (los machaca calabazas), tengo un frío del demonio y la furcia de tu hermana no para de follar con Renton, por si fuera poco el jodido frío no me deja ni pincharme, haz algo joder, mírala, no se ha quitado ni el sujetador y la chuta aun le cuelga del brazo. Mierda.

Bahh —Spud ni se mueve, está tan colocado que solo puede concentrarse en un vaivén de colores orgásmicos que le recuerdan su primera paja, también tiene frío pero prefiere no moverse para notarlo menos. Mira la aguja manchada de sangre y le recuerda a su madre cuando tejía con un alfiler los calcetines de su primo que se marchó a la guerra de Vietnam para volver colgado como una mula, sin piernas y cantando canciones de los Rolings...

Si, si, Dios..Begbie, es el mejor polvo de mi vida, aun así no es ni comparable con un buen viaje, aparta que pesas un huevo, siempre te duermes cuando no estas sobrio.

Spud, grita: “Angie…, vamos a casa de La Madre Superiora (le llaman así porque nunca dejó el hábito, jajaja) estamos tiesos, llega el fin de semana y puede que se marche a las navas de Glasgow a ver pasar el puto tren. Esta colgado”.

Un día de estos dejaran en la calle a los cuatro psicodélicos, la casa esta cada vez más sucia, las paredes llenas de pintadas contra el dueño de la casa. “Por esta bazofia de casa y lo que nos sangra, qué más quiere”, babea Renton, que acaba de despertar con las piernas aun pegajosas por la marcha atrás.

Puag, Renton, la próxima lo haces en mi boca, mira como te has puesto. Date aire antes que el dueño formule una diatriba, debemos estar de vuelta con la pasta. Jamás permitiré que vendas tu culo al gordo del videoclub, qué asco pensar que luego le saco 20 dólares por vaciarlo un poco más. Maldito Hijo de Puta.

Salen dando tumbos y entre risas desencajadas corren escalera abajo, es hora de hacer crujir la madera de los escalones, ir a casa, tomar algo caliente, una ducha y mañana al cole, hay examen de selectividad.

Spud no te olvides la corbata, tus padres se enojaran.

Mon 22/06/06

Tema 1. De Locomotoro

"Queridos alumnos... No, no es un buen comienzo, ¿queridos alumnos? Os doy la bienvenida al cursillo de... Tampoco, qué chorradas son esas de bienvenida... además, todo el mundo sabe de qué es el cursillo. Y este dolor de cabeza que me pincha como si me estuvieran metiendo un alfiler en las sienes. Como alguno se me ponga chulo se va a enterar, me va a copiar todas las charlas de Ingres a sus discípulos unas quinientas veces. No... que yo, a buenas lo que quieran, pero cuando se me ponen tontos... una buena diatriba y en marcha." Todas estas meditaciones pasaban por su cabeza mientras hacía tiempo para entrar en la sala. Aún no había llegado nadie... pero tampoco quería entrar allí solo. Luego se le harían las horas eternas.
Abrió la botella de Remy Martin y se sirvió una copa. El frío hizo que se entumecieran sus dedos, pero sólo fue consciente de ello cuando distraídamente tomó un lápiz e inició unos primeros trazos.
Las fangosas navas que había en su mente, no le dejaban pensar con claridad, pero no le importaba... sólo trazaba, lo que fuera.
Los hielos se fueron consumiendo haciendo el licor más voluminoso en la copa. Al final, sin saber porqué, se levantó y dirigió sus pasos hacia la sala.
Era un lugar sobrio, lleno de luz, caballetes, sillas y figuras desordenadas. Se sentó ante uno de los caballetes y mientras trazaba al discóbolo en un amplio papel continuó dándole vueltas.

Me llamo An.... — Bueno, y qué coño les importará cómo me llamo.
Cuando comencé...— Ala, otra gilipollez.

Y continuó dibujando sin pensar demasiado. Estaba dando los últimos retoques cuando oyó un ruido como el que hacen los ganchitos de los sujetadores, pero pensó que sería algún ruido de la calle. Finalmente paró el agitar de trazos, ante el discóbolo que parecía vivo ante sus ojos.
Alguien detrás de él se atrevió a palpar su hombro, y entonces se giró asustado. Ante su sorpresa, estaba rodeado por un grupito de jóvenes que estaban contemplando su trabajo.
Entonces, se vio a si mismo en otra escuela, más joven y más tonto y vomitó lo primero que pasó por su cabeza.

