5
Nov

La cuerda

Enseñar a un niño a no pisar
una oruga es tan valiosa para el
niño como lo es para la oruga.

Bradley Millar

La cuerda sonó templada, de haberlo sabido hacer hubiese arrancado de ella las notas de una canción. Arrastraba sus pies por la superficie tensa asegurando cada paso antes de emprender el siguiente en un balanceo constante. Le resultó curioso sentirse tan ligero como para hacer sin riesgo aquel temerario ejercicio de equilibrio y destreza. Pese a desconocer la profundidad del abismo que se perdía bajo él, se dejó engañar por la atracción gravitatoria que su nave generaba y que, como un invisible hilo, le sujetaba para evitar peligros. Y así descubrió la gama de colores que la luz reflejaba en los objetos que le rodeaban. Como pétalos de flor, sobre su cabeza, grandes hojas filtraban los rayos de aquel decadente sol.
Había llegado el momento de recoger muestras. En cada uno de los frascos fue colocando: líquidos, fragmentos de hoja, flores, frutos y cortezas, incluso cargó el proyectil de rayos para poder tomar cenizas de un trozo de aquella cuerda por la que caminaba.
Le gustaban los retos, se crecía ante las dificultades, por eso cuando le dijeron que se buscaba un sustituto para ser el primero en valorar el potencial de aquel planeta y explorarlo libremente, se ofreció voluntario.
La alarma sonora le alertó de nuevo del tiempo que llevaba empleado. En breve debía sustituir las baterías que sustentaban su equipo, virar sobre sus pasos, regresar con prontitud. En realidad tenía que haberlo hecho mucho antes, cuando el primer aviso luminoso apareció, pero le pilló tan absorto en la observación que no fue capaz de verlo.
La estridente señal, tres pitidos cortos y uno largo y grave, retumbó de tal forma que le sorprendió. Le pareció que estaba solo. Aquel era un mundo silencioso. El único sonido perceptible se podía identificar como el crecimiento de aquella descomunal vegetación. Lo más curioso de todo se manifestó en la cuerda que le sostenía que vibraba al ritmo de la marca sonora, que se repitió varias veces.
Con el dispositivo de comunicación en su mano, se dispuso a ponerse en contacto con sus compañeros para narrarles la falta de incidencias. Ser portador de noticias penosas le hubiera derrumbado. No había encontrado ningún riesgo e imaginaba que aquellos recursos, aparentemente inagotables, salvarían a la humanidad. Sobrepasando las expectativas más halagüeñas.
—No puede ser de otra forma, comentó, tanta vegetación tiene que estar sustentada por una gran cantidad de agua pura, libre de sustancias dañinas, de parásitos. Tendríais que ver esto, sus colores, sus formas, me muero de ganas de comprobar los análisis. Estoy convencido de que este será un excelente lugar donde vivir, en el que perpetuar la especie humana. Regreso, tener todo listo…
La cuerda vibró por última vez, apenas quedó vestigio alguno de su paso salvo la alarma que siguió sonando hasta agotar la batería.
Nunca antes había atrapado nada por el estilo, ciega y sorda de nacimiento se guiaba por las vibraciones de la tela para capturar su alimento y ésta vibró, vaya si lo hizo.

CRSignes 15/05/2011

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4
Oct

El mensaje

La primera condición para la paz es la voluntad de lograrla.
Juan Luis Vives (1492-1540)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Ya no se firmaban en cientos de miles de hojas impresas tratados de no agresión. Aquellos documentos con sus firmas, timbres y decorados con ribetes, sellos y escudos, se habían sustituido con un apretón de manos, varias cadenas de e-mail y una conexión de vídeo vía satélite transmitida a todo el sistema.
A la hora pactada, ambos mandatarios cumplimentaron los trámites, en sus rostros no se reflejaba alegría alguna por el suceso. Los acontecimientos se habían precipitado y de la misma manera que un mensaje hubiera podía significar la mayor de las ofensas, se había conseguido la paz.
Con reticencia, como una molesta espina, se trataron los temas relativos a los muertos… ¿qué hacer con ellos? Dividiendo aquel sistema el cinturón de asteroides, frontera natural entre los dos planetas, fue seleccionado para ese fin. Abandonadas a su suerte en él: las armas y las naves empleadas en la contienda harían compañía a los muertos que ya descasaban allí.
En una pequeña habitación Marieta, la mujer más anciana del mundo, cómplice anónimo de los hechos, había sido testigo también del último de aquellos antiguos armisticios repletos de pompa y boato. Conectada para su mantenimiento vital —artificio obligado para el alargamiento de la vida—, se sentía feliz.
Marieta proyectó sus pensamientos hasta aquel lugar del firmamento. Le recordaba los campos de trigo de su pueblo al finalizar la última gran guerra del planeta convertidos en tumbas cubiertas por cruces hasta donde se perdía la vista. Millones de bajas en la que ningún hogar se libró de las pérdidas humanas. Fue por ese motivo que, al comenzar la guerra que hoy veía su fin, costara convencer a la población sobre la necesidad de una buena y correcta defensa, sobre la obligación de dar todos un poco para mantener la paz.
Marieta, que sabía muy bien el precio que se pagaría, intentó evitarlo, pero no consiguió nada. Y los caídos de ambos bandos comenzaron a pesarle. Millones de muertos y ochenta años después, Marieta creyó que sus esfuerzos por detener aquella barbarie se habían visto finalmente cumplidos y ya podía morir.
Frente a su asistente Marieta escribió un último mensaje. El robot que vigilaba las máquinas que la sostenían en vida desconectó su sustento. Marieta creyó que eso la mataría de inmediato pero no fue así. Y entonces hablo. Lo hizo sin cesar dirigiéndose hacia el autómata que ni tan siquiera tenía habilitado el oído. Marieta le contó a su confidente cómo después de años de esfuerzos encontró la solución, el misterioso mensaje conciliador que consiguió el milagro contenía dos únicas palabras, las mismas que salieron de su boca antes de fallecer:
Te necesito.

CRSignes 23/05/2010

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27
Sep

Hans el chatarrero

Algunos libros son inmerecidamente olvidados; ninguno
es inmerecidamente recordado. (Wystan H. Auden)

Desde el espacio era imposible apreciar la barbarie, nada hacía sospechar el esplendor perturbado del que fuera el planeta más importante del Imperio.
Hans arribaba a un mundo desmembrado, la confusión era mayor en las zonas habilitadas como aeródromos. Miles de naves partían sin destino establecido, mientras que otros, supervivientes a los bombardeos, campaban a sus anchas, sin control, intentando proteger lo poco que logró salvarse de los saqueos.
Pequeños brotes verdes asomaban entre aquella tierra castigada a no ver la luz del sol durante milenios. La naturaleza recuperaba con este suero revitalizador un terreno perdido. Nueva explosión capaz de cambiar la fisonomía de cualquier mundo.
La superficie visible escondía la identidad olvidada de los combatientes y las miserias de los supervivientes.
Aquellos niños nacidos en el subsuelo dentro de los pasadizos metálicos y privados de la exposición controlada necesaria para la adecuación a la vida en otros mundos mostraban en sus blanquecinas pieles, al contacto con la radiación solar, graves quemaduras.
Cada amasijo de retorcido metal contaba una historia: el Palacio Presidencial, las Cortes, la Universidad. Millones de vidas perdidas que apenas si contabilizaban en la estadística de los vencedores.
El material de desecho se convirtió en el reclamo que atrajo a muchos que, como él, buscaban enriquecerse. Quimera de oro, convertida en mercadeo de metal.
El horizonte dibujaba el perfil del destino que venía buscando. Para Hans el oro era de papel, ambicionaba hacerse con el botín de libros y manuscritos de la Biblioteca Imperial. Los robots fueron más receptivos a sus preguntas, por ellos supo de la existencia de una grieta en la parte posterior de la biblioteca que le permitiría entrar sin ser visto. Con el arma en la mano entró.
Hans soltó su Blaster. Miles de libros amontonados estaban a su alcance. El primero que tomó: Cartas y Citas de Hari Seldon, contenía las tablas con los cálculos manuscritos y la trascripción completa de las revelaciones del más grande de los psicohistoriadores, algunas jamás reveladas. Atrapó el único ejemplar conocido de la Cartografía del universo con los mapas de las rutas secretas de millones de planetas habitables y, según contaba la leyenda, las instrucciones precisas para alcanzar la tierra y una primera edición de la Enciclopedia Galáctica.
Llenó las mochilas, incluso los bolsillos con un tesoro capaz de proporcionarle tantos créditos como poder.
El asalto le pilló desprevenido. Un segundo después, besaba el suelo de pulido metal enzarzado en una breve pelea contra un enemigo, aparentemente invisible, que le arrastró hasta lo más oscuro del pasadizo. Allí logró arrancarle la carga, mientras él se revolvía intentando alcanzar su arma.
Le costó más identificar al insignificante ser que le había tumbado, que inmovilizarlo. Un simple movimiento de muñeca y podía haberlo partido por la mitad, pero el desenlace fue diferente al que hubiera deseado. De nada le sirvió su genio. Desde su costado brotaba la sangre a grandes borbotones. La vida se difuminó en un segundo. Hans había caído.
Por los pasadizos apuntalados de la Biblioteca de Trantor, el archivero, cargado con su preciado tesoro, desapareció.

CRSignes 23/10/2011

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20
Sep

Ecos… (Palomas mensajeras)

Los muertos son los únicos que ven el final de la guerra.
Platón

A Ricardo por todo

¿Qué sucede?
Señor, es la primera vez que tengo un ente biológico muerto entre mis manos.
¿Qué ha sucedido? Nos informaron de que esta es una zona libre de ellos. ¡Muéstremelo!
No sé lo que es, pero es bastante grande.
¡Infórmeme!
Nos disponíamos a interceptar lo que pensamos tele-proyectiles —esos jodidos imperceptibles al radar—, y disparamos. Entre la saturación de explosiones vi caer algo y encontramos esta criatura.
Sí que es extraño todo esto. ¿Ha sometido a estudio el animal?
No, señor, antes quería informarle.
Pues envíelo al laboratorio de inmediato, a saber que nueva se les habrá ocurrido. Por cierto, Sánchez.
Usted dirá, señor.
Cuando abate a un enemigo no sufre el mismo remordimiento que habiendo matado a este bicho.
No, señor, usted lo ha dicho, es el enemigo.
Puede retirarse. ¡No! Espere. ¿Se había fijado en esto que cuelga de la pata del pájaro? Parece… ¡Dios santo! Sánchez, es un mensaje codificado en el antiguo modo de registrar las palabras manualmente. Le felicito, acaba de interceptar, posiblemente, información relevante para el enemigo. Lo propondré para una medalla.
Dentro de una cápsula, fuertemente sellada, una diminuta tira de papel. De su tinta, casi emborronada, apenas si podía distinguirse algo. Parecía un antiguo mensaje. Finalizaba el siglo XXVII y ya nadie recordaba aquellos métodos primitivos de comunicación. Además las circunstancias hacían impensable el empleo de los escasos recursos naturales para fines tan poco éticos. Las guerras seguían dividiendo a los herederos del planeta, pero llegaron a un consenso para no perjudicar el entorno. Demasiado daño se había causado ya. Por eso aquel hallazgo adquiría mayor importancia, tanta, que informó a sus superiores y aguardó órdenes.
Tres semanas después, el campamento atesoraba un centenar de aquellos envíos, ordenadamente guardados, en espera de la decisión de unos superiores que parecían no querer atender a la urgencia e importancia de aquellas capturas.
Poco a poco, alguno de los soldados había intentado descifrarlos, un hecho que sumió aún más de incertidumbre todo aquel acontecimiento.
Los mensajes, en su mayoría breves y concisos, hablaban un poco de todo. Entre sus líneas surgieron peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor. En todo aquel conjunto de frases quisieron ver plasmadas sus propias inquietudes.
Mientras tanto, los enfrentamientos continuaban. Largas horas de oscuridad, atenazaban el frío. Gigantescas naves, inmensas moles de acero cromado, impedían la contemplación del sol, no así el reflejo de sus propias imágenes —la defensa se hacía insostenible cuando a las pocas horas parecía que se luchaba contra uno mismo; la lluvia negra —pestilente amalgama de fluidos químicos— inundaba los campos, anegando la escasa salud de las tropas. Luego, las horas de fuego cruzado que obligaban a protegerse los ojos. Las bajas se contaban por centenares en aquellas trincheras. Pero así se decidió combatir, empleando los pocos lugares que con anterioridad se habían convertido en yermos páramos.
¡Sánchez! Preséntese de inmediato en mi tienda y traiga las notas halladas en los animales.
Con el informe de trascripción y los análisis del pájaro, entró.
Le presento al Coronel Koto Hatari. Ha venido como asesor histórico. Abotónese soldado. ¿Cómo se atreve a presentarse así? La respuesta que esperábamos es tan sorprendente como el hallazgo que nos preocupa.
Debo pedirle máxima discreción y, como ya le dijera a su superior, la ocultación de todo lo relacionado con este caso. Nada ha ocurrido, decir lo contrario constituiría delito de alta traición. Y no se hable más del asunto. En paz queden. Suerte en la contienda. Lo están haciendo muy bien.
Sánchez quedó boquiabierto y sorprendido.
Lo siento mucho, Sánchez. Yo tampoco comprendo nada.
¿Quiere decir que me quedo sin condecoración?

…………………………

Las trincheras ofrecían un mal refugio, la podredumbre y el hambre arremetía contra una guarnición que las temían más que al mismo ejército enemigo que les acosaba. En su desesperación tan sólo tenían a mano aquellos pájaros que siempre habían representado esa paz que ahora se les deslizaba entre las manos. El asedio se hacía insostenible.
Puede que no sirva de nada caballeros, pero al menos sabrán lo que nos ha sucedido y conocerán de nosotros, tal vez así consigamos ayuda.
Se repartieron las palomas mensajeras entre todos los habitantes de aquella trinchera, los primeros en recibirlas fueron los heridos y enfermos, cada uno de ellos anotó una deseo. Los pájaros volaron portando en sus patas peticiones de suministros, de munición, angustiantes notas de ayuda, conmovedoras despedidas e incluso alguna carta de amor.
El 13 de diciembre de 1914, 302 soldados murieron en el bombardeo de una trinchera sin que nada de ellos quedara para corroborar su existencia ni su fin.

Carmen Rosa Signes Urrea 27/04/2008

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13
Sep

Al despertar

Por alguna razón que nadie conoce la naturaleza
castiga a los niños haciéndoles crecer.
(Anónimo)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Tres mil trescientos años después del despegue aquella nave seguía ruta. El destino miles de veces buscado, un sistema de red planetario que debería haber sido encontrado al primer intento, seguía sin aparecer. Es por ello que la nave, antes de ser interceptada, nunca se detuvo.
Jiserin se había agarrado con tanto empeño a su muñeca que al final optaron por introducirla junto a ella en la cápsula de criogenización. La elite de consejeros y sabios la había seleccionado junto a sus padres al ver en ella un alto coeficiente de inteligencia, hecho éste que no impidió que se comportara como lo que era, una niña asustada y confusa.
La cuarta sala de criogenización había entrado en la última fase antes de su apertura. Del resto nadie sobrevivió.
En medio de una nube de vapor condensado, provocada por la diferencia de temperatura, abrió los ojos. Alargó su delgada mano torpe en movimientos.
¡Mamá! Tengo hambre.
Nadie contestó.
Aquellos extraños que habían interrumpido la trayectoria e invadido el espacio medio derruido de la vieja nave, eran incapaces de comprenderla, es más, se asombraban de que aquel ser encerrado, aparentemente, tuviera tanta semejanza con ellos.
Al abrirse la cápsula la rodearon decenas de personajillos minúsculos como niños, que articulaban con dificultad vocablos ininteligibles.
En su nueva condición sintió el agarrotamiento de sus articulaciones pese a la imperiosa necesidad de acción. Sus movimientos entrecortados, sin agilidad le impedían avanzar. Había sobrevivido al viaje. De entre los restos polvorizados de Jiserin la rescataron.
Era una muñeca y con los niños comenzó a jugar.

CRSignes 11/06/2009

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6
Sep

Periodo de prueba

La necesidad es la madre de la invención.
(Provervio nipón)

Midori Akata había renunciado a un futuro de éxitos profesionales y grandes oportunidades en el extranjero, al trasladarse con su esposo al barrio Kita (北区), en Tokio. Diez años después, la rutina del hogar y el trabajo de su esposo Baiko en el banco habían conseguido relajar su mente, tanto, que ya casi ni recordaba que su nombre fue relacionado con una de las empresas más importantes del mundo gracias a los reportajes científicos que la revista Science dedicó a sus investigaciones en biotecnología.
Midori contemplaba, asomada al mirador, cómo se cuchicheaba al paso de Baiko. Algo no iba bien, Baiko no paraba de refunfuñar. Se había convertido en una fea costumbre. Lo hacía cuando salía a la calle, al cruzarse con los vecinos, en el Banco mientras trabajaba, durante el almuerzo, de regreso a casa, como saludo y al dar las buenas noches a su mujer. A Midori lo que realmente la inquietaba eran las posibles indagaciones que por curiosidad o morbo despertaran aquellos desaires.
Baiko estaba considerado por todos como un hombre agradable de trato, amable de comportamiento y sincero de conversación, es por ello que nadie comprendía aquella transformación. Un día, el director del banco le comentó: “La soberbia no es buena consejera” en clara referencia a la falta de cortesía que Baiko había tenido con él ignorándole al pasar por su lado.
Sus compañeros, preocupados al no reconocerlo así, decidieron enviar una nota a su médico de familia, gracias a ella éste se personó, a los pocos días, en casa de la familia Akata.
Konnichi wa. ¡Qué placer volver a verla, Midori-san! Recibí un aviso, ¿puedo ver a Baiko? Sumimasen, no recuerdo la última vez que Baiko solicitó mis servicios… me parece no haberlo visto nunca por mi consulta. Quizá es que no está conforme de mi trato para con usted… Deseo comprobar a qué pueden estar debidos esos cambios de humor que me han comentado. Una úlcera tal vez... nada contagioso… Hará el favor de llamarle.
Dômo arigatô gozaimashita, pero no puedo.
No desea que le visite…
No, no puedo porque no se encuentra aquí. Partió de viaje.
Bueno. Le dice que pregunté por él. Le agradecería que pasara por mi consulta a su regreso, aunque si le parece puedo venir yo… Un hombre de tanto valor… Otukaresama —se despidió el doctor.
Dôzo osakini —respondió nerviosa.
Sobre el futón del dormitorio descansaba Baiko. El espacio que ocupaba normalmente se había quedado pequeño. Mientras las baterías eran recargadas por la corriente eléctrica, Midori seguía revisándolo, pieza a pieza, para intentar localizar la avería, sin éxito. Con los medios mecánicos del trabajo sería más sencillo.
Comenzó a planificarlolo todo. Lo que más le dolía, de regresar a su trabajo, era que el canalla de su jefe había tenido razón: “en menos de diez años regresarás y ojo que no te descubran, aún no está muy bien vistas las relaciones mixtas hombre-robot”.

CRSignes 26/02/2012

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30
Ago

Más humano

Somos aquello en lo que creemos.
Wayne W. Dyer (1940-?)

El vuelo de las moscas junto a la ventana mitigaba el sonido que, desde la calle, emitían los vehículos que transitaban.
De poder oír posiblemente le hubieran molestado más los estridentes chirridos de sus articulaciones incompletas; de poder oler quizá le hubiese incomodado su oxidada fragancia, pero sus sensores no habían sido conectados. A él sólo le importaba completar su programación y para ello debía seguir buscando.
A pesar de su apariencia humana y la inteligencia de casi todos los grandes hombres del siglo XXI, seguía sin ser perfecto y era consciente de ello.
El primer programa que intentaron introducir en él, nada más nacer, fue el de autodestrucción.
He fracasado de nuevo. Antes de desarmarlo me gustaría conocer por qué ninguno de los preceptos esenciales entró en su programación −se lamentó el científico.
El androide actuó en consecuencia. El suelo se tiño de rojo aunque él no supiera identificar el color, simplemente presintió el espeso líquido derramado. Antes de salir purgó sus circuitos, tomó algunos elementos que comprendió que le serían de utilidad y extrajo el dispositivo que le faltaba. Por vez primera intentó completarse sin éxito.
Durante horas recorrió el laboratorio. Con los logro se enriquecía, cada fallo cometido debía ser enmendado. Desgraciadamente los errores se acumulaban y, pese a su privilegiada superioridad, la huella de su paso cada vez resultaba más evidente. Se preguntaba por qué habrían escondido tan bien aquella pieza esencial si era tan imprescindible y dónde encontraría la que encajara a la perfección en su anatomía. Para aquella lógica cibernética resultaba inverosímil. Hubiera deseado recibir una respuesta coherente, pero los absurdos y grotescos movimientos de los humanos, que seguía sin comprender, no le habían sacado del embrollo en el que se había metido. Le molestaba aquella situación. De todas formas ya casi no quedaba nadie a quién acudir, a quién preguntar, pronto debería salir del edificio.
Le incomodaba contemplar el cuerpo sin vida de la recepcionista, así que después de colocar el corazón aún latente sobre su mano para introducirlo en el compartimiento, cerró sus sensores visuales y esperó que algo cambiara en él. Ese algo que le haría más humano.
La fuerte descarga eléctrica le dejó tendido en tierra. Los guardas, aunque tarde, habían llegado a tiempo.

CRSignes 20/04/2008

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23
Ago

La Terminal

El destino no reina sin la complicidad
secreta del instinto y de la voluntad.

Giovanni Papini (1881-1956)

Montaje CRSignes2013(Fuente de imágenes Internet)

Nada de lo que rodeaba a Ferdon era pequeño. Las gigantescas construcciones flotantes estaban unidas por conductos tubulares y cables de enormes proporciones. Aquella mega-estructura había sido creada para acoger a las naves extra-planetarias que, a millares, llegaban al que estaba considerado el mayor puerto mercantil y comercial del espacio.
Glamus 3 se había convertido en un gran centro comercial, en donde todo podía encontrarse.
Ferdon tenía un control absoluto de las distancias, de los espacios; nada podía escaparse a su menesterosa labor, algo que le proporcionaba una todopoderosa sensación. Apoyado por una sobria voz y la confianza total sobre el cumplimiento de las normas por él dadas, en el tiempo que llevaba desempeñando su trabajo en tan sólo dos ocasiones había tenido que recurrir a la fuerza.
La sucesión de andenes se extendía hasta perderse de vista. Durante siglos había crecido debido al aumento del tránsito entrante y saliente. Cuando uno de los apeaderos quedaba obsoleto, era inmediatamente reemplazado por otro. Lo soltaban de las conexiones de sustento y comunicación abandonándolo a su suerte, que no era otra que el ser desmantelado por alguna empresa de derribos.
Pero aquel poder tenía sus inconvenientes. Ferdon no recordaba la última vez que había pronunciado palabras de amor o frases amistad; la risa había desaparecido de su vida, así como el llanto; nada le conmovía. Aquel dominio casi sobrehumano que le confería su puesto había terminado por deshumanizarle. De repente, un instinto olvidado provocó que observara la última de aquellas terminales reservada al transitar de pasajeros. Como un punto en el suelo bruñido, un cuerpito inmóvil captó su atención. Sentada sobre su equipaje, una niñita se enjugaba las lágrimas. Nadie reparaba en ella, pero ella reparó en la imperceptible cámara y sonrió. Se despertaron en Ferdon sensaciones extintas. Sin atender a las consecuencias, apretó el botón que le desconectaba de su puesto. La plataforma flotante se desplazó unos metros hasta extraerlo. El aire reciclado se mezcló con la atmósfera pura del interior de su habitáculo. La avería fue inmediata.
Consciente de su acción, aplicó sobre sí el castigo correspondiente. Ferdon dejó de funcionar unos segundos después de lo previsto en los protocolos de sanción capital.
Durante dos ciclos completos, el puerto espacial quedó paralizado. Mientras, en la Terminal de pasajeros, una niña se reencontraba con los suyos después de que, afectadas de una extraña avería, en todas las pantallas del planeta se transmitiera la imagen de aquella pequeña perdida.

CRSignes 27/12/2009

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16
Ago

The Karel Čapek Trouppe: el espectáculo más grande del mundo

Los crearon para los trabajos más ingratos, pero aquello hundió en una crisis mayor a la población humana. Por ello fueron relegados al mundo del entretenimiento.
Dudo que venga alguien. Los animales se incomodan con las permanencias cortas.
¿Y ahora los animales? ¿Por qué tanto jaleo?
La lluvia había convertido la calle en un barrizal.
RaK-EE guardó silencio. Un individuo, que se identificó como sheriff, se acercó.
¿Los permisos? Está prohibida la mendicidad, la vagancia y los espectáculos públicos. Si no se marchan esta noche emplearemos la fuerza.
Lo que más le molesto a Fra-Z-N fue que se cuestionara su trabajo. Demasiados años recorriendo mundos, ganándose hasta el último centavo con sacrificio.
¿Con quién debo hablar para ofrecer nuestro espectáculo? —Fra-Z-N había aprendido humildad.
No me han entendido, monstruos. ¡Qué se larguen!
Un mal presagio fue ver cómo los pocos carteles que habían colgado de las paredes se desprendieron por la fuerza del agua. Las fotos de la grotesca trouppe del circo de androides acabaron en el fango.
La noticia cayó como un jarro de agua fría. La lluvia retrasó la labor de los subalternos. El trabajo se complicó. El plazo no iban a poder cumplirlo.
¿En qué piensas, RaK-EE?
¿Cuántos años llevamos juntos?
No sé. ¿Muchos?
Hablo en serio.
Si no me equivoco 235 en agosto.
¿De veras no lo recuerdas?
¿A qué te refieres? Mis circuitos están repletos de datos, más bien de coordenadas, de rutas. Fui reprogramado para organizar espectáculos de animación; quizás necesite algún ajuste de memoria. No me pareció ésta una de esas colonias humana que nos rechaza. Cuéntame, ginoide mía.
Y no lo era. Durante la reconversión millones… de… de los…. los nuestros fueron des… desmantelados.
¿Qué sucede?
Con esta… es… ta… medida, los huma… humanos ahorraron millon… nes en reestructuración. ¿No te extrañó encontrarte con tan po… cos…como tú? Tuve mie… miedo y hu… í.
Pero el tiempo ha pasado.
Lo sien… to Fra-Z-N. Todo fue aut…o… mático. Por emisión de mic…croon… das, alteraron nues…tros nuestros circuítos, purgando nuestros compo… nentes, para su… su autodestrucción. Cre… o que es ta… tar…tarde para to… todos. Las radiaciones siguen encen… didas.
RaK-E-E se apagó definitivamente y Fra-Z-N apenas si logró asomarse a la ventana para ver cómo los equipos de limpieza barrían los cuerpos sin vida de sus compañeros, desperdigados por el suelo.

CRSignes 15/04/2008

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10
Ago

Noticias de la radio

A Ricardo, sustento de mi ser

“La acumulación de nubes será inusualmente extraña. Tengan precaución cuando salgan de casa. Preparen una buena iluminación y no olviden las balizas. Es una recomendación del Centro de Estudios de la Atmósfera”

—Desde hace tres días registro irregularidades. Ayer mismo, al tomarte entre mis brazos, te sentí laxa. Fue como si de pronto la misma inercia que nos une nos separara. Tal vez se trate de algún sensor defectuoso o quizás me deje arrastrar por la paranoia, la misma que consiguió separarnos del común de los mortales.

“En otro ámbito de cosas, se han inaugurado las obras del paso subterráneo que unirá las dos principales ciudades del país.”

—Volví a experimentar la misma sensación. Echo en falta la empatía que funcionaba como un imán, como un potente sugestivo capaz de inhibir los sentimientos más inicuos. ¡Solos tú y yo!

“Conservacionistas y renovadores tienen programado un reencuentro en las próximas horas. Mientras unos consideran la propuesta de sus opositores de “Bofetada ambiental”, los otros intentan limar asperezas, para restar responsabilidades. Según el portavoz del Grupo Independiente por la Renovación, el acuerdo está próximo: Es cuestión de horas —ha dicho —. todo lo demás sería una pérdida innecesaria de tiempo y energía.”

—El cielo se ha tornado gris. Las nubes, convertidas en pesados obstáculos que impiden ver, ya no circulan ligeras. Cada segundo que pasa es como si te desvanecieras. Mis circuitos comienzan a fallar. Espero que los tuyos aguanten. Con un poco de suerte es mi propia pena la que me cortocircuita. Todo se acaba. Estamos como encerrados por sus propios miedos. Temen volver atrás: convertirse, como nosotros, en el cúmulo de sentimientos del que partieron. Hace mucho que perdieron precisamente aquello que nos inculcaron: humanidad. Y ahora, sólo tú y yo conservamos los sentimientos.

“Última hora: La Agencia Digital de Noticias (ADN) informa de que no consideran necesario seguir manteniendo los seres de inteligencia artificial existentes. Estas dos únicas muestras, que se mantienen controladas en la cercana región de Utrech, serán neutralizadas. La desintegración se hará efectiva en pocas horas. Al final, se ha llegado a un acuerdo. Tanto conservacionistas como renovadores creen necesario hacerlo por el bien común. El temor a una vuelta al pasado ha conseguido el acuerdo: Largo ha sido el camino para librarnos de nuestro componente más débil. —pronunció el portavoz de la agencia”.

—Si no te tuviera a ti hace mucho que hubiese perdido la razón. ¡Abrázame! No dejes de hacerlo.

CRSignes 23/03/2008

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2
Ago

En tiempos de Mitsivaluvier

A menudo se echa en cara a la juventud el creer
que el mundo comienza con ella. Cierto,
pero la vejez cree aún más a menudo que
el mundo acaba con ella. ¿Qué es peor?
Christian Friedrich Hebbel (1813-1863)

Montaje CRSignes2013 (Fuente de imágenes Internet)

Mitsivaluvier siempre nos recordaba lo desgraciados que éramos al vivir estos tiempos. Después de su paseo diario en el que con lentitud recorría la nave que le vio nacer y hacerse soldado, no podía regresar a su habitáculo sin referirse a nosotros de un modo despectivo y paternal que rallaba el sarcasmo.
—Y vosotros creéis que sois únicos. En mis tiempos…
Con rigor poco científico intentaba hacernos creer que cualquier tiempo pasado había sido mejor, a la vez que afirmaba que de nada servían los avances técnicos conseguidos después de que él fuera nombrado cadete y que también desconocíamos cuales debían ser las verdaderas virtudes de un guerrero espacial curtido a base de esfuerzo, experiencia y con los mejores maestros.
Sus ojos reflejaban una luz diferente que despertó en mí la curiosidad ante la perentoria de aquella vida concluyente.
Mitsivaluvier solía situarse sobre un mullido asiento en la cubierta de plata del club de oficiales, alternando su contemplación entre un mapa estelar y el mirador, mientras señalaba en el firmamento con el dedo los fenómenos que atisbaba y de los que se sentía tremendamente orgullo al asegurar que él había sido el primero en verlos, en conquistarlos.
He de confesar que de vez en cuando me solía acercar para escuchar los relatos con los que salpicaba las horas de descanso sin orden de ningún tipo. Apreciaba aquellas historias que hablaban de conquistas, imperios, luchas, batallas. Porque Mitsivaluvier se había perpetuado el puesto por méritos propios, no sólo por la labor cumplida durante más de ochenta años de fiel entrega, sino porque se le debía en conciencia desde el día en el que perdiera la vida por culpa de la perrería de unos muchachos cansados de su forma de ser.
Cuando Mitsivaluvier dejó de señalar la constelación del espejo, imaginé que le preguntaba de nuevo por la vez en la que él la pisó por vez primera antes de que el holograma comenzara con el bucle de programación que narraba esa parte de su vida.

CRSignes 11/07/2010

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26
Jul

Estación A

A Ricardo por su inspiración y ayuda

Can you help me
Help me get out of this place
Slow sedation
Ain't my style ain't my face
Givin' me a number
Nine, seven, eight
Gimme back my name
Crazy (A Suitable
Case For Treatment) de Nazareth

La voz retumba como encerrada en un recipiente metálico.
“Corre desnudo, huyendo despavorido. Antes de llegar, ha recorrido diez veces la distancia que hay entre el punto de partida y la estación A”.
Nada podía ser peor, dijeron. Obedecimos a fe ciega. El paso del tiempo nada cambió. ¡Ojalá alguien esté al otro lado del intercomunicador! Me incomoda seguir solo… y este lugar parece no tener fin.
“Respira con dificultad, la comprensión de su lenguaje se complica”.
—¿Te importa que me siente? Cómo va a importarte, si no puedes verme. Nada es como lo recordaba. Sin ir más lejos, fue aquí… O no… Disculpa.
“Desvaría, aparecen los primeros síntomas, confiaba en la fuerza y la astucia de este individuo, ahora comienzo a dudar”.
Revivo las imágenes como un mal sueño exento de color: el desfile de aquellas tropas automatizadas, creadas para sofocar las turbulentas manifestaciones de quienes deseábamos poner fin a todo; las largas colas sanitarias; el camino a los refugios; aquella cerrazón de los políticos… Te preguntarás por qué te cuento… Lo necesito. Después de todo el esfuerzo, del tiempo que pasamos aislados los unos de los otros, de las precauciones desmedidas ante el contagio…
“En su llegada a la estación A, ha respondido correctamente. Se desconcertó al no hallar a nadie, pero no ha decaído”.
Me contraría saberme el último hombre vivo... A las epidemias le siguió el exterminio... Mis compañeros cayeron. Me decidí a salir al quedarme solo. ¿Qué esperanza me queda?
Gracias. Tire de la palanca roja, recoja su premio y continúe el camino. —La voz de resonancia metálica ahora se escucha en la estación.
¿Hay alguien? Sí, debe haber alguien. Y esto parece comida… —engulle y cae narcotizado en el suelo.
“Aprovecho el estado de somnolencia del individuo para inocularle una dosis del antídoto y lo retorno al punto de partida. Se ha despertado. Corre. Pulso el cronógrafo. Le queda mucho camino hasta llegar a la estación A. El profesor estará contento, creo que el sujeto número 6873/881212, que ha vencido al hambre y superado la enfermedad, podrá sobrevivir a la guerra”.

CRSignes 03/09/2009

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19
Jul

Child in time

Sweet child in time you'll see the line
the line that's drawn between the good and the bad.
See the blind man shooting at the world
bullets flying taking toll.
If you've been bad, Lord I bet you have
and you've been hit by flying lead
you'd better close your eyes and bow your head
and wait for the ricochet.
Child in time (Deep Purple)

Montaje CRSignes (Fuente de imágenes Internet)

−No eres bueno Daniev y el mal se cobra su peaje. Que ni se te ocurra regresar a casa con los bolsillos vacíos, ¡lerdo!”
Daniev intentaba olvidar la amenaza de su padre mientras le llenaba la mochila para la venta ambulante con pañuelos de papel, cargadores de batería, chicles, tarjetas de memoria, algunos paquetes de cigarrillos, filtros solares, chips anti radiación y preservativos. A Daniev le preocupaban las consecuencias de no poder cumplir, una vez más, con el mandato. Su cuerpo rasgado lo sabía.
Nunca antes la Plaza Roja -Красная площадь- se había visto tan aglomerada ni pequeña. Lejos quedaban los espectáculos musicales que levantaron pasiones de finales del siglo XX, Pink Floid, Paul McArtney; la revolución Bolchevique; la masiva asistencia al mausoleo de Lenin; los desfiles militares del año 2025 o la bienvenida de los astronautas del proyecto Europa, héroes que abrieron el camino de la colonización de la luna de Júpiter a finales del año 2064.
Los acontecimientos de los días pasados dejaron al descubierto un gobierno falto en recursos y pobre en convencimiento, los ciudadanos habían tomado las calles.
Entre la muchedumbre Daniev ofrecía sus productos con la esperanza de vender lo suficiente como para librarse del castigo. Sin darse cuenta su mochila se vaciaba al mismo ritmo que llenaba el bolsillo. Lamentándose por no haber previsto las ventas, vio la oportunidad de guardar parte de las ganancias para evitarse alguna futura paliza, por lo que decidió regresar a casa y aprovisionarse. Todo tenía cabida en las necesidades de aquellas gentes que se encontraban cada vez más cercadas. La policía, desbordada, no sabía cómo vetar el avance de aquella turba díscola e intransigente sin emplear la fuerza, por lo que las órdenes estaban a punto de dar un giro radical.
Daniev luchaba contracorriente para poder salir, se había adentrado demasiado. No tardó en comprender que algo no iba bien. Un ruido extraño, que no pudo identificar, se unió al barullo reinante. Las tropas de asalto se disponían a marchar sobre la masa y ésta, previniéndolo, comenzó una huida cada vez más desesperada.
El primer golpe apenas si lo percibió, demasiado asustado como para comprender lo que estaba sucediendo. Las microondas chocaban sin piedad apagando con su calor, las fuerzas de los manifestantes en grupos. Daniev sólo tenía en la cabeza llegar a casa y recoger la recompensa, su padre estaría orgulloso de él. Objetos de todo tipo volaban por doquier. El humo de los antidisturbios dificultaba aún más su partida. Las embestidas de aquellas tropas golpeaban con fuerza, la defensa de los manifestantes era imposible. Un estallido fue el detonante de la pesadilla en ambos grupos. El silbido de los proyectiles cambió el panorama de una plaza cada vez más vacía. Decenas de cuerpos yacían sobre el asfalto y Daniev no sabía qué hacer. Su mochila no era escudo suficiente, pero él así la empleó. Huyó con toda las energía de sus recién cumplidos 10 años de edad, pero la bala perdida corrió más y Daniev perdió su tiempo.

CRSignes 22/08/2011

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9
Jul

Hanky-Punky

I'm a blonde single girl in the fantasy world
Dress me up, take your time, I'm your dollie
You're my doll, rock and roll, feel the glamour and pain
Kiss me here, touch me there, hanky-panky
(Barbie girl lyric. Aqua)

Aquella maldita llave se había atorado y, con el forcejeo, se rompió. Conquistó al casero para que sustituyera la cerradura de inmediato. A pesar de ello, el cliente no tuvo paciencia y se marchó.
Antes de caer rendida en la cama, lanzó los preservativos y el detector sobre la mesilla de noche.
La poca salubridad del local, se vio compensada por el ungüento viscoso que salía del dispensador automático de la ducha iónica. Seguía las tendencias y había oído hablar de cómo gustaban vestir las jovencitas: peluca rubia larga, traje ajustado, medias, zapatos con tacón de aguja de charol negro. La peculiaridad más llamativa de aquel osado atuendo -además de que exigía movimientos casi mecánicos sin usar las articulaciones-, era que todo el conjunto llevaba un nombre estampado en todos los tamaños y formas, Barbie, un popular muñeca del siglo XX.
Al llegar a la calle comenzó a sentir las intermitentes señales, cómplices de su búsqueda. Muchos hombres, faltos de compañía, hacían uso de los servicios callejeros. Más cómodos que acudir siempre al mismo local vigilado.
Llevaba recorrida media ciudad e incomprensiblemente no había trabajado nada. Le echó la culpa de la vestimenta.
Se sentó en una terraza desde la que dominaba la autopista y el bulevar.
Acompáñenos señorita —le dijeron un par de muchachas vestidas como ella.
Comenzó a llover, parecían tenerlo todo previsto, pues sacaron un chubasquero de plástico transparente también para ella.
La entrada del local tenía un colorido muy llamativo a juego con la imagen que recordaba de aquel juguete de plástico. En las vitrinas, que decoraban las paredes, centenares de muñecas y otros objetos mostraban la evolución de Barbie.
¿Te gusta? Casi trescientos años de historia. Ahora, nosotras tenemos la obligación de seguir escribiéndola.
Sonrió, aunque seguía sin comprender nada.
Detrás de la barra, un joven la aguardaba con una copa en la mano.
Gracias, Ken —le dijo al camarero después de leer la placa con su nombre y antes de beber.
El dulzor excesivo de la bebida, de un rosa escandalosamente fosforescente, enmascaró el sabor amargo del narcótico. Su efecto se prolongó demasiado.
Sobre la mesilla de noche sus preservativos y un detector que no cesaba de pitar. Tras el cristal, decenas de rostros contemplaban al primer ejemplar de Barbie prostituta en el día en el que Ken estrenaría sus servicios.

CRSignes 14/11/2009

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1
Jul

El veterano de las Guerras Psíquicas

You see me now a veteran
Of a thousand psychic wars
My energy is spent at last
And my armor is destroyed
I have used up all my weapons
And I'm helpless and bereaved
Wounds are all I'm made of
Did I hear you say that this is victory

(Veteran of the Psychic Wars,
Blue Öyster Cult)

Las huellas sobre el pasillo desaparecen pronto. Los detectores térmicos no son de fiar. Nunca lo han sido. Cualquier mota de polvo despierta mayor alarma que mi intrusión.
La tripa resuena, sus ondas golpean las paredes de la panza de madera como lo hacen contra mi tímpano. El sonido me traspasa dominando mis deseos. Está dentro de mí. Hace mucho que los tambores me conducen, que son mi guía. Un trabajo, una misión rutinaria, una nueva muerte me aguarda tras aquella puerta. Puedo incluso imaginar las manos que golpean el instrumento con fuerza, la misma que necesito para apretar el gatillo, una y otra vez.
Recuerdo la primera vez que logré calmarlo, fue a poco de salir al mundo como un elemento más de aquellos planes dirigidos. El orgullo al saberse elegido compensa las horas de tortura, los crímenes acumulados a la espalda. Las nuevas tropas, nos llamaron, los guerreros psíquicos. Fuimos creados para el triunfo. Seleccionados sin ataduras. Nos hicieron a semejanza de la indiferencia. Vuestra voluntad hace posible cualquier deseo, nos dijeron. Pero el tiempo ha desvelado el engaño. Esa voluntad que nos otorgaron, es la de ellos. Esa voluntad, ese deseo que llenó sus bocas, no lleva más que muerte.
Frente al objetivo, con la mirada fría y el pulso firme, los tambores suenan. Un rasgo fugaz que por un momento he logrado ver tras la hipnótica banda sonora que me domina. La habitación, oscura y silenciosa, esconde la reliquia de años de olvido. Una imagen encerrada en un marco plateado. Con el rabillo del ojo contemplo aquella fotografía envejecida. El papel arrugado, nervudo y rasgado de falsos colores químicos casi extintos. Un rubio indefinido, un niño, toma de la mano a una mujer que le sonríe. Recuerdo. No existe posibilidad de vínculo, no debería. ¿Qué me ocurre? Los tambores no han parado, debo terminar el trabajo, detenerlos. Carraspeo para aclarar mi garganta, me cuesta respirar. Vuelvo en mí. Contemplo el reflejo en la pared de mi disparo. La trayectoria no deja huella sobre el cuerpo. Ni una gota de sangre mancha el suelo. Entra suave, como el cuchillo partiendo la tarta de cumpleaños, como el punzón que mata al becerro cuando ha llegado su hora. No he fallado. Misión cumplida. Debo volver sobre mis pasos.
Pom… pom… pom…
Comienza de nuevo. Necesito otro trabajo para que pare aunque sólo sea un segundo. Necesito encontrar la paz de esta guerra psíquica que me envejece.
Hoy mi armadura se ha roto. Reconocí a la víctima. Era mi madre.

CRSignes 19/12/10

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23
Jun

Set the control for de heart of the sun

Over the mountain watching the watcher.
Breaking the darkness, waking the grapevine.
One inch of love is one inch of shadow
Love is the shadow that ripens the wine.
Set the controls for the heart of the sun.
The heart of the sun, the heart of the sun.
Set the control for de heart of the sun (Pink Floid)

El reloj de cuco marcó las diez, quizás ese hecho no significara nada para él, un conteo sonoro inútil para la marcación natural del universo, pero antaño sugirió toda suerte de sucesos, pautó ritmos y costumbres hoy olvidados.
Los frágiles tallos que apuntan hacia el singular cielo, buscan la luz y el calor −ahora inducido− del corazón del sol en el espacio suspendido. Se enredan en las formas metalizadas de la nave que gira al ritmo olvidado del planeta madre, para proporcionar la falsa sensación de normalidad, que reproduce las condiciones de la Borgoña francesa con la que conseguir el caldo dulce y oloroso del mejor vino de la Francia y que descansará en las bodegas de la Base Internacional NUMBER-WINE.
Se acerca la época de la cosecha
Convertido en el consuelo que proporcionaba la mejor recolección, la única con la que satisfacer a los paladares más exigentes, si bien para ello dejara resignado su vida en manos de la estrella que día a día inunda de radiaciones aquel cuerpo, que no reprochaba su destino y que pronto acabara con él.
Se cierran las puertas. La forma de loto impide que la luz traspase. Por doce horas la oscuridad que abriga los racimos, enmudece el entorno. Lejos queda el mundo básico y decadente que a punto estuvo de perder su legado: la cultura vinícola. Ahora, él brinda con su copa alzada hacia la rendija aún abierta que le muestra el astro que se aproxima.
El reloj deja escapar su pájaro delator del tiempo por once veces, mientras proyecta el color granate del caldo reposado en barricas centenarias. Siempre se preguntó cómo lograron subirlas a la nave sin alterar sus propiedades y cómo consiguieron que en su interior el buen borgoña envejeciera manteniendo las excelencias. El fuerte rojo proyectado en la pared dibuja la sombra del perfil de su rostro. La garganta le arde, el vino joven anima su espíritu, hace que su pecho se infle con el aire viciado. Su pulso se acelera.
El latido del sol deja escapar las corrientes que en ocasiones zarandean la nave, desplazándola de un rumbo prontamente corregido que evita el desastre. El corazón viviente del astro marca los tiempos infinitos que él no podrá contemplar. De nuevo y por doce veces, escucha el rítmico cuco que se aventura eterno, parece no acabar nunca. Debe recostarse y descansar.
“El amor es la sombra que madura el vino”, le dice a la sombra en la pared que él mismo proyecta y fantasea con aquel amigo que le contempla a su vez. Le invita a una copa. La locura del tiempo encontrado. “¿Por qué no?”, se pregunta a sí mismo. Cuando accedió a partir sabía de los conflictos que la soledad implica.
Su amigo desaparece, el control automático es el culpable y él decide seguir adelante.
Mirando nuevamente a la estrella que tiene enfrente, se lanza en su búsqueda, ajusta los controles hacia el corazón del sol.

CRSignes 24/07/2011

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17
Jun

La marcha de la Reina Negra

I'll be what you make me I'll do what you like
I'll be a bad boy I'll be your bad boy
I'll do the march of the Black Queen
(The March of the Black Queen, Freddie Mercury, 1973)

No, no estábamos junto a Alicia en pleno campeonato de cróquet de la Reina de Corazones el día en el que la niña se despidió del Gato de Cheshire, el paisaje me confundió. Era de noche, me hallaba a mucha distancia de allí, en un jardín brillante de focos de colores, destellos espejados, ritmos estereoscópicos y en el que la música se atemperaba al compás de nuestro corazón.
La escena: un baile de máscaras grotesco cuyos personajes desfilaban tras la Reina de la Noche, la Reina Negra que dispone de los movimientos de sus acompañantes. Todos obedecen, ahogan el atrevimiento y el paseo acompasado la llena de orgullo.
¡Bajadles los humos! −grita la Reina Negra en el éxtasis de la ceremonia. En una mano su cetro, en la otra un látigo con el que consigue la pleitesía que anhela para ésta contagiosa y alocada danza.
La oscuridad custodia la fiesta dedicada al Dios Sol. Astro brillante en el reino de Rhye.
¡Difícil abstraerse de lo que está sucediendo!
Freddie acapara ahora toda mi atención. Arrastra su capa blanca barriendo a su paso las huellas del mambo que, a fila de a uno, corteja a la reina. Ésta fustiga con el látigo inmisericorde a diestro y siniestro.
¿Por qué estoy allí?
En mi búsqueda de la felicidad, he caído en ese increado reino que existe desde antes incluso que todo fuera creado.
Que la mano derecha no se entere de lo que toma la izquierda −, susurra melindre esa Reina Negra que se crece en su postura dominante, pese a que los bailes y la música laceran su reinado.
Ahora despliega sus alas el ángel que custodia el encuentro. El músico − en su frenesí − se apodera del cetro mientras es seguido por las luces despistando a los danzantes y a mí. Y no vemos a su señora, sino a él. Y el dios resplandece, el dios, el Rey, la Reina de la Noche. Freddie persiste con el estilo de su poder vocal, tanto, que destapa la verdad y la canción que ha permanecido al margen de la escena, rellena los huecos de mi deseo. Al fin lo encuentro.
La noche concluye con las últimas notas de la canción de la reina, la Reina Negra que, después de invitarnos a que nos portemos mal, aliándonos con el Diablo, nos libera del compromiso. Y es en ese momento cuando yo regreso a mi origen, porque el disco deja paso al silencio y el tema, después de una pequeña pausa, vuelve a comenzar.
La escena: un baile de máscaras grotesco, en un jardín brillante de focos de colores, destellos espejados, ritmos estereoscópicos y en el que la música se atemperaba al compás del corazón de Freddie, que coronado como Reina me tiende la mano.
La clave de la felicidad está en mi música.
Y mientras le escucho, no pienso en nada más.

CRSignes 16/05/2012

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12
Jun

Julia dream

...will the misty master break me
will the key unlock my mind
will the following footsteps catch me
am i really dying
julia dream, dreamboat queen,
queen of all my dreams.

Julia Dream (Pink Floid)

Bill Brandt (3 de mayo de 1904 - 20 de diciembre de 1983)

La tormenta había dejado el aire limpio y los cristales sucios, manchas de barro que dibujaban sombras falsas en la pared.
Ramón contemplaba a Julia en el esplendor de su avanzada edad. Habían envejecido juntos. Después de casi cincuenta años compartiéndolo todo, gozaba mirándola; dejaba pasar las horas muertas en ello. La quería.
La misma Julia de siempre: tan hermosa, amable, tan complaciente. Pero Julia dormía y él se perdía en la imagen fija que ella le reportaba, en un bucle atemporal que tan sólo él comprendía.
Intentó ver la superficie yerma que se extendía frente a su casa desde la ventana. Colapsada de tráfico y transeúntes hacía mucho tiempo, se estremeció al imaginarse allí afuera, haciendo frente a las inclemencias de un clima variable y poco recomendable para el ser humano.
Sintió deseos de salir en busca de alguien con el que intercambiar palabras porque Julia seguía durmiendo. La soledad dolía.
Al conocerla, lo abandonó todo, aunque tampoco le dieron otra opción. Fue el baluarte de un mundo en declive, a punto de ser abandonado. A partir de ese momento, vio cambiar su fisonomía en el espejo, el entorno desde la ventana y la existencia desde una pantalla. Mientras en los planetas exteriores la vida seguía su curso, Julia se encargó de que él no perdiera detalle además de proporcionarle la paz, el deleite diario, el placer reducido a la mínima expresión, aliñado de películas, documentales, realitys, seriales, noticieros, retrasmisiones deportivas, ... , y todo sin salir de casa, como única forma de no perder la perspectiva.
Los prospectos no mintieron. Después de seleccionar sus preferencias y una vez que éstas fueron asimiladas por el organismo central, a Ramón se la concedieron. Julia fue su guía, la compañera soñada, el apoyo que todo hombre necesita para sobrevivir.
¡Julia! −parecía suspirar, mientras sus ojos regresaban a ella, que seguía sin despertar.
Imaginó que sus sueños fueran un reflejo de lo cotidiano, de la aburrida existencia que le había tocado en suerte.
Aprovechó que la luz del día se abría paso con lentitud, para marcar las cifras del código de seguridad con las que desbloquear a Julia, rescatarla de su letargo, pero se dio cuenta de lo inútil del intento.
Se recostó junto a ella buscando el calor de las conexiones. Apenas si pudo sentir los guiños chispeantes de su pantalla ahora fundida en negro. El mandato de los megahercios, de la fibra óptica, de los microondas había desaparecido. El sueño de Julia, la reina de todos sus sueños no podía contactarlo porque él ya no estaba, había dejado de ser la clave que le desbloqueara la mente. Ramón comprendió con certeza que estaba muerto.

CRSignes 26/09/11

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7
Jun

Venus al desnudo

La música como fuente de inspiración, uno de los relatos que rescato de los fondos de este blog para ser redescubierto. Espero que guste. Tengo pensado subir todos los que han sido inspirados por canciones que me gustan y este es el primero.

VENUS AL DESNUDO

I am tired, I am weary
I could sleep for a thousand years
A thousand dreams that would awake me
Different colors made of tears
(Venus in furs- Velvet underground and Nico)

Camina sin perder detalle de la cuerda que le rodeaba las muñecas. Se arrodilla. El pene, en su apogeo, se muestra a la altura de su boca. Después deja que la sodomice. Gozó, para qué engañarse. Bérénice creía amarlo a cada instante, con cada humillación. Aflojó la cuerda y masajeó sus muñecas hasta recuperar la circulación sanguínea. “Estoy cansada, ¡harta!…” Salió, tenía una cita. Al otro extremo de la casa, Gilbert complacía sumiso a su esposa, mientras unos hijos reían por la falta de talento de un padre que no sabía imponerse.
Era mayo del 68 y París ardía bajo una irreverente anarquía.

……………………………

No acostumbro a avasallar pero quedé cautivado en la profundidad de tu mirada. Podría dormir durante mil años… y al abrir los ojos allí estarías tú. Irrumpiste en mi vida como un vendaval. Conquistaste mi confianza. Descubrirte fue encontrarme. Sin rumbo me dejé varar hasta tu puerto bajo el yugo de tu voluntad. Mientras arrastro mi cuerpo hasta relamer la suela de tus zapatos negros de charol, te miro. Luego, dejo que me pisotees con tus tacones altos. Un millón de sueños me despertarían… pero ninguno como observar tu rostro mientras balanceas el látigo dispuesta a fustigarme. Intercambiamos los papeles. ¡Oh Berenice!... ¿Cómo dejar que otros te infligieran daño, cuando lo que deseaba era darte mi dolor?
Líderes emblemáticos de la revolución estudiantil y manifestantes, son arrestado e interrogados después de una brutal carga policial. Sus protestas dan la vuelta al mundo.

……………………………

El local esconde, entre la penumbra y el humo del tabaco y la grifa, los intentos de Bérénice por hacerse oír. El clamor que llega desde la calle, de carreras, golpes y gritos, juegan en su contra. Ha decidido dejar a Gilbert, seguir su vida. Habla mientras le cae una lágrima. Lagrima gris del desconsuelo. Deja atrás los colores de otros llantos. Diferentes colores hechos de lágrimas... En la calle la soledad pinta de azul su rostro. No puede esquivar los golpes y la detienen. El negro de la rabia resbala por sus mejillas. No quiere nuevamente dejar salir de sus ojos el marrón de la sumisión y es el blanco el que la ampara; pura inocencia que migra en rojo sobre su cara perversa. Ha encontrado lo que buscaba. Ahora le toca a ella. Que otro marque en púrpura su cuerpo.

CRSignes 090508

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27
May

El zootropo

Con el primer giro liberó millones de partículas de polvo que dejaron el aire turbio y el ambiente enmohecido.
La tarde se había presentado aburrida. El intenso frío del invierno le obligaba una vez más a permanecer recluido. Ya no le distraía la manía del abuelo de contarle historias. Durante meses, aquellos que había permanecido enfermo, disfrutó de unas narraciones inagotables. Así conoció cómo fueron los tiempos de la guerra; se estremeció con los misterios de desapariciones, crímenes, fantasmas y objetos voladores; aprendió con las lecciones de historia, ciencias naturales y matemáticas; y soñó con los cuentos clásicos de la literatura y los de la infancia; pero los que más le gustaban eran aquellos que hacían referencia a una máquina fascinante que, según le contaba, era la culpable de muchos de aquellos relatos, un objeto olvidado en algún lugar de la casa. Desde el ventanuco del desván pudo ver la escarcha acumulada en sus cristales. Acercó las manos a su boca para, con su aliento, insuflarles un poco de calor, Hacía mucho frío.
Por su apariencia de lamparilla de mesita de noche con aberturas dispuestas en el cilindro de su pantalla, lo reconoció. Muchas fueron las veces que le había repetido su abuelo el nombre de aquel ingenio, pero no lograba recordarlo. “Zoo…, pensó, zoo…”. Fue entonces cuando al tomarlo giró liberando las partículas de polvo que le hicieron estornudar. Recelando de ser descubierto, se echó la mano sobre la boca y tapó su nariz para amortiguar el sonido.
No tardó en descubrir la magia de aquel objeto que abandonando su pasivo descanso giraba sin control. Por entre las rendijas de su pantalla, observó cómo un personajillo corría y saltaba evitando los obstáculos que hallaba en su camino, en una carrera monótona que le pareció aburrida. Cuando al fin se detuvo la fuerza de su giro ralentizando el paso del muñeco, Carlos reflexionó. Se quedó decepcionado, no le encontraba la gracia. Dispuesto a dejarlo en el lugar en el que lo había encontrado descubrió, amontonados junto al lugar que ocupaba el aparato, un grupo de tiras de cartulina con una sucesión de dibujos seriados impresos.
Retiró al atleta y se dispuso a colocar, una tras otra, todas aquellas tiras. Y así logró ver: las peripecias de un mono saltando árboles por la selva persiguiendo a Tarzán; el duelo de esgrima de los mosqueteros contra los hombres del Cardenal; los artes malabares de un payaso que lanzaba al aire una pelota tras otra; la exótica danza de una bailarina hawaiana a la orilla del océano; los golpes entre dos boxeadores que siempre terminaba con el mismo púgil por el suelo; a un león saltando el aro envuelto en llamas sostenido por el domador;… Carlos perdió la noción del tiempo. Cuando su abuelo apareció, sabía que aquel aparato le habría hecho olvidar el encierro que padecía. Se sentó a su lado dispuesto a seguir contándole historias, tantas como su imaginación liberaba ante las imágenes del zootropo.

CRSignes 08/12/2011

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30
Sep

Los Siete Espíritus Infernales en Amazon

Aquí os dejo la reseña de mi libro Los Siete Espíritus Infernales y Otros Cuentos que encontraréis en La Biblioteca del Nostromo que Ricardo Acevedo ha hecho. Pinchando en este link podréis ver el book-trailer del mismo.

Título: Los Siete Espíritus Infernales y otros cuentos
Autor: Carmen Rosa Signes Urrea
Ilustraciones: Carmen Rosa Signes Urrea
Editorial: miNatura Ediciones
Cantidad de páginas: 84
A la venta en Amazon: Amazon
Precio:
En Europa 1,61 €
En América 2,02 $

−Yo persistía en mi propósito de invocar al rey del
Averno. El huracán se estrellaba contra mi cuerpo y
retorcía furiosamente mi hábito monacal. Pero yo,
firme como una de las rocas que tenía bajo mis pies,
ni me amedrentaba, ni vacilaba en la empresa. Juzgué
entonces llegado el momento de llamar al diablo.

Monasterio de Broken. Año de Gracia, 1001. Jonás
Sufurino (fragmento) El Gran Libro de San Cipriano.

Debemos advertirte ingenuo lector que no te adentras en un libro común, es mi obligación sugerirte incluso, que murmurar estos nombres: Frimost, Bechard, Súrgat, Silcharde, Guland, Astaroth o Lucifer, implicaría el cumplimiento de todos vuestros deseos. A toda acción corresponde una reacción en igual magnitud y dirección pero de sentido opuesto, reza la 3ª Ley de Newton. Los sabios lograron intuir una de las leyes fundamentales de la magia ¿Qué hacer cuando el poder, la venganza, el sexo o la salud están a solo un paso?
Estas historias nos sumergen en el universo de las emociones humanas más allá de los demonios que rigen estos deseos, Los Siete Espíritus Infernales y otros cuentos son fábulas modernas que nos advierten sobre las miserias humanas, más terribles que cualquier castigo infernal. Donde no estamos a salvo en ningún lugar del Tiempo o el Espacio. No estarás seguro en La Habana, en París, o en el Hollywood de los años 20, y el libre albedrío –el poder de decidir entre el Bien y El Mal– se convierte en una cadena muy pesada de llevar.
Como sucede con El Gran Libro de San Cipriano –texto recurrente, apenas insinuado–, estos cuentos volverán a ti una y otra vez, no importa que creas haberlos olvidado.

Ricardo Acevedo E.