Está bien, comencemos, saquen sus lápices y siéntense al lado mío. Esto es muy sencillo, pero vamos a ver de qué madera están hechos.

Locomotoro 22/06/06

¡AY, AMPARO! De Aquarella

¡Hoy entra oficialmente el verano! — Lo dicen con tono alegre en la radio, como si fuese una novedad. ¿Qué llega hoy? Hace más de quince días que se nos ha caído encima y nos está aplastando.

¡Qué calor! Ni siquiera son las ocho y los termómetros andan ya con el mercurio marcando valores superiores a los que puede soportar el ser humano, como sigamos así no voy a durar ni dos telediarios. Soy de Burgos pero vivo en Almería... no se puede doblar así el mapa, el cuerpo no está acostumbrado y se resiente. Otra noche sin dormir por culpa del calor y paso de la diatriba publicitaria contra los aires acondicionados y me instalo uno en casa. Bueno, seré sincero, además del calor la culpa de mi insomnio la tiene Amparo... metro y medio de sensualidad que se pasea por la oficina con una forma de moverse que nos tiene a todos descolocados. ¡Pero qué buena está Amparo!

Ahora que no nos oye nadie os diré algo, la única ventaja que tiene venir a trabajar es el aire acondicionado, así que hoy he venido pronto – más de treinta minutos antes de la hora de entrada – para estar fresquito y descansar un poco; ya sabéis, la típica “siesta de después del desayuno”... menudo invento, cuando lo descubran los japoneses seguro que lo patentan. Qué raro, alguien ha llegado antes que yo… encuentro en mi mesa una nota “El alfiler que sujeta este papel estaba antes en mi blusa, sigue las pistas y encontrarás un regalo” ¡No me lo puedo creer! ¡Es la letra de Amparo!

Estoy sobrio ¿verdad? – Me lo pregunto a mí mismo porque empiezo a dudarlo. Me siento como el personaje del cuento buscando las migas de pan para encontrar el camino pero ¡Ay de mí! A Garbancito no le pasaban estas cosas, la siguiente pista con la que tropiezo es un sujetador negro que hace que mi tensión arterial se dispare. La imaginación se desata y ya pienso en palpar esa parte de su anatomía que ahora mismo carece de sujeción... Un grito me sobresalta

¡Rigoberto Nava Palacios! ¿Se puede saber qué coño haces durmiendo en mi mesa?

¿Eh? Durmiendo... tu mesa... Amparo... — Incapaz de articular palabra, balbuceo una ridícula disculpa mientras mi encogido ego y yo huimos de su mirada – Si cuando yo digo que este calor me está matando...

Aquarella 22/06/06

La mala fortuna. De Monelle

El sudor resbalaba por su rostro proporcionándole una falsa sensación de frescor; cargaba sobre la espalda el fruto de la jornada. Se detuvo unos instantes para sentarse bajo un olivo. Registró sus bolsillos confiando en que tal vez algún mendrugo de pan hubiese resbalado hasta allí, pero no halló nada. Desprendió del sujetador la bota de vino, y la estrujó sobre su boca, apenas un par de gotas cayeron, había bebido más de la cuenta. No alcanzaba a comprender el porqué de su agotamiento, el día no había sido más duro que los anteriores; le echó la culpa al calor, aunque distaba mucho de hallarse sobrio.
El cielo soleado se había transformado; la sombra de unas nubes, inusualmente oscuras, presagiaba una torrencial lluvia que podía dificultar su paso por la nava. Aceleró el ritmo al sentir la primera gota; pensó dejar su carga en algún recoveco de la montaña, de esa forma llegaría antes a su hogar; el aguacero hacía impracticable algunos tramos de la senda. Tomó el saco portador de su sustento, y cuando se disponía a dejarlo bajo una roca, vio algo brillante que asomaba por entre la tierra mojada, justo al borde del precipicio.

-¡Maldita sea! Tenía que estar precisamente ahí. ¿Es que nada me va a salir bien hoy?

Con esta diatriba, pegó un salto para alcanzar un punto más próximo desde el cuál averiguar de qué se trataba. Se agachó palpando con fuerza por entre el fango, y lo prendió.

- ¡Ah! –Gritó mientras comprobaba qué le había causado tanto mal.