Descripción:
Los Siete Espíritus Infernales y Otros Cuentos reune 14 micro ficciones de corte fantástico. Los siete primero presentan los Siete espíritus infernales: Frimost, Bechard, Súrgat, Silcharde o la fuerza del poder, Guland, Astaroth, Lucifer; la segunda parte cuenta con los demonios y los pecados capitales: A orillas del Sena (La soberbia), Fiebre del sábado noche (La lujuria), Juego de salón (Mammon el demonio de la Avaricia), La custodia (La pereza), La ira de los justos (Satanas el demonio de la ira), La línea blanca (Beellzebub demonio de la gula), Mientas tú segura estarás en el cielo (Leviatán el demonio de la envidia). Escritos por Carmen Rosa Signes Urrea, estas historias reflejan desde su particular punto de vista la influencia y atracción que estos seres demoníacos despiertan en los humanos y que se ve reflejada en sus conjuros y las consecuencias de los mismos.

Se puede adquirir en AMAZON desde aquí

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10
May

Rue de l’Avenir

Los imposibles de hoy serán posibles mañana. Tsiolkovsky

En la Rue de l'avenir, acera rodante de la Exposición Universal del 1900, aún se palpa la emoción. La mecha prendió a las doce en punto.
El Kaiser Stolz –proyectil de un único tripulante– ha sido lanzado al modo Barón de Münchhausen, por su trayectoria creo que ya desciende. Propulsándose con hidrógeno líquido la Первая космическая скорость (Primera Velocidad cósmica) de Tsiolkovsky nos ha dejado atrás, muy atrás, demasiado. Mientras tanto, los norteamericanos dan forma al sueño del visionario Verne. El Columbiad, con sus cuatro tripulantes, aspira a llegar antes que nadie a su destino. Un dragón atraviesa el cielo iluminando su corto recorrido: los chinos -confiados en la pólvora- desplegaron un fugaz cometa de papel que desaparece junto a fuegos de artificio. Entre mis rivales hubiera preferido encontrarme a la mismísima reina Victoria en la Prince Albert británica de Boulton & Watt. Cilíndrico rodeado de válvulas diminuto después de desprenderse de los cincuenta metros de tubos con los que condesar el vapor de sus más de cuarenta calderas. La Centella, mi nave, desapercibida en su lanzamiento –gracias a la electricidad acumulada por el Excitador Eléctrico Universal ni fuego, ni humo, ni tan siquiera ruido–, es ahora visible a simple vista, millares de bombillas refulgen incandescentes.
Ya sólo puedo imaginar que en el Gran Salón del Palais D’Autriche los comentarios de los envidiosos han cambiado. −Les courses de ballons a Vincennes, ¡ese si que fue un espectáculo insuperable! Porque el cielo de París ha mutado los coloridos globos aerostáticos por el humo, las luces y el fuego de nuestras naves y cohetes.
Bajo nuestros pies el planeta figura como un pequeño balón de fútbol del que partimos para no volver.

12/11

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6
Nov

Una tarde cualquiera de verano

Desde la ventanilla los ojos de Rebeca se perdían en las manchas blanquecinas que iluminaban el monótono color de la pradera. Había comenzado a llover y los rebaños parecían huir en estampida en busca del abrigo de los árboles ante el envite de las gotas que caían con fuerza. Le hubiera gustado que el tren se detuviese en aquel momento, bajarse y jugar con ellos pero Adela le sujetaba fuertemente la mano.
—Rebeca dale esto al señor que nos lo está pidiendo.
Con timidez levantó la mirada. Le sorprendió el uniforme. Sobre todo aquella gorra que Paco no dudó en ponerle a la pequeña, ella se echó para atrás y abrazó con fuerza a su muñeca.
Sin mediar palabra y en vista del gesto de rechazo se lo calzó de nuevo y picó los billetes sin perder la sonrisa.
Unos pasos más y se encontró a Pepe que estaba más entretenido en las cuentas y los problemas de su libreta que en atender la demanda del pasaje.
—Ejem,… El billete por fa… —antes de poder terminar su frase se lo entregó, después de punzarlo lo dejó sobre el regazo del pasajero que no tenía ninguna intención de recogerlo.
Refunfuñando se dirigió hasta el final de la fila. Demasiados asientos para tan poca gente, pensó. Le hubiera gustado remodelarlo todo, concentrarlos en un mismo punto, pero no le daba tiempo, además Luís parecía reclamarle, como si tuviese miedo de arribar a su destino antes de ver su ticket revisado. Levantado y con la mano estirada, impaciente, incluso forcejeó con Paco.
—¡Démelo!
Ofendido Paco tuvo que reprimir empujar a Luís. Siempre hacía lo mismo. Nunca estaba conforme con nada. Era el más pequeño y le fastidiaba que nadie le dijera nunca nada, salirse con la suya, que no se lo consintieran todo.
Manuel apareció como intuyendo los problemas, venía tambaleándose entre la fila de asientos y paró justo enfrente de los dos al mismo tiempo en que Rebeca se había levantado y acercado hasta ellos.
—¿Puedo ir a la baño? —Miraba de reojo a Adela.
—Sigue hasta llegar al final, y en el otro vagón la primera puerta a la derecha.
Rebeca corrió sintiéndose liberada, de camino y sin soltar su muñeca se iba sentando en todos los asientos vacíos.
Paco tenía claro que el juego había terminado, se quitó la gorra y la chaqueta con rabia. La voz de Luís, que parecía ajeno a lo que acababa de hacer le devolvió a lo que estaban haciendo.
—Revisor ¿a qué hora llegamos a nuestro destino?
—Ya mismo —afirmó mientras posaba su disfraz en una silla.
—No —intervino Manuel que después de quitarse la chaqueta y la gorra que llevaba se colocó las de su hermano mientras con la mirada le recriminaba su acción. —Falta media hora señor —aseguró —siga con lo que estaba haciendo y disfrute de lo que queda de viaje.
Paco salió del cuarto cruzándose con Rebeca que importunaba con su juego de sillas vacías.
—Vaya, vaya con el señoritingo. Anda vete Paco, y no vuelvas, no te necesitamos para nada.
—Tú te callas Luís, siempre haces lo posible para disgustar a Paquito y fastidiar los juegos.
—No se ha estropeado Manuel, ahora tú eres el revisor lo que quiere decir es que lo que necesitamos es un maquinista. ¡Lo haré yo!
—Eso era lo que querías ¿no? —Adela, incluso Pepe, que dejó sus cálculos por un momento, asintieron ante la afirmación de Manuel.
—Sí —aseveró mientras se ponía el disfraz de maquinista. —Y ahora terminemos la ruta. Una cosa, ¿qué os parece si el tren descarrila? Con tirar las sillas…
—¡No! —contestó Manuel.
—Pues podríamos ser víctimas de un asalto… como en las pelis de vaqueros. ¡Me pido forajido! —Canturreó.
—Pero ¿no eres el maquinista? —Parecían todos sorprendidos.
—¡A cenar!
El tren había llegado a su destino. Pronto anochecería. Colocaron las sillas en su sitio, despegaron la estampa campestre de la ventana del departamento, tomaron a la pequeña Rebeca de la mano que se afanó en recoger su muñeca, apilaron las libretas de ejercicios de Pepe, y una vez desprovistos de los disfraces salieron de la habitación. Aquel verano estaba resultando tan divertido como habían soñado.

Carmen Rosa Signes Urrea (2011)

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29
Abr

El cuadrilátero

Al encenderse la potente luz de los focos, vimos aquel cuadrilátero viejo testigo de encarnizadas peleas marcadas por el amor al deporte y por la obligatoria presencia de las apuestas. Mudo testigo de grandes glorias: Kid Chocolate y Stevenson, entre otros destacados contendientes, bailaron sobre su lona.
Al subir pudimos sentir el vibrar de unas cuerdas que amortiguaron el empuje de unos besos como en su día lo hicieran con los golpes certeros de vencedores y vencidos.
Desde lo alto de aquel espacio, observé algo que hasta ese momento me había pasado desapercibido, entre la penumbra de un rincón vi tres sillas alineadas que soportaban el cuerpo recogido de un anciano que parecía dormitar. En la discreción de su anonimato miraba en silencio nuestros ridículos pasos, juguetones y atolondrados, que mancillaban la memoria de su valioso legado. Marcado por la edad y por incansables horas de gimnasio, de duro entrenamiento, se podía imaginar sobre él un pasado lleno de triunfos, que posiblemente concluiría en el mismo lugar en el que comenzó.
Me impresionó sobremanera aquel encuentro. Y apenas sin mirarle, recelando por si una mueca de comprensible desprecio pudiera salir de su mirada, al temer que nuestro inocente juego de enamorados sobre aquella plataforma que significaba y comprendía toda su vida le hubiese provocado, partimos avergonzados con la certeza de su discreto parecer.

CRSignes 2003

Publicado en Cuba en la antología del Certamen de microcuento El Dinosaurio 2008. Gallina y otros cuentos. Colección: Dienteperro. Editorial: Caja China.

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2
Mar

Si el lector no va al libro…

Una tarde el bibliotecario se paró ante algunos vecinos que hablaba frente a un muro de la calle sobre el que alguien había escrito; comentaban que no había hueco que no presentase, en perfecta caligrafía, una palabra o un signo de puntuación continuando un texto que se hacía cada vez más interesante; pero siguió su camino de regreso a casa.
A la mañana siguiente las calles amanecieron totalmente pintadas. La primera reacción de las autoridades fue la de buscar al culpable. Todas las miradas se fijaron en él por que aquellos escritos, que tenían enredadas a las fuerzas policiales, contenían cuentos, poemas, recetas de cocina, haikus, descubrimientos, biografías, novelas y un sin fin de formas literarias reproduciendo ideas, idiomas y todo el arte que suelen contener los libros. “Las Rimas y Leyendas” de Bécquer, “El Quijote”, “Romeo y Julieta”, “El Príncipe” de Maquiavelo, “El Principito”, “El Alef”,… y un largo etcétera de títulos conocidos o por conocer que más bien parecían una extensión de las estanterías de la biblioteca, estaban de esta singular forma al alcance de todos.
Como nadie le había visto hacerlo no pudieron acusarle por lo que fue advertido seriamente y conminado para que no se repitiera aquel mal vicio si deseaba perdurar en su empleo.
Las fachadas de la ciudad quedaron eclipsadas ante la mayor cantidad de graffiti registrados en el mundo. Desde todas partes acudieron expertos de policía, parapsicólogos, estudiosos de la materia, pero ninguno fue capaz de explicar el fenómeno.

ierto como todos los días a las nueve en punto. A los cinco minutos comenzó a temblar. ¡El despido inmediato!, pensó. Un grupo de vecinos, encabezado por el alcalde, se acercaba hacia el mostrador. Para su sorpresa, en lugar de amonestarlo le pidieron libros. Libros que además comenzaron a leer.
No concluyó allí el peregrinaje de lectores. Fue tal la asistencia en la biblioteca que tuvo que aconsejar la lectura de otras obras, pues muchos eran los que pedían ejemplares ya prestado.
De la noche a la mañana aquellos graffiti, que decorando muros y paredes habían redescubierto la lectura, desaparecieron. Los pocos testigos de aquel fenómeno tan portentoso como el que los hizo aparecer, dijeron a las autoridades que simplemente se fueron borrando despacio, casi al ritmo de la lectura de sus palabras.

CRSignes 31/05/09
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20
Jul

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology)

Montaje fuente imágenes Internet

A Ricardo

Las armas más crueles resultan
Humanitarias si consiguen provocar
una rápida victoria. (Adolf Hitler)

Bienvenidos a la N.W.T (New Weapon Tecnology). Atención damas y caballeros: se ruega no sobrepasen la cinta de seguridad y que durante aproximadamente dos minutos permanezcan con los ojos cerrados. La empresa no se hace responsable de las posibles lesiones provocadas por la negligencia de nuestros visitantes. Todas las normas de seguridad e higiene están incluidas y ampliamente especificadas en el catálogo anexo de la W.G.S. (Word Guns Simposium), y su simple presencia les obliga al total cumplimiento de las mismas.
Durante la dispersión nuclear precedida de un agudo pitido (momento en el que deben cerrar los ojos), serán testigos de su eficacia —la intensa luminosidad del proceso no impedirá que puedan contemplar lo que sucede pese a permanecer con sus párpados cerrados—. Este hecho no implica ningún riesgo para su visión. La fuerza lumínica generada por la deflagración, proceso que no será revelado —estaríamos tarados al hacerlo, advertimos la presencia de dos de nuestros competidores entre ustedes—, está convirtiéndose en una de las armas de destrucción masiva de mayor uso, sobre todo para aquellas conquistas en las que se busque el respeto a todo, menos a la vida.
Después de finalizada la visita se les entregará un cuestionario en el que podrán valorar sus impresiones y, por que no, si lo desean realizar una primera oferta sobre el muestrario.
Somos conscientes de la necesidad urgente que alguno de nuestros clientes tiene por nuestros productos y esperamos no defraudarles. Ahora, y con el fin de ofrecerles un pequeño refrigerio y unos minutos de descanso antes de la siguiente demostración, acompáñennos a una sala anexa en la que encontrarán: paños de hidrógeno líquido, atmósferas de éter fluctuante, un relajante yakuzy de metano, y debido a la presencia extraordinaria de mascotas como la carcoma espacial del general, un cajón para que pueda evacuar sus excrementos. Esperamos que comprendan la premura de esta visita debido al gran número de solicitudes abiertas presentadas para la misma, así que sean breves.
Les advertimos de que para la siguiente demostración se requiere de un tiempo no inferior a cuatro horas, debido a que nos trasladaremos hasta el emplazamiento preparado para la misma.
Para aquellos que finalicen de este modo la visita recordarles que nuestra empresa les hará entrega de unos recordatorios: souvenirs del planeta extinto que acabamos de aniquilar con nuestra bomba estrella.
Gracias por asistir y les esperamos en una nueva ocasión. No olviden pasar por caja antes de salir.

CRSignes 21/02/10

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8
Jun

Regreso a casa

©CRSignes2010

Había oído hablar de aquellos lugares repletos de desperdicios y miserias, pero nunca pensó que encontraría allí a su padre. La última vez que lo vio, discutía con su madre por la custodia de los hijos. Sorprendentemente y a pesar de haberla conseguido quería desaparecer.
¡Fantasías! Cómo puedes afirmar que lo haces por ellos.
Tú siempre tan suspicaz. Todo es efímero —concluyó.
Nunca más supieron de él, hasta dos días atrás. Albert recibió una notificación en la que se le convocaba para el retiro obligatorio del ciudadano Albert Ripling de Back-out Distrit, el vertedero de la ciudad. Un sector frecuentado por vagabundos y maleantes.
Temía averiguar en qué se había convertido su padre. Sentía vergüenza como cuando de niño le preguntaban sobre él y no sabía qué decir.
Un oficial le servía de escolta.
Sabemos que la medida puede incomodar, pero el alcalde quiere quitar de las calles a todos los hombres buenos.
¿Buenos? Está hablando del hombre que nos abandonó.
El condado no juzga los hechos personales. En ningún archivo consta que Albert Ripling haya cometido delito alguno. Por lo tanto la custodia corresponde a los familiares si los tuviera, en caso contrario a algún centro público.
Pues llévenlo allí, no quiero saber nada de él. Ojo por ojo…
Si persiste en su actitud deberé informar de su anormal comportamiento.
Tendría gracia. ¿Por qué no se le persiguió al abandonarnos?
El ciudadano Ripling cumplió alistándose en la expedición New Celux. A su regresó, herido y agotado, nadie le atendió a pesar de que todos los familiares recibieron las correspondientes indemnizaciones. Cuatrocientos millones de cromo laser por los perjuicios que la separación pudiera haber ocasionado.
Aquella narración le dejó pensativo. Recordó que su madre un día llegó con mucho dinero.
Venga niños, nos mudamos. Vuestro padre al fin pagó una parte de lo que nos debía por ley.

Un hombre agazapado, que se encogió con temor, miraba de reojo.
Ya me robaron ayer. ¡Márchense!
Albert reconoció la cadencia de su voz.
Levántese, este hombre ha venido a buscarle —dijo el oficial.
Alargó la mano lo justo para que Albert pudiera tomarla, y vio en su rostro aquello por lo cuál de niño lo admiraba. Comprendió muchas cosas que ya no importaban, era el momento de recuperar el tiempo, el amor, abandonar el rencor.
Venga padre, no se asuste. Es hora de regresar a casa.
¡A casa! Sí volvamos, tu madre debe estar esperándonos.

CRSignes 11/10/08

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19
May

El oasis portátil

©CRSignes2010

El cortejo de la princesa recorría el mundo en una caravana sin escalas. El derroche de medios, que hacía de la misma un espectáculo extraordinario, quedaba eclipsado por la soledad reinante a cada paso.
El rey no soportando ver que su hija tuviera que crecer rodeada de aquella inconmensurable sequedad, ni quedarse anclada en un punto fijo del mar de dunas que cubría el planeta, puso a trabajar a los ingenieros y científicos en la construcción de una nave autosuficiente. Aquel vehículo sería portador de un microclima que les protegería de la desertización, el calor y una muerte segura fuera en aquel medio. Árboles y plantas de las especies más tupidas impedirían que el sol alcanzara el piso, permitiendo mantener en su interior un ambiente húmedo eternamente regenerado por un sistema que aprovechaba la energía solar para crearlo.
Aquella muchacha ni tan siquiera recordaba la belleza del cielo azul, ni el brillo de las centellas nocturnas; fue encerrada en el ingenio mucho antes de que concluyera su construcción. Creció al tiempo que la vegetación que la protegería. Su padre no pudo ver el proyecto terminado.
Acompañada por una corte de fieles sirvientes se lanzó en la búsqueda de aquel futuro que soñaran para ella. Por eso después de soltar amarras, navegó rumbo al horizonte desdibujado por el calor en busca de alguna señal que les condujera hacia otro oasis.
Aprendieron a vivir hacia dentro. Cedieron ante el destino incierto y dejaron de tener comunicación con el exterior. Con el tiempo, en aquel vehículo que mantenía la ruta fijada, cualquier contacto o el recuerdo de la vida tal y como fue, se olvidó. Habían dejado de confiar en encontrar ese algo durante tanto tiempo anhelado.
Dentro del mundo creado por un padre que no hubiera visto con buenos ojos las relaciones que su hija comenzó a tener con uno de los técnicos de mantenimiento, relación que culminó el día en el que se casaron enamorados y felices, se convirtió en el principio de una nueva era.

Por su aspecto en la lejanía su contorno invitaba a engaño. Para aquellos viajeros que habían confiado su suerte en las bondades, casi inexistentes, del desierto en el que una gota de agua podía hacer surgir un perfil verde, vital, llegar a él podía significar la diferencia entre la vida o la muerte. Muchos fueron los que tarde, en su último hálito, descubrieron la imposibilidad de alcanzar aquel oasis portátil y murieron en el intento.

CRSignes 16/05/10

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18
Abr

Tras el impacto brillante que repartió amargura

Malos vientos arrastraron, de punta a punta del planeta, fragmentos punzantes que traspasaron pieles y vidas. Aquella arbitraria y compleja infección, producto de la malévola ambición de un diablillo perverso que vio destrozado su invento al querer enseñárselo a Dios, dejó al mundo partido en dos. De una manera u otra, nadie quería saber o hacerse cargo de aquel destino cambiado y disconforme. Unos por no comprenderlo y otros por no ser conscientes. Así sucedió que, en mi búsqueda, topé con un individuo perfecto: un niño, un alma pura que en su desesperante cambio era incapaz de reconocer los vínculos más cercanos. Se había vuelto insensible y distante.
Observé desde las alturas, mientras repartía mis gracias, cómo las criaturas simples, sobrevivientes al impacto brillante que repartió amargura, intentaban aliviar la baja temperatura con juegos. La nieve en su cara más amable, cuando comienza a ocultar los objetos, sirve para desenvolver las más variadas artes de diversión. Y en eso estaba él, intentando reír las gracias de una muchacha de su misma edad, que no comprendía el porqué de su serio rostro, de su tristeza, de su distanciamiento. Ante la negativa del muchacho por divertirse no tardó en quedar solo.
Lo sentí cercano, era como yo hermoso y frío. Aquel fragmento clavado en su retina oscurecía su visión; y el del corazón, sus sentimientos. Ambos seríamos felices. Por eso, sabiendo que nadie nos miraba, le ofrecí el cálido cobijo de mi abrigo, y lo rapté.
Atravesamos el cielo hasta acomodarnos en palacio. Parecía sentirse bien, tocaba mi rostro, me alisaba la melena. Con un beso logré que resistiera las gélidas condiciones a las que yo estaba acostumbrada, pero sólo en apariencia, pues no logré mitigar los efectos que le hacían. La tintura de su piel fue tornándose cada vez más oscura. Al poco tiempo, las costras y heridas que la congelación le causaba afearon sus rasgos, y me cansé de él. Su compañía me resultó tediosa. El mundo no paraba, y yo debía partir para seguir administrándolo, continuar mi búsqueda.
Cuando regresé había desaparecido. Como únicas huellas de su paso por palacio: la cartera que le había regalado, en la que guardaba los pedazos de hielo con los que jugaba a construir palabras y formas; dos fragmentos diminutos de aquel espejo endemoniado; y en el suelo helado un agujero que aún guardaba el cálido contenido en lágrimas, que consiguieron salvar su alma.

CRSignes 181009

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8
Abr

…et bête

Parece asombrarse de sí misma, de cómo aguanta el tipo después de haber sido capturada y encerrada. Intenta guiarse por un hilo de luz al principio apenas perceptible, que entra a hurtadillas en aquel húmedo habitáculo en donde descansa del pánico. Aquella rendija dosifica, a partes iguales, el hedor acre de las inmundicias de años de clausura, y la blanca línea —que desaparece por momentos— con la que pudo dibujar los contornos. Teme, y con razón, que la interrupción intermitente de la luz, se deba al paso de las figuras que la aguardaban al otro lado. “¡Prudencia!” Suspira imperceptible. Comprende que su destino no es terminar en aquella oscura y maloliente sala.
Cuando su renacido valor toma posesión de su ánimo, se alza para avanzar siguiendo la pared. A lo lejos, puede contemplar una primera forma, más o menos conocida, que se le insinúa como un obstáculo que debe ser sorteado, pero como por arte de magia, aquella silla desaparece. Su aventura no vería su fin, hasta que lograra salir.
Fuera como fuese, con pericia, pese a ser consciente de que todo en su entorno —sombras difusas de silueta conocida— se mueve, alcanza el corredor cerrado por una gruesa puerta de madera que abre.
La húmeda y fuerte ráfaga de viento, le hace retroceder. Un relámpago ilumina el pequeño patio interno de aquella construcción ciclópea y fría, que corona las alturas con gárgolas de piedra de formas amenazantes.
¡Creí haberla encontrado!
La lluvia irrumpe con fuerza y entra en una nueva estancia. La luz de las velas y candelabros titilantes tranquilizan su ánimo. Se acerca hasta la gran chimenea para calentar su cuerpo aterido, y aguarda fregando fuertemente sus manos, para devolverles el calor.
El tiempo transcurre lento…no pude dejar de mirarla.
Se envalentonó, era una muchacha de fuerte talante. Decidida a escapar de palacio, guía sus pasos hacia la entrada. El lujo exquisito deslumbrante, que la rodeaba, la entretiene, despierta su ambición, y entonces…
Se repite la historia por cuarta vez. Ninguna de ellas ha mostrado la sumisión y respeto anhelado. Debemos seguir aguardando.
Su rostro desencajado —me gustaría creer que no por mi aspecto de animal salvaje, sino al contemplar a mis sirvientes transformados en las piezas lujosas, antaño inanimadas, que me envanecieron y me hicieron presa de la maldición de la que tal vez podamos salir pronto—, me confirma que debo seguir buscando.

CRSignes 011109

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20
Mar

El Rock'n'Roll de Miss Samuels

La música llegaba con fuerza desde la calle. La ventana abierta permitía aquella intrusión que pronto fue interrumpida por la rápida intervención de Miss Samuels, que reclamaba la atención sobre el cálculo matemático que Carol intentaba desentramar.
A los alumnos les había resultado graciosa la penetración en clase de aquella antigua canción.
Miss Samuels, se acercó hasta el encerado y comenzó a correguir los errores de su alumna, antes de concluir el ejercicio.
El timbre que avisaba del final de la clase sonó. Los alumnos abandonaron el aula como locos. Carol, aún en pie, esperaba algún comentario de su profesora.
Aproveche el fin de semana, señorita, la juventud no dura siempre, no corra el riesgo de perderla.
Los sones volvieron a violar el silencio. El vehículo, un Buick descapotable, un clásico, aparcado en la calle, volvió a la carga con el volumen a mayor potencia.
Miss Samuels tomando el bolso salió. En el ambiente seguía flotando aquel Rock’n’Roll. Miss Samuels, comenzó a generar chasquidos rítmicos con sus dedos. Los que se cruzaron con ella, tuvieron que esquivarla, pues aquella tranquila mujer, ahora se desplazaba ligera contoneando el cuerpo siguiendo el ritmo de la canción. Su rostro sonriente parecía haber recuperado la lozanía.
Pasados unos minutos, y antes de alcanzar su destino —la sala de profesores—, la música paró, y ella comenzó a palidecer de nuevo.
Entró como pudo en el aseo donde se encontraba Carol, preocupada por disimular las espinillas de su piel.
Tiene mala cara. ¿Llamó a su esposo?
No, pequeña, no. No estoy casada. Abre mi bolso, por favor, y si encuentras un pequeño monedero dámelo.
Miss Samuels extrajo de él una diminuta medalla de plata, que besó antes de colgársela del cuello.
San Zadkiel, me devuelve la alegría y las ganas de vivir. Esta es la medalla de mi novio. Murió días antes de nuestra graduación. Aquel día íbamos a asistir a un concurso de baile. Bailábamos el Rock’n’Roll como nadie, pero un accidente de coche se lo llevó.
La voz y el ritmo pegadizo del rey, sonó de nuevo. Miss Samuels cerró su bolso, pellizcó cariñosamente el moflete de la joven, y se marchó.
Dos días más tarde, encontraron a Miss Samuels muerta en su domicilio. Calzaba unos hermosos zapatos de gamuza azul, y el disco de Elvis seguía sonando en el tocadisco con su inconfundible voz.

CRSignes 17/01/10

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3
Mar

Las mujeres que amó

Alejarse del hogar ya fue todo un logro. La soledad forjó su especial forma de sentir, de creer, siempre en oposición a sus pensamientos. No podía seguir así. Debía descubrir, conquistar, convertirse en el ser ambicioso que hubiera querido aquella madre que murió demasiado pronto entre sus brazos. “Hijo mío, algún día conquistarás a una mujer”. Y ¿cuándo será eso?—Le preguntó. “Tú sabrás cuándo”. Su madre, hermosa como pocas, no había tenido tiempo de educarlo, quizás se precipitó. Sabía que de ella había heredado el cabello rubio y la sonrisa, pero no los ojos. ¿De dónde le venía aquella penetrante mirada de azul intenso? Si hubiera conocido a su padre, seguramente éste le habría dicho aquello de que las mujeres son engañosas y falsas, y se lo habría creído.

Le tiraba la piel, tenía frío. El sol estaba levantándose. Agradeció la llegada de tan cálido aliado.
Una noche en vela dando vueltas a su deseo le animó. Apareció a tientas por la esquina de la casa. Desde el quicio de la ventana, el humeante pastel dejaba escapar su aroma en dirección a sus pasos. Lo tomó presto, era su primera conquista.
Vociferando, aquella mujer salió buscando al ladronzuelo. ¿Gruñía? ¿Qué extraño lenguaje era ese? Le recordó a su madre. Los ojos azules eran la señal que estaba buscando.

Lo había tramado minuciosamente. La llevaría a casa, más adelante ya pensarían en mudarse. Aunque él era reacio a abandonarlo todo.
Apenas sintió el tacto frío y escamoso alrededor de su tobillo, se desmayó. La tomó en brazos, ya podía regresar. Sintió alivio al notar el húmedo fango bajo sus pies. Poco a poco se fue adentrando en la ciénaga. Tenía ganas de despertarla, de enseñarle todas sus cosas, de explicarle la razón de su conquista, de su necesidad.

El agua del pantano no llegaba nunca a calentarse, el sol con dificultad apenas si alcanzaba el fondo. El frío húmedo pudo más que la impresión, y despertó.
Miró el tímido pero aparentemente complacido rostro de aquel monstruo rubio, sin comprenderlo, antes de gritar y convulsionarse desesperadamente. Los decepcionados ojos de un azul intenso de la bestia se desdibujaron del reflejo del agua cuando se sumergió con ella entre sus brazos.
En el fondo pantanoso de la ciénaga ahora descansa la bestia junto al los restos de las dos única mujeres que ha amado.

CRSignes 060209

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22
Feb

San Chamuel, Viena, y el vals

Camille, se alejó de la comitiva acercándose al río que atravesaba el campo santo. Las aguas dibujaban remolinos acompasados que la abstrajeron hacia el recuerdo de los bailes en Viena. Aquellos en los que reinaba la paz; en los que destacaba por su esbelta silueta y la gracia de sus movimientos; aquellos que llenaban de color las noches de velas, espejos y lujuria, y que la alejaron de su destino. El vals que Peters, sin saberlo, compusiera para ella, sonó en sus oídos.
La congoja la hizo tambalearse. Un extraño evitó su caída. La acompañó hasta la orilla remojando su pañuelo para que pudiera refrescarse.

¿Conocía bien a Peters, madame?
No creo que sea de su incumbencia —dijo eludiendo una respuesta.

Mientras volvía a esconder su rostro tras el velo del sombrero, que sin duda podía comprometerla, se alejó.
La ceremonia continuaba. El cementerio de la localidad austriaca, acogía más gente de la que podía albergar. El motivo, que Peters, su hijo predilecto, entregado al amor en Cristo, que evidenciaba con actos bondadosos y a la música, sería recompensado con todos los honores. Así como su afiliación política despertó más dudas que certezas, indiscutible era su grandeza como compositor. Entre aquella multitud, una decena de hombres camuflados del gobierno, vigilaban ante la posibilidad de hallar independentistas servios con los que se creía que Peters había confabulado.
Lo único cierto de toda esta pérfida historia: la bala asesina. Por que Peters, fue víctima del fuego cruzado. Lo encontraron sobre las escaleras de una catedral.
Camille, sabía que no había hecho bien asistiendo al entierro. Pocas horas atrás lo había visto por vez primera.

Un placer conocerla. Ahora sé, que no equivoqué ni una nota en mi composición.

Él, tomándole la mano, le entregó su medalla del Arcángel San Chamuel.

Permítame el atrevimiento, y le ruego que abandone la calle.

Camille, recelando de su ofrenda, no podía dejar a los suyos. Sus orígenes, su nación, de los que tantas veces renegó, ahora estaban primero.
Y fue aquel pequeño forcejeo el que la salvó de una muerte cierta, pues la bala que atravesó el corazón de Peters, estaba destinada a ella.
Tras aquel día, y presa de una intensa nostalgia, Camille, colgó de su cuello la medalla, y pese a que nunca renunció al placer de bailar un vals, jamás regresó a Viena.

CRSignes 130110

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12
Feb

La pianista

Cuando llegué a la corte, el cardenal se convirtió en mi protector. Fui llamado a servir, por mis grandes dones, en las filas de los elegidos; y como muchos otros, introducido en el mismo saco. Comprendí que tendría que pelear duro para que me valoraran. Las obras de Bach y de Vivaldi seguían expuestas en las galerías de palacio, presidiendo cada acto, como si aún estuviesen vivos.
En la soledad de mis recitales, cuando el silencio de la sala, precedía la primera nota, aún desconocida por todos, podía sentir el poder y la influencia del instante; y en ocasiones, conseguí que aquella mágica alquimia, que ahora atesoro en mi encierro, me favoreciera. Algo por lo que merecía la pena luchar.
Pierre Jaquet Droz era un genio, la ciencia en beneficio del arte, así pregonaba su carta de presentación. Con su pericia había conseguido que todos le admiraran. Fui absorbido por su maestría. Pasaba horas enteras en los talleres en dónde fabricaba sus ingenios mecánicos. Creí ver una consonancia, entre sus cálculos matemáticos, esas cifras emborronadas en papel, y mis partituras. Y esta simbiosis se vio materializada en el último de sus ingenios: la pianista.
Aquella criatura de exquisitos movimientos, era capaz de crear sin recibir órdenes, lanzaba miradas cómplices, mientras interpretaba hermosas melodías. Entonces lo vi claro: era dueña de mis creaciones. ¡Había robado mi arte, mi alma!
Por más que intentaron que razonara, que comprendiera, no lo consiguieron. Perdí el juicio. Me convertí en el hazmerreír de todos ante mis afirmaciones. Aquella obra de Satanás, estaba usurpando mi puesto.
Pero ahí no terminaba el problema, suave había entrado en mí, vanagloriándose de un triunfo robado que pregonaba a los cuatro vientos y que nadie más era capaz de ver, salvo yo.
Debía terminar con aquel despropósito. Liquidarlo. Y en la primera ocasión que tuve me lancé dispuesto a destrozarle las entrañas, pero fui detenido.
Ahora sobrevivo alejado de su influencia. Dicen que aún no ha parado, que sigue maravillando, creando, pero si de algo estoy convencido es de que ya no soy yo a quién posee.
La noche aviva las notas que crecen en mi mente. El piano suena cadencioso bajo mis dedos, y las melodías se pierden olvidadas, abandonadas al espacio que me envuelve, por que nunca jamás garabatearé más partituras, y así nadie podrá robarme.

CRSignes 191109

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31
Ene

Escucha San Rafael el corrido de la niña Maria Elena

…Esta es la historia
de la niña Maria Elena,
de su madre devota,
de su novio y de su padre…”
cantan los mariachis.

“Se cumplirá el destino”, decía amá. Había desaparecido de su mirada la fiebre que arrastraba. Vestida siempre de negro, una sombra la seguía. “Es el ángel —afirmaba —y cuidará de ti”. No recuerdo ni un solo minuto, en el que no rezara. Devota a San Rafael, llevaba su escapulario hasta para dormir. Mis padres discutían precisamente por eso. Nuestra familia se desmoronaba desde hacía años. “San Rafael, mi niña, es el único que puede salvarnos”, decía llorando, mientras de rodillas, rezábamos esperando a apá de alguno de sus largos viajes.
A apá, le caía de madre Eduardo, y si lo aguantaba, era por los favores que le regalaba. “Esto si que es amor por una hija”, gritó el día en el que anunciamos el enlace, dos semanas antes del juicio que condenaría a Eduardo, padre del niño que esperaba, a cinco años de prisión por tráfico de armas.

“…En el rancho paterno,
el tequila y la birria
bañan y perfuman el suelo,
mientras, en otro estado
la sangre de las armas exportadas.
se derrama por todas partes…”
los mariachis acompañaron el desfile nupcial, intentando disimular el cansancio que arrastraban de tanto tocar.

De blanco inmaculado entré en la iglesia.

…En la ceremonia los mariachis
seguimos cantando.
aguardando que la boda termine
para después seguir con el borlote
de la niña Maria Elena,
echar papa como animales,
y chupar hasta empedarse...”

Con el beso, las puertas volvieron a abrirse.
Desde la sacristía podían escucharse los gritos de apá. El lenguaje soez, se mezcló con los lloros y las súplicas. Eduardo no purgaría los delitos de su jefe. La sombra misteriosa de amá, intentó apartarme. No la dejé y el traje se tiñó de rojo. Todo había terminado.
Desde el otro lado, veo las consecuencias de mi muerte. A Eduardo lo mató mi padre, por haberme asesinado. “Se rompió la familia”, repite mi madre, mientras aquella sombra se aleja. Parece un ángel.
Los mariachis concluyen su corrido, al ritmo lento del cortejo que me acerca al rancho.

“La niña Maria Elena desea
probar un pedazo de su tarta
amá no la deja,
si antes no le limpia la falda
que le manchó su novio
que descansa como ella
al lado de María Guadaña.”

CRSignes 041209

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18
Ene

Las cosas de Maruja

Buenos días. Es grato conocer a la nieta de la señora Campos.
De esta forma, María, fue recibida por el director del asilo.
Espero que mi abuela no significara ninguna carga para nadie.
Pero ¿qué me dice mujer? Maruja era una persona encantadora. Le faltó tiempo para todo.
No la conocí. Ahora si me disculpa tengo un poco de prisa.
De acuerdo, aquí lo tiene. Esta caja contiene todo lo que dejó para ustedes. El resto, como la bicicleta y alguna cosa más, lo repartió antes de fallecer —María frunció el ceño, temiendo que pudieran haberle robado algo de valor.
Con la caja y un sobre con instrucciones, que debía ser leído antes de su apertura, subió al coche.
Si las experiencias se pudieran empaquetar, seguramente esta caja hubiera resultado pequeña. No olvidaremos a Maruja —le dijo mientras le cerraba la puerta del coche el director del asilo. Aquella frase, dicha con el corazón, la sensibilizó.
Entró en su domicilio dispuesta a averiguar todo sobre su abuela. Nada más abrir la caja la sorprendieron: un camisón de esos “super sexi”, un picardías rojo cereza con abalorios brillantes; catálogos de una multinacional dedicada a la venta por correo de artículos relacionados con el sexo; y un joyero con baratijas, del que cogió un colgante con forma de ábaco. Fue entonces que leyó la carta.

“Estimados amigos.
¡No! No se trata de ninguna broma, las cosas que encontrarán son de Maruja. A estas alturas ya habrán pensado cosas extrañas sobre ella. Espero poder enmendar la primera impresión con estas cortas palabras. Desde que entró en el centro, se dedicó a hacer a todos felices, y no cejó hasta conseguirlo. Sí, era una mujer vital, que vivía a tope. Deben aprender a respetar su recuerdo al igual que ella nunca cuestionó su abandono. Gracias por todo.
Cordialmente.

Garcés Leal
Director del Centro asistido para la Tercera Edad La luz del día"

Estaba molesta, pero en el fondo comprendía lo sucedido. Comenzaba a sentirse identificada con Maruja, con su abuela. Todo debía tener un fin, por lo que continuó rebuscando. Recibos, facturas y cartas envejecidas, se acumulaban en el fondo. Los recibos mostraban los pagos de un crédito con el que adquirió una propiedad, de la que encontró las escrituras, su abuela era una mujer pudiente; las cartas le hablaron de amores, de situaciones divertidas, de sentimientos despertados y encontrados, una tras otra las devoró con gusto. Al terminar, se había entregado tanto a ese recuerdo desconocido, que le fue negado sin saber el porqué, que llamó a su madre para averiguarlo. No podía permitir que la historia se repitiera.

CRSignes 271105

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6
Ene

Un fandango por San Miguel

El fuego no deja de crepitar. La húmeda leña, hace saltar chispas impidiendo que acabe de prenderse. El ritmo improvisado, anima al palmeo en un intento de conseguir el calor que no llega. Julio, conocido como “el velas”, da vueltas alrededor de la hoguera esperando a Antonia, su mujer. Acompañado de su tío a la guitarra, y de su tía y primos con las palmas, improvisa con un zapateado sobre el suelo de grava, salpicando de barro los bajos de su pantalón. El fuego que calienta el puchero de conejo y patatas, que cuelga sobre la llama, aromatiza el frío ambiente de la tarde que se desvanece de exquisito romero.
Antonia cree, que si consigue que bauticen a sus hijos podrán quedarse. Con sus tres vástagos y otro que está en camino, a cuestas, se acerca hasta la iglesia de San Miguel Arcángel.
Don Anselmo, pese a que la gitana no ha perdido misa desde su llegada, no acaba de fiarse de ella. Los vecinos, que estudian cómo echarlos, han llamado a la Guardia Civil. Aquella visita le incomoda.
Don Anzelmo uzted zabe que deceo lo mejó pa mi familia. Bautice a miz hijos, ze lo ruego.
Doña Crispina y Doña Engracia, escuchan escandalizadas la petición, y mientras se persignan, aguardan la contestación del párroco. Don Anselmo intenta razonar con Antonia, que no comprende los “pero” del representante de Dios, que la despacha hasta otro día.

Julio está demasiado entregado al baile como para ver al forastero, que contempla el arte de aquel espectáculo callejero, al que se une Antonia cantando a su regreso
¿Decea algo? —dice Julio.
Mu buenas caballero. No tenemos na que ofrecerle, pero seguro que hay puchero pa tos —afirma Antonia.
Tomando las manos de la pareja, las une con una pequeña cadena de la que pende una medalla.
No sois bienvenidos aquí. Tu corazón, Antonia, está destinado a encontrar un lugar en el que se os quiera, tienes fe y la suficiente fortaleza como para no rendirte. Pronto vendrán, y no es justo que os encuentren. Tomad vuestros cosas, vuestras carretas e idos. Tenéis mi bendición.
El palmeo y la guitarra no habían cesado ni un segundo, la vista de los gitanos se pierde en la medalla de un San Miguel Arcángel, que aprovecha el brillo que entrelaza aquellas manos, para desvanecerse, mientras la música acalla la llegada de la benemérita.

CRSignes 211109

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25
Dic

Flor de caña

A Federico García Lorca, y a aquella mulata anónima de la que se enamoró

El sol cae con aplomo calentando el embaldosado centenario de los callejones habaneros que le llevan hacia su destino. Federico camina, se detiene, contempla, no desdeña conversaciones mundanas, familiares, vulgares formas, ni sonrisas ni peticiones; nunca rechaza un buchito de café o de ron, puede que incluso tolere insultos. Busca el encuentro fortuito, persigue aquello que le obsesiona y pregunta, interroga. Necesita saber.
De vez en cuando descansa los calambres de las caminatas interminables. Algún mango reverdece los patios desvencijados de las cuarterillas. Desde la silla que le ofrece una negrona inmensa se recrea en la vida que se esconde tras sus puertas. Allí sentado, con la taza de café humeante recién molido en la mano, rememora las tardes de verano de su tierra; pero el acento distinto, el calor sofocante, los sonidos,… le sacan del hechizo y sorbe el elixir amargo y oscuro, dulcificado con el azúcar de caña.
¡Gallego! Hábleme de la madre patria —le dice la mujer mientras su rostro se ilumina con una gran sonrisa.
Pero Federico tiene las ideas fijas, no desea más que encontrar el objeto de su deseo. Se mueve por los pasadizos de calles buscando los ojos, el cuerpo de una mulata que ha visto en un cuadro.
Desconoce su nombre, sólo puede recrear con palabras el tono de su piel, el brillo de su sonrisa, aquellos ojos claros y las voluptuosas formas con las que consigue ensalzar a la mujer cubana como la más bella del mundo.
Oculta sus sentimientos tal vez por el miedo a ser juzgado. Muy pocos conocen de su ensueño, de aquel amor imposible acorde a su forma de ser. Nada más contemplar su imagen aflora en él el trovador, el poeta infame y desgraciado, que se contenta tan sólo con aspirar a su amada en la distancia. Él, rodeado siempre de mujeres que no se resisten a su encanto, a su inteligencia, a su arte, ve cómo su deseo esconde la fiebre desesperante del amor platónico, de aquel que se busca aún a sabiendas de que no va a ser correspondido. Sabe que antes incluso de que se marche de la tierra que le ha acogido y embrujado, lo único que le quedará será la imagen de aquella mujer hermosa, colgada del muro de sus deseos y que le acompañará siempre.
CRSignes 06/12/09

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12
Dic

El danzón de San Gabriel

“Quien el danzón interpreta,
siente con dulce alma
en el fondo de su alma,
que está cantando un poeta,
siente que la brisa
modela tierna canción,
siente que su corazón
late gozoso y más presto.
Quien no siente todo esto,
no sabe lo que es danzón”.

(Danzón anónimo)

Al entrar en el patio sentí como penetraba con cada nota, el soniquete acompasado de las trompetas, que elevaban su voz más allá de las nubes, hasta ocultar el ritmo contagioso de los timbales, la melodía del piano, y el canto de los violines. Dentro de aquella competencia musical, destacaba la figura enjuta del solista, un hombre de mediana edad, casi rozando los cincuenta, con un brillo poco habitual, que es sólo visible en aquellas personas con ángel.
Yo, buscaba el éxito que me acercara hasta La Habana, aunque en el empeño tuviera que poner en venta mi honra, comprometiendo a su vez la de otros. Siempre tuve la convicción de que estaba destinada al triunfo. Sin un ápice de humildad, con osadía, recorrí los escenarios de provincias, con un éxito, ¿por qué no decirlo? Nulo. “¡Oye chica! Con esa cara pretendes algo. Mírate, ¿pero dónde vas con tanto hueso? Ni buena voz tienes. Anda. Búscate un chulo que te mantenga, y quizás así logres cantar en algún cuchitril del Puerto de Matanzas.”
Aquellas palabras no consiguieron atorar mi empeño. Hasta aquel día.
Por efecto de aquella música, me ericé al completo. La contagiosa canción, corrompía con una excitación tan picante como dulzona. Nadie podía resistirse al baile. Se absorbía por la piel como un ungüento capaz de resucitar a cualquiera.
En el punto álgido en el que la melodía alcanza su mayor esplendor, cuando la trompeta aguanta suspendida en el aire la nota más aguda capaz de estremecer al más pintado, lancé una mirada al intérprete, que con un guiño me invitó a acompañarlo en escena. Vestida para la ocasión, cuidando hasta el mínimo detalle, con un traje rojo ajustado, zapatos de tacón del mismo tono, y un sombrero de ala ancha que acompañaba mis movimientos sensuales, creí conquistarlo.
Como poseída, contoneé el cuerpo bailando alrededor de aquel hombre que deslizaba la punta de su pie marcando el centro perfecto de mi deseo. “No soy yo, el que buscas. Y éste temo que tampoco es tu camino. Nunca luché contra ti ni contra nadie, no tengo necesidad. Deja que este cuerpo alcance la virtud que le está destinada.”
Jamás supe de aquel trompetista, ni yo, ni ninguno de sus compañeros de orquesta. El único rastro que dejó fue su música, que sigue estremeciendo los sentidos y erizando hasta el último poro de la piel, invitando al baile con su danzón.

CRSignes 021109

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6
Dic

Hechizo de amor

El roce de las rocas abría, a cada golpe, una nueva brecha sobre la piel de Ariel.
Temía mirarla. Le pesaba la responsabilidad por lo sucedido. De todos los días de su vida, este había sido el peor. Sin esconder la aprensión que le producía el tacto de la carne fláccida, buscó la forma de hacerse con ella para vararla hasta la orilla. En la laxitud de los miembros zarandeados por las aguas, creí ver movimiento real. Aquellos brazos parecían reclamar su ayuda; aquellos labios, los suyos; aquel cuerpo, que tantas veces deseó, la incursión de su sexo quizás por vez primera. Pronto llegaría a la orilla.
Ariel parecía dormida. Sin descansar ni un segundo reaccionó buscando el milagro que la resucitara. Había alcanzado la arena sofocado, y lo intentó derramando la totalidad de sus fuerzas. Pero su boca no insufló vida, ni sus brazos lograron animar el corazón encallado.
Abrió sus párpados esperando ver algún reflejo animado y amable, pero la masa vítrea de las pupilas se había apagado.

Seguía sin creer lo sucedido. El océano, cruel y hermoso, le había arrebatado, con la misma rapidez que se lo dio, el más preciado de sus tesoros. Pisó en firme por última vez, miró a sus espaldas, creo que intuyó mi presencia. Saltó con su amada entre los brazos. El cuerpo se tornó liviano al contacto con el agua. Retornó la fantástica sensación que momentos antes me hizo creer que ella le reclamaba. La sensual fuerza del vaivén, les meció, arrastrándoles cada vez más allá del seguro y seco refugio en el que había crecido, hacia el oscuro abismo de las profundidades.

Corrí desesperada. Con un gritó dejé escapar la angustiosa fuerza del miedo. Debía llamar su atención o lo perdería para siempre. En ese momento comprendí que nunca había sido realmente mío. No alcancé a calibrar como correspondía, el sentimiento que había unido a mi amado con Ariel.

El roce de las rocas acarició los cuerpos de los danzarines amantes, que el sensual empuje de las olas unía en la dicha de un amor consumado.

CRSignes 051009

Nota: Versión libre de "La sirenita"

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30
Nov

Un tango por San Jehudiel

El exquisito sonido de aquel tango, sorteaba la tarde espesa y húmeda del arrabal bonaerense. El calor resbalaba sus gotas sobre las siluetas alargadas de los paseantes, que se dejaban acariciar por el embrujo de la canción surgida de un viejo gramófono… y bailaban, o más bien se deslizaban a su compás. Catalina aguardaba a su amante. Aspiraba despacio el humo de su pitillo, mientras sostenía con la otra mano una copa de coñac. Lejos de ocultar su pecado, lo exhibía sin reparo. Había dicho que su esposo no la deseaba, que sólo se había casado con ella por su belleza, que quería sentirse arropada por los brazos de la pasión, aunque sólo fuera con el baile. Por eso bailaba como nadie. Se lanzaba en brazos de cualquier compadrito, para pasar con él la tarde y, por que no, la noche. Nunca se dejó ver dos veces con el mismo hombre. Era sumisa en los comienzos, e implacable y cruel en las despedidas.

Manuel había entregado su vida a la persona equivocada, y ésta, en lugar de evitarle el escarnio, lo exhibía en los suburbios. Aquella situación le encendió los celos. Al adentrarse en el arrabal le pareció reconocerla a cada paso, en cada esquina, en brazos de todos los hombres con los que se cruzaba. Aquella sería su última aventura.
En la noche cerrada seguía sonando la música. Las baldosas barridas por las pisadas de los bailarines, brillaban. La pericia de aquellos hombres y mujeres le hipnotizó. Creyó reconocer en ellos, la pasión olvidada de su esposa. Mientras tanto Catalina seguía aguardando. Ni siquiera alcanzaron a verse.
De entre las sombras dos figuras surgieron al unísono. La primera se acercó hasta ella, la segunda se situó frente a Manuel, y dándole una medalla le dijo:

Es una historia vieja, una canción conocida, amigo mío. ¿Por qué dejarse atrapar por los celos, cuando fuera de este ambiente existe otro canto más amable y dulce?

Catalina se entregó al baile. El último giro terminó con ella. La sangre de la puñalada salpicó su rostro. Murió de la mano de un amante despachado. Se derrumbó sobre sus brazos con el ritmo final del tango. Sin comprender lo sucedido todo el mundo aplaudió.
Manuel se alejó de allí, sin ser consciente de nada. La figura que le convenció había desaparecido. Sobre su mano abierta una medalla de Jehudiel.

CRSignes 251009

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25
Nov

Me porté como quien soy, un gitano legítimo

Dedicado a Manel, Fran y Andrés por permitirme formar parte de este precioso juego

¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
(Federico García Lorca, Son de negros 1930)



Aunque quisiera hacerse el duro, no lo era. Llevaba demasiado tiempo fuera de su Andalucía querida, y aquel viaje fue como un soplo de vida. Arropado por los suyos, admirado por todos a cuántos conocía, había desembarcado sin saber que lo que encontraría le iba a impactar tanto. En La Habana todo era sensualidad y belleza, todo era conocido. Aquellas calles, incluso sus gentes le hacían sentir como en casa. Los horizontes se agrandan para un Federico pletórico, que disfruta del aire dulce y cálido de Cuba, con aroma a palmera, café, brisa marina, y a hembra. Comenzó a sentir nostalgia de aquella tierra mucho antes de conocerla, y mucho más de abandonarla.
Lydia tenía motivos para sentirse feliz a su lado.
— Tienes que elegirlo —le dijo.
Con sensuales movimientos, la cubana se pasea frente a él. No evita el contacto, lo busca. Ha crecido una fuerte unión entre el grupo de escritores y poetas que le aguardaban, y se han estrechado los vínculos en un juego de admiración mutua, y fascinación.
— Sigue leyendo —le ruega ella.
—…En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos…
— No me conformo sólo con eso, continúa. Termínalo, te escucho. —Lydia no puede ocultar su excitación.
—…Sucia de besos y arena (Lydia le besa)
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios…
La musical esencia del poema, devuelve un rubor, años a desaparecido, a la cubana. Aquel cuerpo, abundante y altruista, toma con pasional admiración, las manos del poeta que concluye su texto.
—…Me porté como quién soy.
Como un gitano legítimo…
El ritmo de semillas secas que llega desde la calle, pone música a los últimos versos.
—...y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
—Eres un descarado, Federico, pero te amo.
“La casada infiel”, fue uno de los poemas que marcaron la estancia de Federico en Cuba. Un poema sensual como la hermosa mujer y la tierra que se lo inspiró, y que jamás logró olvidar.

CRSignes 22/11/09

Como mis amigos Manel Aljama, Fran Rueda y Andrés Hernández (Anhermart) este texto forma parte de un homenaje que hemos querido ofrecer a la figura de Federico García Lorca, con todos nuestra admiración y respeto.
En mi particular homenaje he tomado prestado el poema La casada infiel, que pertenece al Romancero gitano, aunque realmente, por lo que he podido documentarme, es un poema anterior a su visita a Cuba, puesto que precisamente a Lydia Cabrera, a la que se lo dedica, la conoció en Madrid en uno de los viajes de la escritora cubana a España. Pero eso no le resta importancia, por el interés que le nace antes de conocer aquella tierra sus costumbres y sus gentes.
En estos enlaces encontraréis los textos que forman parte de este improvisado juego:

Manel Aljama en su blog El viajero de las letras nos ofrece el cuento Dale café, mucho café.
http://manelaljama.blogspot.com/2009/11/dale-cafe-mucho-cafe.html

Fran Rueda desde su blog ...y miro al mundo como rueda, nos obsequia con el cuento ¡Calla que vienen!
http://entrellat.blogspot.com/2009/11/foto-campo-de-olivos.html

Andrés Hernández (Amhenart)en su blog Andrés el Barbero, nos regala
Esa perturbadora ambigüedad
http://andreselbarbero.blogspot.com/2009/06/esa-perturbadora-ambiguedad.html

Disfrutadlos, merece la pena. Gracias amigos.

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20
Nov

Una nueva vida le espera…

A Philip K. Dick con todo mi respeto y admiración

Inasible como el paso del tiempo, la nave barrió la ciudad. “Una nueva vida le espera en las colonias del mundo exterior. La ocasión de volver a empezar en una tierra de grandes oportunidades y aventuras. Un nuevo clima,…” Apática, escrutó la solitaria avenida decenas de metros bajo sus pies. Estaba nerviosa, dieciséis años sin pisar la calle. “Issobel, desaparece. Sobre todo hija mía, tu paradero debe ser secreto. Y no te fíes de nadie. ¿Comprendes?”. Su padre temía que los mataran. Miró al bebé, y mientras la abrazaba, agradeció la sensación de calor. Issobel al echar los cerrojos, activó todas las claves de seguridad, nadie más cruzaría el umbral de la casa.
¿Tienes hambre?
¿Qué hay para comer mamá?
Abrió el refrigerador y sacó un par de lonchas de bacón que picó bien fino. Revisó nuevamente el electrodoméstico, creía que aún le quedaban un par de frascos de huevos liofilizados. Con un poco de sucedáneo de leche y harina improvisó un mejunje pastoso, que una vez sazonado cocinó junto con el bacon simulando huevos revueltos.
Prométeme que mañana harás las tareas de casa.
¿Por qué no voy contigo?
Otro día mi vida, en otra ocasión.
De acuerdo.
Issobel elogió la obediencia de su hijo.
La ciudad casi abandonada —cien años de lluvia ácida mermaron las ilusiones de encontrar una solución— se había convertido en un supermercado para vagos y maleantes, “La gente honrada jamás viviría aquí”, rezaba una pintada en la fachada de la catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles. Issobel, ocultó entre su busto la pistola. Esperaba no tener que enfrentarse. Años atrás, había sido preparada para situaciones peores, pero las tornas giraron, y su libérrimo destino mutó en una reclusión voluntaria marcada por el miedo. Una turba descontrolada cruzó la calle sin verla forzando la entrada de un local. Estaba de suerte, aquel edificio había sido un comercio. Confiaba sacar de él suministros suficientes como para no volver a enfrentarse al peligro. Pacientemente aguardó a que se marcharan. Entró. Una presión en el tobillo la hizo caer. Rápida de reflejos, extrajo la pistola y disparó.
¡Muere pellejudo! —gritó.
La deflagración alertó al grupo, pero uno tras otro cayeron todos.
El mundo había sucumbido ante los Replicantes, pero mientras un Blade Runner quedase vivo, habría esperanza.
Recogió lo que necesitaba y regresó a casa, unos cuantos años más y su hijo estaría también preparado.

CRSignes 220709

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15
Nov

Un GodSpell por San Uriel

Los acontecimientos habían sucedido demasiado rápido. Confiadas, acudieron a la cita discográfica que las lanzaría al estrellado. Habían pasado de la seguridad del coro GodSpel de la iglesia evangelista, a un peregrinaje por los clubes en donde poder probar fortuna como cantantes. Eran jóvenes y hermosas, en una época en la que, por su color, sólo el triunfo podría sacarlas de la miseria. Las promesas tomaron forma de grabación. Pero al llegar al estudio, las vendas que cubrían sus ojos, con ingenua ilusión, saltaron de golpe. El precio por ver cumplido su sueño —ser como Aretha, Rosetta Tharpe, Ella,…—, tornó en lujuriosos requerimientos.
Aquí sólo hay dos formas de conseguir la fama: con la cartera llena o dándome lo que os requiero —afirmó Mr. Foodward.
En el callejón resonó el impacto de la puerta al cerrarse.
A poco menos de dos cuadras, la Sagrada Familia. Con sus puertas siempre abiertas, a Coraline, se le antojaba el lugar perfecto en dónde calmar los ánimos.
¿Por qué no regresamos a casa? —dijo entre sollozos Ángela.
Coraline, atusándose la melena, no le contestó. Mientras atravesaban la basílica, tomó el pañuelo del cuello, y se lo colocó en la cabeza en señal de respeto, sus dos compañeras hicieron lo mismo.
Se recogieron ante un pequeño altar. En la imagen representada de tinturas policromas, las figuras de Adan y Eva avanzaban desconsoladas mientras el arcángel San Uriel, amenazante, conminaba a desaparecer, espada en mano, a la serpiente.
Me siento sucia. —dijo Rose.
No digas tonterías —contestó Coraline.
Deberíamos regresar con alguien. Darle su merecido… Mis hermanos…
Ángela, cuida tu lengua. Estamos en la casa de Dios.
¿Puedo ayudarlas? —el monje apareció de improviso.
Ángela y Rose, habían quedado paralizadas. Coraline, más osada, avanzó hacía el capuchino.
San Uriel tiene muchos devotos, —les dijo — en el amor a Dios encontraréis la respuesta a vuestras inquietudes. ¿Necesitáis algo?
No sería correcto. No pertenecemos a su iglesia —afirmó Ángela.
Dios es el mismo para todos.
Tras una profunda conversación, que les hizo comprender la importancia de dejar atrás el atolondramiento, las muchachas partieron hasta su casa acompañadas por el monje.
De regreso, Mr. Foodward salió al paso del capuchino. Cuidándose mucho de no rozarle, lo esquivó. La mano del religioso asió con fuerza su flamante espada, el aguijón que salvó a las muchachas de la envidia de un demonio, que no soportaba saberlas al servicio de su contrario.

CRSignes 111009

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9
Nov

Rosado impredecible

La sensación de placer y la ausencia de cansancio y de miedo, vinieron a sustituir los sobresaltos y el insomnio. Hasta ese momento cerrar los ojos había supuesto algo más terrible que el peor de los castigos. Con aquellas pequeñas píldoras rosadas, habían logrado calmar ese ser oculto en la mente de su hija, que la mantenía en el mismo estado de alteración, despertándola una vez tras otra, en un sueño que parecía no tener fin. Con gritos, llantos, empapada en sudor, y el pis impregnado en las sábanas y el colchón, que apenas si tenía tiempo de secarse, la encontraban.
Todo aquello había acabado. Los elogios comenzaron cuando las pastillas color rosa hicieron desaparecer los sueños que torturaban el descanso infantil.
Pero la tranquilidad volvió a mutar en preocupación. Cada vez las noches se hacían más largas para la pequeña, hasta el día en el que no quiso despertar. ¿Qué había sucedido? Los doctores no encontraban explicación, se comportaban con vergonzosa apatía. Mientras, en el rostro de la niña dormida se podía intuir el miedo, y en el de su madre la angustia. Temía lo peor, asumía la imposibilidad de despertarla, pero acostumbrada al contacto directo con el pánico y el miedo de su hija, se preguntaba sobre ¿dónde habían quedado los malos sueños? Y ¿quién la rescataría ahora del acecho de la bruja? La imaginó presa en la casita de chocolate. Inasible hasta el momento, pues siempre se despertaba a tiempo, ¿cómo se libraría ahora si no podía abrir los ojos?
Necesitaba saber el paradero de aquellos sueños malditos, por lo que tomó las pastillas rosadas ella también.
El camino estrecho y oscuro la guió hasta la conocida casa de dulces formas. Se sintió atraída, no creía lo que pasaba, solía ser dueña de sus sueños. La bruja asomaba el busto por la ventana. Acabó rendida ante aquella situación conocida de final impredecible, libérrima voluntad desconcertante. Temiendo el final del cuento, deseó que el sueño terminara, pero los barrotes se interpusieron en su camino. Ya no podía salir, y su hija estaba con ella. Temió el terror que se reflejaba en los ojos de la niña. Deseó con todas sus fuerzas poderla sacar de allí. Rezó.
Despertó empapada en sudor, estaban fuera, habían escapado. Cogió a la niña en brazos y siguieron el camino, aquella senda estrecha que conducía a la casita de chocolate.