La sangre mezclada con el agua que caía apenas si dejaba ver aquel alfiler que semejaba de oro.

-¡Qué bello es!

Pudo comprobar que se trataba de una verdadera joya. De la herida continuaba manando sangre, pero no le importaba. Se sentía demasiado atrapado por el brillo áureo. No contento con su hallazgo, pensó que algo tan hermoso no podía estar sólo. El torrente había continuado su camino destructor lo que hacía peligrosa la estabilidad del terreno. Retornó la vista y el corazón le dio un vuelco. La fuerza del agua arrastraba oro, plata y piedras preciosas hasta el desfiladero.
Se sentía torpe, pesado. Aún así saltó. La fuerza del impulso y lo endeble del terreno hicieron el resto. Las gotas de lluvia resbalaron por su rostro que descansaba al fin.

CRSignes 20/06/06

La chica de mi vida. De Suprunaman

Después de la diatriba en el casino, Rick salió de la sala de juegos escoltado por dos vigilantes que lo cogían por los brazos.
En el aparcamiento restaba su Mustang de color rojo fuego. No estaba demasiado sobrio, pero de igual modo se dirigió a casa de Mad.
Mad vivía en las afueras, en una casa rodeada de navas, un lugar donde sus matones eran jueces y verdugos.
Ya estaba cerca, así que apagó las luces del flamante Mustang y se acercó algunos metros más. Palpó bajo del asiento y sacó su revolver.
Uno hacía guardia en la entrada. Rick se abalanzó sobre él, un golpe con la culata dejó al vigilante sin sentido.
El chirriar de la puerta alertó a Mad que salió al pasillo. Fue entonces que se encontró con el cañón de Rick en la frente. Lentamente empezó a retroceder hasta la estancia.

Tranquilo Rick, dime, ¿que es lo que quieres, dinero?— y metiéndose la mano en el bolsillo sacó un buen fajo de billetes.
No quiero tu asqueroso dinero, he venido a por Wonderly.
¿Wonderly?, no está aquí.
Dile que salga, se que está detrás de la cortina, desde aquí le puedo ver sus zapatos.
Wonderly, sal.

Wonderly salió de su escondite metiéndose la mano en el sujetador, sacó una pequeña pistola y apuntó a Rick.

No lo harás Wonderly, tira el arma— dijo Rick — Déjame en paz. Eres un fracasado. — Rick prosiguió —¿No te acuerdas de nuestros sueños?, París, abandonar este asqueroso país...

Aprovechando su estado melancólico, Mad se echó encima de Rick, ambos forcejearon con el arma hasta que se les escapó de las manos; frente a frente empezaron una pelea. Rick mareado por su estado etílico lanzaba los puños al aire. Como si de un alfiler se tratara, Rick notó un pinchazo en la nuca y cayó al suelo.

Bien hecho Calatraba, borracho como estaba y casi no puedo con él, menuda mole. Deshazte de él.
No Mad, por favor, ya me tienes a mi que es lo que querías, —dijo Wonderly, —haré lo que tu quieras, pero no lo mates.

Al despertar, Rick estaba atado de pies y manos, Wonderly lloriqueaba frente a él.

¿Por qué lloras preciosa? ¿No tienes lo que querías?
No —dijo ella. —Lo que quiero es a ti.
Pues desátame y seamos felices para siempre.

Suprunaman 20/06/06

Por un puñado de silicona en el cerebro. De Mon

Dedicada a Merce, la niña más tonta del mundo. (Con cariño)

¡Menuda cuadrilla de anormales! ¡Habráse visto lolailos semejantes! Siempre me ocurre lo mismo, desde que me operé del pecho y me puse una cien tengo que aguantar todo tipo de chabacanerías de los malditos guripas de andamio. En una nueva vida seré hombre o me pondré una talla menos - maldijo Merce.
Merce era una niña tonta que vivía en Barcelona, sus padres regentaban un afamado local donde la restauración se convertía en un arte. Ella nunca había sido un cerebrito precisamente, pero la insistencia de sus padres y los exámenes a golpe de colegio de elite, convirtieron a la adolescente en una niña creída y prepotente, casi imposible de aguantar.
Un día de verano se dirigía hacia el restaurante a flamear flanes de flores (la especialidad) cuando percibió que algo vibraba cerca de su entrepierna. — “¡Por favor, que ajustados son estos jeans de diseño, no puedo sacar el móvil del bolsillo!” tan fuerte fue el tirón que dio que el teléfono, describiendo un arco perfecto de 180 grados, fue a parar al suelo de las ramblas en el preciso instante que un mensajero lo dejaba hecho un churro con la rueda trasera de su moto.

Quiero llorar, farfulló la tontuela, necesito una cabina telefónica.

Ya dentro de lo que ella denominaba zulo claustrofóbico descolgó el auricular y marcó con sus dedos de manicura el número del restaurante.

Papa, no puedo ir a trabajar, necesito comprarme un móvil y tengo la tarjeta agotada, paso por ahí y me das 200 euros, porfa.

El padre ya acostumbrado a estos lances y domado cual manso corderil, gira la cabeza, llama a Mari (su mujer) y dice: “La mona aunque se cambie las tetas, mona se queda”, él saca la cartera, cuelga el teléfono mientras Merce cierra la cabina y mira por encima del hombro una vez más, convencida quizá de ser la mejor persona del mundo.

Mon 15/06/2006

La vieja cabina. De Crayola

Año 2050. El tiempo ya no es aquel de antaño. Aquel que recorría lento los senderos de la vida. La vida ya no es la misma. Todo parece ahora desplazarse sin sentido. La velocidad tomó posesión hasta de los más mínimos pensamientos.

Los autos vuelan con un nuevo sistema de propulsión. La comunicación se da mediante holográficas imágenes. La música es distinta. Ya no son aquellas pequeñas notas saltando rítmicamente en un pentagrama y produciendo bellas melodías. Ahora son solo sonidos acústicos que penetran y flamean directamente al cerebro y simulan una sonoridad.

El uso de teléfonos quedó descontinuado. Ahora las personas utilizan la telepatía para hablarse a distancia. Es una técnica un tanto compleja, pero para aquellos que se les complica, ya está disponible un casco especializado en estimular las ondas eléctricas cerebrales y así lograr la telepática comunicación.

Pero hay todavía en una vieja calle de mi barrio, una cabina de teléfono. Está roja desteñida. Milagrosamente los cristales han sobrevivido a la cuadrilla de lolailos que rondan las esquinas. Recuerdo tanto ese lugar. Siempre esperaba una llamada. Y aunque tenía teléfono en casa, me gustaba escaparme de la mirada atenta de mi madre para poder hablar con aquel que había robado mi corazón.

Escuché que remodelaran el vecindario. Seguro destruirán la vieja cabina. Y ahí, se quedaran para siempre enterrados en un zulo, todos mis recuerdos, todas aquellas conversaciones y suspiros que aun pendían de esos vidrios. Un nuevo arco vendrá a coronar los restos de aquella voz que tanto amé.

Crayola 14/06/06

La decisión. De Naza

Aquel teléfono no dejaba de sonar. Aquel autobús no terminaba de llegar. La lluvia seguía mojándolo todo y él quería llegar al zulo donde vivía, finiquitar este día que no tuvo que haber nacido. Se preguntaba el por qué tenía que ser él quién estuviera aún en la calle. Las luces de las viviendas desprendían el calor del hogar que tanto añoraba desde que ella se fue.

El teléfono paraba solo el tiempo necesario para tomar aire y comenzar de nuevo ese sonido monótono e imperturbable. Por la esquina de la calle trece, bajo aquel arco romano, no aparecía aquel maldito autobús. La lluvia ladeada lo tenía calado hasta los huesos. Instintivamente se refugió en el interior de la cabina; por la lluvia, por el ruido, por la curiosidad.

- Jaime ¿cómo estás? —una voz femenina le había identificado.
- Disculpe, esto es un teléfono público. Usted ha llamado a una cabina.
- Lo sé, te estoy viendo y no me he equivocado.

Instintivamente Jaime sacó la cabeza del habitáculo donde se encontraba y ojeó el edificio que tenía enfrente, un lujoso hotel decimonónico, refugio de primeras espadas del toreo, mientras el resto de la cuadrilla mal dormían en pensiones de mala muerte, victimas de las redadas nocturnas de guripas que buscaban entradas a cambio de impunidad.

Las banderas flameaban mecidas por un frío viento, era lo único con vida aquella gélida noche.

Jaime regresó a la cálida cabina.