CRSignes 170709

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1
Nov

Diario de un rodaje

—Haga el favor de comenzar a leer.
—A sus órdenes…ejem, ejem…
“Día Uno
Después de dar vueltas como tontos hemos llegado a la localización propuesta por la esposa del productor. La mansión y sus alrededores tienen posibilidades, aunque un poco más digamos céntrica, hubiera estado mejor. ¡Está en el culo del mundo!
El director de fotografía me ha dicho que en cuanto tenga las copias reveladas, me muestra sus ideas, espero que sea pronto y no se eche para atrás, pues con la borrachera que llevaba por la fiesta de bienvenida ha debido terminar tirado con alguna de las chicas.
Me aseguraron que llegaría hoy mismo el material, sin él no podemos comenzar.
Día Dos
Algunos de los actores se han mostrado en desacuerdo con la organización. Cierto es que debería haber estado todo listo, pero no dependía de mí. Ya veré cómo negocio con ellos, hay que comenzar los ensayos con la lectura del guion, despegar este proyecto de una, aunque esperando el material y las fotos. ¿Dónde coño se habrá metido ese fotógrafo? Tenía que ser mi cuñado. Si no fuera porque le conozco me preocuparía. No sé qué sucede, todos muestran gran apatía por la casa, dicen que no se encuentran cómodos, que les asusta, sienten por ella un odio increíble, ¿qué esperaban de una casona del siglo XXVIII?
Definitivamente, mi cuñado se ha largado con otra, confesaré que no me molesta, ahora el problema es decírselo a mi hermana. Comenzamos los ensayos sin vestuario, sin atrezo, sin equipo de rodaje,… ¡Sin NADA! Me han asegurado que salió hace tres días.
Salvo alguna que otra gallina clueca y pichón desmelenado estoy contento con el plantel de actores, espero que memoricen bien el guion, sobre todo la protagonista que es un bellezón, una auténtica “Queen Screen”, además de muy complaciente… Las chicas ya andan practicando los gritos.
Día Tres
Continúan quejándose por la casa, vale que es oscura y tenebrosa, que se escuchan ruidos donde menos te lo esperas, eso es lo característico para una película como la nuestra y lo más económico. Menuda imaginación tienen.
Esa compañía de transportes ha escrito su epitafio. Hemos estado al borde de una rebelión, no ha sido sencillo convencer a estos actoruchos para que me ayudaran a rescatar nuestras cosas. A un kilómetro de la casa, abandonadas en medio del camino, las hemos encontrado. ¿Cómo les haya sucedido algo?
Día Cuatro
Se han marchado cinco más. Ayer otros seis. Supongo que se ofendieron por tener que hacer de mozos de carga. Esta mañana encontré en la entrada las maletas de otros cuatro, aún puedo convencerlos para que no se larguen. Voy a estudiar qué les ofrezco. Esto parece una epidemia, no sé qué están incubando.
Si sigue así, voy a enloquecer… ¡Esas tontas no paran de gritar! Me parece bien que practiquen. ¡Todo tiene un límite! ¡Encima el güisqui se acaba!
Hoy corrí hasta la biblioteca, no aguantaba sus estridentes alaridos y no había nadie. Hubiera jurado que salían desde allí, el “delirium” seguro. El problema es que siguen sonando, no sé desde dónde. Estoy comenzando a sentir respeto por este sitio. Tendré que retractarme de mis palabras, pues me estoy quedando solo. Esta tarde se fugaron la actriz principal y cuatro más del equipo, incluida la del vestuario. Vaya panda de cobardes. Tendremos que buscar otro lugar porque de lo contrario voy a empacar yo también y todo a tomar por saco.
Intentaré descansar. Tengo incrustados los chillidos en mi mente, debe ser por la falta de alcohol. A ver si regresa mi asistente, la envié al pueblo para comprar güisqui y aún no ha vuelto. Acabo de regresar del sótano y creo que contamos con el mejor de los equipos de FX. Vaya realismo, todo inundado en sangre. Se me puso la piel de gallina, creo que no volveré hasta mañana de día. De veras me impresionó.
No encuentro a nadie. ¿Dónde coño se metió todo el mundo? El silencio es aterrador, estoy comenzando a asustarme…”

...Y aquí termina señor.
—Gracias teniente. Hallamos el camión de transporte a kilómetro y medio de aquí. No rastro de los operarios. Y la mansión, supuestamente repleta de comediantes, totalmente vacía. Todos volatilizados. En fin, en cuanto terminen de recoger muestras, nos vamos. Este lugar me provoca escalofríos. ¡Ah! Se me olvidaba, al cerrar la biblioteca me pareció escuchar gritos. ¿Usted no los oyó? Estas casa viejas tienen este tipo de cosas. Otra cosa, si ve a mi ayudante dígale que venga enseguida, hace una hora que le mandé por un vaso de agua y aún estoy esperando.

CRSignes 060109

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25
Oct

Más allá del sueño

Aurora, enojada, arrastraba a su hija a través del patio después de que ésta le desobedeciera para unirse al grupo de niños formado en torno al payaso. Hoy cumplía años, y estaba nerviosa. Alcanzó el salón, y fue de inmediato a hablar con su esposo.
¿Qué ha hecho ahora? —le preguntó.
¡Desobedecer! —afirmó ella.
Venga, no le des importancia, llévala con su ama, y tú Aurora regresa a tus quehaceres.
Media hora más tarde, estaba enfrascada entre cacharros, intentando organizar el banquete que se celebraría aquella misma noche en su honor. A él acudirían, como era acostumbrado, todos sus amigos y familiares. Sus padres hacía un par de días que se habían desplazado desde su retiro y, esa misma tarde, estaba prevista la llegada de sus madrinas.
Seis años atrás, en ese mismo lugar, la fiesta duró varios días, entonces Aurora cumplía dieciséis años de edad, y todo se auguraba perfecto. Pero apenas si lograba recordarlo. Eran tantas las cosas sucedidas desde entonces: la boda, el nacimiento de su hija, la jubilación de sus padres,… que una incomprensible cerrazón se había instalado en su memoria.
Arrullados por el trino de las aves, Aurora y Felipe, aguardaban a los invitados.
Por ti esperaría la eternidad entera.
Yo tampoco puedo imaginar la vida sin ti. Voy a buscar a nuestra hija, tuvo ya suficiente castigo —se compadeció ella.
Mientras atravesaba los corredores en dirección a los aposentos de la niña, bien por la soledad o por el silencio, sintió una música extrañamente conocida, y cómo las sombras parecían querer hablarle. Turbulentamente el presente se mezclo con las escenas de su pasado. Era el día de su dieciséis cumpleaños, y acababa de conocer a su amor. Negada a seguir los dictámenes de sus padres, se fugó. En su huída una insólita melodía, pareció guiarla astutamente hacia un corredor oscuro, en el que unas escaleras apuntaban bien alto. De repente, la sombra lunar de su mano se adelantó al roce punzante de la aguja de un huso, y perdió el conocimiento.
Abrió los ojos al reconocer la voz de Felipe y sentir sus labios pegados a los suyos, pero aquel no era su esposo, semejaba un anciano encorvado. Ante el avejentado entorno de ruinas desoladas sintió una fuerte opresión en el pecho.
He aguardado una eternidad entera por ti —le dijo.
Y Aurora, sintiéndose muerta, cerró los ojos buscando el retorno a la vida que había dejado atrás.

CRSignes 280809

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20
Oct

Las lecciones de mi abuela Ana

La abuela Ana me instruyó para no dejar nada en el plato. Mi madre decía que no iba a crecer, pero después de aquel verano, pasé de ser un enclenque a gastar, con diez años de edad, tallas de persona mayor. Tuvieron que sacarme del comedor escolar por culpa de mi voracidad desmedida; ni recoger los platos dejaba, si en ellos quedaban restos.
La abuela Ana me adiestró para que saltara las vallas con los ojos cerrados, decía “aunque lo hagas con ellos abiertos, en cuanto despegues los pies del suelo nunca sabrás ni dónde ni cómo vas a caer”. Estarán pensando que qué hacía un niño regordete tirando a obeso saltando así, pues la verdad es que no llegue a conseguirlo, pero incrusté tan bien el consejo, que gracias a él nunca temí las dificultades. No puedo enumerar la de veces que pisoteé a todos los que se me pusieron por delante. Metafóricamente hablando, claro.
La abuela Ana incubó en mí el instinto. Cada vez que me enfrentaba a ella, era un reto: conseguir la comida o simplemente conversar, eran una dura prueba en la que tuve que aprender a deducir por mi mismo. Creo que eso me agrió el carácter. No sé lo que es tener un amigo.
La abuela Ana me enseñó a no tener miedo del cuarto trastero. De pequeñito, solía evitarlo, hasta el día en el que se dio cuenta de ello. “La imaginación para los sueños —decía— sólo podemos tener miedo de aquello que no se encuentra allí encerrado”. Aprendí a guardar en él todo lo que me asustaba, y ahora no hay nada en el mundo que pueda aterrarme. ¿Me pregunto si los miedos son los mismos para todas las personas, o si soy el único en tener uno de éstos?
La abuela Ana me educó para decir la verdad. No puedo retractarme de ello. Siempre aproveché todas sus enseñanzas hasta el límite: cuando ambicionaba lo que los demás rechazaban, no me molestó engullirlos; salvando los obstáculos que impedían mi avance, humille sin remordimientos ni piedad incluso a la gente que me apreciaba; un sexto sentido me alertaba de los peligros, y yo actué siempre en consecuencia; y los miedos quedaron todos allí, en el cuarto trastero con nombre y apellido. Cuando crucen esa puerta comprobarán, hasta qué extremo he llevado las lecciones de mi abuela Ana.

CRSignes 291208

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12
Oct

Cómpreme una caja, mister

Ahora pasan los copos de nieve frente a ella, seguidos del flujo constante de viandantes que da cuenta del animado bullicio, de la frenética actividad del lugar. Pero por más que eso ocurra siempre termina sola. Nadie repara en ella. Apenas una pequeña luz, como un chispazo es visible, pero sólo en ocasiones. Un destello apagado, que se eclipsa con el sonido de las campanadas que marcan el paso de las horas.
Tiempo atrás aún podía esperarse una reacción acorde a su presencia, pero las costumbres han cambiado. Le pertenece el tiempo, lo tiene todo. Hay quién ve en ella, la grosera forma con la que la vida nos muestra sus carencias; algunos desearían ayudarla; pero la mayoría la ignoran. Los destellos contabilizan el tiempo, que no acaba. El ciclo se repite, siempre existe un momento en el que se le acercan, la agasajan, escuchan, y ella sonríe antes de ver como se alejan, la desprecian, ignoran… para terminar llorando. Su historia, contada una y mil veces, no es más triste que la de cualquier otro.
Una noche me abstraje en sus sonidos, formas y colores, huyendo de los regaños de mi jefe, imaginándome frente a ella en el espacio estrecho que la separaba de la realidad. Y ahí estaba, calada hasta los huesos, el frío atenazaba sus palabras. “Cómpreme un par de cajas, mister.” En ese mismo momento la hubiera tomado en brazos rescatándola de su destino, pero no lo hice.
No comprendo el porqué de retenerla en esta rueda sin fin al compás de este engranaje sonoro, que marca a destiempo su vida. Encuentro atroz el esfuerzo de aquel artista, posiblemente suizo, fabricando, pieza a pieza, los fragmentos de aquella fantasía helada. Suena la triste canción del fin del cuento, a las doce se quedara sin fósforos—demasiados que encender, la caja se vacía— y en ese momento, esconderá su diminuto cuerpo en el interior del cuco. De niño ocultaba ahí las cerillas que le robaba a mi madre. Los falsos copos se espesan, y por un momento desaparece. Una hora más tarde resurge, y mientras suena la primera nota, un fulgor brillante la devuelve a la vida.

CRSignes 260409

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6
Oct

El cazador de ratas

Los roedores intentaron huir de la absorción que los elevaba en un remolino ascendente, mientras eran aspirados por la cámara de vacío. No sobrevivió ninguno.
Tenía poco tiempo y escasos recursos, necesitaba conseguir sustitutos, por lo que decidí regresar al mismo lugar.
Aquellos hombres que tan amablemente me habían recibido por la mañana, cuando me ofrecí para librarles de las ratas, parecían incómodos ante mi retorno, incluso hicieron lo posible por deshacerse de mí. Poco menos que me trataron como un adversario, un maleante No es que me importara demasiado, más bien poco, ningún vínculo tenía con aquella gente, pero no comprendía el porqué del cambio.
Fue sencillo capturar a mis presas, aunque me sorprendió que especies distintas, pudieran ser atraídas de igual modo. Mi abuela siempre decía que con la música se puede conseguir cualquier cosa. Por tercera vez en un mismo día, recorrí el camino de regreso. La niebla espesa que difuminaba el paisaje nos ocultó. Todo hubiera sido más rápido de no quedar el cortejo casi bloqueado en aquel embudo que comunicaba con la nave. Al paso de la comitiva se cerraría la compuerta. Aún no había terminado de desfilar el último de ellos, cuando desde el fondo del pasillo, escuché los gritos, casi ahogados por la distancia, de uno de ellos que había quedado rezagado.
¡Qué os zurzan! —Creí entender.
No me importó que no llegara, estaba tullido.
Apreté el botón que accionaba el dispositivo de absorción, y a los pocos minutos las jaulas estaban repletas.
El desacoplamiento se haría efectivo en 55 segundos, después me aguardaría un largo viaje de regreso al hogar, con tiempo suficiente para la investigación, y ¿quién sabe? Puede que incluso consiga algún premio si alguno de ellos llega vivo: son tan jóvenes.

CRSignes 110909

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1
Oct

El día del trueno

Copérnico, fue el primer planeta en ser calculado gracias a la observación. Se podría suponer que la alegría de tenerlo al alcance, no fue menor que la que experimentó su descubridor 300 años atrás.
Imaginaban cómo se vería su superficie; si realmente habría desarrollado la vida —los informes hablaban de un ambiente favorable—; eso unido a que estaban ante el planeta que más semejanzas tenía con la tierra de los descubiertos hasta entonces (tamaño, densidad, tiempo de rotación, distancia con respecto a su sol, etc.), convirtieron aquel momento en el más anhelado desde que partieran. El ordenador central interrumpiría la transmisión de datos a la base una vez comenzado el descenso, y se retomarían cuando estabilizaran su posición en la superficie del planeta.
Sabían que una vez completado el proceso, deberían pasar horas antes de poder salir, “El método de adaptación es menos versátil de lo que esperábamos”, comentaron. Se lamentaron también del tiempo que deberían aguardar antes de ver, con sus propios ojos, el entorno que desde la órbita, que durante varios días habían tomado, semejaba tan similar a la tierra. Por un momento creyeron haber regresado a casa. La discusión surgió cuando distinguieron construcciones, algo que no confirmarían hasta el descenso.
La nave, al roce con la atmósfera se tornó incandescente…

-----------------------------

La multitud zarandeaba nerviosa la carreta a su paso. La pira aguardaba al condenado, que seguía sin comprender el porqué de tanto revuelo, sólo por dar a conocer sus estudios que afirmaban la posible existencia de otros planetas como el propio en el firmamento.
El fuego prendido de la antorcha, vacilaba ante las ramas finas y los montones de paja amontonada a sus pies.

¡Dios aguarda en su seno a los justos, pero aquellos que obran con el maligno serán condenados y arderán por siempre en los fuegos del infierno! Antes de que las llamas purifiquen el alma de este ínfimo y sombrío personaje, cuyas afirmaciones han puesto en entredicho su obra, démosle la oportunidad de retractarse, dejando limpio su recuerdo, puesto que la salvación de su alma no está en nuestra potestad.

Las protestas de los concurrentes enmudecieron… Una estela cruzó el cielo seguida del trueno más grande que jamás ningún humanoide antes hubiera escuchado.

Mientras el frío de la noche extinguía los rescoldos de la hoguera, del cielo llovieron piezas de metal incandescente. Aquel día jamás sería olvidado.

CRSignes 120509

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23
Sep

Historia de un títere

Si el salitre no hubiese endurecido los hilos de los que pendía, nunca lo hubiésemos encontrado. Cayó a tierra. Yacía cubierto de polvo y suciedad; su cuerpo desvencijado y revuelto, acentuaba la inmovilidad. Sin la prolongación de sus apéndices, apenas si retornaría a la vida, era difícil reparar en la especial forma de su cuerpo enjuto y alargado; en los delgados miembros partidos por las articulaciones; en la cabeza redondeada coronada por un cónico sombrero rojo, con aquella nariz puntiaguda hundida hacia el interior.
Papá le sopló con fuerza y me entregó el muñeco. “Ve y sumérgelo en agua jabonosa. Si lo recuperas te contaré su historia”.
Era de madera, el tono azul de su camisa contrastaba con el amarillo del pantalón de peto, tipo tirolés; el sombrero había perdido la pluma; y el rosa de sus mejillas estaba descolorido. No pude devolverle la forma, tal era el nudo orquestado por sus cuerdas. Intuí que sin la cruzada superior su recuperación sería imposible. Corrí hasta papá que había regresado al desván; entre sus manos una fotografía que mostraba un viejo carromato de madera; junto a él, un anciano sonriente sostenía varios títeres de hilos, y justo enfrente, desparramado por el suelo, un grupo de niños parecía divertirse.
“¿Quién es papá?”, le pregunté. La respuesta vino de la boca de aquel muñeco narigudo que se movía grácil delante de mí, una vez que papá desenredó los hilos. “No le conozco”, la voz sonó aguda, versión falsificada de la de un niño. Entonces, aquella protuberancia nasal comenzó a crecerle. Cualquier movimiento del muñeco se veía precedido por aquella nariz, que parecía querer libar de todos los objetos de su contorno. “No le hagas caso pequeña. Cuando falta a la verdad le crecen las narices. El de la foto es tu abuelo, mi padre, y se pasó la vida animando sus creaciones. Pinocho fue una de ellas, pero no supo comprender, y aún no comprende que no se puede intentar ocultar la verdad, negar lo que uno es. “¡Maldita puta con alas!” Farfulló el muñeco. “Nunca aprenderás hermano”, contestó papá.
Antes de salir del desván, vi cómo bajaba su cabeza a la vez que su nariz retornaba al tamaño original. Mientras desenredaba nuestros hilos, papá me contaba un relato que comenzaba el día en el que nació hacía ya mucho tiempo.

CRSignes 230809

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17
Sep

Impregnación

Aturdido, despertó en medio de la espesa bruma nocturna. Anduvo con cautela. Por doquier encontraba obstáculos que le hacían perder el equilibrio.
Vagamente recordaba lo sucedido. Al mirar su atuendo recordó; regresó sobre sus pasos y volvió a descansar donde su cuerpo reposaba.

………………………………

¿Lo has visto? –preguntó.
¿El qué? Vida mía —contestó ella.
El espectro del único superviviente de la batalla que aconteció aquí. Dicen que falleció al ser consciente de lo que había sucedido.
No mi vida, no. ¿Acaso tú sí?
De nuevo la bruma lo ocultó todo y el rumor de los pasos silenció la respuesta.

CRSignes 2003

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10
Sep

Realmente no hay lugar como el hogar

“Carretera en obras” Así rezaba el cartel colgado de una cadena en la entrada de la senda.
Y ahora ¿por dónde voy?
Recién llegado a Munchkinland, lo primero que hizo fue posicionarse al principio del camino y esperar a que pasara alguien.
Un grupo de munchkins asomó por la cuneta, caminaban en fila de a dos con sus gorros calados hasta las cejas. Decidió mirarlos pero sin decirles nada. Cuando llegaron a su altura detuvieron el paso. El que abría la fila dijo.
¿Me puedes decir si llegas a tiempo o estás haciendo tarde?
¿Cómo?
¿Acabas de marchar? —Le parecieron groseras aquellas preguntas.
Si te refieres a si acabo de llegar, así es. Me manda Dorothy.
Pues entonces tendrás que seguir el camino.
¡No se puede! Está cerrado.
¡Uy! Pensando así llegarás cerca. —Parece regañarle— Lo que no se termina no se puede comenzar —Y se alejaron.
Aquella conversación le había servido para decidirse. Apartó la cadena y comenzó a caminar sobre aquellas baldosas que en el acto se tornaron amarillas. Al instante un flujo constante de criaturas, surgidas de todos los rincones, poblaron la senda. Durante todo el recorrido anheló no encontrarse con ninguno de los personajes conocidos, aunque no los necesitara. Podía prescindir de guía. Pero algo le desconcertaba ¿sería capaz de llegar sin unas zapatillas rojas como las de Dorothy?
En el cielo, cuando ya el horizonte marcaba el final de la ruta y la ciudad Esmeralda dibujaba su forma resplandeciente, vislumbró la figura atroz de la bruja que descendía. Sus pies, calzados con sendas zapatillas de rubí bañaron con su color el campo y sus cultivos; el cielo, las espesas nubes, y pájaros; y el bosque cruzado por un río ahora rojo que lindaba con la senda que seguía, también mutó de color.
No me temas. Me necesitas.
Nadie sabe que he venido, salvo Dorothy.
Y tú. No olvides quién eres, tú eres quién está aquí. Póntelos. —La bruja le entregó sus zapatos, y él al calzárselos recordó su origen. Entonces golpeó tres veces aquellos talones.
Bienvenido a casa Mago.
Oz regresa a su estado. Ya no hay color en su senda, todo vuelve como al principio, la obra comenzada termina ya, el camino torna a cerrarse esperando que alguien llegue o se marche de nuevo. Y un cartel colgado de una cadena en la entrada de la senda anuncia: “Carretera en obras”.

CRSignes 270409

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28
Ago

La estirpe del reino

El espejo es el enemigo del que no quiere ni oír hablar. La conducen por los pasillos; reconoce el lugar; se fía de sus guías pese a la brusquedad del desplazamiento. En volandas la acercan al baño. En las diferentes salas aún cuelgan los recuerdos de su vida díscola y descontrolada, del gasto sin desenfreno, del lujo desmedido carente de buen gusto. Todo terminó el día en el que quiso librarse de ella, y ahora sólo busca revivir las sensaciones y vivencias de antaño.
Años atrás fue lo que quiso, hizo lo que le vino en gana, y nadie cuestionó su comportamiento. Era hermosa ¿Por qué ahora intentan recluirla? Se sabe con derechos. Se cree alguien, y aunque hasta no hace tanto lo fue, ahora su mente está desahuciada, perdida, enganchada en vida al descenso hasta los infiernos de los fármacos que la mantienen en pie.
Tropieza su cuerpo enjuto contra las paredes, esquinas, puertas; no tienen el menor cuidado, provocándole marcas y moratones. Apenas siente el escozor de las heridas.
El baño rebosa en frescura, de una fuente emana constantemente agua de rosas, y su perfume la relaja. La desprenden de la bata —liviano tejido que apenas si puede esconder su demacrado cuerpo—, y se suelta con furia pero sin fuerza de los brazos que la sujetan.
Con movimientos obscenos, desafiantes, se acerca al espejo, se resiste a darle la cara. El esperpento aguarda oculto, lo sabe. Antaño lo vio, pero entonces aún conservaba su frescura. Observan cómo sumerge la cabeza en la fuente, el líquido empapa su cuerpo que tirita, aunque no deja que la sequen. Regresa frente al espejo caminando de espaldas, y antes de mirarse, formula la conocida pregunta, pese al temor que le produce pronunciar aquellas palabras.
Espejito, espejito mágico… ¿Hay alguien más hermosa que yo?
La respuesta se demora en sus oídos, tanto, que grita de nuevo la pregunta y vira sin abrir los ojos. Teme ver el espíritu oculto, que le trajo la condena.
El silencio por respuesta la reconforta, se deja trincar por las personas que la aguardan, que cubren su cuerpo empapado y desnudo. La bata de seda es sustituida por una camisa blanca de fuerza.
Blancanieves, mira a su padre que llora mientras acaricia el rostro antes hermoso de su amante. La estirpe de su reino está a salvo, pero para que eso ocurra, ha tenido que renunciar al amor de su vida.

CRSignes 050409

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23
Ago

La tercera estrella al norte del firmamento

Siempre quiso permanecer en la superficie de las rocas durante un tiempo mayor. Junto a sus hermanas, comentaba las historias que Peter primero y después Wendy le contaron. En ellas había querido ver la mágica ilusión que la catapultara fuera del agua, recorrer el mundo, secarse al sol, y caminar. Aunque ella iba más lejos aún, deseaba surcar los aires y volar, cualquier cosa con tal de agradarle a él. Pero para ello debía convencer a Campanilla, y sabía que no sería sencillo; por que en aquella isla suspendida en el universo, las relaciones entre las féminas eran más bien sombrías.
Todo comenzó el día primero en el que Peter llegó. Por una más que comprensible razón, no hubo muchacha que no se sintiera atraída por la natural arrogancia y el porte de aquel galán eternamente joven. Mientras la sutil inocencia de las niñas enamoradas pasó desapercibida, no hubo conflicto; pero pronto se dieron cuenta de que el amor apuntaba en una misma dirección, y la rivalidad se tornó en envidia, y la envidia en celos. Peter no quiso entrar en el juego, “Nunca Jamás” y todo lo que representaba, era lo único que él deseaba. “El amor es cosa de viejos”, decía. Por suerte, se dieron cuenta de la ínfima valoración que de él tenía, y de que hasta que Peter no quisiera crecer, ninguna podría conquistarlo.
Observando los destellos de la luna reflejados sobre la superficie de la bahía, recordó todos sus intentos fallidos por surcar el aire. Sabía que llamando su atención tendría quizás la última oportunidad, pero nunca había contado con la aprobación del hada. Ya era hora de que hablara con ella.

Alargó la mano, y con la punta de los dedos levantó pequeñas gotas cortando su reflejo. Rompió nubes, realizó piruetas, zarandeó las ramas de los árboles, y antes de zambullirse definitivamente bajo la superficie del agua, sonrió satisfecha. Durante unos segundos, tal vez minutos, consiguió que su amado, mientras cruzaba un puente colgante capitaneando a los “niños perdidos” en una incursión en tierras indias, no apartara la vista de ella.
Campanilla también sonreía, la próxima vez sería la sirena quién le ayudaría para intentar despertar el amor de aquel inmaduro Peter.

CRSignes 130509

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16
Ago

El humor... El amor

Si no cambio pronto de vehículo van a decir que parezco un anticuario...
Jajaja... Luís, ¡qué gracioso eres! Si te dedicaras al mundo del espectáculo seguro que te dirían eso de que tienes “duende”.
Marina amor mío, si me hubiera dedicado al mundo del espectáculo y con este coche, hace años que estaría trabajando de payaso en un circo. ¿Recuerdas el numerito en el que el coche que llevan los clown se desmonta a piezas?.... Pues ponme una nariz roja y ¡Et voilá!
jajaja... Vas a conseguir que me orine encima....jajaja —no podía dejar de reír— ¡Para ya amor! Que hace rato que me estoy haciendo pipi, recuerda.
¡Uhmmm! Deja que me prepare, siempre deseé que me hicieras una lluvia dorada. Pero salgamos del coche, no quiero ponerlo perdido...
¡Calla ya!
¡Oh no! Espera, ¡mejor aún! Voy a recogerlo para hacerme una cura. Tengo la piel de las manos cortada.
Abrió la puerta como pudo, siempre había funcionado mal aquella manilla. A duras penas consiguió esconderse tras de un árbol. Cuando regresó, su rostro reflejaba un cambio de humor.
¿Por qué lo has hecho?
¿Te has disgustado conmigo por la broma? Creí que te gustaba mi sentido del humor.
Y claro que me gusta. Pero mi vida, te pedí que pararas. Sabes que mantengo una lucha encarnizada con mi vejiga. Hace más de un año que padezco de incontinencia.
La miró a los ojos, tomó con las manos su rostro y la besó tiernamente.
Hace más de treinta años que renuncié a todo aquello que creía por ti. Eres el dogma de mi vida y lo que más me duele en el mundo es disgustarte. Espero que puedas disculpar a este payaso con coche desvencijado incluido.
Con una sonrisa en su rostro, dijo:
¿Ya hace tanto?
Marina, en el algoritmo de las prioridades de mi vida tú ocupas el puesto más importante.
Gracias Luís. Vamos, regresemos a la ciudad que aquellos jovenzuelos ya nos miran de forma extraña.
No lo dudes. Seguro que están pensando lo del anticuario. ¡Mira como se ríen!
Si tuviera que elegir entre la vida acomodada que me ofrecía mi esposo y este ir y venir contigo ocultando nuestro amor al resto de la gente, a los tuyos, creo que volvería a seleccionarla. Me siento la mujer más privilegiada del universo.

CRSignes 070605

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10
Ago

Instinto materno

Envuelto en papel de seda, el tutú había perdido su forma.

¡Grosero! —Regaña la abuela al muchacho que saca la mano de la caja, asustado.

La abuela recibe un efusivo abrazo de la niña que abandona sobre la silla la bolsa de la escuela en cuanto llega, y se deja guiar. La casa tiene un aspecto distinto. El aséptico envoltorio que normalmente protege muebles y paredes, ha sido retirado. Un flujo de luz blanquecina ilumina en exceso cada rincón. En el centro de la sala, un abeto artificial de espeso ramaje.

¿Qué es abuela?
¡Cógelo! Esto es para ti. —La caja, objeto inusualmente orgánico que tanta curiosidad despertaba en el muchacho, es ahora entregada a su hermana que sigue sin poder apartar la vista del árbol.
¿Qué es? —No le contesta.
Ya te acostumbrarás. —Le dice su hermano vestido de uniforme.

Las manitas recorren la caja levantando el polvo acumulado. Por primera vez, Ágata, siente el perfume dulzón que surge del interior de aquel recipiente de cierre hermético. Estornuda.