- ¿Quién eres? —Preguntó sorprendido
- ¿Tan pronto pasa el tiempo para ti, que ya te olvidaste de mí?
- El tiempo para mí se detuvo un día de primavera.
- Lo sé Jaime, aquel primero de junio. Ya me lo has contado otras muchas veces.
- ¿Te decides a subir hoy?
- No puedo, llega mi autobús

El conductor del autobús no vio a nadie en la parada, pero como todas las noches él estaba en el interior de la cabina telefónica. -¿Subirá hoy? El autobús hizo el trayecto de la calle trece despacio, muy despacio. Sólo necesitaba el chofer una señal de aquel tipo y detendría el autobús.

Jaime vio desaparecer el autobús al final de la calle.

- Entonces, ¿subes? —Le preguntó la voz
- Yo, —balbuceó Jaime — no puedo hacerle esto.
- Jaime, ven conmigo, sólo tienes que subir a la azotea del hotel.

Jaime de nuevo sacó la cabeza y miró al negro cielo.

Una joven hacía malabarismo sobre una cornisa resbaladiza.

Naza 14/06/06

Vilarrubia del Concejo. De Monelle

A Vilarrubia del Concejo nunca llegaba nada: el panadero decía que el camino era tan largo que el pan se le endurecía; el butanero que en aquel zulo, el color naranja, estaba mal visto; el repartidor de la prensa que, cuando llegaba, las noticias ya habían caducado; los vendedores ambulantes que... ¿Vila... qué?; tan sólo el cura, por aquello de no perder feligreses, y en alguna ocasión el médico, tenían a bien acercarse. A Vilarrubia del Concejo no llegaban ni los rumores. A Vilarrubia del Concejo, pequeño pueblo de la sierra rodeado de bosques, situado en el valle más profundo de la región, no le faltaba de nada. Casi treinta vecinos que disfrutaban: del agua abundante proveniente del deshielo; de siembras y de animales con los que alimentarse; de paz y sosiego; de cordialidad y armonía. A los de Vilarrubia del Concejo les sobraba todo.
Cierto día descubrieron que, durante la noche, alguien había instalado en la plaza del pueblo una cabina telefónica. Junto a ella, una furgoneta y unos cuantos trabajadores que, apoyados en los arcos de la iglesia, parecía que aguardaban a alguien.

-¿El alcalde?

Un operario embutido dentro de un mono rojo, extendía un papel con una mano, mientras que con la otra sostenía una pluma.

-Disculpen que insista pero, por favor, ¿el alcalde?

De un salto, Gerardo, aún impresionado se adelantó.

-He de suponer que es usted el responsable de esta Villa. Encantado. Federico Gómez Ruiz, para servirle. Disculpe que no me entretenga más, pero urge que me firme este contrato, mi cuadrilla y yo estamos agotados y aún tenemos que acercarnos a cuatro localidades más antes de terminar el trabajo. Firme aquí.

Miró la cabina y firmó el documento.

-Muchas gracias y que la disfruten.

Subieron a la furgoneta y se marcharon. Gerardo, después de leer el contrato, comenzó a reír.

-Cuando pille al guripa que ha traído la cabina al pueblo, me va a oír.

Vilarrubia del Concejo nunca recibirá la visita del panadero, el butanero se negará a hacer el reparto, los vendedores ambulantes la seguirán ignorando, nunca estarán al corriente de las últimas noticias, pero no les importa. Tienen de todo, incluso cabina telefónica. Aunque, para ser sinceros, nunca la han llegado a estrenar, por que a Vilarrubia del Concejo no le hace falta para nada.

Monelle/CRSignes 130606

La cabina de Loli. De Aquarella

En un pueblo como éste la vida se ralentiza en invierno, se escapa del frío y huye a la ciudad para volver solamente en verano. Precisamente fue un verano de hace muchos, muchísimos años, cuando la Loli llegó a nuestras vidas. Plantó su cuartel general al lado de la única cabina que había entonces: Una silla plegable y una pequeña sombrilla era lo único que necesitaba para revolucionarlo todo. Haciendo gala de su descaro empezó a exhibir lo que vendía, un cuerpo joven que hacía flamear las miradas de los paisanos y provocaba la indignación de sus mujeres

¡Pero dónde se ha visto algo así! ¡Qué vergüenza!
¡Quita esa cara de bobalicón y cierra la boca, que se está cayendo la baba!

En poco tiempo la cabina se convirtió en el punto de encuentro de los hombres, no sólo del pueblo sino también de los alrededores, y por supuesto de la cuadrilla que formábamos la peña de los destartalados. Para una pandilla de adolescentes con las hormonas aceleradas, cualquier excusa era buena para ir a echarle un vistazo a la Loli... un vistazo y lo que se dejara, claro. De poco servían las reprimendas de las madres para que no nos acercáramos a ella, nos pasábamos broncas y consejos por el arco del triunfo y ella agradecía el interés bromeando con nosotros

Como sigáis mirándome así voy a tener que cobraros – y se echaba a reír con una risa juguetona y provocativa.

Entre las cosas que nos enseño, que fueron muchas, estaba la del ahorro. Consiguió que durante meses guardáramos nuestra miserable paga semanal para poder utilizar sus servicios. Fue en un mes de agosto, durante las fiestas, cuando por fin pudimos invitarla a nuestro zulo, el cuchitril en el que nos reuníamos y en el que – como ella decía – nos hizo hombres a todos.

Pero lo bueno se acaba. El verano siguiente apareció en el pueblo un guripa impresentable, un macarra con pinta de lolailo que supo engatusarla y nos la robó. Se llevó a nuestra chica dejándonos huérfanos de amor... y de consejos prácticos. Entonces nos pareció una tragedia que ahora, entre risas y cervezas, recordamos con cierta nostalgia. Han pasado muchos, muchísimo años, pero todavía hoy — cuando volvemos al pueblo en verano — seguimos quedando en la cabina de la Loli.

Aquarella 13/06/06

La cabina de Panchamon. De Suprunaman

Panchamon era un país muy amplio, kilómetros y kilómetros de extensión, pero tenía el problema que era muy estrecho, tanto, que las vacas, por poner un ejemplo, se mantenían con dos patas, o bien las derechas o bien las izquierdas.
Los panchamones, que así se llamaban los pobladores de este país, habitaban en una extensión de tierra que formaba un arco. Allí, el concejal de urbanismo consideró que debía colocar la cabina telefónica y alrededor todos los edificios de organismos públicos. Primeramente ubicaron la cabina y al ir a construir el resto de edificios se dieron cuenta que no cabían, así que se fueron a vivir todos en la diminuta cabina.
Mil panchamones en la cabina, se organizaban estratégicamente para no molestarse los unos a los otros.
El sr. Hole, fue el primero que entró en la cabina en sus tiempos de mozo, era un guripa. 90 años después, se encontraba refunfuñando en el fondo de aquel lugar que se le antojaba un zulo.
Llegaron las fiestas nacionales y los jóvenes decidieron montar un partido de fútbol, y a todos les pareció buena idea. La cuadrilla de futbolistas se encasquetó el equipaje de la selección, pantalones de boca de campana y camisetas con volantes, parecían unos lolailos.
El arbitro silbo el inicio del partido, a los dos minutos pitó falta, - si no lo he “tocao”, decía el jugador mientras era amonestado.
El alcalde estaba nervioso por la actuación del colegiado, - ¡ponte gafas!, le gritaba chupando su puro. La vieja doña Engracia que estaba sentada a su lado daba cabezadas, el alcalde en un momento de arrebato se acercó efusivamente a la vieja, y con el puro flameó el plateado cabello de doña Engracia.
Todo el mundo empezó a abuchear al árbitro, y el señor Hole, como pudo se metió la mano en el bolsillo y sacó un encendedor, - ¡ahora verás!, y lanzó el encendedor hacia el colegiado. Éste que estaba ojo avizor hizo un quiebro y lo esquivó. El objeto fue a impactar en el cristal de la cabina que se hizo añicos. El aire entro en el recinto; con la presión la cabina se fue al suelo, y se tuvo que suspender el partido.
Fue entonces que el concejal de urbanismo le dijo al alcalde: - Creo que deberíamos hacer la cabina más grande.