Son violetas.
¿Lo de dentro? —Pregunta Ágata, mientras su hermano cala la bayoneta en el fusil de juguete.
¡El aroma!
¿El qué?
¡Toma!

Extiende su mano para que alcance un pequeño frasco vítreo etiquetado. Lee “Esencia de violetas”.
Abre ahora la caja.
¡Abuela! —Grita con alegría.

Entusiasmada se embute el tutú, atusa el tejido para que recupere el vaporoso volumen. Las zapatillas se las coloca la abuela, que trenza en las diminutas pantorrillas su cinta de seda.

Baila para nosotros.

Los pies se vuelven ligeros. Salta. Su cuerpo se eleva y queda suspendido. Junto a su hermano, forma parte de la decoración de aquel árbol ahora repleto de unos objetos que separados no dicen nada, pero que juntos cuentan una historia.

¡Abuela! No conocemos el cuento. ¡Cuéntanoslo!

El niño vestido de soldado tullido y la bailarina, aguardan con entusiasmo. La abuela se dispone a abrir las páginas del libro. Mientras, en el exterior de la nave la velocidad luz altera las cosas, los acontecimientos se precipitan, y en esta ocasión del enorme y hueco estómago de la abuela saldrá el pez que se comió al soldado, que murió amando a la bailarina, que terminó abrasada junto a él al calor de las ascuas.
El robot detiene el proceso, aquel final atroz no le ha gustado nada. Ejercer de abuela de los especimenes humanos, condiciona.

CRSignes 220409

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5
Ago

Tusitala, "el que cuenta historias"

Embarcaré rumbo a tropicales aguas, emulando gestas del pasado. Buscaré consuelo en la inspiración que contagió el deseo de grandes artistas y, como ellos, me dejaré atrapar. Lloraré al no poder emular sus hazañas en manos de algún capitán intrépido con el que atravesar los océanos y los mares, varando en cada puerto, bordeando costas peligrosas en los confines de un mundo aún desconocido, a bordo de alguna nave impulsada por el vapor y el viento, que dibuje -con el negro humo del carbón- nuestra ruta en el cielo limpio y cálido del trópico.
Apenas si tendré tiempo de releer las obras de mis admirados, pero no por ello renunciaré a sus letras. ¡Schwob me acompañará siempre! Escribiré un diario que compartiré contigo a mi regreso.
Tras la corta travesía de un vuelo directo, anotaré cada uno de los detalles de las tierras que en su día Schowb pisó en su Viaje a Samoa, para buscar en ellas la magia que contagió su mente distorsionada por la fiebre en el delirio.
Me trasladaré al archipiélago en donde reposa Stevenson, aquel en el que habitaron ambos, buscando vestigios de las historias que contaron.
Visitaré la tumba del autor de "La Isla del Tesoro", buscaré respuestas del porqué Schwob nunca llegó a pisarla, y esperaré convertirme como ellos en un "tusitala" para los aborígenes, y pertenecer a la misma estirpe.
Temo descubrir que ya nada quede de aquel paraíso. Que las playas vírgenes, a las que sólo se accedía por un mar en donde el reflejo de las naves teñía las cristalinas aguas del arrecife, y el velamen acompañaba con su música a los remeros que deslizaban a los viajeros hasta la costa, ya no existan. Deberé hacerme a la idea de que las danzas de movimientos obscenos, que sirvieron para espantar enemigos, han sido convertidas en espectáculo para turistas y en cantos amenazantes en un juego de pelota; que los aromas ya no sean puros; y las mujeres no vistan sus livianas y coloridas telas florales, teniendo que trincar al vuelo sus insinuaciones que, de seguro, ya no tendrán la inocencia de aquellos tiempos —desconozco si se querrán fiar de mí—. Y aguardaré tu respuesta antes de regresar a tu lado, pues necesitaré saber por tus palabras que aún me esperas. Entonces, lloraré a lágrima viva hasta sentir escocer mi piel, en mi partida de estas islas, al tener que alejarme de Samoa.

CRSignes 01/04/09

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29
Jul

Ese gobierno que nos manipula

Nunca fui malpensado, podía llegar a ser: regordete; flacucho; desmelenado; cuadrúpedo, si perdía dos de mis seis extremidades; pero malpensado o conspiranóico como mis hermanos, nunca. Ellos, en cambio en cada acción del gobierno veían la manipulación.
¡Qué los semáforos se averiaban y debíamos aguardar o tomar rutas alternativas? La mejor forma de encubrir acciones secretas como movimientos de tropas, o vete tú a saber... ¡Qué subían los combustibles, bajaba el empleo o disminuían los salarios? La excusa perfecta para que los que mandan, pudieran jactarse de nuestra inmovilidad, indefensión, y carencias. ¡Y qué no decían de los medios de comunicación y de entretenimiento! ¡Los peores! Pues, según ellos, sólo servían para atontar a la ciudadanía.
En una sociedad pequeña como la nuestra, parece mentira el límite al que puede llegar la imaginación de los recelosos.
Mientras tanto, en casa pasaba desapercibido; ni abrir la boca podía. “Deberías retractarte de tu actitud hermano”, decían, “si no lo haces ahora, pronto te arrepentirás”.
Intenté despegarme de ellos, de los pensamientos retorcidos, pero de tanto compartir comencé a incubar las mismas ideas, por lo que acabaron incrustándome sus miedos. Entonces sucedió lo del avistamiento.
Pasó sobrevolando la ciudad la nave más grande que jamás se había visto. Era oscura, de forma irregular, un poco más estrecha en el centro, y la parte posterior sobresalía hacia abajo, era rara, ¡muy rara! Todos la vimos, ¡todos! Nos sentamos aguardando las noticias, aquellas que nos mostraran los pormenores del hecho extraordinario. Debía, incluso, haberse interrumpido la programación. Pero nada, todo seguía igual, el mismo programa de entretenimiento, con entrevistas y música como todos los días permanecía en pantalla. Nadie se había movilizado. ¿Esperaban acaso que nos alzáramos nosotros en una heroica defensa del territorio?
Y entonces sucedió, la tierra comenzó a temblar y otra nave igual que la anterior, bueno quizás un poco más pequeña y con la base trasera acabada en punta que casi acaba incrustándose en el suelo, pasó rozando los edificios hasta desaparecer.
Fue entonces que las pantallas quedaron mudas, y un único rótulo informaba de algo que ignorábamos, el paso casual de los que parecían ser nuestros vecinos, demasiado grandes para darse cuenta de nuestra insignificante presencia.
Ha pasado un ciclo de aquello y ahora nos estamos planteando, si toda esa historia de los vecinos, no formará parte de otra conspiración por parte de ese gobierno que nos manipula.

CRSignes 040109

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24
Jul

A galope tendido

Subido al caballito, Migue, dejaba que éste le cargara dónde quisiera.
Habían recorrido juntos casi todo el mundo conocido. Conocido por él, naturalmente.
La tele, era su mejor guía. De los documentales sacaba las ideas y las retenía en su abierta memoria.
A pocos días de su quinto cumpleaños destacaba, en él, su despierta imaginación.

Mamá, háblame de la China... Mamá, cuéntame sobre Australia... Mamá, dime lo que sepas de Francia... Mamá, guíame por Sierra Morena...

Y mamá atendía aquellos requerimientos con mucho gusto. Ocurría por las noches y ella no tenía reparos en narrarle con un grado de fantasía —muchas veces se veía desbordada por las preguntas sobre territorios demasiado remotos para ella—, los detalles que a él le pudieran interesar.
Y todo aquello, terminaba alojado en la pequeña cabecita de Migue que acumulaba aventuras con las que, el día siguiente, retomaría la galopante carrera de sus sueños después del descanso nocturno.
La celeridad de sus movimientos —su corcel era el más rápido del mundo— ayudaba en sus escapadas.
Siempre estaba preparado para realizar hazañas de heroica conquista, descubrir nuevos territorios, o romper fronteras.
A lomos de su caballito: resbalaba por la barandilla; saltaba la verja; bordeaba el seto, demasiado alto para él; y esquivaba los charcos. Si no estaba huyendo de temibles ogros o cruzando fosos, galopaba sobre las nubes para no perderse la danza de las princesas a orillas del Rhin al compás de un minué, o las tracas con las que se festeja el año nuevo chino en el gran desfile de los dragones mandarines. Se le podía escuchar animando a su cabalgadura, mientras escalaba la cresta de las olas, siguiendo la ruta de Simbad por los siete mares.
Y cuando el sol se ponía, corría hasta los brazos de su madre simulando no estar cansado pero exhausto; y ella, mientras Migue le contaba sus aventuras, lo cogía en brazos, le daba un gran beso, y le entregaba la merienda cena antes de llevarlo a dormir.

Mamá, ¿está muy lejos el lejano Oeste?

Aquel día, víspera de su cumpleaños, no podía dormirse. Mientras la puerta del cuarto se cerraba, Migue comenzó a tramar su próxima aventura.
Un atracador se había escapado a galope tendido de su celda, y él, a lomos de su brioso corcel, debía ayudar al sheriff en su captura.

CRSignes 100806

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13
Jul

Pájaros de celulosa

A Carla con cariño

Pajaritas. Miles de pajaritas de papel de colores y en todos los tamaños poblaban la mesa, las sillas y el aparador, invadían la estantería, se las podía encontrar por el suelo del pasillo, en la cocina, el baño, y también en el dormitorio por encima de la cama. Aquella colección de aves de celulosa, existía gracias a las manos de Daniel, que vivía bajo la protección de servicios sociales en una casa de acogida. De ventana a ventana, Daniel se hizo mayor pegado al cristal, observando los pájaros que revoloteaban. Por culpa de unos padres de pensamiento arcaico apenas si fue a la escuela. Sus progenitores lo sacaron pronto debido a las bromas de aquellos niños maliciosos y maleducados, que veían en él el centro de sus burlas y chistes: “¿De qué te van a disfrazar tus padres para carnaval? ¿De pájaro bobo? “
Lo poco que pudo aprender lo atesoró en su mente, que creció libre. Años después, con sus padres ya fallecidos, fue a parar a una casa de acogida. El cuidado del muchacho le correspondió a un matrimonio anciano que, no sabiendo que hacer con él en el primer encuentro —Daniel no hablaba prácticamente con nadie—, se limitaron a darle papel y colores, con la esperanza de que se entretuviera dibujando. Fue entonces que comenzó aquella apasionada colección.
La primera pajarita la hizo inseguro, rememorando el día en el que en la escuela le enseñaron. Para ella escogió un papel de un blanco hiriente, que él rompió dibujándole unos ojos; aprovechó todo el folio, y una vez terminada se la regaló a los viejos (el único regalo que que hizo en toda su vida). Cinco minutos después ya estaba haciendo la segunda. Tomó un color azul cielo con el que emborronó la totalidad de la hoja, le dio forma y la colocó junto a la ventana. Así una tras otra fue llenando la casa. Le consiguieron papeles de colores y cartulinas. El desparpajo al hacerlas era tal, que cuando se quedaba sin suministros las confeccionaba con lo que encontrara. Las había de papel de periódico, de envolturas de caramelos, de papel de aluminio, livianas y diminutas, de papel de fumar, incluso de papel moneda de diferentes países que enganchaban sobre un gran globo terráqueo. Sentía tanto placer, que no pusieron freno a su creatividad hermosa y obsesiva. De ahí que en poco tiempo convirtieran la casa en una gran jaula sin barrotes que todo el mundo visitaba.

CRSignes 080309

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8
Jul

El jardín encantado

El último copo de nieve del invierno se derrite en su mano volviéndose a formar una vez traspasado el umbral del jardín encantado. Todas las primaveras, desde que era niño, cumplo con el mismo ritual buscando quizás que se repita el milagro.
Entramos con sigilo y respeto, como me enseñó mi padre y a él mi abuelo, caminando despacio sobre la tierra seca y cuarteada por el frío. Dejamos el suave casi imperceptible dibujo de nuestros pasos, como si aún, al oírnos, pudiera despertar y con él su ira. Cuesta descubrir entre la maleza helada, que circunda los restos del castillo, el sitio exacto dónde reposan los huesos, el mismo en dónde lo encontraron cubierto de flores blancas. Durante años fue el anfitrión perfecto, el miedo que despertaba aquel físico descomunal y su mal carácter, se transformó convirtiéndose en el mejor de los amigos, un maestro de sueños y esperanza. He oído su historia, la misma que ahora cuento, una y mil veces, y nunca me canso. Los ojos que me miran reflejan mi logro. Me consumo en la tristeza al saber que esta ceremonia jamás podrá repetirse, porque este año será el último. No, yo no me he rendido, mi vocación sigue intacta, pero las máquinas están preparadas. Vemos amenazador, en la lejanía, el brillo de las grandes herramientas que perturbarán el descanso eterno de aquel temible gigante que lo fue una vez, para convertirse luego en el más tierno y amable de los hombres. Tendremos que hacer de tripas corazón y callar. Ahora los egoístas son ellos. Es una pena que no crean a este charlatán.
Hoy traspasé nuevamente con mi hijo el umbral del encantado jardín del gigante egoísta, y como ocurre de cuando en cuando en primavera, reverdece antes de florecer el melocotonero que da sombra a su reposo, por que hoy mi hijo ha subido hasta sus ramas.

CRSignes 100409

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2
Jul

Chassé

“El verdadero bailarín dibuja en el aire con sus movimientos la música Debe ser versátil de intenciones, preciso en sus pasos y rápido de reflejos”.

Se había deslizado hasta cortar su trayectoria. Tropezando con él, cayó al suelo.

Dame las manos.
Disculpe, pero no le vi. —El crepúsculo había oscurecido los contornos. Como el galán de la historia le tendió las manos, pero su figura era más bien sombría.
¡Levántate! He venido a buscarte ¿Te ocurre algo? —Ella lloraba. — Dime lo que sientes, no temas.
No deseo levantarme. He comprendido que estas zapatillas no están hechas para mí.
No estoy de acuerdo contigo. Luces hermosa de todas formas.
He cambiado, no deseo ni notoriedad ni fama, este pensamiento es ahora el más ínfimo de mis sueños, y me avergüenzo de ello.

Llevaba sin descansar demasiado tiempo, fue consciente de su castigo, sentía aún más el agotamiento, y el suelo parecía no aliviar su cansancio. Deseo arrancarse aquellas zapatillas malditas ¡ellas tenían la culpa! Tiró con fuerza de las cintas escarlata que ceñían sus pantorrillas también enrojecidas de tanto baile.

¿No te he comentado que estoy aquí para ayudarte? Deja que yo te las quite.

Sintió un fuerte rechazo hacia aquel ser que había aparecido de la nada deteniendo su marcha. Y mientras zarandeaba la seda encarnada infructuosamente, para quitarse el calzado, se dio cuenta de que si lo hacía el fin se precipitaba, había nacido para el baile, y bailando deseaba morir.
Apoyó las manos y las puntas de sus zapatillas sobre el piso para tomar impulso.
Con la rapidez de sus movimientos dibujó a ras de suelo una línea roja perfecta, que se fundió con el horizonte encendido del anochecer.
Por primera vez, pinceló la dirección de su trayectoria, creando la mágica impronta de su baile enloquecido, incontrolado, perpetuo.

CRSignes 070509

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28
Jun

Doce horas

A esas horas, el metro había abandonado su acostumbrado bullicio para convertirse en un solitario laberinto de pasadizos. Yo tenía prisa.

¿Puede decirme la hora?

Con voz entrecortada, nerviosa, y sin dejar de mirar su reloj, un hermoso reloj dorado con labrados e incrustaciones -no pude evitar fijarme en él-, me preguntó. Era un individuo corpulento pero que mostraba en su rostro una debilidad extraña. Subimos al mismo vagón vacío y nos sentamos en lados opuestos. Al momento insistió, y mientras se acercaba, me interrogó al tiempo que sacaba de su pequeño bolsillo el reloj, que brillaba cada vez más.

Son las tres menos cuarto —estaba molestó, no comprendía su insistencia.

Los brillos de los focos del coche reflejados en el metal precioso, me sirvieron de aviso. Otra vez se acercaba.

Excuse, ¿me dará la hora?
Pero ¿qué le sucede? ¿No le funciona? Disculpe mi insolencia, pero si tiene dinero para tener un bien tan preciado, debería invertir un tanto y repararlo —contesté de malas maneras. —No han pasado ni cinco minutos desde que se lo dije la última vez, menos mal que ya llego a mi destino. —Sentí deseos de poseer aquella joya.

Mientras tanto, él no apartaba los ojos del reloj y su rostro perdía el poco color que le quedaba.

¿Qué hora es?
¿Le ocurre algo? —Estaba ansioso por volver a casa, sentí como si no fuera yo mismo, me cansaba aquella broma. Sin conocerlo de nada le juzgué, estaba harto de aguantar tanto. Grité. — ¡Mire! Déjeme en paz. No me moleste.

Se agarró fuertemente de la solapa de mi chaqueta antes de desplomarse. Su reloj fue también a parar a tierra.

Doce horas, sólo doce —dijo antes de fallecer.

Recogí aquel reloj discretamente, y partí antes de que alguien pudiera pedirme cuentas. La ausencia de viandantes y la noche me protegieron.

Desperté al notar la claridad del día. Era domingo, me dispuse a bajar las persianas para intentar eternizar el sueño. El tictac acompasado me desveló. Tomé entre mis manos el reloj de aquel individuo. Algo no funcionaba bien, su mecanismo debía estar averiado. Las manillas no avanzaban… retrocedían. Por más que intenté detenerlo no pude. Siempre hacia atrás, siempre. Salí del cuarto, tenía que arreglarlo. Era demasiado valioso, demasiado perfecto… Y era mío. ¡Qué ridículo me sentía! ¿Cómo puede nadie obsesionarse tanto en tan poco tiempo?
Dejé el reloj en el recibidor y partí. Pero antes de llegar al portal, regresé para recogerlo. Ahí estaba, tan bello, tan enigmático.
Chispeaba levemente y era festivo, mal día para arreglarlo. Recordé que un amigo de mi padre había sido relojero aficionado, que le gustaba enredarse con nuevos retos y ¿qué mejor que un mecanismo imposible de detener y que además funcionaba en sentido contrario?
Esperaba que me recordara y que fuera de esos que no salen mucho. Llamé, por desgracia me dijeron que hacía un mes que lo habían enterrado. Después de dar mis condolencias, derrotado y a punto de seguir mi camino, el hijo del finado salió para interesarse por mi visita.

Está usted de suerte, he heredado las inquietudes de mi viejo. Déjeme verlo.
¡No está! —Registré mis bolsillos sin hallarlo. La ira del comienzo de mi búsqueda, se transformó en alivio. Aquel extraño objeto había llegado hasta mi en circunstancias tan extrañas, que me alegré incluso de haberlo perdido. “Pobre del que lo encuentre”, pensé. —Debí dejarlo en casa, excúseme. Ya vendré otro día.

¡Mentira¡ Pero debía quedar bien con la amabilidad de aquel sujeto.
Regresé a mi cuarto para tumbarme un rato, y aprovechar el día para terminar la novela que estaba leyendo. El tictac de un reloj me sorprendió. ¡Ahí estaba! ¿Cómo era posible? Lo había cogido del recibidor y metido en mi bolsillo, después desapareció. Tuve miedo de tocarlo. Me acerqué con recelo. Nada había cambiado, seguía su camino… en retroceso.
Esta debía ser mi maldición por robarlo. Creí encontrar la solución. ¡Lo devolvería! Partí hacia la comisaría asegurándome de dónde lo colocaba. Aunque me asustaba reconocer que lo había robado, temía más las consecuencias de tenerlo junto a mí. Las dependencias estaban abarrotadas, esperé pacientemente y cuando me tocó del turno narré lo sucedido.

Verá amigo, no sabemos de qué nos habla.
Sí, anoche en el metro nocturno, un hombre falleció y yo tomé su reloj…
Se equivoca. Ese recorrido hace mucho que no se hace. Y ahora vuelva a dormirla antes de que lo detengamos por alteración del orden público en estado de embriaguez.
¿Qué artimaña es ésta? Bueno, sea como sea, aquí lo tienen para cuando aparezca el propietario, los herederos, el muerto, o quién sea… —lo dejé sobre el mostrador y salí corriendo.

Me encaminé directo a casa desconcertado ante aquella confusión. ¿Cómo podían asegurar que el metro no funcionaba la noche del sábado? No me confundirían, estaba harto de cogerlo, de seguro querían quedárselo, ¡qué alivio! Ya no era problema mío. Tanta preocupación me había despertado el hambre, por lo que a dos manzanas de casa me dirigí a uno de los restaurantes más concurridos de la ciudad. Un grupo de turistas entraron al tiempo que yo, atropellándome; por suerte el encargado los ignoró para atenderme a mi primero, logré esquivar aquella marabunta avasalladora.
Subí las escaleras de casa, de alguna forma me sentía tan acelerado que tenía ganas de tumbarme y descansar. Cerré los ojos. Ni tan siquiera puse el despertador. Nada interrumpiría mi siesta.
La suave lluvia había dejado paso a un aguacero persistente. Bajé la persiana para evitar que el agua y la luz se colasen y me acosté. Caí rendido.
Tictac, tictac, tictac…
Salté del lecho. El reloj estaba ahí, ¡sobre la mesita!
Lo tomé y lo lancé a tierra, pero no pareció notar la fuerza del impacto. Se había quedado boca arriba, las manecillas seguían su inquietante recorrido. Miré la hora en el despertador, recordé la frase que dijo aquel extraño antes de fallecer “Doce horas, sólo doce.” ¿Qué podía significar? Diez horas hacía que lo recogiera junto a su cadáver. Comencé a temer que su destino se repitiera en mí. Salí de casa sin dejar de mirarlo, de nuevo intenté detenerlo, sin ningún resultado.

¿Me dará la hora? —pregunté.
Las dos y media.

Continué cominandio. No podía apartar la vista de él. Lo lancé en medio de la calzada esperando que algún vehículo lo arrollara dañando su mecanismo, pero no hubo forma, parecía inmune a mis ataques y el tiempo seguía su curso.

¿Dígame la hora? —grité.
Menudos modales joven. Las tres menos cuarto. Le pasa algo, hermoso reloj. ¿No funciona?

Tenía gracia la pregunta, hacía casi doce horas que yo había vivido una situación similar. Cerré los ojos resignado y sentándome en un banco del parque, aguardé mi destino. Ojala nadie lo encuentre y se pierda. Un minuto después un hombre se sentó junto a mí. Sus ojos no perdían detalle de mi reloj de bolsillo.

CRSignes 161007

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23
Jun

El reflejo

En todos los espejos podía leerse: “La verdad, por la verdad, para la verdad”.
Eso fue así por que quién lo inventó le atribuyó el poder mágico de reflejar sinceramente su opinión.
Por delante de ellos pasaron reyes, plebeyos, feos, hermosos, altos, bajos, gordos, flacos,… y todos la buscaron sin encontrarla. Manipulaban su aspecto hasta conseguir la imagen deseada, intentando engañar al único sabedor de las cosas, por que a nadie le gustaba lo que veía.
Un día, harto de faltar a la verdad, el letrero desapareció.

CRSignes 2004

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19
Jun

Decisión

Se levantó con la intención de probar algo nuevo y le gustó. Lucifer, el Ángel Caído, ya nunca volvió a errar.

CRSignes 2003

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15
Jun

Missing time

¡No, estúpida es M U R C I É L A G O! Lo ves Marco. ¡Ojala pudiera llamar!

Pero Marco ni veía ni tan siquiera podía escucharla, yacía conectado a los aparatos que sustentaban su vida artificialmente.

¡A-7! —gritó. — ¡Pero qué tontos! Imagina que en lo que llevamos de mañana ya habría ganado 12.000 euros —suspiró.

La tele seguía entreteniendo las horas de encierro y la inquietud de una madre que aguardaba un milagro.

Hablar ayuda a las personas como tú. Veamos, lamento no poder decirte cómo tu padre entró en mi vida, si era un desastre o iba como un cromo, más bien, ni me di cuenta. Hasta tu llegada, no reparé en la posibilidad de aquel encuentro. Te lo puedes creer, algo tan importante y no lo puedo recordar.

Cuatro hombres con escafandras entraron obligando a salir a María. Mientras, unos operarios desconectaron durante unos minutos a Marco buscando alguna reacción, un movimiento involuntario o reflejo en su cuerpo.

¿Qué le hacen animales? No han tenido suficiente. Por su culpa se encuentra así —dijo mientras la entraban de nuevo.
Nada señor. Ella es muy suspicaz y no coopera, y el chi…co… Él…Él, sigue sin reaccionar.
Si no sabe cómo denominarlo, llámelo por su nombre. ¿Probaron la desconexión?
Así es señor, pero o es muy listo o las lesiones de los primeros exámenes se escaparon de nuestras manos, y los daños son irreversibles.

María se tiró las manos a la cabeza y miró a su hijo, pero no dejaron que se acercara a él. Tan sólo la soltaron al abandonar la celda en la que se encontraban.

No los pierdan de vista. Tarde o temprano nos puede sorprender, no es el primero que nos engaña. Todas estas criaturas tienen mayor aguante.

María tomó la mano grisácea de su hijo y la besó con ternura.

Lamento Marco que el encuentro con tu padre fuera tan efímero. No haberlo conocido conscientemente. Las aducciones no deberían existir. Tú eres hermoso hijo mío. No sé por qué tu padre tenía que ocultarse de mis recuerdos. Cuando todo esto termine, cuando estas bestias nos suelten, buscaremos a papá y nos iremos con él. Así debía haber sido desde el principio. Te lo prometo.

La cadencia del pulmón artificial era un fondo acústico demasiado duro para María, y la televisión vino nuevamente a enmascarar su angustia.

CRSignes 121008

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11
Jun

El mar haría el resto

Las primeras llaman los sabios artes adivinatoria,
y de éstas aún hay dos maneras… porque una de
ellas (las supersticiones), son para hacer pacto o
concierto con el diablo…
(Capítulo III de la “Reprobación de las supersticiones
y hechicerías” P. Sánchez Ciruelo)

Sor Doña Inés de la Estrada y Suárez de Hinojosa, junto a Doña Manuela debían apurar el embarque. Partían rumbo a España. El calor asfixiante de final del verano apenas si era aliviado por la brisa, que desde el mar calmo del amanecer, arribaba. A Sor Doña Inés las fuerzas le fallaron, un pequeño vahído le hizo perder el equilibrio. Dos hombres de la tripulación evitaron que cayera al agua. Sus pies hinchados y henchidos, aquel calzado le oprimía, habían tenido parte de culpa; aunque el ceñidor ajustado al pecho y el verdugado, también fueron responsables. Ya en el camarote, Doña Manuela asistió a su señora aligerándole las ropas, y dejando al descubierto el motivo de su marcha.

Soltaron cabos, levaron ancla e izaron velas. Pronto añorarían la bahía de La Habana, las costas de Cuba que simulando una línea coloreada a estribor, durante horas serviría de guía de navegación antes de adentrarse en el océano. A las ocho en punto, comenzó la misa.

Doña Manuela, esperamos que Sor Inés se encuentre mejor.
Gracias Vuecencia. Ruego disculpe a mi señora, no deseaba perderse el oficio, pero está indispuesta.
Descuide, más tarde yo mismo pasaré para ofrecerle los sacramentos. Debo velar por el alma de ustedes.
Nos complació saber que Su Excelencia viajaba también. Una dama sola, entre tanto hombre, y durante un largo viaje…, existiendo la posibilidad de cruzarnos con malandrines, piratas…
Ni lo penséis. Yo velaré por su fe, dignidad y honra.

Doña Manuela informó a su señora de las intenciones del Obispo. Ambas se afanaron por ocultar la verdad.
Doña Sor Inés, recién había cumplido veinte años, doce de los cuales los había pasado recluida, su severo padre así lo quiso, en la orden de las Betlehemitas en La Habana. Su avanzado estado de gestación, no podía ser descubierto. Su honra se vería dañada, y posiblemente debería cambiar el rumbo, huir hacia otro lugar. Aún teniendo motivos con los que justificar su estado, una dama de su posición ingresada además en una orden, sería pasto de la inquisición en el peor de los casos, y más teniendo en cuenta las circunstancias que las había relacionado directamente con otro tipo de rumores, que hacían referencia a ritos muy alejados de la fe cristiana.
Lo tenían todo calculado. El parto, debía ocurrir a mitad de travesía, y cualquier indisposición la achararían a los mareos propios del viaje. En cuanto al bebé… el mar haría el resto.

Eminencia, ¿qué motivo os retorna a la añorada España?
No se asusten señoras, pero es el Diablo. Corren rumores de que la situación se ha vuelto insostenible. Una peste de supercherías: adivinos, magos, astrólogos, y algunas prácticas irrespetuosas en congregaciones y órdenes, están asolando la fe. Por toda España, se pronuncian bulas, se realizan juicios, y se condena a todo aquel que osa adorar a Satanás. Y vos hermana, ¿por qué regresáis?
La grave enfermedad de un familiar me obliga. Me va a disculpar, vuelvo a sentirme indispuesta. —A punto estuvo de sucumbir a la tensión del interrogatorio.

Pero aquel avispado representante de Cristo desconfió de Sor Doña Inés y su dueña. Sin mayor referencia que el instinto de la elite inquisitorial, repasó los informes que portaba en diligencia al rey. No tardó en encontrar los datos que las relacionaban con la congregación, y el apremio de su partida. Es por ello que las espió y mandó vigilar. Misteriosas luces y extraños rezos, alertaron a los encargados de la misma. Pese a las evidencias, el Obispo decidió aguardar.

“… Los gritos cruzaban la nave de punta a punta. El cielo se nubló totalmente. El oleaje nos zarandeaba de una forma demoníaca, como si el mismísimo Lucifer, jugara con nosotros. De entre los goznes y rendijas de la puerta del camarote de Doña Sor Inés y Doña Manuela, pudimos observar movimientos poco habituales. Ocultos, aguardamos lo peor. Pasada la medianoche, cuando la tormenta descargaba su furia sobre nosotros, salieron ambas visiblemente afectadas. Doña Manuela se dirigió con un bulto entre las manos hasta cubierta. Allí, entre lágrimas y risas, pronunciaron conjuros diabólicos. Ellas misma confesaron inmediatamente después que se trataba de un niño. Los hombres lanzaron redes, pero no pudieron rescatarlo. Fue entonces que todo se descontroló. Enfurecidos, aquellos marineros lanzaron una tras otra al agua a ambas mujeres. No puedo justificar ninguno de estos hechos, sé que su Majestad sabrá confiar en mi palabra. Aquí tiene esta carta con todo lo acontecido. Disponga de mi cargo como crea conveniente. Pero confío en que permita a este su humilde representante, continuar con la labor que le ha encomendado.
Suyo servidor por la Gloria de Jesucristo…”

CRSignes 070609

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6
Jun

Las rubias tontas...

"A través del cristal, podía verlo. No tardó en llegar su madre, agarrarlo fuertemente con el cinturón de seguridad, y evitar así que pudiera ser testigo de la desagradable escena del rescate del cuerpo sin vida. Al instante la caravana de coches avanzó.
En la orilla, la lúgubre belleza del cadáver se dejaba ver. Tendría diecisiete años. Ahora, debían confirmar su identidad y comunicar la terrible noticia a los familiares. La región se volvía a teñir de luto. En las dos últimas semanas habían aparecido los cuerpos de tres jovencitas. Sin aceptar que un loco caminara suelto, intentaron enmascarar los crímenes como accidentes, pero las víctimas seguían aumentando…”

A Juli le gustó Manu. Sus amigas le advirtieron de que no debía confiar en desconocidos, pero no les hizo caso y aquella tarde aceptó ir con él al auto-cine. A Manu no parecía importarle la película, no le quitaba los ojos de encima a la rubia que tenía al lado.

“…En el salón principal del cementerio se celebraba el sepelio, a últimas horas del día. Lisa, una de las mejores amigas de la fallecida, caminaba con rapidez por entre las tumbas del campo santo, hacía tarde. Una mano, surgida como por arte de magia, la hizo caer…”

De un salto, Juli se pegó a Manu, que con sutileza aprovechó para agarrarla por los hombros, mientras decía:

— ¡Las rubias tontas siempre mueren!

Ella aguantó la escena siguiente como pudo, le disgustaban ese tipo de películas, pero le agradaba Manu pues la consolaba con ternura.

“…Los crímenes no parecían tener fin, ni la llegada del FBI cortó los impulsos del asesino…”

La película estaba próxima a terminar, y Manu no se había atrevido aún a dar el primer paso. “Seguro que no es ningún canalla.”, pensó Juli. Manu, al contrario, cada vez aparentaba más intranquilo, se movía nervioso, y tirando mano tras su asiento rebuscó algo que al fin encontró. El brillo de la hoja afilada compitió con el de la luna cuando se abalanzó sobre Juli, que luchó con fuerza, cuando…
…Un corte de luz les privó del final. Los encargados del auto-cine, coche a coche entregaron cupones vigentes durante una semana, para que pudieran ver la película completa.
Encontraron a Juli sentada en tierra, sin poder explicar lo sucedido. Al entregarle el cupón lo rompió.

—Las rubias tontas… no siempre mueren. —Dijo.

Realmente no le apetecía saber cómo se terminaba la película.

CRSignes 150808

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3
Jun

El paciente

Salió de la casa con el convencimiento de haber hecho lo que había podido. Pensaba que le iban a recriminar su actuación, pero no fue así.
Descendió por la colina satisfecho de su trabajo. En el camino alguien le llamó a gritos. Giró su mirada y se quedó atónito. Frente a él se hallaba la persona a la que había atendido. Con una sonrisa y muy buen aspecto le dio las gracias.
La noticia de su muerte llegó al mismo tiempo que él al pueblo.

CRSignes 2003

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1
Jun

Promesa cumplida

Desde el otro lado de la línea telefónica, su voz sonaba lejana y débil.

¡Iremos al hogar de los gigantes!
Anda ya abuelo, no me engañes.

Si su abuelo hubiera podido verle los ojos abiertos como platos, se habría reído mucho.
Esperaba no decepcionarlo. En primavera, precisamente en las fechas en las que el niño nunca podía viajar hasta el pueblo, era el encargado de capitanear el desfile de los gigantes; estructuras de madera con forma humana, que bailaban salvajemente al son de la música popular, y que rivalizaban con los cabezudos.

¡Qué sí! Dentro de tres semanas estaremos juntos, y prometo que lo primero que haremos será visitar ese lugar.

Pero el tiempo corrió en su contra.
Pedro entraba despacio de la mano de su padre. Sebastián tenía miedo de no encontrar las palabras adecuadas, de no saber explicarle bien lo que había sucedido, y se sorprendió.

Hace tres meses a Lolo le pasó lo mismo.
¿A qué te refieres hijo?
Lolo vino llorando a clase por que su abuelo se había muerto, y la “seño” nos habló sobre la muerte.

En parte, Sebastián se sintió aliviado. Continuó avanzando aparentando tranquilidad.

Pedro, quiero que comprendas lo que vas a ver. Entraremos en ese cuarto, ¿vale? Ahí está tu abuelo. Lo verás como dormido, pero ya no puede contestarte. Será sólo un segundo, y nos iremos. Era muy mayor, sufrió una crisis cardiaca. Murió cuando dormía.
Papá, entonces… ¿ya no podré ver nunca el hogar de los gigantes?

Los niños, son capaces de disociarse rápidamente de los hechos incómodos. Sebastián estuvo a punto de enojarse, pero comprendió que con seis años, Pedro, no era consciente de lo que sucedía. Entonces recordó, volvió a su infancia. Cierta melancolía le hizo reaccionar, y tomando a su hijo en brazos, salió de la casa.
Un escalofrío recorría su cuerpo. Todas sus moléculas se estremecieron, y las lágrimas recorrieron su rostro.

No llores papá. Nos dijo la “seño”, que los que mueren, se quedan dentro del corazón de los que les quieren. Yo siento al abuelo. ¿Tú no?
Claro hijo mío, pero debo acostumbrarme…

Abrió la puerta de la fantasía en la mente de su hijo, como antaño hiciera su padre con él. Y contemplando aquellos magníficos seres, comprendió la importancia de mantener la ilusión que tantas veces le quiso hacer comprender su padre.

CRSignes 041105

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28
May

El salto

Dio las últimas puntadas. Se aseguró de que quedara firme. No podía fallar. Lo dobló cuidadosamente, y atándolo a su cintura saltó.
Quien le iba a decir a aquel desencantado sastre, que salvaría su vida gracias al cargamento de tejidos y máquinas de coser que portaba en su recién estrenado oficio de piloto.

CRSignes 2003

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26
May

El 163

Las calles apenas transitadas de la ciudad que crece, que se moderniza, son un cúmulo de sorpresas. “Lo traen los tiempos —dicen—, hay que acostumbrarse”. Pero la expectación despierta tantos recelos como ilusiones.
Hace un mes que monté a mi hijo, al pequeño de apenas seis años de edad, por primera vez en el tranvía. Pensé que sería más terrible para él. Subimos en Paseo de Gracia, miré su carita y comprendí que aquello era grande. No sé el porqué me lo había imaginado asustado, agarrado a mi cuello o enredado entre mis piernas, suplicándome que le bajara de aquel cacharro que corría tanto, pero no fue así. Él mismo insistió en que le soltara. No paró de saludar a las mujeres, a los ancianos, y como no a los niños. Vi en sus ojos el orgullo que despierta sentirse envidiado.
El paseo se alargó un buen rato. Delante de nosotros el trajín de la ciudad acelerada, de los vehículos rodantes, de los carromatos y carruajes tirados a caballos, de los ciclistas desafiando al vehículo, no cesó. Algunos intrépidos peatones se cruzaban en el último segundo, confiados en su agilidad y los reflejos. Las carreras improvisadas de los ciclistas que atraviesan zigzagueando delante de nosotros siguiendo los rieles, son divertidas. El fulgor del sol se cuela por los cristales, su fuerza se refleja en ellos, y te deslumbra. Por un momento el recorrido se detiene para que el 168 siga también su marcha. Otro día subiremos en él. Mi hijo no se cansó. La ciudad se muestra hermosa, resplandeciente, parece nueva sobre el tranvía.
Cuando lo creí conveniente, tomé su manita y lo aupé. Bajamos antes de que se detuviera. El niño rió con gusto. Ya en el suelo corrió a su lado hasta agotarse, pero su excitación aún perduró un rato. Estirando de la chaqueta me dijo. “Papá, papá, quiero más”. Con mi negativa no conseguí que callara, siguió insistiendo. Tuve que prometerle que volveríamos a subir a la siguiente semana. Y así lo hicimos.
Hemos convertido estos paseos en una costumbre, en un mal vicio dice su madre. “Las calles se han vuelto peligrosas con tanto tráfico”, comenta. Ella y sus manías.
Mañana montará con nosotros por vez primera. Creo que podremos hacerle cambiar de parecer.

CRSignes 240509

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22
May

La Dama de Blanco

El local era pequeño. Les recibió el alcalde con la intención, después del montaje y las pruebas de sonido, de entregarles el sueldo pactado. Para aquellos músicos, que apenas si comenzaban una larga carrera de feria en feria, resultó curiosa aquella anécdota, nunca habían cobrado antes de actuar. Se acercaron al único bar del pueblo, cenaron algo y regresaron para ultimar el espectáculo.
Hacía horas que el pueblo festejaba el final del invierno, pero sería el baile en el local popular, el final certero que pondría la guinda a la fiesta. Todo iba viento en poca, el sonido de los pasodobles, las cumbias, la salsa y las rumbas, tenían respuesta entre los pocos jóvenes de la comarca que dejaban su piel en cada uno de ellos, y algún que otro matrimonio mayor más atrevido, el resto se limitaba a mirar. Nada se podía torcer. “A saber cuántos romances surgirían aquella noche”, pensaban los músicos que sabían bien de lo que se auguraba en el devenir de aquellos festivales. Lo sorprendente llegó a mitad del baile. Aquella forastera, que irrumpió sin avisar, alta, de piel fina y clara, con ojos verdes y una larga melena que variaba su tono dependiendo de la luz circundante, despertó toda la expectación del mundo. Con una amplia sonrisa como único saludo, entró decidida oreando el ambiente. Ya en la tarima desde dónde los músicos hacían sonar sus instrumentos con dudosa maestría, esperó. En pocos segundos, la rodearon todos los presentes. ¿Quién era aquella hermosa mujer que mantenía su boca cerrada? Nadie la oyó hablar.
Por unos minutos se desvivieron intentando averiguar qué era lo que buscaba, qué necesitaba, o quería. Su contorno era un ir y venir de gente ofreciéndole vasos repletos de la mejor cosecha de sus caldos, bandejas de jugosa fruta, pero ella permanecía indiferente, semejaba no importarle nada. El tiempo pareció ralentizarse, y la canción del fondo no terminar nunca.
Sin mediar palabra se levantó y salió del local, la siguieron sabiendo dónde les llevaba, y por qué lo hacía.
Un ligero temblor acompañó la transformación. Al tiempo que perdía su belleza y juventud, la dama dejó caer su manto blanco sobre el piso y desapareció.

Los músicos que quedaron solos sin comprender nada, decidieron aguardar para ver qué sucedía. Ante la tardanza recogieron sus bultos y partieron cansados de esperar. La nevada selló sus huellas con el blanco manto del invierno que terminaba.

CRSignes 160109

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20
May

El biombo

De grandes bigotes engominados y calva a medio tapar; de sudor empapado con el aroma a tabaco; de brillos centelleantes correteando sobre las bailarinas y coristas; de comentarios fuera de tono;… De eso están impregnados mis recuerdos.

Aquella noche, Daniel, quiso homenajear a su abuelo de 87 años. Pero el tiempo había disfrazado los café-teatro, con otro envoltorio.

Mira eso, ¡qué descaradas! Ya no hay decoro.

Le sorprendió aquel ataque de vesania en su abuelo.

Ese tipo de muchachas, antes tenía otro nombre. –Por un momento, el silencio se hizo entre los dos. —Entonces, se dejaba un margen para el misterio, todo era más,... morboso. “La Gelu”, siempre era recibida con vítores. Grandes señores perdieron fuertes sumas de dinero, jugándose con otros caballeros el privilegio de su compañía después del espectáculo. Caterva de admiradores, que la agasajaban con lujosos regalos, que luego ella vendía para poder sufragar sus caprichos. Sus encantos nunca fueron superados. Evolucionaba por el escenario tan ligera de ropa, que en ocasiones tenías que volverla a mirar para cerciorarte de que no estaba desnuda. Jugaba con las luces, con las sombras. Mientras cantaba, se contoneaba voluptuosa traveseando con lo primero que agarraba, bien fuera un abanico o un sombrero lanzado por algún espectador, de una forma tan precisa que jamás nadie pudo decir que le vio desnuda. Salvo yo.

Le tenía atrapado con su relato, tanto, que las bailarinas que balanceaban sus pechos a escasos centímetros, parecían haber desaparecido. El abuelo, levantó su cabeza, y afiló su bien conservado bigote novecentista, para acabar su narración.

“La Gelu”, sabía lo que quería. Nunca más conocí persona más retorcida. ¿Que era una exhibicionista? Nadie lo dudó. Pero ese gusto se extendía hasta límites insospechados. Gustaba que la mirasen mientras hacía el amor; y escondido, tuve el privilegio de hacerlo, siempre. El inconveniente es que aún no me he podido quitar el vicio. Tu abuela decía que no tenía conciencia, que era un majadero y un cobarde por no afrontar mi perversión, pero ¿qué quieres que le haga? A ella no le disgustaba tampoco. Venga, marchémonos. Si al menos hubieran puesto un biombo para ver a esas marranas; así a cara descubierta no puedo. ¡Un voyeur! Me llamarían ahora –seguía estirándose el bigote. — ¿Por qué si no crees, que nuestra vida social, siempre fue tan animada? ¿Por los recitales de clavicordio de tu abuela? ¡No hijo, no!

CRSignes 260407

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14
May

Amor fallido

A Ricardo

El lobo solitario aúlla a la luna en la noche en la que todos sus hermanos renuncian ante la triste voz del viento.
La bestia perdona a su rival al comprender que, aquel canto, es fruto de su fallido intento de enamorar a la nube que rápidamente cruza el firmamento.

CRSignes 2003

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10
May

El apaño

¡Redondo! ¡Redondo, blando, redondo!...

Dime vida mía ¿en qué piensas?

La pregunta resonaba en su mente. Le costó responder. Allí tumbada completamente desnuda ¡estaba tan bella! Era como un sueño hecho realidad. Desde su infancia había querido significar algo para alguien, y ahora se encontraba junto a él. Había vivido mucho, pero nunca compartió nada con nadie.

— En ti mi vida. ¡No puedo dejar de pensar en ti!

Era como flotar en el aire. Se sentía ya en el cielo, y todo aquel cuerpo estaba a su merced. Ella se dejaba hacer. ¡Debe ser por que soy maravilloso! La habitación fue invadida por su risa seca.

¿Qué te hace tanta gracia?

No podía confesarle la verdadera razón. Quedaría como un estúpido. Se limitó a ponerle el dedo en la boca reclamando su silencio, mientras que con la otra mano, volvía a acariciar aquel pecho suave y redondo. Muy redondo.

Dímelo mi bien. Quiero reírme igual que tú. —Improvisó. — Me estaba acordando, mientras te acariciaba, de una palabra que me resulta graciosa: melcochudo.—Su risa sonó falsa pero pensó que ella no se daría cuenta. —Ja ja ja ja ja.... Quiero decir, que al tener tu pecho entre mis manos parece que se derrita... ¡es tan blando! —sus caricias eran envolventes— Ahora calla, no sea que nos descubran.

Mientras hablaba ya casi había introducido los dedos en la vagina cuando de repente un ruido le alarmó.

Shhhhhhhhhhhhhhhhh. ¡Calla!

Tenía miedo de que los pillaran, no sabía como iban a reaccionar en su casa. ¡No es bueno abandonarse en amores clandestinos!
Cuando dejó de oír el trajín que se había formado fuera de su cuarto, no se lo pensó dos veces y se abalanzó nuevamente sobre ella. Pero esta vez, y previniendo quizás que en cualquier momento podían descubrirles, con todo el ímpetu que le reclamaba su ya molesta erección. ¡Que malo que era tener que hacerlo todo él!
El rechinar de la cama no fue lo que le detuvo. Sintió como si se le escapara de las manos. ¡Se desvanecía! Y él ni tan siquiera había acabado. Entonces reflexionó.

¡Sólo yo puedo ser tan tonto como para intentar arreglar la muñeca hinchable con la grapadora!

CRSignes 200505

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8
May

El entendimiento

Tranquila mamá, el protocolo periodístico interestelar, surgido después de la masacre del convoy en el que fallecieron un millar de compañeros, me aleja del peligro.
Lo sé hijo. Me preocupo, compréndeme…
Te paso la crónica. Envíala inmediatamente. Pronto arreglarán el suministro energético en la central. Grábala tal cuál, así servirá.

Se peinó rápidamente. A sus espaldas, vistas en directo del planeta desde la nave. Cierta melancolía en su rostro se dejaba sentir. Comenzó a hablar:

“Desde la nave “Síntesis Molecular” informa Philip Martín. Todo el mundo parece haberse vuelto loco en Saandia. Nadie sigue los dictados legales. De nada ha servido que el Gobierno General Entrante enviase, para sofocar aquella crisis, a sus mejores hombres. Mes y medio después siguen los salvajes disturbios, que han obligado a la intervención del ejército. Armas desplegadas en pos de la paz. En este planeta del círculo externo del sistema 13-03, la tradición se mantenía. Una vez al año, en la Estación del Brote, realizaban una ofrenda que incluía el sacrificio de animales en busca de la bendición para el año entrante. Desde la llegada del Sistema Unificador habían intentado ocultar este hecho, disfrazándolo de una aparente normalidad religiosa; pero con ello, no habían conseguido más que favorecer la invasión y el deterioro de su cultura, e incluso alejar la suerte. Una pertinaz sequía les castigaba desde hacía diez años. Los seguidores radicales decidieron dar la espalda a sus mandatarios, y comenzó la revuelta que terminó en represión. Las bajas se contabilizaron en miles cuando se dio por concluida la rebelión; pero nuevos brotes han surgido, y la lucha continúa con la amenaza constante del empleo de métodos radicales, para liquidar el problema. Intentar disociar vínculos, como las tradiciones, es difícil si lo único empleado es la razón. En espera de los acontecimientos, que deriven de la reunión entre insurrectos y representantes del Sistema Regulador, despido esta crónica. Cualquier novedad sobre las negociaciones…”

Una fuerte explosión enmudeció la comunicación por unos minutos.

Madre, no envíe todavía nada, creo que voy a tener que cambiarlo todo. Las noticias que nos han llegado, antes de la desaparición del planeta, hablaban de un posible entendimiento. Lástima que éste se refería a la aniquilación del problema de un modo tan drástico.

CRSignes 011105

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6
May

Regias costumbres

Sonaron las conocidas notas. Comenzó el baile. Hasta que el príncipe saltó a la pista moviéndose a ritmo de Rock’n’Roll.

CRSignes 2003

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3
May

Yayo Manuel

¿Está ahí? ¿Qué pone?
No te pongas pesado que no te lo puedo decir.
¿Por qué? Acaso me crees un idiota que no merece que se lo digas. Entonces ¿cómo sabes que era de eso de lo que hablaba el yayo?
No seas tonto hermano, ¿no ves que está muy oscuro? Aquí hay muchos papeles y lo que parece un viejo libro. Primero le preguntaremos al abuelo y si no nos quiere responder iremos donde el maestro.
Es muy viejo ¿no?
¡Antiquísimo Miguel! Parece que se vaya a deshacer entre mis manos.

Llegamos hasta el abuelo, era grato encontrarle bien. Considerábamos un privilegio poder charlar con él cuando su encarnizado carácter se transformaba, como por arte de magia, pasando a convertir sus ya de por sí severos reproches que iban desde un simple: “Dejadme en paz” , a la más odiada y maleducada frase que solía hacer temblar hasta las paredes de: “¿Quién ha dejado entrar a éstos niños de los cojones?”.
Mamá insistía que no debíamos hacerle caso, que estaba enfermo, y que por culpa de ello se comportaba así olvidándose en ocasiones de dónde se encontraba o de cuál era su nombre.
Nos sentarnos a si lado, como hiciéramos un par de horas atrás, para preguntarle por el objeto que teníamos en las manos.

¿Quienes sois vosotros, y por qué habéis venido a molestarme?

Creo recordar que Miguel lloró.

Fuimos hasta casa del maestro. Una vez allí le contamos la historia del abuelo, le hablamos de las cosas que consideraba importantes en la vida, del duende de su fe, de su dogma como decía él; de los años que había dedicado al estudio de las estrellas, y de cómo un día encontró en un anticuario de la ciudad un viejo libro que, según nos había dicho, tenía incalculable valor.
Maravillado por lo que tenía entre sus manos, aquél asombrado maestro sólo alcanzó a decirnos que el yayo Manuel había sido un hombre afortunado. Un hombre rico en conocimientos al disponer para su estudio de una primera edición del “Libro de las tablas astronómicas” del célebre matemático Mohamed Ben Musa, más conocido por el sobrenombre de “Algoritmo".

CRSignes 060605

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1
May

Falso prólogo de “El libro de las Maravillas”: o las verdades que tal vez se guardó para sí un tal Rustichello hacia su mentor

“Aquí lo tenéis Maese Polo. Cierta envidia me recorre. Sino fuera por el respeto y la admiración que le venero, nunca hubiese servido de ayudante para pasar a papel todas sus aventuras, retratando pintorescos parajes, ensoñaciones inimaginables... a sabiendas de que muchas parecen más fabulaciones o delirios. Y aunque no lo fueran, corren el riesgo de ser tomadas como tales cuando vean la luz. Imagino que de no ser por eso yo, Rustichello de Pisa, como otros me hubiera alejado de la influencia de un personaje como vos, que durante tanto tiempo ha viajado por el mundo como embajador de su Santidad, según afirmáis. Lo cierto es que, sin la trascripción de su relato, por culpa de esta injusta encarcelación, la locura podría haber hecho mella en ambos.
Pero ¿dónde demonios estuvo hombre de Dios? Puede que yo no viajara tanto, que no alcanzara las postrimerías de su recorrido; tal vez incluso, quedé a las puertas de su fabulosa ruta; y quizás por eso mismo, nunca vi las maravillosas cosas de las que hace mención. Posiblemente su relato se enriquece con las leyendas y mitos de aquellos remotos parajes, me consta que es muy listo y sabe qué hacer para llamar más la atención sobre sus descubrimientos, es por ello, estoy convencido, de que sus afirmaciones acerca de: los unicornios; los hombres con cabeza de perro; aquellos otros que hablaban por el ombligo; el traje que aguantaba las llamas; las piedras negras que desprendían calor al lanzarlas al fuego; incluso el hecho de hacer referencia a un paraíso cristiano que resiste el acoso del infiel, la tierra más rica que jamás nadie pueda imaginar, la del Preste Juan según la llaman, cumplen un fin más que estudiado, Maese Polo. Sabe Dios, si ha podido ver y visitar todas aquellas reseñas extraordinarias que han quedado al resguardo de la escritura, o si bien su intención ha sido dejarlas a buen recaudo gracias a estos escritos, para que otros puedan contemplarlas y el resultado de su búsqueda no sea infructuoso.
Quizás se lleve a la tumba la verdad que esconden todos los enigmas de la ruta comercial que aquí nos muestra. Pero puedo asegurarle, que en mi empeño se encuentra que este maravilloso manuscrito se convierta en lectura obligada para aquellos, que como vuesa merced o yo, amen la aventura.”

Rustichello de Pisa, Genova Año de Nuestro Señor 1299

CRSignes 241008

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27
Abr

Por el hijo amado

Mientras por la ventana entraban los albores del día como una prolongación del renacer constante, al mismo tiempo en el que el último grito materno se dejaba sentir, vino al mundo Ricardo.
Dos días atrás, Leonor había tenido un mal sueño que le hizo despertar con la sensación de que su hijo sería perseguido. Le angustió que el primer sonido en llegar a sus oídos nada más dar a luz, fuera el grito de un ratón que intentaba huir del depredador del que al final fue preso. El eco de la muerte del roedor se confundió con el llanto del recién nacido, y éste, a su vez, con las palabras de la matrona felicitándola por el feliz suceso.
En los años venideros, aquella madre se abnegó por darle toda la educación que estuviera en su mano, sentía especial predilección por Ricardo, y aquél niño se ilustró como antaño lo hiciera ella. Leonor, tuvo que soportar las protervas acciones de un esposo del que se separó pronto. Inglaterra necesitaba un rey, y como es natural su hijo mayor fue nombrado corregente; mientras el legítimo rey Enrique se entretenía. Las disputas con sus hijos por su comportamiento díscolo fueron constantes. Enrique pudo repelerlas hasta que Ricardo logró conquistar a su bien amado Juan, su hermano, hijo predilecto de Enrique, acólito ser que le respetaba sin cuestionarlo. Gracias a este hecho, el rey se vino abajo.
El episodio que marcó el nacimiento de Ricardo casi estaba olvidado, Leonor había sido testigo de su exitosa vida, y lo único que enturbió su optimismo fue ver como Juan, aprovechando la ausencia de su hermano que luchaba en Tierra Santa contra Saladino, le arrebató el trono de Inglaterra. Pero hasta eso fue superado.
Corría el año 1199 y en él: batallas monumentales, intrigas perversas, secuestros, incluso naufragios. Leonor debía pensar que ya nada podía truncar la vida de su hijo, no contaba con una irrelevante disputa, cuyo resultado se tradujo en un enfrentamiento del que Ricardo salió malherido; un pequeño rasguño en el cuello que acabó infectándose, y por el que la vida se le escapó. Un homicidio involuntario, dejado en manos de la mala fortuna; un hecho insignificante, como la vida de aquel roedor que sucumbió entre las zarpas de su verdugo al nacer Ricardo.
Leonor lloró nuevamente ante su hijo, aunque en esta ocasión, junto a sus lágrimas, se le derretía el alma.

CRSignes 150106

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24
Abr

A través del tiempo

Toco la aldaba de bronce envejecida. Un solo golpe resuena. Sorprendida, asustada, siento el taconeo cercano, la puerta se abre. Del interior surge la figura esbelta de una doncella ataviada con un traje isabelino negro, delantal y cofia blanca. “Temo no poder servirte —me dice —, espera a tomarte esta galleta, y podrás entrar”. Le hago caso y muerdo. En un abrir y cerrar de ojos, alcanzo el tamaño de la puerta. No sé si es ella que se alarga o yo la que se encoge. Cruzo el umbral y me reciben con júbilo los invitados a un banquete de té, tarta y pastas. Sentada entre un conejo que come aprisa, y el anfitrión que se presenta como el sombrerero loco, justo enfrente de mí, sentada una niña. “Es Alicia, y me ha seguido”, —dice el conejo. “No, Alicia soy yo”, —le digo. “No, es ella”, —contestan todos. “¡Soy yo!”, —insisto. Me miro en ella, y no me reconozco. Decido regresar sobre mis pasos, encontrar el camino de vuelta, pero no veo más que mi reflejo en un espejo de plata. Cuando retorno mi mirada, la mesa ha desaparecido, y el conejo, el sombrerero, las tazas, tartas, todo, todos menos la doncella. “Este no es tu tiempo Alicia. El tuyo ya pasó”, —dice mientras me entrega otra galleta que muerdo.
“Me llamo Alicia, tengo 15 años, y hoy me convertí en mujer.”

CRSignes 250309

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22
Abr

Casino

El suelo reflejaba la desmesurada ostentación del casino. Objetos de dudoso gusto, decoraban un salón que bullía en animada actividad.
El ambiente enrarecido acabó por irritarla. Comenzó a sudar. Las mesas escondían algo más que los trucos de la casa para no perder. Mentiras y falsedades en cada una de las historias de aquellos jugadores compulsivos, apilando deudas, fortunas y, de vez en cuando, alegrías ante la acertada forma de jugar de algún espabilado tahúr. Entre el canalillo de su vestido rojo satén, las gotas de sudor paseaban de forma molesta.

Señora, ¿le sucede algo? Parece que a su pareja no le importa demasiado que sufra. ¡Es sólo un juego Madame! En el que su partenaire encima tiene suerte. —Dijo el crupier sin apartar su mirada del exagerado escote.
Si nos disculpan se lo robo un momento.
Cómo no. Mientras sólo sea eso lo que nos sustraiga…

En aquel momento, en la terraza, se reproducía un paraje tropical. Las micro-gotas de la refrescante recreación le aliviaron el sofoco. Próximos a la barandilla, protegidos de miradas indiscretas, le levantó la manga del chaqué para manipular los botones del panel de mandos.

Lo siento, lo siento… No podré continuar la farsa.
Va bien. —La voz del procesador le infundía seguridad.
Nos pillarán, bueno me pillarán. Estoy demasiado tensa, fue un error no introducir parámetros para muestras de cariño en tu programación. ¡Me hace tanta falta el dinero…!
No imagino en qué ayudarían esos datos, escapa a mi lógica, pero con una partida más obtendrá lo que necesita.
Me habían hablado bien de vosotros, si el resto de cosas… —le besó —no pienso separarme de ti en la vida. Brrrrr —estaba tiritando— Han cambiado el ambiente y hace demasiado frío.

Entraron mientras les rodeaba un remolino de micropartículas de hielo. El androide le pasó el brazo sobre los hombros.

Veo que se encuentra mejor. Les estábamos aguardando. ¿Comenzamos?
Gracias. Pero alguien cambió la programación de la terraza, poco le faltó al frío para lastimar mi salud.

No le había bajado la manga al androide, mientras le besaba la colocó en su sitio. El crupier le guiñó el ojo con complicidad.
A la media hora salían del casino rumbo hacia su planeta de origen, el androide con el dinero suficiente en la cartera y ella con una sonrisa de satisfacción que le iluminaba el rostro.