Suprunaman 13/06/06

Fiesta de cumpleaños. De Suprunaman

Me aburren los cumpleaños, siempre son iguales, besos y más besos, buena cara y pastelitos de fresa para toda la cuadrilla.
Este año iba a ser un año especial, la mayoría de edad estaba a la vuelta de la esquina y para celebrarlo papá me había preparado una fiesta por todo lo alto.
Vinieron mis tíos sicilianos, mis primos y algún amigo más, prácticamente la mafia de todo el mundo se encontraba allí, en mi casa.
A mi primo Beni le gustaba dar la nota, este año cantó el feliz cumpleaños vestido de lolailo mientras la tarta se flameaba, lo cierto es que más bien parecía “el coloso en llamas”. La gente estaba feliz, cantaban y aplaudían.
Antoine era el más refinado de mis primos, había estudiado en Oxford, era todo un atleta, campeón de arco en la universidad, esta cualidad le serviría para mucho en el futuro, indudablemente.
Mis primos favoritos, Beni y Antoine. Este año habían sido muy guripas y en secreto habían preparado el mejor regalo que yo podía imaginar.
Estaban todos bailando canciones de la Década Prodigiosa, fue el momento que ellos escogieron para darme su regalo.
Recorrimos prácticamente toda la casa, como si fuera un gincama. Al llegar al sótano me mostraron una puerta, y cual fue mi sorpresa que al abrirla, en aquel zulo encontré a Mateo Garramiola, el chico más guapo del instituto, atado y amordazado y sería mío para siempre. Gracias primos.
Mi nombre es Mafalda Aquarela, acabo de cumplir 18 años, hoy es mi cumpleaños y soy la chica mafiosa más feliz del mundo.

Suprunaman 12/06/06

¿Diferente? De Chajaira

Mi amiga Bárbara era algo loquita, no porque fuera una lolailo disparatada a la que le encanta bailar en el comedor de la facultad con su mp3 colgado al cuello siempre, aunque ahora parece estar más tranquila desde que ha descubierto la música “chill-out” . Todos la suelen mirar como un bicho raro. Lo de siempre, cuando alguien tiene la suficiente personalidad como para ser diferente es rechazada. Incluso yo misma me he ocultado de ella cuando estoy hablando con algún chico que me parece interesante, como verán, yo tampoco tengo personalidad.

Me extrañó que ayer no apareciera a las clases, la busqué en el zulo que utiliza para “desmemoriarse” –eso dice- limpiar su mente de impurezas saboreando su plátano flameado con el mejor coñac de su padre, pero no la encontré. También la busqué en la Atalaya, pregunté a la cuadrilla de jinetes si la habían visto con su caballo y nada. Empecé a preocuparme.

A media tarde ya me había olvidado de ella, me puse el chándal y me fui al gimnasio del campus como todos los viernes, me sorprendió ver aquel gentío y el resplandor de las sirenas de ambulancias y coches policías. Cuando logré hacerme paso entre la gente, estaba allí, colgada del arco de la puerta principal, con los auriculares puestos y la sonrisa amplia y un folio blanco colgado en el pecho que decía: “No soy tan original he acabado como los grandes”

Mirando su cara amoratada por la asfixia no me vino otra cosa a la cabeza más que lo que me solía decir cuando la veía sola y me acercaba a darle una bolita del chocolate que solía comprar en el descanso – Guripa, eres mi trocito de golosina más preciada.

Está claro, no tengo personalidad.

Chajaira 09/06/06

Sombra. De Crayola

Ahí debe estar. En el callejón. Cubierta de penumbra, cubierta de polvo cansado. Ahí tras la figura poderosa de ese caballo, que resignado espera paciente a su amo mientras imagina que se aleja de ese zulo y trota libre por las praderas. En esa pequeña calle vagaba sin rumbos. Topándose con esos muros desquebrajados por el tiempo. Ahí perdí mi sombra, entre tantas otras sombras. Ahí se colgó un día de ese balcón, cuando era mi cómplice, cuando juntas esperábamos la cuadrilla de lolailos y nos escapábamos para ir detrás de amoríos efímeros. En ese pasadizo se me fue la vida esperando aquel guripa que me robó la razón. Mis sentidos flamearon y ese episodio dio paso a la locura. Soy un alma sin sombra. Sigo buscando en cada ladrillo un rastro mío. En ese paso estrecho donde las paredes parecen caerme encima y aplastarme, desaparecerme en la oscuridad de sus ruinas. Tal vez sería lo mejor, desaparecer como el sol al caer la noche. Dejarse caer como esas tejas viejas que se sujetan tímidamente de los techos sombríos. Aquí quisiera dejar de existir. En este sitio donde perdí mi sombra. Sin ella, no puedo seguir. Bajo el arco de la desesperanza solo morir. Mi añorada calle recordará mis pasos, mi andar.

Crayola 09/06/06