CRSignes 271108

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20
Abr

Amor en penumbra

Dejaron en penumbra la habitación. Los asistentes, primerizos y veteranos, inquisidores algunos, escépticos en su mayoría, aterrorizados otros, se mostraban impacientes. La presencia entre ellos de personajes públicos y periodistas, daba al espectáculo una categoría impropia de una situación tan extraña como ilusoria. Florence Cook se había convertido en el acontecimiento de moda desde finales del siglo XIX.
Entre los asistentes, William Crookes, había dedicado desde 1875, cuando Florence era tan sólo una niña, su tiempo en investigar el caso de aquella mujer preparada para materializar el cuerpo del espíritu que se hacía llamar Katie King.
La médium, situada en el fondo de la sala, entraba en un trance capaz de provocar fenómenos nunca pensados, y que tan sólo él, había estudiado.
Los fluidos surgían desde la nariz, la boca y los oídos de Florence, conformando el cuerpo que avanzaba sigiloso hacia los invitados. La figura, surgida de la unión de la energía canalizada de la médium, deambulaba esperando las preguntas de los asistentes. Florence apenas si abría la boca. Con los ojos cerrados, como desmayada, parecía ajena a lo que sucedía. Katie la domina.
Envuelta en blanco sudario, siempre cerca de la fuente que la creó, deja que pregunten y observen. Su bello rostro, pálido y triste, tiene una amarga noticia que comunicarles. Aquella será su última aparición.
William se siente morir. No sabe por qué, pero lo idolatra; desconoce cómo pero cree estar enamorado. Vive obsesionado. Desde sus investigaciones y con ellas, la ha defendido, para acabar admirándola. La desea, no comprende su marcha.
Katie se coloca a la altura del científico, que con la respiración entrecortada la aguarda. Siempre ha estado allí, a su lado, ella lo sabe, pero no puede más. Su misión se ha cumplido. Comienza a desvanecerse, hasta desaparecer.
La busca en los ojos, al fin abiertos de Florence, que sale del trance entre los aplausos de los presentes que se marchan.
La amó, y ese sentimiento murió con ella. Un secreto a voces, desvelado por sus gestos, su admiración y el celo en defenderla, aunque siempre argumentó el carácter científico de su presencia.
¿Fue Katie consciente de aquellos sentimientos? Y si no fue así, ¿mereció saberlo?
Hermoso sería pensar, que algún encuentro privado los uniera de nuevo. Tanta dedicación, mereció un premio.

CRSignes 250109

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18
Abr

La chica Biograph

A Florence Lawrence (2 de enero de 1886-28 de diciembre de 1938)

“La chica de Biograph” gritaban, y se hacía un corro a su alrededor. Había conseguido, primero que nadie, convertirse en estrella de la gran pantalla. Su candor en la interpretación y su belleza aniñada obraron el milagro.
A Florence al principio no le importó que su nombre no trascendiera, ningún actor salía en los créditos; pero a poco ella saltó a otro escalón. Se alimentó su vanidad, y junto a ella la ambición de quién sí supo ver en todo aquello un negocio.
La industria cinematográfica crecía, y lo que hasta hacía bien poco no dejaba de ser un fenómeno casi de feria, comenzaba a verse, sin exagerar, con los ojos del arte. Las masas buscaban sensaciones renovadas, y en aquel siglo, el XX, recién estrenado, todo tenía sabor a nuevo. Pronto casi ya ni podía salir a la calle, la gente la buscaba, le escribía, incluso la imitaba; la adoraban. Con una buena campaña publicitaria lograron elevarla al nivel de los mitos, ya no era esa chica de las mil caras, sino Florence Lawrence, una estrella. Pero la fama es voluble y tan efímera como la que consigue un jugador que, en el último minuto, marca el tanto que salva a su equipo del descenso. Y los suelos tapizados en rojo se fueron decolorando. Pronto los demás estudios descubrieron la picardía de ensalzar sus propias estrellas, y por momentos, el cielo se iluminó con los favoritos de un público creciente, exigente. A Florence le siguió Mary Pitford “la novia de América”, Douglas Fairbanks, Valentino, Chaplin, y tantos y tantos otros que entre ellos casi eclipsaban el fulgor de sus antecesores. Por si eso fuera poco, después de recuperarse de un accidente en un rodaje, le dieron la espalda; inventó una y mil formas con las que sobrevivir, y durante veinte años lo logró. Pero a Florence le pudo la soledad. Había sujetado la antorcha de la gloria en solitario, y no asimiló bien pasar el testigo del éxito. No soportó transitar del todo a la nada. El vestigio de su travesía, por ese Olimpo renovado, calló en un saco sin fondo. Nadie la contrataba, nadie la recordaba ni la deseaban. Y se abrió una grieta en su corazón.
Florence, dejó el mundo una tarde de diciembre de 1938 en la habitación de un hotel, sola. Una sobredosis de barbitúricos cerró sus ojos para siempre.

CRSignes 200807

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15
Abr

La caja de música

María y yo habíamos llegado a un acuerdo. Aficionados a las antigüedades, nos faltaban tanto los medios como los recursos para adquirir cuanto nos apetecía, así que el trato consistía en comprar objetos que no sobrepasaran nuestro ajustado presupuesto.

¿Dónde está el truco? – Preguntó María. —Seguro que te ha costado más.

Su forma ovalada escondía una mariposa metálica que parecía real; bajo ella, una llavecilla; y tras el llavín, la cerradura que ocultaba el resorte, que precedido por un silbido, avivada el insecto y disparaba la música persistente que acompañaba sus movimientos.
Conseguí la caja de música en un rastrillo. Aquella delicada pieza encerraba un secreto que posiblemente había pasado inadvertido. Temí que fueran a pedirme una fortuna por tan extraordinario artilugio, pero no fue así. Era tal su encanto que dejabas cualquier cosa que tuvieras en mente para entrar en un estado de relajación perfecto. Por tal cualidad decidimos acomodarla en la habitación de nuestro bebé.
Despertamos con el llanto de la pequeña y el sonido ralentizado de la caja de música que había caído a tierra. Sabedores de su cualidad pacificadora, le dimos cuerda y regresamos a la cama. Un segundo después, el llanto desconsolado volvía a acompañar al sonido desacorde del ingenio. En esta ocasión, María decidió quedarse con la niña.
Pasado un rato, resolví intercambiarme con ella. Caminé despacio para no hacer ruido; aquella musiquilla sonaba dulce. A pocos pasos de la habitación, los sones se tornaron tétricos. Entré. María, con la tez blanca estaba paralizada viendo como la niña, suspendida en el aire, era zarandeada por un engendro mecánico surgido de las entrañas de una caja irreconocible, que había mutado tanto de tamaño como de forma. La mariposa había metamorfoseado a gusano. El cuerpo de la pequeña, que se agitaba nerviosa mientras lloraba, volvió a caer sobre la cuna. Como pude, la tomé en brazos y junto a Maria huí de la casa espantado.
Regresé con el día esperando que al terminar la cuerda la caja hubiese vuelto a su estado primigenio, pero había desaparecido.
Durante más tiempo del esperado, no nos sentimos con ánimo de dejar sola a la pequeña. Hacíamos incluso guardias nocturnas hasta que comprendimos que había desaparecido el peligro. Ese mismo día, la prensa destacó en titulares la misteriosa desaparición de un bebé. La foto que encabezaba el artículo, mostraba sobre la cómoda situada al lado de su cuna, una caja ovalada.

CRSignes 280308

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13
Abr

Couture *

A Ricardo

Se unió a la tripulación en Puerto Príncipe. Elegante y fino, muy fino, distaba mucho de la clásica imagen del pirata. Le ofendió que lo asignara para la limpieza de las bodegas. El aire viciado de las entrañas del navío le molestaba, estábamos impacientes de verlo en días de marejada, cuando hasta el más veterano de la tripulación era capaz de echar por la boca tantos exabruptos como despojos de comida., pero nos sorprendió. En batalla surgía su coraje. En aquél preciso momento, todas sus finuras se transformaban lanzándose sin mirar, con certeros toques arrebataba la vida de aquellos que intentaban hacer lo propio con la suya. Era tan diestro con el sable, que pocos eran los que no quedaban rendidos a sus pies solicitando una clemencia que de inmediato él concedía. No le gustaba derramar sangre innecesaria, me confesó.
Dicen que una vez fue capitán, y que a duras penas pudo salvarse de una traicionera tripulación que intentó venderlo al gobernador de las Antillas.
Pese a sus mariposadas me gustó, y quise tenerlo bien cerca. Fue durante el primer reparto del botín que volvió a sorprendernos al no querer ni joyas, ni doblones de oro o monedas plata.

Pero ¿cómo os honraré?
No os inquietéis Capitán. Sabré encontrar la recompensa.

Al día siguiente comenzaron los cambios. Habló conmigo sobre la necesidad de mejorar nuestro aspecto, de cuidarnos más, según él eso nos haría ganar respeto. Verle trastear entre los equipajes, intentando convencer a los hombres de aquellas cuestiones, resultó curioso. Se paseaba por cubierta, pidiendo opinión sobre mezcla de colores, largaria de mangas, ancho de perneras, o la ornamentación de sombreros y pelucas. Reconozco que no me molestaba.
Pero sucedió lo inevitable. Un grupo de hombres decidió poner fin a tanta mariconería. Fue en nuestra siguiente parada dónde lo abandonamos a él y a sus innovadoras ideas. Tuve que resignarme.
Años más tarde, cuando el infortunio sustituyó el pañuelo y las chorreras de mi cuello por la soga, me llamó la atención el atuendo de alguna de las damas y de muchos de los caballeros asistentes a mi ejecución, tanto, que pregunté. Como respuesta me hablaron de cierto personaje de oscuros antecedentes, que alcanzó la corte de los delfines de Francia gracias a sus ideas sobre cómo mezclar de colores, la largaría de las mangas, el ancho de la pernera o los abalorios de sombreros y pelucones.

CRSignes 300109

*Couture = Del francés “alta costura”

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11
Abr

El abominable

Negó todas las posibilidades, en su mente no cabía ninguna. Su juicio, su sentencia había sido irrevocable. No quiso atender a las razones que los demás estudiosos del tema le intentaban explicar, lo tenía clarísimo. Aquello, según él, había sido una vulgar confusión, un equívoco que había crecido por la mala interpretación de la lengua autóctona.

La gente durante años lo ha pronunciado mal —aseguraba—“Meti” es como nuestros anfitriones nombran al oso tibetano. Parece ser que alguien no lo comprendió bien, y ahora todo el mundo se cree esa tontería del abominable hombre de las nieves. ¡Cómo se puede llegar a ser tan ingenuo!

Salió del recinto en el que se celebraba el 25º Congreso Internacional sobre Criptozoologia, el aire viciado de aquel espacio reducido le obligó a ello. Estiró los brazos al tiempo que cogía una gran cantidad de aire.
El “Yeti” se alejó de allí portando bajo el brazo a un hombre que en ese momento no sabía como llamar en señal de auxilio.

CRSignes 2003

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9
Abr

Grotesco

Sin temor a equivocarse, se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Las imágenes de un pasado remoto, embrollos en su mente, le confundían. Tenia la sensación, más que la certeza, de que su destino estaba próximo.
Un accidente había borrado su pasado. Cansado de reinventarse regresó al único lugar en el que podía reconstruirlo.
Sentó su intención y sus ganas en el poyo de una iglesia situada frente a una fuente.

¿Qué mira? Márchese.

Lo cierto era que el anciano, que parecía no quitarle la vista de encima, no tenía el menor interés por él, es más, sus ojos apenas si distinguían formas. Con la inercia del enfado fue derecho hacia la fuente para meter la cabeza bajo el chorro antes de zambullirla, buscando quizás purgar su ira. La posibilidad del suicidio pasó por su mente. ¡Sería tan sencillo! Como pudo giró la cabeza para contemplar en el reflejo espejado bajo la superficie del agua la grotesca mueca con la que el fuego había moldeado su rostro. Aquellos ojos, irremediablemente abiertos, descansarían. Había llegado el momento.
Un fuerte tirón le sacó. Su primera intención pasaba por reprochar al rescatador aquella acción que había frustrado su fallecimiento, pero no halló a nadie. La muerte se le volvía a resistir.

¡Tengo el mismo derecho que los demás! ¿Por qué me la niegas de nuevo?

Con la llegada de la noche, en la palidez de las horas nocturnas, recordó el día fatídico en el que se desfiguró su vida.
Ya quedaba menos, doblar una esquina y podría reencontrarse. La memoria le devolvió de una sola vez: imágenes, nombres, sensaciones, rostros, y el tiempo que creía perdido y lejano. Hasta él regresaron los olores de un ambiente cargado y espeso. Aquel día, entre el juego de las llamas, lazos ardientes en un rodeo mortal, mientras músculos y piel se descomponían presa del fuego, perdió algo más que la memoria. Había comenzado un proceso que no podía parar, principio y fin de la historia que había atrapado su alma.
Sin temor a equivocarse se adentró por el laberinto de calles de la parte antigua de la ciudad. Por vez primera una fuerte sensación de dejà-vu le confundió.

CRSignes 110408

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7
Abr

El plato principal

Pelar, cortar, trinchar, batir, amasar, mantener los fogones encendidos y a plena potencia, preparar los platos y mantenerlos calientes. Ultimaba los detalles, que harían de aquella presentación gastronómica la mejor de su carrera. Empuñando su cuchillo, el chef Roque De Bon Matin, cortaba las cebollas, los champiñones y demás guarnición en finos pedazos a una velocidad pasmosa. Le observaban atónitos sus pinches que buscaban entre sus movimientos o gestos algún truco que les facilitara la labor.
-¡Pero que hacéis gandules! Dejar de mirarme y daros prisa en prepararlo todo como ya os he indicado.
En el exterior desfilaban los invitados a la cena en honor del embajador de Australia recientemente nombrado. No cesaba el trajín, no había lugar para la calma, ni dentro ni fuera.
Llevaban tres días preparando aquel banquete. De nada le valdrían los años de fiel y cumplido servicio, ni tan siquiera los galardones si fallaba. Roque estaba nervioso. Había comenzado como pinche. Tuvo la suerte de sustituir a su jefe un día en que éste enfermó, y las cosas salieron bien. Roque De Bon Matin era consciente de que sus esfuerzos no eran debidamente recompensados. Él tenía un nombre, un prestigio, y a pesar de trabajar en una casa como cocinero jefe, por más importante que esta fuera, se sentía infravalorado. Los veía a todos insolventes e incapaces para valuar debidamente su arte.
Roque De Bon Matin, en claro soliloquio, enumeraba sin descanso el orden de los platos y la lista de ingredientes y tareas, mientras que con la vista acompañaba sus palabras. Nunca antes recayó sobre él tanta responsabilidad, siempre había confiado en su talento, y sobre todo en su intuición. Así que él mismo dedicó las últimas horas a la elaboración del plato principal, la mayor rareza que había cocinado: carne de canguro. Atendiendo al recuerdo vivo de su abuela, que siempre le repetía: “no hay carnes mal preparadas, sino mal acompañadas”, puso su empeño en la salsa que la custodiaría, y que poco a poco, iba condensando la mejor de las sustancias, para hacer de aquel manjar el más destacado de la noche.
Horas más tardes los platos rebañados, pese al feo que representaba en el refinado protocolo, evidenciaban el triunfo que una vez más había conseguido.

CRSignes 151105

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5
Abr

Seguimos jugando 2. Ricardo Acevedo y CRSignes

Una eterna Venecia con callejones misteriosos
donde se esconde el más tierno de los besos,
fragmentos de libros escritos en clave,
el último tango en Valencia
tocado por una banda con los ojos tapados,
rozar el cielo raso con el último beso de la semana,
alcanzar el orgasmo en el medio de un tren del metro
ante los embrutecidos pasajeros,
horas de caminata lunar con Martinis y aceituna,
la gran marea de refrescos burbujeantes
que asola nuestra costa privada,
vampiros de Armani que nos protegen
contra comandos de paparatzi,
la banda sonora de Sergio Leone en cada uno de duelos.

©Ricardo Acevedo Esplugas 2005

En un espacio callado y quieto,
después del sonido vibrante del silbido
de “la muerte tenía un precio”,
momento preciso de sincronizarme
con tus pulmones en el aire tibio
de una noche de verano en los fiordos,
o respirando el último aliento de oxígeno
tras una despresurización espacial,
aguantaríamos tan solo por mirarnos a los ojos
plenos del reflejo de las estrellas,
y pasarnos el uno al otro con la mirada,
con las manos, el ansioso contacto,
el apasionamiento y caprichoso deseo,
del primer helado,
de la primera golosina dulce y fresca
en la boca de algún niño en el Coppelia.
Todo y más nos perderíamos
en el interior de un mundo constantemente bombardeado
por deseos, palabras del pasado, del futuro,
que hablaran de hipotéticos encuentros
rodeados de cine de terror,
del mejor que conocemos,
nos atraparía la tela de la araña del menguante,
jugando con flores al lado de un ser nacido del trueno,
vigilaríamos a los misteriosos vecinos,
esquivaríamos desagradables
vómitos y escupos de algún endemoniado.
Todo y más en la noche,
con la brisa del malecón rozando nuestro cuello,
cerrándonos el uno al otro sin retenernos.

©CRSignes2005

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2
Abr

“Jlysty” *

A Manel Aljama

“El mayor placer de Dios es perdonar a los más grandes pecadores.”
Grijorij Efimovich, Rasputín.

¿Ni en la muerte me vas a abandonar? Siempre supe que nos encontraríamos de nuevo. No sé si estoy preparado.
Retornar al día aquel de diciembre se hace menos duro ahora que nuestros destinos parecen juntarse. Dijeron que tuviste conocimiento del peligro que corrías a mi lado, y aún así te fiaste de la invitación.
Cada trago resbalando por tu esófago, portaba el escozor amargo del veneno de la rabia; cada bocado disfrazado en el dulce envoltorio del azúcar, acompañaba el miedo a tu poderosa influencia. Mientras tanto, mis risas de satisfacción se juntaban con las tuyas en el goce del momento. Luego las mías se tornaron secas al ver la resistencia de tu cuerpo… inmortal. Y disparé. Una única bala que atravesó tu corazón. Caíste de bruces. ¿Cómo pudiste volverte a levantar? Tenía que huir, dejar que otros se enfrentaran a mi miedo.
Dejaron que calmaran las aguas que bajaba con fuerza, pero no resurgiste. Las gélidas aguas del Neva te engulleron, lavaron el rostro de nuestro imperio que apenas si sobrevivió unos meses más. Fuiste culpable de la depravación que encendió a las masas. Bestia demoníaca que escudaba en Dios la depravación y el libertinaje que te dio el nombre. Vergüenza inconmensurable para los temerosos del altísimo. Corrompiste, a unos y a otros: a los primeros infectándolos en el temor a lo divino; frente a los otros, lo lograste dejándonos en evidencia, sacando a la luz nuestras debilidades. ¿Acaso, a sabiendas o no, fuiste tú el artífice, la clave de los revolucionarios, lo que los bolcheviques necesitaban para justificar su barbarie? Lo corrompiste todo. Las mujeres se mostraban livianas de ropa en tu presencia, dejando mancillar sus cuerpos y trincar sus mentes. Y tú te vanagloriabas de ello. Eras el sabio, el gran adivino, el profeta que iba a salvar nuestra estirpe. Ninguna superchería salida de tu boca ha tenido eco. Tu muerte sorprendió a muchos, escandalizó a unos pocos, y satisfizo a la mayoría. Dijeron que no era cierto, que sin el cuerpo… Que tú retornarías. Pero ese ilusorio pensamiento duró bien poco, y terminó por desvanecerse con el tiempo.
Maldigo al ser mil veces maldito que representas y lo hago desde el placer que me provoca haber sido el artífice de tu muerte, por que sé, que ese Dios en el que justificabas tu obsceno proceder, me perdonará.

CRSignes 290309

* “Jlysty" convencido, es decir: alguien dispuesto a cometer los mayores pecados.

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31
Mar

Casual

Era la vez número doscientos setenta que en el laboratorio Sven, empleado desde hacía veinte años en la empresa, con un método desarrollado por él mismo, un hilo había sido introducido por el ojo de una aguja. A cientos de kilómetros, Karina, madurita empleada en confeccionar los ovillos manualmente en una empresa de lana, de un solo tiro, como un dardo, encestaba la totalidad de su producción diaria. Sus compañeros jugaban con ella cambiándole la posición y la distancia del recipiente, sin conseguir nunca que fallara ni una sola vez. Este hecho sin importancia, tenía poco de casual y mucho de habilidad innata. Sin cuento alardeaba de un antepasado suyo que llegó a ser un reconocido golfista, y de un pívot en la N.B.A. que era su primo.
A puntito de alcanzar los quinientos enhebramientos consecutivos en el laboratorio, la maquina falló, pero Sven no desesperó, tenía confianza en sí mismo. Además era verano, y tanto Karina como él decidieron ir de vacaciones. Así sucedió que coincidieron en un mismo vuelo rumbo al Caribe.
El azar los sentó en asientos correlativos, en el mismo hotel y con las mismas excursiones. No tardaron en saber de sus empleos relacionados, de sus gustos compartidos, de sus éxitos y de sus fracasos, forjándose una amistad y confianza, que sorprendió a todos los compañeros de viaje. Muchos fueron los que se estrujaron el coco sobre que tanta coincidencia no podía ser casual; se llegó a comentar, que entre ellos hacía mucho que debía haber algún rollo, tal era el grado de afinidad entre ambos.
Fuera como fuese, tanto a Sven como a Karina les resultó gracioso aquel juego de insinuaciones, pero los constantes cuchicheos de aquellos cotillas acabaron por sobrepasarles. No les gustaba ser mártires de nada.
El viajé llegó a su fin, se acercaba el momento de la despedida. Hacía casi dos días que no se hablaban, incluso llegaron a cambiar los asientos del avión. Sin sutilezas, todos pendientes, estaban convencidos de que alguno de los dos haría lo impensable para despedirse efusivamente. Pero no sucedió nada. Al menos nada que pudieran ver. De ello fue responsable la habilidad de Karina. Había escrito sus datos en un papel que lanzó directamente al bolsillo de la chaqueta de Sven.
A la mañana siguiente, Karina recibió el primer mensaje de texto en su móvil. Un SMS de amor tardío que decía: TE QUIERO.

CRSignes 150708

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29
Mar

Al final del arco iris

Alentaba a los transeúntes para que le ayudasen a paliar la inexistente tregua que da el alcohol. Con la borrachera, regresó a un bosque que ofrecía refugio a la gente como él. Acomodado junto a los vacíos tetra-brik de vino, de anteriores resacas, despertó sudoroso y tiritando por la fiebre. Lamentó no haberse atrevido nunca con las agujas: lo sencillo que hubiera resultado, con un solo chute, poner fin a su deleznable vida. Intentó limpiar el espacio que le rodeaban: lanzó bien lejos los desperdicios y se dispuso a escarbar un hueco en el que descansar. No había hecho más que introducido la mano bajo la tierra, cuando tropezó con un objeto. Pensó en ignorarlo —aquel lugar se había convertido en un vertedero—, pero al sacar la mano una moneda dorada se deslizó junto a ella. Siguió hurgando hasta alcanzar un recipiente repleto de monedas al parecer de oro, plata, bronce y cobre. El inesperado encuentro le devolvió las fuerzas, aunque no la razón. Se sintió observado y tuvo miedo. Por menos había visto caer a más de uno. En ese momento, de entre los matojos, surgió un ser diminuto que bailó ante él. Con sus absurdos aspavientos, parecía querer decirle algo. Sus movimientos estaban más próximos al enfado que a la cordialidad; aunque por su estatura, no representaba ninguna amenaza.

¡¡Maldito alcohol!! No te esfuerces enano, no pienso compartir nada contigo. —rió nervioso consciente de que todo podía ser un juego de su subconsciente maltrecho.
¡Qué feo eres! ¿Te has visto la cara?

Fantasía o no, el hombrecillo cada vez se encontraba más cerca, tanto que le pareció sentir fuertes y molestas punzadas.

Ya te estarás quieto. ¡Déjame disfrutar de este sueño! No te he hecho nada. ¡Desaparece! Soy rico. ¿Lo ves?

Aquel ser de afilado rabillo, rostro alargado, nariz picuda y grandes ojos saltones, seguía denotando su mal humor. En su desesperación, el borracho agarraba aún con mayor fuerza el recipiente del tesoro, mientras, a cada pinchazo, sus músculos resentidos perdían fuerza.

Seguro que tienes más. Quiero librarme de esta cadena perpetua, quiero quedármelo.

Con el penetrante dolor de las últimas punzadas, todo pasó del gris al negro. Un segundo después había muerto.
Se lo encontraron sobre un charco de orín y vómitos, con la mano fuertemente cerrada para que no se le escapara un doblón de oro de incalculable valor.

CRSignes 250408

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27
Mar

El rescate de la princesa

El caballero se detuvo. Su paso se vio interrumpido por un enorme muro de piedra. Algo sucedió, tuvo un impulso irreprimible y agarrando las riendas de su corcel, picó de espuelas y se abalanzó contra él. El choque era inevitable, pero en el instante mismo en el que su loca cabalgada alcanzó la sombra del muro, éste desapareció dejando al descubierto un abismo por el que se precipitaron jinete y corcel.
El mago se vanaglorió ante la agudeza de su ingenio; la princesa, en su cautiverio, lloró ante la ineptitud de sus rescatadores; y el rey se lamentó por la pérdida de otro de sus hombres.

CRSignes 2003

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25
Mar

Jitterbug

A ritmo frenético, el descontrolado movimiento de los bailarines, que disfrutan aquel tiempo pese a la tensión de los tiempos que corren, durará hasta que la fuerza aguante. El sonido de las trompetas, que marca la melodía de Goodman, acompaña los pasos cruzados, los saltos y las piruetas de los soldados. Las muchachas londinenses, entusiasmadas, aguardan sentadas dispuestas para salir a la pista. Desoyen las mentiras de las recatadas damas, esquivan la opinión de unos padres que desaprobarían cualquier acercamiento.
“Déjate llevar muñeca.” La toma con descaro por la cinturilla de avispa, la abultada falda se mueve con vaporosa gracia. La arrastra desde la esquina hasta el centro de la pista. Pronto le toma el pulso al ritmo que con pasos rápidos, precisos, asombra a todos. El estampido de la batería, la guitarra, de nuevo las trompetas,… la orquesta despliega sus mejores armas.
De nada sirve la presencia de la policía militar que vigila inquieta, temen enfrentamientos. A nadie le gusta que le levanten las mujeres. Los soldados británicos se reprimen y callan, deciden competir, pero con baile. La pista arde, el ambiente se caldea. La noche no les da tregua. Saben que pronto tendrán que partir, que la diversión se convertirá en un espejismo inalcanzable, y no se detienen más que para respirar. No hay lugar para el quebranto, ni cuando a mitad de la fiesta la banda se calla. La sirena que avisa que los bombarderos alemanes sobrevuelan la ciudad, detiene el baile; corren todos a los refugios. Pero cuando todo pasa, regresan con mayor fuerza incluso. Ni el enemigo los va a parar.
Pero la noche se trunca, la orden de partir llega sin aviso, les espera el frente. Montan en los vehículos, sin apartar la mirada de aquellas jóvenes que enjugan lágrimas verdaderas, las mismas que momentos antes saltaban de sus ojos al compás del baile, o mientras escuchaban una declaración de amor.
Así como la simiente ha engendrado con amor el cuerpo de alguna muchacha enamorada de su héroe, el alma del baile quedará marcada en los compases, sacando de los mismos esencias, que forjarán recuerdos de esa época tenebrosa de muerte y destrucción. Y tal vez los dibujará con los reflejos de las trompetas sonando, los vuelos de aquellas faldas descaradamente indiscretas mostrando muslos, y la silueta de aquellos jóvenes entregados a la guerra y al baile.

CRSignes 170309

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23
Mar

El juego

Miró a uno y otro lado. Cruzó. Entró a formar parte del tanto por cien afortunado.
En la ciudad sitiada la vida es un juego de estadística.

CRSignes 2003

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19
Mar

Las reinas. Parte 5ª La reina de corazones

A Teresa le pierde ella misma. Su vida dedicada al placer, sonaba hueca a oídos de los que la quieren y de los que nunca aceptó un consejo. Ahora se encuentra sola. Hizo siempre lo que le vino en gana. Caprichos hechos realidad y sueños rotos, siempre se quejaba de lo mismo. Vendía su cuerpo y creía ocultarlo bien, pero realmente nadie lo quería ver. Había sido hermosa, insultantemente apetecible; de haberlo querido, bien niña hubiera podido alcanzar la estabilidad, pero… ¿dónde habrían quedado sus sueños? Insaciable, no daba tiempo a que los sentimientos se acostumbraran. Cambiaba más de amor que de traje; era sencillo para ella y aún hoy sigue siéndolo, aunque mermada la belleza, resentida en su salud, la obsesión y los excesos hayan desquebrajado su mente. Se ve hermosa, se siente como antaño, pero ha perdido la discreción. Da muestras descaradas de una descuidada exhibición de si misma, “Es que no puedo salir por ahí, todo el mundo me dice lo guapa que soy, y lo bien que me encuentran”, dice mientras intenta arreglarse un cabello desordenado, o disimular su hinchado vientre o las ojeras. Cree poseer la llave del placer, y es el placer el que ha alejado sus cerrojos de ella. Se ha movido por un mundo que muchos ni tan siquiera hubieran aceptado, ha luchado por si misma con la integridad del que es consciente de lo que hace, sin dejarse amedrentar por las dificultades, tragando orgullo y rabia para poder salir adelante. Y es ahora cuando, gracias a sus esfuerzos desmedidos y efímeros, ha conseguido sacar adelante algún que otro sueño que le acercaba los pies al suelo, que su mente ha dicho basta. Tiene miedo, se asusta de la ayuda externa, pero al tiempo la busca. No sabe lo que quiere, pero lo quiere todo… El amor de unos hijos que alejó de su vida, el cariño de amantes pasajeros y amigos bien amados, el respeto y la idolatría de los que le siguen sus pasos cansados. Mientras, se tambalea de un lado a otro dejando que los demás hablen a sus espaldas, imaginando que es para bien, por sus encantos, no queriendo escuchar las burlas, ni el sarcasmo. Demasiado tiempo refugiándose en enfermedades inexistentes, intentando de ese modo atraer la atención de los que la han querido y la quieren, pero por su propia obsesión sólo consigue apartarlos cada vez más. Otra entrada en el hospital, esta vez no se sabe bien el porqué -ataque de ansiedad o de pánico-, pero ahí, está esperando el consuelo que no llega, la compasión de los que la rodean, y que ella fantasea como pleitesía y adoración. Está derrotada y triste, su vida se apaga en sus desencuentros, pero no quiere darse cuenta.
Augusta, abre los ojos y le sonríe, reconoce sus formas pero sigue durmiendo, se consuela entrelazando sus manos a las de ella, y Teresa descansa.

Mañana amanecerá, y el nuevo día las rescatará a las cuatro. Continuaran sus vidas hasta alcanzar otro alto, convencidas están; y quizás, tal vez, el destino vuelva a barajar, y junte de nuevo a estas reinas de diferente palo.

Fin

CRSignes 2007

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